Quienes me inspiran a seguir

martes, 12 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 7

7.- ¿Cuál es tu estación favorita? Usa detalles vívidos e incluye memorias que tengas de esa temporada.





Otoño. Siempre me ha parecido algo maravilloso, mágico y hermoso. Las mañanas frías, pero no lo suficiente para congelarte. Las tardes suaves, perfecto balance de frescura y calidez, con los rayos de un sol tenue y agotado acariciando la piel. Y las noches, húmedas pero cariñosas, con su brisa suave meciendo las hojas de las copas de los árboles.

El aroma del otoño debe ser una de las cosas que más me gustan. El olor de la tierra húmeda, del césped que crece a velocidades alarmantes. El aroma de las flores, que comienzan a despedirse, preparándose para esconder sus semillas del crudo e implacable invierno. El olor de la llovizna amable e intermitente que cae de vez en cuando. El mismo aroma de las personas, que parece haber cambiado por uno menos desagradable.

El color rojizo que parece apoderarse de todo, como las mejillas de un niño cuando sale al aire frío.

En otoño las estrellas parecen brillar con mayor ansia, y la misma luna se ve rejuvenecida y despampanante.

Pero lo que más me gusta del otoño eres tú, y el recuerdo permanente que dejaste.

Los días otoñales ajetreados de tu vida y de la mía, corriendo de un lado a otro con nuestras mochilas a cuestas. Tomados de la mano y cantando nuestra canción favorita, sonriendo mientras la llovizna repentina obligaba a la gente a resguardarse bajo el primer lugar que se encontraba disponible. Y nosotros, desinteresados de la llovizna, de la gente, del tráfico y de la agradable humedad repentina. Siendo jóvenes y estúpidos, siendo tú y yo caminando despreocupados sobre el césped de un parque. Abrazándonos a los árboles que perdían sus hojas, y admirando el brillo de nuestros ojos ante la emoción por la llegada del otoño, o por la tristeza de verlo acabar.

Siempre quisimos nacer en otoño. Constantemente me decías que las personas que nacen en la misma estación están favorecidas para permanecer juntos, atados entre sí y ante lo que esa estación significaba. Y el otoño, para ti, era como la primavera. Decías que yo, en otoño, brillaba como la primavera. Que el frío, la humedad, el calor del sol escondido tras las nubes me hacía florecer. Y a su vez mencionabas lo favorecida que había sido por nacer más cerca que tú de aquella amable estación.

Pero desde hace tiempo no estás, y los otoños maravillosos se fueron contigo.

Te llevaste la alegría de mis ojos en ese otoño en el que te marchaste, pero la sonrisa continúa vacilante en mi rostro, que soporta todavía el duelo y la culpa por haberte perdido. Por no haber sido la dama otoñal que siempre quisiste que fuera.

Tu salvadora.

Aún amo el otoño... pero extraño lo que significaba cuando estaba contigo.

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