Quienes me inspiran a seguir

domingo, 30 de enero de 2011

!!!!






Retiro lo dicho!

Baci e si ha una buona notte



Uno siempre dice eso, cada día a la persona que uno ama...

Pero gracias a eso he pensado...

¿Jamás se han sentido terriblemente mal por el solo hecho de amar de manera tan desquiciada y descabellada que ya piensas te volviste loco?

Yo si... Y ahora paso por eso...

Me encantaría ser como esas personas que dice "el amor no sirve" o "es una farsa, una mentira". Desgraciadamente he aprendido que este amor es tan real como que no veo desde mi posición actual al monitor (unos treinta centímetros) sin necesitar mis anteojos.

Vaya... Quién lo hubiera pensado de mi...

"Patética", me dijeron hace unas horas antes de golpearme y humillarme como nadie jamás lo había hecho... ¿Saben lo que pensé? "Ojalá y esté bien y espero jamás me vea así". ¿Estúpido no?

Da igual...

Ahora, no desperdicien esa frase cuando terminen una cita con su novio (a), o con sus amigos, también sirve, lo importante es el valor de su significado, el valor de esta frase tan común pero dicha en otro idioma...

"Besos y que tengas buena noche..."

Frauen von Luxus

Hoy es un día... Solo uno de esos días en los que no sé si quiero algo con el mundo.

Disfruten esta maldición a las infieles y dejen coments sobre lo que piensan de esas mujeres que juegan con el corazón de los demás.

Sé que más de uno de ustedes ha sentido esto...


Frauen von Luxus: Mujer de Lujo










Te vistes de azul para opacar el cielo

Y consigues espejos para estar bien segura

Que eres bella

Y que hay que ofrecerte tributos de sol si regalas un beso.




Un narciso el instinto que domina tu esencia

Y es idiota el consumo de mi tiempo contigo

Sueños rotos

Los que me vas dejando en mi activo de vida.





De que me sirve tu cuerpo

Si lo administras con saldos de lo que quieres darme

De que me sirve tu boca

Si se te caen los besos y los recojo humillada




Mujer de lujo

Mujer florero

Mujer de risas olor y capricho con futuros de nada




Mujer de lujo

Mujer cortina

Adornara tu cabeza la sala de un tipo cazador de reliquias

Y te harás vieja sin sueños.





Trataré de encontrar en un vientre sencillo

El calor que el deshielo me apagó tantas veces

Y le daré de regalo

Lo que no tiene precio ni tendrá en el mercado




Te deseo la suerte la que no te mereces

La que no andas buscando la que nunca precisas

Mientras dure

Ese cuerpo perfecto que se gasta en el tiempo.




De que me sirven tus manos

Si están tan lejos de un roce como yo de tus sueños

De que me sirven tus ojos

Si les importa un carajo si me voy o aparezco.





Mujer de lujo

Mujer florero

Mujer de risas olor y capricho con futuros de nada




Mujer de lujo

Mujer cortina

Adornará tu cabeza la sala de un tipo cazador de reliquias




Y te harás vieja sin sueños

Sin amigos

Sin mí



Sin nada

jueves, 27 de enero de 2011

Si hubieramos vivido en estos tiempos... (Final)

Juro que este es el final!!! No me mates!!!







El sol se escondía suave. Lentamente entre las olas mientras aquellos muchachos que lo observaban sin pudor entrelazaban sus manos sin siquiera mirarse. Los cabellos largos de ella se mecían de un lado a otro con suavidad, acariciando su rostro y haciéndole cosquillas en las mejillas. El muchacho a veces dirigía una sutil mirada a su lado izquierdo para encontrarse con el perfil recortado por el sol de la muchacha, sus ojos fijamente mirando el atardecer, como si sus ojos trataran de absorber cada matiz que se presentaba ante ellos en ese mágico momento.

-¿Recuerdas como nos conocimos? –preguntó el muchacho de pronto, rompiendo el escaso silencio que creaban las olas antes de enmudecer, antes de morir en la orilla.

-Tú eres el de la mala memoria –sonrió ella sin mirarlo, incluso cerrando sus ojos y recostándose en la arena-. Pero sí, Philip, lo recuerdo…

-Estabas muy linda ese día –acotó él recostándose a su lado-. Y tú cabello… Era salvaje.

-¡Deja de hacer eso! –había logrado su cometido, la había hecho sonrojar.

-¿Hacer qué? –preguntó inocentemente, estrechando más fuerte esa mano que se aferraba a él como si la vida se le fuese en ello.

No hubo respuesta y por ello supo que su novia estaba demasiado avergonzada para decir nada sin tartamudear. Definitivamente no era el ogro gruñón que todos pensaban que era.

Katherine sintió un frio repentino y removiéndose en la arena comenzó a acercarse al muchacho, quedando así con su cabeza apoyada en el pecho de él. Podía escuchar su corazón y eso la relajó más mientras Philip le volvía a acariciar los cabellos de manera tan sutil que pensó primero era la brisa quien la acariciaba. Amaba las manos de él, eran mágicas y reconfortantes, era algo que no quería dejar ir jamás…

-Philip –llamó suavemente, mirando hacia la nada.

-Dime… -la voz del muchacho se hallaba adormilada, estaba cayendo en un sopor absoluto.

-Te amo –susurró abrazando más fuertemente el cuerpo de él.

Era lindo estar así, pensaban ambos.

Katherine sabía que cuando se separara de él la esperaban muchas cosas, demasiadas cosas malas siquiera para contarlas, sabía que debía hacer cosas que odiaba, cosas que eran solo para mantener la fachada pero no le interesaba. Al día siguiente despertaría y podría volver a sonreír como solo con él podía hacerlo, podía se ella, podía ser una chica normal.

-Yo también te amo –contestó Philip algo tardío, y es que sabía que ella no había querido decir eso.

Sabía que no era una mentira pero también tenía demasiado claro que estaba asustada y que ella no quería marchar a casa. Él la apoyaría siempre y le había planteado más de una vez el huir juntos, huir lejos los dos para alejarse de ese dolor pero ella simplemente le había dicho “aguantaré un poco más…” antes de besarle los labios amargamente.

Se levantaron momentos después en completo silencio, comprendiendo los sentimientos del otro y caminaron de la mano hasta la calle que los llevaría en diferentes direcciones, que los alejaría cruelmente otra vez sin siquiera poder evitarlo. Se detuvieron en la avenida y se miraron a los ojos, tratando de mantener ese momento congelado en el tiempo lo más que pudieran. Una bocina sonó y los desconcertó, haciéndolos sonreír.

Katherine acarició la mejilla de su novio con un amor sutil que no creyó poseer. Si estaban juntos ella no tenía que temerle a nada.

Philip, por su parte, acomodó sus manos en la estrecha cintura de su novia, tratando de atraerla más cerca de su cuerpo.

