Quienes me inspiran a seguir

sábado, 30 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 25

25.- Tema: Agua (escribe lo que sea que te venga a la mente que involucre agua).




Sentía como si se estuviera ahogando. Como si la hubieran arrojado a un lago y ya no pudiera respirar, porque el agua se metía dentro de su nariz y boca, yendo por su garganta directo a los pulmones. Se estaba ahogando, y no podía gritar por ayuda. No podía emitir ningún sonido porque el agua oscura, turbia, se lo impedía. Y le ardían los ojos, no podía ver más allá de manchas borrosas y ondulantes en esa oscuridad acuosa.

—¿Estás bien?

Ella salió de su ensoñación, mirándolo de repente. No había cambiado, seguía siendo ese estúpido sonriente que la miraba como si fuera un chiste andante, a pesar de que ya no tenía ese derecho.

—¿Por qué no lo estaría?

Su típica respuesta evasiva. Él la miró atentamente, con sus ojos fijos en la sonrisa forzada de sus labios rojos. Y a ella no le importó. Aún se ahogaba, aún el agua llegaba directo a sus pulmones, y no sabía cómo nadar lejos de allí con los pesos gigantes que se habían agarrado a sus tobillos y a su corazón.

—Dime.

—No.

—Dime.

—Que no.

—¿Por qué no?

Ahí estaba la pregunta. La misma pregunta de siempre. La misma pregunta pero sin el ánimo de la insistencia. Ahora estaba en el fondo del lago, sin posibilidad de escapar.

—Porque eso es lo bueno de que rompieras conmigo —escupió, sin apartar la sonrisa de sus labios—. Ya no tiene que importarte y yo no tengo por qué decirte.

Y se fue... aún ahogándose por dentro.

viernes, 29 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 24

24.- Si fueras a un viaje o crucero, describe la experiencia que te gustaría tener y los lugares que te gustaría visitar.





—Si tuviese que elegir un lugar —comenzó ella—, sería simplemente agarrar una mochila e ir a donde el viento me lleve. Lejos, eso sí, preferentemente cruzando el océano. Pero salir, ir a algún lugar que no haya visto con mis propios ojos. Quizás a un desierto, y escribir bajo el manto estrellado. Ir a diferentes puertos en lugares apenas conocidos por el turismo. Aprender sobre marejadas de los locales, y disfrutar de la vista del atardecer una y otra vez, sin ser capaz de aburrirme. ¡O ir a un lugar de invierno eterno! Caminar bajo la lluvia, bailar sobre los charcos y que todos crean que estoy loca. ¡Quiero conocer distintos tipos de cielo, en todos lados! Verificar con mis propios sentidos si los colores, el sol y hasta la brisa son iguales aquí o en China...

—¡Oye, más despacio! —rió él, sujetando una de sus manos— ¿Y dónde me vas a llevar a mí? ¿En una maleta?

Ella lo miró seriamente antes de decir:

—Nunca mencioné que quiera compañía. Es un viaje mío, para mí, para conocer mis límites y vivir mis propias experiencias. Sola. Porque viajar solo es necesario para todas las personas en la vida, y hay que hacerlo por lo menos una vez antes de arrepentirte. Porque si no lo haces, terminarás siendo un amargado. Y yo no terminaré de esa manera.

jueves, 28 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 23

23.- Escribe una entrada de diario para tu personaje ficticio favorito.


Nota: Tengo demasiados personajes favoritos, así que hice una sorteo con papelitos. La elegida fue Egg Lyton Gore, un personaje de Tragedia en tres actos de Agatha Christie.





Querido diario:

No puedo dormir. No puedo comer. No puedo dejar de pensar en esto.

Apoyo completamente la teoría de mi querido sir Charles. Lo sucedido en la fiesta, lo que le sucedió al pobre sir Babbington no fue más que un asesinato. ¡Lo sé! ¡Lo sé de la misma manera ardiente en que mi corazón grita los sentimientos por sir Charles!

Pero nadie me escucha. Y ahora sir Charles se ha ido. Dicen que se ha marchado para no regresar, que nunca volverá por estos lugares. Y yo, ¡oh! ¿Qué haré sin él? Le extraño, y anhelo poseer su amor.