Ella le echó los brazos al cuello, él la abrazó más fuerte, se miraron a los ojos otro largo segundo y se besaron. Fue un beso suave, superficial pero cargado de un sentimiento que los hacía temblar de emoción y terror al mismo tiempo, siendo la emoción demasiado intensa para mantenerla a raya en sus acribillados corazones.
Se separaron rápidamente y se dieron la espalda, tratando de contener esa angustia, ese sentimiento de pérdida que lo dejaba desamparados.

Las despedidas siempre eran difíciles, por eso ellos preferían solo mirarse un último segundo antes de partir cada quien por su camino, eso siempre era lo mejor. Un “hasta mañana” no bastaba para decirse “soñaré que estoy a tu lado” o muchas más cosas que anhelaban decirse pero que ambos eran demasiado tímidos para decir. Así eran ellos, así se amaban y así vivirían para siempre.

miércoles, 26 de enero de 2011

Si hubieramos vivido en estos tiempos III...

Traté de apegarme a su comportamiento lo más que pude... Sorry si es un asco ¬¬







Le acaricié los sedosos cabellos suavemente, gentilmente, con todo el amor que podía evocar con ese simple contacto. Ella sonreía con los ojos cerrados, una expresión relajada en su rostro mientras su respiración acompasada y apenas si se notaba. Me sentía bien al tenerla entre mis brazos, me sentía completo, fuerte y seguro, me sentía casi como un dios todopoderoso de la mitología griega.

Se removió un poco en mis brazos para acomodar su cabeza algo más arriba de mi pecho, quedando casi apoyada en mi hombro mientras sus manos viajaban a mis brazos, sujetándolos fuertemente y sin dejar de sonreír. Me miró con esos ojos chocolate suyos, esos pozos demasiado irreales como para existir y me sentí bien, me sentí… Solo lo sentí.

No sé que he de parecer a sus ojos. Seguramente tengo una cara memorable, digna de la risa del hombre más serio del mundo pero definitivamente solo puedo poner cara de tonto cuando me mira. Volvió a cerrar sus ojos y noté sus mejillas sonrojadas gracias a la luz de la luna que se colaba por la ventana mientras sus hombros se relajaban otro poco, ahora dejando reposar todo el peso de su cuerpo ligero sobre mí. ¿Cuántas veces desee este momento? Definitivamente más de las que puedo recordar.

-Te amo… -me susurró, un susurro que apenas si hubiera alcanzado a oír de no ser por el silencio en la habitación.

Besé su frente antes de acariciar su rostro todo lo amorosamente que pude mientras ella se recargaba más contra mí, como tratando de hacernos uno mismo. Me gustó eso. La abracé con más fuerza mientras una solitaria lágrima corría por su mejilla sonrojada, una lágrima que me pesó en el alma.

-¿Katherine…? –pregunté usando su nombre.

-Nada amor, no es nada –trató de quitarle importancia haciendo una elegante floritura con su mano, limpiando la gota aperlada, la fugitiva que quería huir más allá de su rostro para perderse en su cuello.

Ella era así, jamás decía nada, jamás mostraba sus sentimientos… Entonces noté que no sabía nada de ella más que su nombre y lo profundamente que la amaba. Jamás le había preguntado nada y ella jamás había dicho nada de sí misma más de lo poco que soltaba con palabras entrecortadas cuando estaba triste. Claro, sabía pocas cosas como que estuvo con una chica que no la merecía, que le gustaba el color violeta y que entrenaba muchas cosas para mantenerse en forma.

Katherine en cambio sabía más de mí que yo mismo. Su intuición era buena, nunca fallaba, siempre daba en el clavo. Ocurría en ocasiones que estaba triste y ella sabía la razón cuando yo siquiera sabía porque estaba en esas condiciones. Cuando charlábamos siempre hablábamos de mí y de mis padres, de los pocos pero buenos amigos en el club de natación olímpico y de lo que quería hacer luego de la mayoría de edad pero… ¿Y ella? De ella no sé nada. Tan retraída y misteriosa como una rosa cubierta de espinas, como una hoja de papel en blanco.

-No es nada… -dije algo cansado. ¡Quería saber! ¡Anhelaba saber de ella!- Las personas siempre lloran por algo.

-Cállate, Philip –cortó rápidamente, hundiéndose más en mi pecho-. En serio no es nada.

-No, Katy –aflojé el agarre para voltearla y que me viera a la cara-. Ya no, quiero saber.

No sé si fue por la presión o porque aquella carga que llevaba sobre sus hombros era demasiado pesada como para cargarla sola pero rompió en llanto, un llanto desgarrador que me hizo sentir mal. Así era ella, así siempre sería y así la amaba. ¿Por qué me urgía tanto saber? Pues porque la amo.

Fue la primera vez que la vi llorar de esa manera, soltando esos sollozos tan desgarradores, hablando sobre cosas que no llegué a comprender pero a las que solo asentía. Mi Katy, mi chica fuerte y madura, mi joya se había quebrado y con justas razones. Le susurré que jamás iba a volver a estar sola, que cuando necesitara algo solo debía acudir a mí, que yo jamás la abandonaría como tantos otros lo habían hecho antes y ella… Ella simplemente se aferró más a mí, agradecida, como un cachorrito que busca a su madre porque está perdido.

Decidí entonces dejarla ser, ella me contaría todo cuando quisiera, Katherine sabía lo que hacía.

Ya más calmada me prometió que iba a confiar más en mi, que iba a tratar de ser menos retraída y que me iba a amar para siempre… Yo la amaré para siempre…

lunes, 24 de enero de 2011

Si hubieramos vivido en estos tiempos II...

Al que se le ocurra preguntar lo mato ¬¬...





-Te amo... -me dijiste sin pensarlo dos veces y yo solo pude pensar un tosco "¿me estas agarrando?".

No, yo sabía que eras sincero, había podido percibir tus miradas desde los corredores de la escuela cada vez que me veías en mi entrenamiento de velocismo o natación, también había notado que tus labios cada vez que me besaban la mejilla ardían y que tu boca se acercaba cada vez más a la mía, ansiosa de contacto. Noté también que me abrazabas con más frecuencia, sin que yo te autorizara a ello, y es que la verdad eres el único hombre en quien confío ciegamente. A veces y solo a veces te tomabas el atrevimiento de entrelazar tus dedos con los míos cuando nos íbamos a la playa, donde sentados en la arena llorábamos como niños. Era nuestro momento especial...

Sacudí mi cabeza con fuerza y agaché la mirada, perdiéndome en esa arena blanca que más de una vez había recibido mis lágrimas. ¿Que hacer? ¿Que decir? "Philip... Eres mi mejor amigo, no puedes hacerme esto", eso es lo que quise decir, pero mis labios y mi corazón me traicionaron otra vez.

-¿Por qué? -escuché que alguien preguntaba.

No, no era alguien, era yo, solo que mi voz estaba tan grave y ajustada que apenas y había podido reconocerla. Pude ver como tu mano acariciaba mi largo cabello como tantas otras veces lo habías hecho, viajando primero por aquel mechón rebelde que me llegaba hasta los hombros antes de cambiar el rumbo y partir con tus dedos temblorosos hacia mi mejilla, sintiendo el calor de esta. Tu mano se deslizó hasta mi mentón y me hiciste levantar la vista, tus ojos estaban demasiado brillantes, demasiado temblorosos y demasiado empañados por las lágrimas que no querías dejar caer.

-Por que te amo... -fue tu sencilla respuesta, sencilla y algo extraña.

-Philip... -yo solo te hablaba con ese tono cuando quería una respuesta inmediata, tu suspiraste.

-A pesar de todo lo que piensas sobre ti, eres la única que lo ve de esa manera -contestaste llanamente antes de dejar ir mi rostro, metiendo tu mano al bolsillo de tu pantalón-. Todas las personas, en cada lugar al que vas te miran...

-No juegues conmigo... -mi mano había encontrado aquello que tanto buscaba en el bolsillo de tu abrigo. Cigarrillos.

Tu no fumabas pero me "controlabas el vicio", así decías tú. Odiabas que yo lo hiciera, por eso cada día me arrebatabas mi adorada cajetilla de cigarrillos y te la guardabas en el bolsillo. Ahora siquiera suspiraste y te agradecía profundamente que este no fuera de esos momentos de "ahora no". Encendí el cilindro con mano temblorosa, dándole una profunda calada, sintiendo el humo recorrer mi garganta, llegando a mis pulmones. Me relajé un poco antes de volver a mirarte, una lágrima resbalaba por tu mejilla... Me sentí como la mierda, asquerosa.

Solo limpié aquella escapista con el pulgar de mi mano libre mientras tu tomabas esa misma mano y la mantenías acariciando tu rostro. A veces te comportabas como "un cachorro asustado", de la misma manera en la que yo cada día me apoyaba en ti para no caer. Ahora veo tan lejano aquel día en el que nos conocimos, aquel día en el que yo era la guardiana y tú el protegido, aquel día en que te enseñé que las mujeres también podemos ser fuertes, aquel día en que nos hicimos amigos.

Alejé el contacto y me quedé allí, congelada, mirándote pasmada. "No...", dijo mi corazón cuando di un paso atrás, alejándome un poco más de ti. "No", esta vez fue algo más fuerte, tú tratabas de alcanzarme con una de tus manos pero apenas y moviéndote de tu lugar mientras yo seguía retrocediendo, sin dejar de mirarte. "¡No!", gritó más fuerte mi corazón cuando dejé caer la colilla, el cadáver de lo que fue mi cigarrillo a la arena mientras echaba a correr por la arena.

Te escuché gritar mi nombre de manera entrecortada, te escuché llamarme con un grito desgarrador, te escuché pedirme en un ruego que volviera. No estaba segura de si venías detrás de mi o no, tampoco quería averiguarlo, estaba confundida, alterada... ¿Por qué me dolía el corazón de tal manera? ¿Por qué lloraba como si esto no fuese bueno?

Grité, grité de terror y de dolor, de aquel dolor que no lograba comprender mientras tus brazos fuertes (sí, sabía que eran tus brazos, había aprendido a reconocerlos) me abrazaban por la cintura mientras tu rostro se escondía en mi cuello abrigado por el suéter de cuello alto.

-Te amo... -susurraste en mi cuello mientras yo me largaba a llorar otra vez, al igual que tantas otras.

Tú me volteaste y escondiste mi rostro en tu pecho. ¿Cuando habías crecido tanto? No lo sé... ¿Desde cuando eras tan fuerte? No me dí cuenta cuando pasó... ¿Por qué estaba tan aterrada? Ni idea...

Me dejé llevar por ese abrazo, mientras tus manos cálidas (siempre me parecieron cálidas) acariciaban mi cabello enmarañado a causa del viento. No sé como me habías alcanzado tan rápido llevando nuestras dos mochilas a cuestas y además, estaba el factor arena. "Ya no eres un niño...", pensé. "Ya no eres ese niño que necesitaba mi protección, ahora puedes cuidarte solo...".

Levanté mi rostro y me perdí en tus ojos negros, conmocionada por tus lágrimas y por las mías propias. ¿Desde cuando llorábamos los dos al mismo tiempo? Esto parece comedía romántica de mala calidad. "Me gusta esta comedía de mala calidad", escuché que decía mi corazón. Sonreí.

Tuve que ponerme de puntillas para alcanzar tus labios y recordé algo que una vez me dijiste, una vez en la que me viste caer a la piscina y quedé inconsciente porque me había golpeado la cabeza. "Beso sabor tabaco", me dijiste cuando estuve mejor, y es que esa mañana me había fumado una cigarrillo antes de entrar a la escuela. Estuve enfada contigo muchos días por eso, no quería que vieras los primeros auxilios como la oportunidad de besar a cualquier persona, pero como siempre lograste convencerme con una explicación rancia de mala categoría, como el queso hecho con gusanos.

No sé cuanto duró aquel roce de labios (ni siquiera podemos llamarlo beso), pero cuando nos separamos estábamos llorando con más fuerza. Volví a perderme en tu pecho mientras me susurrabas lo feliz que estabas, a pesar de siquiera saber que había sucedido.







El que sabe bien y el que no también ¬¬...

viernes, 21 de enero de 2011

Pareja Feliz

Lo prometido es deuda, llegó el homenaje.





Sus largos y cobrizos cabellos se mecían furiosamente tras ella, el viento arremolinándolos de manera que parecían fuego luchando contra el viento. Corría feliz, dichosa la sonrisa se extendía en su rostro mientras sus juguetones ojos verdes curioseaban de un lugar a otro en busca de la silueta que tanto anhelaba ver.

Por fin lo encontró, su cuerpo recostado en el césped como si flotase en una nube, sus brazos apoyados en su rostro para impedir que el sol le diera de lleno en la tostada piel. Sonrió más ampliamente y le agarró un brazo, alzando su cuerpo como si este no pesara nada a pesar de ser veinte centímetros más alto que la muchacha y pesar mucho más de lo que ella podría levantar con tanta facilidad. Se dejó arrastrar por ella y cuando estuvieron frente a frente se dignó mirarla. Sus ojos oscuros, negros como el ébano se perdieron esas fosas esmeraldas que tanto amaba.

-¡Que se supone que esperas, Angi! –no había sido una pregunta, a todas sus luces era una afirmación. El muchacho la miró amorosamente antes de rodearla en un abrazo.

-Parecemos un par de acosadores, Scarleth… -le recriminó él dejando escapar una sonrisa complaciente.

-Pero es el único día del año en el que podemos verla –se defendió a la muchacha alejándose de los brazos de su novio.

-No me va a sorprender que un día nos arresten por invasión a la privacidad –se quejó el muchacho besando la frente de la chica.

-¡Tonto! –ella rió ante el contacto de los labios del chico y sujetando su mano lo condujo a una acera-. No podrían arrestarnos aunque quisieran, además, somos sus amigos y tenemos derecho a saber que hace este día.