Debo hacer que regrese. Tengo que encontrar la manera de llamar su atención y que vuelva. Y cuando eso suceda, debemos averiguar, juntos, quién fue el desalmado que asesinó al pobre sir Babbington. Pero lo principal es que él vuelva. Que vuelva y se percate de mi presencia. Y cuando eso pase, se dará cuenta de cuán fervientemente lo amo.

Egg.

miércoles, 27 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 22

22.- Create una vida pasada. ¿Quién eras? ¿Qué hacías?


Nota: Llevaba varios días sin poder escribir, así que apenas me estoy poniendo a tono con el asunto otra vez.


Le gustaba su trabajo. Encontraba un admirable satisfacción en aquello que hacía. Y si bien era cierto que nunca podría ir más allá, como siempre había querido, su vocación de servicio era más grande que sus ambiciones profesionales.

No le importaba tener una familia, aunque muchos la tacharan de solterona. Llevar una vida libre de ataduras familiares significaba que su familia de servicio podía consumir todo el tiempo que necesitaran. Porque no había nada más importante para ella que eso. Servir al enfermo, al desvalido, ayudarlo y cuidarlo, guiarlo en su recuperación y ser la voz de aliento y esperanza.

Muchos podrían decir que era una simple "enfermera", pero esa simple enfermera había ayudado a más personas de las que podría llegar a contar. Y eso la hacía dichosa.

martes, 26 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 21

21.- Ve hacia afuera. Siéntate en el garage, en el jardín o en la playa y escribe sobre la naturaleza.




Nunca puedo ir demasiado lejos para admirar la naturaleza. En realidad, nunca puedo ir lejos para apreciar las maravillas naturales, pero aún tengo esta terraza, y supongo que peor es nada.

El ruido de la ciudad comienza temprano, y aunque es un condominio y casi no se siente el paso de los automóviles, aún así se escuchan los gritos de los niños. Insisto: peor es nada.

Me siento y miro lo poco y nada de naturaleza que hay aquí. Una hilera de árboles de baja altura a mi izquierda, unos cuantos matorrales abajo, y las copas de los árboles de las calles siguientes. No es mucho, pero a esta hora es suficiente para relajarme. El paisaje durante la noche es mejor. Si bien en esta ciudad casi no se ven las estrellas, sí aparece de manera ocasional la luna, y las luces de las farolas le dan un ambiente más relajado a la tranquilidad nocturna. Pero ahora es de mañana, y no hay tranquilidad, ni luna, ni farolas encendidas.

En momentos así es que extraño como nunca el mar, el olor a sal en el ambiente, y las estrellas de la costa, en un lugar casi sin contaminación.

lunes, 25 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 20

20.- ¿Cuál es tu signo? (Virgo, géminis, etc.) Usa tu signo como inspiración para un personaje (protagonista o antagonista) o un lugar (una ciudad en un mundo inventado).





Estaba cansada. Cansada de seguir sus pasos, de sonreír cuando ella lo hacía, de usar lo mismo que ella usaba, de llorar cuando ella lloraba. Estaba harta de esa vida. Ella quería salir al mundo, verlo por sí misma, hacer lo que quisiera y cuando quisiera, no porque tuviera que copiar, por obligación, los movimientos de alguien más.

Cada vez que ella la miraba, tenía la certeza de que sabía de su existencia. Podía ver la luz del reconocimiento, de la verdad en sus ojos, y la muy desgraciada parecía sentirse orgullosa y satisfecha por ser ella quien estuviera viviendo, y no la condenada a seguir los pasos de alguien más durante toda la vida.

Pero eso estaba por acabarse.

La otra le dio la espalda, pero ella, en lugar de imitarla, se quedó donde estaba, con las manos en puños y la sonrisa torcida sobre los labios. Podía sentir una extraña fuerza, como una corriente de agua que la empujaba, tratando de obligarla a imitar a la otra mujer, pero ella se mantuvo quieta, fuerte en su convicción. Estiró las manos hasta tocar el cristal, y este pareció hundirse bajo las palmas de sus manos. Eso le provocó una extraña sensación de éxtasis, por lo que empujó con más fuerza, viendo cómo sus manos traspasaban esa barrera invisible, que parecía estar hecha de agua.

Continuó empujándose hasta que pronto sus brazos, su cabeza y su torso estuvieron fuera. Pero parecía que sus piernas estuvieran atascadas allí, imposibilitándole salir. En un movimiento desesperado, se inclinó hacia adelante todo lo que pudo, con sus rodillas contra el cristal acuoso. La otra mujer se dio la vuelta, alarmada al sentir como algo frío se enroscaba alrededor de su muñeca.