No objetó nada más, la sonrisa de ella le bastaba para saber que lo que hacían era lo correcto. Recorrieron callejones, subieron un cerro y luego se metieron por otro callejón hasta colarse por una puerta de metal que se mantenía abierta. Una vez adentro se colaron por otra de las puertas de madera que había en el estrecho pasillo y quedaron justo en frente de otro corto pasillo adornado por un sinfín de plantas de diversos tamaños y colores. Pudieron escuchar una voz que les pareció de lo más familiar pero que no era exactamente la que deseaban escuchar, así y todo se acomodaron cerca de la puerta y escucharon la charla con un nudo en la garganta.

-Es que no aguanto más… -susurró la acongojada voz de una mujer que se ahogaba en llanto- Necesito tener a mi hija cerca, ¿qué no lo comprendes?

-Ella se fue porque así lo quiso, Nora –era la voz de un hombre que odiaban la que se dejó oír-. Llámala y pregúntale como está, no te hagas problemas por esto…

Escucharon pasos que daban término a la corta charla y tan sigilosa y rápidamente como entraron, salieron del lugar con un nudo en el estómago y el corazón en la mano. Ya fuera del lugar se miraron, sus ojos destellando tanto terror que podría haber sido palpable en el aire. Iban a preguntarse donde se encontraría su amiga cuando pasos en el pasillo que habían dejado atrás sonaron estruendosos, delatando la cercanía de una persona. Se escondieron en la esquina del pasaje justo a tiempo para que la mujer no los viera y notaron que charlaba con alguien a través de un teléfono móvil. Sus órganos volvieron a su lugar cuando escucharon la frase que al parecer la mujer estaba tan agradecida de decir.

-Me alegro mucho por ti, hija –susurró la mujer con la voz quebrada-. Si, yo también estoy bien, no te preocupes…

Y así la charla se mantuvo durante largos minutos, cuando ella por fin se dignó a decir en que lugar se encontraba la muchacha que buscaban. Se miraron con apremio y sin intercambiar una sola palabra se echaron a correr escaleras abajo hasta llegar a la parada, teniendo a la suerte de su lado pues la máquina que los llevaría a su destino no tardó en aparecer doblando una esquina. Subieron como alma que lleva el diablo y la suerte les volvió a sonreír al notar lo vacía que iba la micro, pudiendo acomodarse en los últimos lugares, lejos del alcance visual de algún curioso. El trayecto hasta su destino se les hizo eterno, pero una vez llegaron a la pequeña y asfixiante comuna de Quilpue se sintieron algo mejor. Ahora, la gran duda que los asaltaba era… ¿Dónde demonios vivía la susodicha?

Comenzaron a caminar entre las personas, bajo ese sol que arreciaba tan fuerte que pensaban estar a punto de chamuscarse y quedar como chicharrones. Ese pensamiento era divertido y algo retorcido. Mientras caminaban observaban fijamente a las personas que, recordando sus rostros, tratando de ver aquel que de por si resaltaba entre la multitud. Nada.

Apoyaron sus espaldas calientes en un trozo de metro cuadrado de sombra que no estaba ocupado y suspiraron, mirándose abatidos. El tiempo se les estaba agotando y si no la hallaban pronto quizás…

-¡Que no te burles de mi! –exclamo una muchacha de ondulados cabellos, mirando amenazadoramente a un muchacho poco más alto que ella.

-Yo no me estoy burlando de ti… -se defendió el muchacho escondiéndose tras otro chico que llegaba a integrarse al grupo.

-¿Cómo que no? –gritó la chica llamando la atención de las personas que pasaban por su lado pero sin darles siquiera un poco de importancia- ¡Siempre te burlas de mi!

Los muchachos la molestaban cada vez más. Le acariciaban la cabeza como si fuese una niña, le hacían chistes por su mirada amenazante y corrían tratando de alejarse de ella. Angi y Scarleth se miraron satisfechos antes de dar media vuelta y perderse entre las personas sin siquiera ser notados.

-Tienes razón, me preocupo demasiado –susurró la muchacha al tiempo que sus alas plateadas los llevaban lejos hacia el cielo.

jueves, 20 de enero de 2011

Si hubieramos vivido en estos tiempos...

Sé que me van a llegar muchas pifias por esto, pero he de hacerlo. Hoy era día de homenaje, pero he decidido (dificil pero sabiamente) posponerlo solo hasta mañana. En cambio hoy, se llevaran una muy linda y grata sorpresa.




Pudo verlo a lo lejos, cuando sus ojos chocolate se encontraron con los de ese desconocido. Él también la miró, al tiempo que una enorme sonrisa adornaba su rostro. Ella le devolvió el gesto con una timidez de la cual no se creía poseedora antes de apurar el paso, sintiendo como se alejaba de él al otro lado de la calzada. Ninguno le dio gran importancia a ese encuentro furtivo, más se alejaron simplemente, ignorantes de que ambos escuchaban la misma melodía.

Él apuró el paso al darse cuenta que llegaría tarde a su cita, ella se detuvo con ganas de llorar apoyando su cuerpo en un muro de ladrillos. Pasó su mano temblorosa para arreglar su largo y ondulado cabello antes de retomar su rumbo, llevándose un cigarrillo a los labios en busca de calma.

Semanas pasaron y para ambos aquel encuentro fue sustituido lentamente por recuerdos más recientes, olvidándose de aquella magia que los había conectado en un primer momento. Aún así, ambos inconcientemente ansiaban dar vuelta una esquina y poder ver de nuevo a la otra persona, buscando incanzablemente una respuesta para aquella incognita.

Una mañana ella caminaba por un pasillo de su escuela, cantando para sus adentros aquella tonada que tanta nostalgia y felicidad le provocaba. Un grito lastimero y ella aguzó el oído, unas risas malvadas y no dudó en hechar a correr, dio vuelta la esquina y pudo verlo, casi como una bizarra bendición. Aquel muchacho de sonrisa amigable estaba siendo molestado... No, estaba siendo maltratado por unos idiotas cobardes que le doblaban la estatura, el peso y de seguro la edad. Una rabia inexplicable la invadió al escuchar sus risas, mofándose del dolor del pobre muchacho y dejando caer su maleta al suelo corrió hacia ellos con deseos de asesinarlos.

Uno de los idiotas la vio acercarse y rió más fuerte, señalándola con su sucio y grueso dedo de salchicha, anunciandola a sus compañeros descerebrados. El que estaba más cerca de ella se irguió cuan alto era, brazos cruzados, tratando de intimidarla para obstaculizar su camino. Craso error. La muchacha sonrió antes de esquivarlo, pasando debajo de los grandes brazos que trataban de apresarla en su trayecto.

-Métete con alguien de tu tamaño, cerdo... -gruñó la muchacha de manera temeraria.

Lo único que pudo pensar el muchacho herido, que tendido en el suelo veía la espalda de ella fue un: "esta chica está loca... de seguro y quiere morir".

Aún contra todos los pronosticos que apuntaban a que ella era demasiado menuda como para enfrentarse a tres mastodontes, fue la vencedora sin problemas. Su cuerpo mediano y delgado la hacía rápida y ligera, sus extremidades, apenas y moviéndose en el espacio, sus ojos, aquella concentración. Los derribó en menos de dos minutos, haciéndolos huir despavoridos dejando una amenaza en el ambiente mientras ella simplemente se volteaba a verlo extendiéndole su mano para ayudarlo a levantar.

-Gracias -había sido defendido por una chica. No es que le molestara pero...

-¿Estás bien? -preguntó ella caminando hacia su maleta que yacía aún donde la había dejado caer.

-Si, eso creo -contestó palpándose aquellos lugares que habían sido golpeados.

-Deberías ir a reportar esto a dirección, si no lo haces te volverá a suceder -suspiró ella pasando suavemente un pañuelo por una herida en la ceja del muchacho.

-Lo mejor es que lo deje así -contestó quejándose. La herida le punzaba.

-No seas idiota -apremió ella mirándolo con enfado-. Los más pequeños no existimos para ser los sacos de box de los más grandes, mételo en tu cabeza masoquista.

No pudo soportarlo más. El muchacho, con todo el aire que guardaban sus pulmones soltó una sonora carcajada que hizo que le dolieran partes de su cuerpo que ni siquiera sabía que tenía. Ella lo miró, alzando una ceja mientras se dejaba llevar por esa risa que le tranquilizaba el alma y hacía saltar su corazón. No supieron cuanto tiempo estuvieron así, guiándose por el poder de la risa del otro, solo sabían que cuando acabó se sentían menos miserables en ese mundo hostil.

-Lo lamento -se diculpó él, secando las lágrimas que habían salido de sus ojos por culpa de la risa.

-Katherine -dijo ella simplemente, extendiendo su mano en son de saludo.

-Philip -se presentó él, aferrando esa mano como si de un bote salvavidas se tratase.

Por una extraña razón ambos sentían que conocían al otro, ambos estaban llenos de una extraño sentimiento cuando se miraban a los ojos, charlando de cosas tan tribiales como que a ella le gustaban los helados de chocolate con café y que él odiaba el cigarrillo. En pocos días habían pasado de aquel extraño acercamiento mientras caminaban por una desolada acera a una sólida amistad que parecía existir desde siempre.

Una tarde luego de las escuela ambos decidieron ir a ver una puesta de sol. Se habían dejado caer en la arena de manera descuidada y ella, con un cigarrillo en los labios miraba como el mar se recogía furiosamente antes de volver hacia adelante para reventar en una bonita ola que formaba arcoiris en los alrededores. Philip odiaba el cigarrillo pero más odiaba que fuera su amiga la que fumara, aunque ese día era especial, ese día su amiga no estaba dispuesta a darle en el gusto, ese día ella tenía el corazón roto.

Había tratado de animarla durante toda la tarde pero lo único que había conseguido era que dejara de maldecir. Ahora buscaba algo que decirle mientras veía los cadáveres de los cigarrillos aplastados contra la arena que iban apilándose uno a uno lentamente.

-Ella no era para tí -dijo por fin, tratando de no ganarse una maldición.

-O yo no era para ella -contraatacó Katherine conj una lágrima rodando por su mejilla.

Philip, en el tiempo que la conocía jamás la había visto en tal estado de debilidad. Se sentía impotente por no poder ayudarla, por no poder animarla cuando ella siempre estaba allí para él.

-Me siento inutil... -susurró quedamente, suspirando.

-No seas idiota, Philip -maldijo ella-. Aquí la de los problemas existenciales soy yo.

La miró con mala cara pero para su completa sorpresa, ella sonreía. Sonreía como si aquel simple comentario la hubiera animado, como si el saberse necesitada le ayudara a olvidar aquello tan terrible que había herido su corazón.

-Tienes razón -comentó él, apurándola a levantarse-. No puedo vivir sin ti...

Ambos soltaron una sonora carcajada antes de tomar sus maletas y hechar a correr por la playa, dejando que el agua salada les saltara ensima y que el sol del atardecer llenara de calidez sus corazones ya no tan congelados.

"Eres mi mejor amigo, Philip...", pensó la muchacha dejándose guiar por la alegría del otro.






El que caxa, caxa. El que no, es jefe xD

domingo, 16 de enero de 2011

Elemental




Estaba yo en ese salón, piernas cruzadas y esperando que todo pasara pronto. Odiaba ese salón, pero no por cosas como la exquisita decoración en matices neo-clásicos con mezclas retro, tampoco por los colores que viajan desde el vino tinto hasta el celeste pastel, ni mucho menos por los muebles hechos en madera caoba que se desperdigaban por aquí y por allá. No, yo odiaba ese salón por una razón muy diferente, ¿quieren saber por qué? Pues se los diré... Día de psicoanálisis.

Si, escucharon bien, día de "psicoanalizarme".

Para aquellos ignorantes que no estén familiarizados con la situación los pondré al corriente, será algo así como una advertencia. Estoy loca... Y sí, lo digo muy en serio. La verdad de las cosas es que pienso que todo el mundo sin excepción está loco. Vuelvo a repetir, escuchaste bien. Tú, si tú, ese que escucha mis pensamientos sin permiso, a ti te hablo, estas loco. Y ese que está junto a ti también y no dejemos fuera al de la tercera fila. Todos en este maldito planeta están locos, y obviamente me incluyo en ese grupo de personas afortunadas. Ahora bien, ¿quieren saber por qué pienso todo esto? Pues la respuesta es bastante sencilla. POR QUE SÍ. Punto.

Hay no, allí viene, sonriendo con esa sonrisa que odio, con esa condescendencia que detesto. Me encantaría tomar aquella silla de la esquina y partirle la cara a ese estúpido que se hace llamar "especialista". Aquí va, otra explicación. ¿Que porqué me metieron en este loquero? Pues porque soy una persona malvada, sarcástica y desgraciada que no sabe controlar su legua.

El tipo ese se sienta en su silla tan cómoda mientras yo me hundo en el sillón de cuero negro de tres cuerpos como si me estirara cual gato en mi propia sillón. Y es que este mueble es prácticamente mio, paso dos horas de cada día desde hace dos meses aquí, de lunes a lunes, de seis a ocho, sesenta y dos días, misma hora mismo canal solo para que me invada en preguntas y me haga sentir como una rata de laboratorio. Lo bueno de esta experiencia es que he aprendido a charlar conmigo misma. ¡Esperen, eso ya lo sabía hacer desde hace año!

-¿Cómo te encuentras hoy, Kashiri? -me saluda abriendo su agenda, esa que tiene especialmente para mi.

-Igual que ayer... -contesto ácidamente encendiendo un cigarrillo.

-Déjame recordarte que cada día dices lo mismo desde que iniciamos tu terapia -dice el muy muy mirando mi cigarrillo de manera reprobatoria. Que se le ocurra decirme algo porque lo mato.

-Pues deje que me asalte un payaso con una pistola de rayos láser y luego me pregunta, ¿quiere? -ese fue mi mejor sarcasmo de la semana, cada día me vuelvo mejor en esto.

-Me encantan tus sarcasmos -me devuelve la pelota y yo me atraganto en la nicotina esperando que el suplicio se acabe-. Aunque me gustó más el de la semana pasada, ¿como iba? ¿Que tu móvil se había marchado donde...?