Y un grito ahogado escapó de sus labios cuando se vio a sí misma, sujetándose, empujándose hacia el espejo.

Lucharon con todas sus fuerzas. La otra mujer era fuerte, muy fuerte. Tiraba de su brazo, esperando soltarse, dando pasos seguros hacia atrás. Pero ella también era fuerte, y era astuta. Se sujetó con ambas manos al brazo de la otra mujer, y se relajó para que el empuje que ejercía para alejarse de ella terminara de sacarla de su prisión. Y funcionó. Cayó al suelo con un golpe sordo.

Se levantó lentamente, respirando por fin. Entonces, un sentimiento lunático y maligno se apoderó de sus pensamientos. Alguien tenía que reemplazarla en el otro lado.

Tomó a la otra mujer por los brazos y la empujó directamente hacia el espejo. Fue un movimiento rápido y fluido, como si se encontrara debajo del agua. Y la otra mujer pareció flotar hacia allí, hacia la superficie reflectante que pareció absorberla por completo.

Ella miró su reflejo en el espejo cuando la adrenalina se hubo marchado de sus venas por fin. La otra mujer golpeaba el espejo con fuerza, desesperadamente, pero ella estaba segura que nunca podría salir. Porque ella no volvería allí.

Se alejó un paso más del espejo y meditó. Desde ahora tendría que mantener una distancia prudente de las superficies reflectantes. Eso no podía ser demasiado difícil.

domingo, 24 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 19

19.- ¿Cómo eras de niña? Descríbete un poco como si fueras el personaje de un libro.




Era una niña curiosa. Poseía unos ojos grandes de color café, aunque su hermano mayor siempre le decía que eran como el chocolate, que daban ganas de ser caníbal y comerse esos ojos. Su rostro era redondo y pálido, con una pequeña nariz ni recta y respingada, unos labios rojos en los que siempre bailaba una sonrisa tímida cuando creía que nadie la veía. Su cabello era largo y ondulado, castaño oscuro, y siempre lo manejaba sujeto con una cinta de colores.

De estatura era pequeña, mucho más pequeña que el resto de los niños de su edad, pero eso no parecía acomplejarla. Corría rápido, y sus hermanos decían que parecía una pelota saltarina cuando subía o bajaba corriendo algún grupo de escaleras. Tenía piernas fuertes y hombros anchos, lo que facilitaban toda la actividad física que le gustaba hacer.

Era también una niña inquieta. Pertenecía a diversos grupos de atletismo, y además de eso era un ratón de biblioteca. Le gustaba el ajedrez, las damas chinas y leer. Además de eso le gustaba sentarse los domingos a ver documentales. Era una niña curiosa, sí, a quien le gustaba imaginar un mundo de fantasía épica en sus ratos libres.

sábado, 23 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 18

18.- Piensa en tu libro favorito cuando estabas creciendo. Usa el título como inspiración para tu siguiente historia. ¿Qué te imaginas cuando lees ese título? Escribe un poema o un párrafo.





Puedo escuchar el susurro del viento, el frío sobrecogedor de aquello que es inminente, de aquello que no puede ser evitado. Siento las manos temblando mientras mi espalda se tensa, preparada. Cada músculo de mi cuerpo acaba de entrar en alerta, preparado para salir corriendo mientras el ambiente de peligro se acentúa. La voz ominosa resuena en la estancia, mientras me busca con sus ojos de reptil. El aliento de fuego pasa cerca, demasiado cerca, pero sé que aún no ha podido localizarme. Debo salir de aquí lo más pronto posible. Al diablo la misión, estoy muerta de miedo.

Cierro el libro de golpe, con el corazón latiendo con fuerza dentro de mi pecho. No importa cuántas veces lea este libro, siempre consigue hacerme sentir emocionada. Sonrío, mientras voy por otro café antes de retomar la lectura de El Hobbit.

viernes, 22 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 17

17.- ¿Cuál es tu festividad favorita? Escribe una historia corta sobre un personaje que está pasando por ese día festivo y todo lo que socias con el.


Nota: No tengo una festividad favorita... así que tomaré una al azar y escribiré lo primero que se me venga a la cabeza.