-Eres un idiota, ¿sabias? -podría demandarme el tipo este, pero es tan estúpido que aún no se le ocurre.

-Bueno -susurró él aclarándose la garganta-. Hoy nos tocan tus sentimientos, ¿quieres acotar algo nuevo?

-Me siento como una rata de laboratorio -mascullé arrojando la colilla a su inmaculada alfombra, él ni se movió.

-Lo mismo dijiste ayer... -silencio. Se me estaban acabando las ideas- Y, ¿que tal tu día?

-Eso ya lo preguntó, idiota -suspiré buscando mis cigarrillos y es que el hombre me sacaba de quicio.

-Solo quería saber si estabas atenta a nuestra charla -maldita sea, odio la psicología invertida-. Ahora bien, ¿como está ella?

-No te lo diré -cuenta hasta diez, Kashiri, cuenta hasta diez...

-Aún tienes ese remordimiento -agregó el psicoanalista sin siquiera mirarme.

-Eres idiota -sí, estoy cayendo en lo pero ya me vale madre.

-Te sientes tan culpable de amar a alguien de tu mismo sexo que te encierras en ti misma hasta que solo eres capaz de mantener contacto con el mundo por medio de tu mal humor -dijo el tipo ese que odio, dando dolorosamente en el clavo.

-No se trata de sinceridad, se trata de imagen -contesté secamente inhalando el humo del tabaco. La sinceridad por un día no me va a matar, ¿o si?

-Viniendo de parte de una persona propensa al suicidio estúpido son grandes palabras -cuanto te detesto, Blass.

-Mira, déjame que te lo explique con manzanitas para que tu pequeño cerebro lo entienda -comencé perdiendo la paciencia-. Ella es una mujer y, ¡sorpresa!, yo también soy una mujer. ¿Esa relación puede existir?

-Déjame que te diga algo -oh no, esto es serio. ¿Acaba de dejar su agenda a un lado y me está mirando?- El amor es universal, por lo que no importa el sexo, la edad ni toda esa mierda que la sociedad trata de meterte hasta por los codos. Lo único que importa es que el amor no discrimina y si tú amas has de hacérselo saber al mundo. Es un principio elemental.

-¿Me estás diciendo que acepte que soy lesbiana y que además le proponga una relación? -pregunté por poco y atragantándome con el humo del cigarrillo.

-Sip -contestó él llanamente antes de quitarme un cigarrillo.

Okey, ahora si el mundo está loco, aunque... ¿Qué puedo decir? Esa lógica de verdad fue algo aplastante.

viernes, 14 de enero de 2011

El precio de la Libertad...


Había una vez una chica que dio su vida para proteger a una persona importante.

Ella no era perfecta, ella no era invencible... Nació como una simple niña humana pero con un corazón de oro. El deseo de la libertad y de proteger a las personas que ella quería la impulsaba a seguir.

Ella encontró la fuerza para ir contra quienes controlaban su vida. A esas personas no les gustó aquello, era consciente de demasiadas cosas. Dieron la orden de matarla a ella y a sus seres queridos.

Aunque podría haberse ocultado ella no lo hizo, porque había hecho una promesa con la persona que amaba.

Pasó el tiempo y la promesa se mantuvo, pero la orden también...

Al final decidió arriesgar su vida y así volver con aquel que amaba. A punto estuvo de lograr su meta, al intentar salvar a su amado es capturada...

Y asesinada...

Aún así ella jamás se rindió, mantuvo siempre sus ideales y le confió su honor y sus sueños a esa persona por la cual vivió y murió.

Sus sueños siguen con vida en cada uno de nosotros. Quienes la conocimos le pedimos que sus alas nos lleven lejos, a lo más alto del cielo...






Guardó silencio, la voz se le estaba quebrando y no era para menos. Contar aquello que había presenciado le estaba rompiendo el corazón. El hombre por el cual su amiga había muerto no valía la pena, ni aún ahora, luego de contar tantas veces su historia.

-¡Que es lo que sigue! -exigió saber una pequeña completamente vestida de rosa.

-¡Yo también quiero saber, tía Henrietta! -imploró otra pequeña mordiéndose los labios.

No, no podría continuar por ese día, sería demasiado para su cansado pero joven corazón. Apuró a que los niños, los hijos de la resistencia se fueran a dormir antes de relajarse fumando un cigarrillo y mirando las estrellas.

Por alguna razón, al sentir la brisa de la noche, la nicotina en sus pulmones y observar las estrellas sentía que era capaz de estar un instante más con esa mujer que tanto les había enseñado sobre la vida y el amor.

-Aún no creo que hayas hecho lo correcto, Miralys...

Susurró antes de sentir como una lágrima rodaba por su mejilla.

lunes, 10 de enero de 2011

Lobo Blanco


Caminé el último tramo, los pies levantando tanta nieve al ser débilmente arrastrados que las fuerzas se me estaban agotando con mucha más rapidez que durante los últimos tres días. Había recorrido tanto para nada, tanto esfuerzo tirado a la basura con aquella celeridad que ni siquiera lograba comprender. Agotada me lancé de espaldas sobre la nieve, mi respiración agitada saliendo por mi boca en forma de vaho cual hielo seco sobre un escenario maltrecho. Deprimente, esa era la única palabra para mi situación.

Cerré los ojos tratando de alejar aquellos días de martirio de mi cabeza, sintiéndome más mierda de lo que me había sentido en mucho tiempo. La hiel en mi boca, ese sabor amargo y a la vez metálico inundando mi lengua y paladar... Aquello sí era demasiado para soportar.

Todo había comenzado aquel día, aquel Viernes en el que había decidido estúpidamente huir de mi misma, alejarme de mi pasado y viajar para olvidar todo aquello que me había sucedido. Con solo una maleta repleta de lo suficiente para sobrevivir por lo menos durante una semana en el bosque, una cazadora ligera, mis tan bien amados pantalones de cuero negro y mis botas militares que me recordaban aquellos días en el ejército salí de casa sujetando fuertemente mis placas gravadas antes de guardármelas en el bolsillo y comenzar a alejarme sin mirar atrás. Comencé a caminar, aplastando la nieve con fuerza, a veces pateando con rabia hacia la nada para tratar de alejar ese dolor de mi corazón... Desgraciadamente eso no funcionaba.

Mi primer día de vuelta al bosque había sido un fiasco total. No había podido disfrutar mi caminata en lo más mínimo y se había hecho de noche mucho antes de poder darme cuenta de que no tenía idea de donde estaba parada. Eso era suficiente. Yo había crecido en ese bosque, lo conocía como la palma de mi mano y era prácticamente imposible que de la noche a la mañana hubiera olvidado inclusive la posición de la osa mayor. Arrojé la mochila a la nieve y me dispuse a armar la fogata para mantenerme caliente, primero limpiando la nieve cerca de un árbol que me resguardara de la inminente nevada que se avecinaba, después recolectando aquella imposible madera "seca" para poder encender un fuego y luego buscando mis alimentos para llevarle algo a mi vacío estómago. Y es que había pasado el día sin probar bocado.

Lo peor vino al amanecer, cuando descubrí entre mi somnolencia que estaba rodeada por unos enormes lobos de color gris, lobos enflaquecidos que me miraban hambrientos, observando mis mejillas encendidas del calor del fuego. Me levanté de un salto alcanzando mi escopeta y apuntando al que estuviera más cerca, pero siquiera se movieron al enfrentar mi mirada furiosa. Inspeccioné a mi alrededor en busca de alguna señal de advertencia, de algo que no estuviera en su lugar, más solo pude hallar la retirada de esas colas grises que se arrastraban gráciles por la nieve blanca. Ahora, en soledad y con algo más de calma comencé a inspeccionar mejor lo que me rodeaba, espantándome al notar que mi morral había desparecido.

-Malditos lobos... -mascullé pateando el tronco del árbol que me había hecho de cama, haciendo que un poco de nieve acumulada en sus ramas y hojas terminara cayendo sobre mí.

Eso era suficiente. Me aseguré que la cámara de la escopeta estuviera cargada y comencé a caminar con el dedo en el gatillo, atenta a cualquier movimiento. Aquello era más desgastante de lo que lograba recordar, mucho más de lo que había sido cuando la guerra había alcanzado los límites de ese pueblucho perdido en el mapa al cual yo osaba llamar "hogar". Otra vez, para mi mayor rabia y tormento la noche me alcanzó antes de poder darme cuenta y con ella el hambre y el cansancio. Pero no podía detenerme, no con la poca munición que llevaba en el bolsillo pues el resto estaba en el morral y mucho menos sin alimento ni fuego. Eso sería suicidio estúpido.

Continué caminando, apretando el paso todo lo que podía para acortar camino pero por más que miraba las estrellas, estas no me decían nada. NADA. Era primera vez en mi vida en la que mis mejores amigas no me decían siquiera un hola hecho con sus puntitos brillantes y eternos. No importó, lo pasé por alto. No podía detenerme, era imposible siquiera pensarlo por lo que continué hasta que el alba me alcanzó nuevamente.

Ahora estoy aquí, tirada sobre la nieve, empapada hasta los huesos y muriendo. Por que sí, sé que estoy muriendo pues mi cuerpo fatigado lo dice, lo grita con las pocas fuerzas que le quedan. Dejo la escopeta a un lado de mi cuerpo y me olvido de ella pues si los lobos vienen no me va a servir de nada. Matar a uno o dos no quitará el tormento que me crearán los que queden vivos y hambrientos rodeando mi cuerpo.

-¿Estás dispuesta a morir? -me susurró una voz que sonó a inconsciencia.

Abrí los ojos rápidamente. Nunca me había gustado enfrentarme a lo desconocido. Me asombró lo que vi, tanto que ladee la cabeza como un niña pequeña que quiere preguntar algo pero es incapaz de encontrar las palabras para hacerlo. Junto a mi, a menos de medio metro de donde reposaba la escopeta había un cuadrúpedo grande, enorme diría yo, de un espeso pelaje tan blanco como la mismísima nieve y que brillaba de manera aún más intensa de lo que lo hacía la plata líquida al sol. Sus ojos caninos me escrutaban, quizás con curiosidad o con otro sentimiento, no supe descifrar con cual y yo, sin saber si estaba espantada lo miré también, perdiéndome en esas lagunas albinas al igual que su pelaje. Era demasiado hermoso y aterrador para ser real.

-¿Estás dispuesta a morir? -preguntó de nuevo, incansable, y yo dudé en alcanzar la escopeta y apuntarlo. Lo cierto es que los humanos necesitábamos un arma para sentirnos seguros y poderosos. Estupidez.

-No lo sé... -susurré con la voz seca, rasposa. Aquel día sin agua me estaba pasando la cuenta.

-Puedo darte una opción diferente -me dijo con esa voz suya que provenía de todos y de ningún lugar a la vez-. Puedo enseñarte si es tu deseo aprender.

-No lo sé -aquello llegaba a ser estúpido, demasiado para provenir de mí. ¿Desde cuando era una niña indecisa?

-Las oportunidades están siempre, solo tienes que tomarlas -me aclaró acercándose más a mí pero sin dejar de mirarme. En un segundo estuvo junto a mí, brindándome su calor y yo solo pude atinar a abrazar ese cálido pelaje blanco-. Debes saber que el pasado es parte de tu vida, jamás podrás olvidarle.

-Lo sé... -tartamudee sollozando. Era demasiado doloroso admitirlo, estas manos mías habían arrebatado tantas vidas.

No dijo más. Me permitió abrazar su pelaje hasta que la temperatura de mi cuerpo se hubo recobrado, hasta que al despuntar completamente el sol de la mañana mis adormecidos músculos sentían que volvían a funcionar. Me levanté con dificultad, dejando que la nieve cayera por si sola de vuelta con el resto mientras mi cuerpo se estiraba cuan largo era. Miré a la criatura, temerosa de que hubiera cambiado de opinión pero continuaba mirándome. Sí, conocía mi dolor, para esa bestia era palpable en el aire y para mí era demasiado fácil demostrarle con solo una mirada el peso que mi corazón cargaba. El lobo blanco me invitó a seguirlo y yo no dudé, caminé siguiendo sus pisadas como si fuese su sombra.

Y es que tenía tanto que aprender de él como él de mí...







Dedicado a Holy-Wolf, Chibi doll, Ale of the creator,Wolf Of Snow y a todos los chicos geniales del Atlantis RO xD

sábado, 8 de enero de 2011

Te Amo


Maldita palabra. Aprendí a decirla en cinco idiomas diferentes para ti, para poder ver esa sonrisa adornando tu rostro, para poder apreciar tus ojos color chocolate brillando en risueña felicidad, para poder sentirme completa al escucharte susurrar "te amo".

Lo cierto es que amo cada cosa de ti, cada detalle transparente.

Amo tu cabello largo, negro y ondulado, que graciosamente sujetado por una cinta de seda cae tras tu espalda, meciéndose con la brisa de la mañana. Amo tus ojos color chocolate, laguna profunda y eterna, atestada de peligros sensuales que me invitan a perderme en ese mar oscuro de emociones innegables. Amo tu sonrisa, esa belleza de perlas que cuando crece forma esos graciosos hoyuelos en las sonrosadas mejillas, fresca y amable sonrisa. Me pierdo en tu largo y pálido cuello, indigno del sol, cálido pulso incitante a ser tocado. Tus hombros gráciles se yerguen orgullosos, cuadrados en sí mismos hasta el extremo solo para mostrar que eres poderosa. Tu suave piel, torso escultural, senos grandes y redondos que no puedo evitar imaginar desnudos bajo el contacto de mi mano fría, tu piel como si se rozara con el hielo, y es que tú eres puro fuego.

Seguir recordando aquel cuerpo tuyo es perderme en el pecado, más ansío recordarlo con mayor perfección de la que ya lo hago...