Peluches. Corazones. Lugares adornados con cosas rosas y rojas. Gente caminando con flores. Gente feliz. Parejas felices caminando, con sus manos entrelazadas... y ella sintiendo deseos de asesinar a todo el mundo.

Muchas veces se preguntaba por qué las personas se empecinaban tanto en encontrar una pareja antes de esa fecha, simplemente no lograba comprenderlo. Mientras los solteros se encontraban desesperados por encontrar a su media naranja, y las parejas desbordaban romanticismo en las redes sociales y en las calles, ella lo único que quería era que el día se acabara lo más rápido posible. Porque odiaba que le dieran tanta importancia al hecho de "amar y sentirse amada por siempre y para siempre jamás". Lo detestaba.

Muchos le decían que era la envidia la que hablaba en ella, pues nunca había encontrado a alguien que la amara. Y puede que fuera verdad, puede que en el mundo no existiera nadie que estuviera dispuesto a arriesgarse para estar a su lado pero, ¿y qué? Prefería ser un grinch malhumorado a una persona patética que se arrastrara por las migajas del afecto de alguien. Lo prefería mil veces.

Llegó a su casa, prendió la televisión y se quedó mirando las tontas películas de la fecha, pensando en que realmente el amor nunca existiría para ella. Y que eso estaba bien.

jueves, 21 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 16

16.- La próxima vez que estés comiendo, escribe sobre la comida en tu plato. Describe cada porción. Mientras estás comiendo, escribe sobre todos los sabores en tu lengua.


Nota: No soy de las personas que despierta con hambre, pero para este reto, obligada. Agarré lo primero que encontré en la cocina y fue porque la mañana es el único momento que tengo para escribir.






Me tomo un momento y miro la taza y el plato que descansan en la mesa frente a mí. Una taza humeante de infusión de manzanilla con canela y miel, y un plato de tomate con ajo. Es lo más apetitoso que me atrevo a comer a las diez de la mañana.

Tomo un bocado de tomate y muerdo lentamente. Es ácido, con la sal justa para no opacar su ligero dulzor natural. Casi de inmediato una sensación picante invade mi boca, debido a un gran trozo de ajo. Trago, mirando fijamente la taza, tomándola entre mis manos cuando he terminado con el trozo de tomate que me había llevado a la boca. Doy un sorbo, sintiendo el calor en mis labios y lengua. Primero siento el sabor dulce de la miel, tan dulce que neutraliza por completo la sensación picante que dejó aquel trozo de ajo en mi boca. Luego siento la canela, con  su agradable aroma y sabor. Finalmente, muy tenue, el sabor de la manzanilla, que me llena de inmediato con un sentimiento de tranquilidad.

Aparto el plato hacia un lado y me quedo con la taza en las manos. Las mañanas no deberían ser para comer, deberían ser para beber infusiones y ver El Conde de Montecristo.

miércoles, 20 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 15

15.- Escribe sobre un recuerdo de tu niñez. Bueno o malo. Dale nueva vida.




Recuerdo ese año nuevo como si hubiera sido ayer. Tenía nueve años, y mi hermano tenía trece. Nuestros padres llegaron al acuerdo de pasar navidad con mi madre y año nuevo con mi padre, así que ese día 31 de diciembre, mi padre pasó temprano por nosotros para salir juntos. Ni siquiera puedo recordar a dónde fuimos... sólo sé que tenía una horrible sensación extraña en el estómago.

Estuvimos con él durante el día. No recuerdo qué cenamos, ni de qué hablamos. Sólo recuerdo esa sensación y la certeza al ver los ojos de mi hermano, que él sentía lo mismo. Por eso, finalizada la celebración pirotécnica que se hace tradicionalmente todos los años y que vimos por televisión, mi hermano y yo le rogamos a mi padre que nos fuera a dejar a casa. Él al principio se mostró reacio, e incluso molesto por nuestra petición, pero supongo que lo pedimos con tal desesperación que finalmente accedió.

Fuimos a casa.

Durante todo el trayecto, la sensación de que algo iba mal se asentaba más y más en mi estómago, dándome ganas de vomitar. Yo tomaba la mano de mi hermano como si se me fuera la vida en ello y él, por primera vez en la vida, no se alejó de mi contacto.

Cuando estábamos a unos pocos metros de casa, comenzamos a correr. Era un cerro empinado en bajada, con camino de tierra resbaladiza y piedras lisas engañosas que siempre me hacían caer. Sé que estuve a punto de caer por el barranco varias veces, pero el agarre firme de la mano de mi hermano me mantuvo estable. Subimos las escaleras de piedra a toda carrera hacia nuestro pequeño hogar, una choza derrumbada que era todo lo que nuestra madre podía pagar en ese tiempo. Ahora que veo al pasado, desde estos ojos de adulto, fue uno de los lugares más felices en los que pasé tiempo con ella. Un pequeño lugar acogedor, pero que tenía espacio para dos niños, una gata y un perro.

Cuando llegamos a la entrada de la casa, agotados, vimos a nuestra madre sentada allí. Tenía un vaso en una mano, un cigarrillo en la otra, y su rostro estaba desfigurado por la tristeza. Al vernos ella dejó caer el cigarrillo y se levantó lentamente, como si cargara el peso del mundo sobre sus hombros.

Entonces corrimos a abrazarla. Y ella lloró sobre nuestros hombros, con su tristeza característica, con esa que nos dejaba ver siempre que se sentía agotada y solitaria.

Y mientras la abrazaba supe por qué había tenido esa sensación durante todo el día. Jamás debimos dejarla sola. Y nunca más después de eso lo hicimos.

martes, 19 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 14

14.- Recrea la oración: "Era una noche fría y tormentosa". Expandela en un párrafo o dos.





Así era esa noche, repleta de una fría oscuridad tormentosa. Así eran todas las noches desde que él se había ido. Para ella, la tormenta de su vida no hacía más que comenzar. Porque el mundo había perdido su luz cuando él la había abandonado, dejándola sola contra ese mundo cruel, repleto de sombras que acechaban en cada esquina, esperándola, mirando desde sus rincones oscuros, con las garras de sus pesadillas preparadas para saltar a su yugular.

Esa noche era como todas las demás, fría y tormentosa. Oscura. Y ya no había nada más.

lunes, 18 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 13

13.- Describe tu hogar de ensueño como si estuvieras viviendo en el ahora.





Abro la puerta y enciendo la luz apenas entrar. Veo los juguetes tirados en el suelo, debajo de los sillones, de la mesa, de las sillas. Los recojo mientras avanzo, arrojándolos a la caja junto a las escaleras. Los sillones son de colores diferentes, uno verde, uno azul, y un gran sillón amarillo. La mesa y las sillas son de madera oscura, tapizadas de rojo. Hay un gran mueble ocupando una de las murallas, donde está la televisión. No hay alfombra, acumulan demasiado polvo y aunque a veces me entran deseos de poner una, sé que nunca lo haré.

Voy a la cocina, amplia, con pocos muebles pero una gran mesa para poder cocinar. Me sirvo un vaso de agua y observo los platos sucios. Mañana, será para mañana.

Me dirijo a las escaleras y él sale a mi encuentro. Me saluda con un tierno beso en la mejilla y yo sigo subiendo, demasiado agotada por ahora como para preguntarle por su día. Y él entiende... siempre entiende.

Recorro el corto pasillo hasta la última habitación y abro la puerta con cuidado. La luz de noche está encendida sobre el velador, iluminando tenuemente el techo con estrellas multicolores. La habitación es amplia, con dos ventanas que tienen las blancas cortinas cerradas. Un pequeño escritorio blanco con una silla. Una repisa llena de peluches en una de las murallas. Una encimera con un equipo de música de antaño reposa allí. La cama se ve tan grande, con su colcha de dinosaurios. El pequeño duerme, desparramado y con la cabeza casi colgando por el borde de la cama, a punto de golpearse contra el velador. Entro silenciosamente, acomodo al pequeño hobbit en la cama y lo arropo con cuidado, besando su cabeza antes de salir.

Regreso sobre mis pasos a la habitación de dos ventanas y un ventanal que usa todo el lado derecho de la casa. Entro quitándome los zapatos a tropezones y arrojando el bolso sobre la gran cama de colcha azul que está justo en el centro de la habitación y con un velador en cada lado. Junto a la puerta hay un gran armario de hechura antigua, y en el otro extremo de la estancia hay dos muebles, uno pegado al lado del otro, dando la impresión que son uno mismo. Me dirijo al baño de la habitación, un pequeño espacio con lo necesario para el aseo de la mañana, un pulcro lugar blanco y celeste que me gusta llamar santuario, porque es el lugar donde ninguno de los dos hombres de la casa puede molestarme.