También amo tu personalidad, aquella que es fría con los demás, aquella que es indiferente para el mundo, desconocida para mí. Conmigo eres amable, suave y tierna, sensual en la cama y en mis sueños, perfecta cuando al despertar tu cabello alborotado me dice "buenos días". Y es que amo como eres, amo como con tu mirada el mundo a tu alrededor se postra a tus pies. Eres inmortal en mi mente, eres piedra preciosa pues eres como una joya que ha sido pulida hasta que la mismísima perfección queda empequeñecida junto a ti.

Te amo y es por eso que escribo esto, pues te amo con una locura incomparable, te amo tanto que ya me he perdido a mi misma y es porque te amo que escribo lo siguiente.

Katherine, te amo pero... También te odio.

Te odio por amarte, te odio porque sé que me amas, pero esto ya no puede continuar.

Te amo y es por eso que ya no podemos estar juntas.

No podemos amarnos porque estar juntas es perfecta destrucción, porque estar juntas significa olvidar lo que es importante, porque cuando estoy contigo olvido que yo también existo, olvido que soy real.

Es porque te amo que te odio, hermosa...

Y te odio por amarte con la locura desquiciada con la que te amo...

miércoles, 5 de enero de 2011

Princesa


Patee el aire con desdén mientras el cigarrillo era dirigido hacia mis labios, una profunda calada para calmar mis nervios mientras el aire frío de la media tarde me saludaba acariciando mis pálidas mejillas. Cualquiera diría que el frío le había ganado color a mis mejillas, pero no era así, no podía ser así solo por una razón. Mis mejillas estaban sonrojadas por ella. Acomodé la cazadora de cuero un poco sobre mis hombros antes de darle otra calada profunda al cigarrillo, buscando calma y serenidad. Pude vislumbrar una silueta que se movía impaciente a mi lado, nerviosa y ansiosa yendo y volviendo sobre sus pasos, acercándose y alejándose de manera que me daban ganas de golpearlo para que se mantuviera quieto a pesar de yo estar igual de nerviosa que él.

Me quemé los dedos y un poco los labios al darle una calada larga al cigarrillo, una aspiración tan profunda que el fuego llegó hasta el filtro para lastimarme. Maldecí por lo bajo antes de dejar caer la colilla al suelo y aplastarla contra mi bota mientras me quitaba la chaqueta. De pronto hacía mucho calor...

Una ráfaga fuerte me desacomodó el cabello haciendo que se me pegara en los labios brillantes de púrpura, la magia del labial ultra brillante. Acomodé los anteojos sobre el puente de mi nariz con suavidad a pesar de tener las manos tan temblorosas como cuando veía un payaso... Puaj, los odio. Volví a notar aquella sombra moviéndose a mi lado, desesperante pero tierna marcando el surco bajo sus pies que se abrían camino entre las personas que se empujaban. Encendí otro cigarrillo para tratar de calmarme.

De pronto una mano me golpeó la cabeza, un golpe tan fuerte que poco menos y quedé con la cabeza a la altura de mis rodillas. Miré enfurruñada esos ojos negros que me observaban con reprobación antes de volver a erguir mi cuerpo cual largo podía llegar a ser y volver a llevarme el cigarrillo a los labios como si nada hubiese pasado. Sonreí de medio lado antes de suspirar pesadamente, la ansiedad ya nos tenía vueltos locos.

Y allí estaba, una mano agitándose en nuestra dirección, su ondulado cabello bailando mientras corría hacia nosotros. Quise abrazarla pero se me adelantaron. Me molesté un poco pero observé la escena conmovida, me gustaba ver sus cuerpos juntos, para mi eran un cuadro perfecto. Una ve la hubo soltado yo dejé caer el cigarrillo con un gesto desinteresado antes de alzar mis brazos hacia ella, perdiéndome en el aroma que de sus cabellos emanaban.

-Te extrañamos, preciosa -susurré en su oído y la sentí temblar.

Y es que la habíamos esperado por mucho tiempo...

sábado, 1 de enero de 2011

Amigos...


Hoy he querido hacer una reflexión.

Todas las personas tenemos amigos. Hay amigos "buenos" y amigos "malos", pero esos son amigos al fin y al cabo. No importa que tanto daño nos cause un amigo, siempre seremos capaces de perdonarlo, de tratar de comprender su dolor, la razón que lo impulsó a pasar de "amigos buenos" a "amigos malos", la razón de su odio sin motivo. Y le daremos la razón agachando la cabeza, ladeandola tal vez y susurrando un animoso "lamento si te hice enfadar" o "siento mucho lo que te dije, no fue mi intención". Entonces ellos sabrán que nuestra disculpa es sincera y sonreirán, comenzando a charlar sobre temas sin importancia. Los amigos siempre buscarán la manera de animarte así estén peleados a muerte, y es que los amigos son tan necesarios como el oxígeno.

Algunos creen no tener amigos, pero están allí para nosotros, cuidando nuestra espalda cuando no miramos, agarrando nuestras manos cuando necesitamos valor, abrazando nuestros cuerpos temblorosos para tratar de frenar nuestro llanto, susurrando palabras de aliento cuando creemos todo está perdido. Y esos amigos no están solo una vez, lo están durante el resto de nuestras vidas, compartiendo nuestros triunfos y pasando por alto nuestros fracasos, haciéndonos entender que de las derrotas se aprende más que de las victorias.

Es por esto que entes primer día del año 2011 quiero hacerle un homenaje a los amigos...

A esos amigos que aguantan nuestros golpes, nuestros berrinches, nuestras burlas. Esos amigos que ríen y lloran con y por nosotros, amigos de Verdad.

Si alguna persona te dice que los amigos no existen porque la gente cambia o simplemente te salen con esa frase tan cliché de "nunca terminamos de conocer a las personas", no los escuches ya que no hay nada más hiriente para un amigo que ser pasado a llevar de esa manera.

Yo defiendo la amistad y no me da miedo ni pudor decir que amo a mis amigos tanto como a la vida misma, que daría mi vida por ellos y que hasta mi último aliento les pertenece a ellos, a esos héroes anónimos de nombres locos de nuestras vidas, que llegan a romper todos nuestros esquemas y a transformarnos en personas mejores y más felices.

Por eso hoy, para iniciar este año con el pie derecho quiero agradecerle a esos héroes míos, a esas personas que desinteresadamente me han apoyado y acompañado por el viaje de mi vida y esta, visitantes, es mi forma de agradecerlo.

¡Levantemos nuestras manos para decir "ese es mi compadre"! Que no nos de vergüenza abrazarlos o mimarlos, decirles un te quiero o un te amo ya que cuando no nos queda nada más ellos están allí, apoyándonos de nuevo, haciéndonos reír con sus locuras, invitándonos a vivir el día a día intensamente.

Y el que diga "esa chica está loca por pensar eso", trata de no dejarte llevar por esas palabras, reflexiona en lo que escrito y lo que he querido expresar con esto el día de hoy, el día de los amigos de este blog, el día de los amigos para todos.

¡Los amigos verdaderos merecen una condecoración o una fiesta cada día del año!

¡Cada día es el día de la amistad cuando tienes con quien compartirlo!