Luego de cambiarme por mi ropa de andar por casa, lo que es básicamente vestir como pordiosera, Voy a la habitación que está junto a las escaleras. Es un lugar pequeño, pero acogedor, con sillones personales de color blanco rodeando una mesita de café, un escritorio de madera caoba con su respectivo ordenador, una cómoda silla de oficina color negro y un diván tapizado en morado. Además de todos los estantes con libros que no deja casi un centímetro de pared descubierta. El único tramo de pared que no está cubierto por libros es el de la terraza. Salgo y recibo la brisa fría, y eso me reconforta mientras observo el jardín, con sus flores y arbustos... y juguetes tirados allí también. Definitivamente tendré que hablar con ese niño de nuevo.

Me siento en uno de los sillones y él entra a la estancia cargando una bandeja que lleva dos tazas humeantes. Sonrío mientras me entrega una de las tazas, deja la bandeja sobre la mesita y se sienta en el sillón que está a mi lado.

—Gracias —digo, alzando un poco el café.

—Siempre que lo necesites, querida —él me sonríe otra vez, con su calma habitual—. ¿Cómo estuvo tu tarde?

—Bueno... tuvo un principio, una mitad y un final —él se ríe, y me contagia la risa—. Los extrañé.

—Así es la vida del trabajador: dedicarle sus horas a alguien más por el bien de aquellos que ama.

—Triste, pero cierto.

Nos miramos un rato, sorbiendo el café en silencio. Esta casa, con los juguetes desparramados, con sus colores, con sus escaleras y su gran cocina, con este espacio sagrado... es el lugar al que finalmente puedo llamar hogar.

domingo, 17 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 12

12.- Convierte a alguien que conoces y quieres en un personaje. Escribe sobre ellos, dales una vida ficticia.


Nota: Para ti, que siempre andas leyendo mi Blog. Tu alter ego. ¡Disfruta!





Despertó con energía, muchísima energía. No era algo nuevo, ciertamente, todas sus mañanas eran así. Salió de la cama casi de un  salto, dirigiéndose a la ventana y abriendo las cortinas de par en par. Afuera aún estaba oscuro, pero no pasaría mucho tiempo antes de que el sol saliera.

Planificó su día, como siempre hacía. Primero iría al Monasterio, daría una vuelta y luego desayunaría en alguna taberna cercana a la plaza del pueblo. Era un lugar pequeño, pero acogedor, una ciudadela olvidada en medio del desierto. Tocaría un rato y luego vería qué le tenía preparada la tarde.

Se vistió, tomó su lira y salió sin mirar atrás.

Cassius siempre era así, planificador pero al mismo tiempo esperando que la vida le sorprendiera. Seguramente era debido a su oficio de trovador.

En el Monasterio se encontró con su hermano mayor, con quien mantuvo una larga y aburrida charla sobre el rumbo incierto de su vida. Silvanus siempre era así, maduro y controlador, cuando en realidad lo único que quería era un poco de emoción en su vida. Cassius aún no lograba entender cómo una personalidad como aquella se había inclinado a tomar los hábitos. Bueno, tampoco es que eso le quitara el sueño, sólo lo consideraba algo curioso.

Tal como había planeado, desayunó en Cuerno de Minotauro antes de sentarse en el centro de la plaza, instrumento en mano. A medida que cantaba y relataba, las personas comenzaron a congregarse a su alrededor. Las mujeres lo observaban, notoriamente embelesadas por su belleza sobrenatural. Eso le encantaba, la atención, las miradas, eso era algo por lo que valía la pena vivir.

Cassius era un vanidoso arrogante que se enorgullecía de serlo, y seguramente moriría de esa manera. Con su lira en la mano y rodeado de las miradas de mujeres que nunca podrían tenerlo. Porque él era un álfr, un ser superior.

Ninguna mujer lo merecía. O al menos, aún no había nacido la fémina capaz de capturar su corazón indomable.

sábado, 16 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 11

11.- Escribe una pequeña historia no ficticia sobre tu primer trabajo.




Dejo caer la mochila detrás del mesón y saludo a voz en grito. Recibo gritos similares en respuesta mientras entro al baño para refrescarme un poco, pero cuando entro al baño lanzo una gran exclamación. El lugar tiene más cajas apiladas que la última vez, y apesta como si hubieran volcado un camión de basura descompuesta adentro. Escucho risas afuera y sé que esto lo hacen a propósito.

Salgo del baño y grito:

—¿Quién quiere comer?

Recibo dos gritos afirmativos, por lo que me agacho junto al mesón mientras Cristian cierra la puerta y pone el seguro. Eduardo baja con su expresión amargada y me da un pequeño golpe en la cabeza.

—Aprende a dejar de gritar, niña —me gruñe, recibiendo su envase de comida—. ¿Qué es?

—Arroz con carne recién hecho —sonrío, dándole su comida a Cristian—. Ahora suban a comer que me voy a poner a barrer, ¡este lugar es una pocilga!

—Bueno, para eso te pagamos —Cristian me desordena el pelo y yo alejo su mano con un golpe.

—"Pagamos" me suena a manada —ríe Eduardo.

Ambos suben y yo me quedo abajo, planeando por dónde comenzar.

Miro las repisas llenas de cómic, los estantes con mangas, series y peluches, las vitrinas con figuras y lanzo un suspiro. No puedo creer que apenas hayan pasado tres días y ya esté todo hecho un desastre. Reúno los artículos de limpieza, pongo música, me quito la camisa, amarro mi cabello y comienzo a barrer.

Es increíble trabajar aquí. No gano demasiado, pero me encanta. Tengo las primicias de los cómic, veo series gratis y me queda tiempo para estudiar. Es el trabajo soñado de cualquier chica ñoña... aunque no conozco otra chica ñoña que trabaje con dos mastodontes y viva para contarlo. Sobre todo por el tipo de humor ácido que tienen. Aún me pregunto cómo es que nos aguantamos.

—¡¿Acaso ustedes no pasan la escoba cuando no estoy?! —pregunto, barriendo por segunda vez.

—¡Somos hombres! —grita Cristian— ¡No esperes que hagamos lo que tú haces!

—Maldito machista —murmuro, metiendo la basura en una bolsa.

Sé que lo dice en broma, y sé también que me escuchó. Nos gusta molestarnos así, es divertido.

Cuando bajan luego de comer ya limpié el piso con blanqueador, y ahora me entretengo pasando un trapo seco en los estantes de los cómic, quitando el polvo que se acumula sobre los plásticos protectores. Cristian toma otro trapo y me ayuda con la sección de mangas, mientras Eduardo se ocupa de sacar la basura. No es como que ellos no me ayuden cuando vengo a hacer la limpieza, pero a veces prefiero que no lo hagan porque solemos distraernos hablando o lanzando bromas. Pero esta vez no. Esta vez acabamos rápido.

Cristian abre la puerta cuando el lugar parece brillar de limpio y yo entro al baño para ocuparme de ese desastre.

—¿Necesitas una mascarilla? —se burla Eduardo al verme hacer arcadas.

—Necesito más limpiadores y aromatizantes —digo con un gemido.

Puede que no sea el trabajo que todos quieren hacer, pero a mí me entretiene. Me pongo los guantes de goma y suspiro, sin saber por dónde comenzar.

—Oye, Eduardo —escucho decir a Cristian—, ¿le dijiste de fin de mes?

—¡Espero que no me vayan a despedir! —grito— ¡No sobrevivirían sin mí!

Los escucho reír, porque saben que es verdad. Eduardo se para en la puerta del baño justo después de que tiro una caja con basura hacia afuera.

—Tenemos un evento. ¿Vas a ir?

Mis ojos se iluminan, y aguanto una sonrisa.

—¿Cuánto me vas a pagar?

Ambos hombres ríen. Saben que aunque joven, sigo siendo una chica de negocios. Supongo que por eso me respetan, aunque tenga quince años y sea una boca floja la mayor parte del tiempo.

viernes, 15 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 10

10.- Encuentra algo que escribiste hace mucho tiempo (publicado o no) y reescribe el comienzo. Dale un tono diferente a la historia.



Relato de Abril del 2009

"No es la primera vez que caigo de esta manera. Han soltado mi mano, luego de haberme brindado la esperanza. Es como un juego, y yo soy el juguete. Soy aquella pieza reemplazable dentro de este tablero. No es primera vez que me siento así. Tampoco será la última.

Mi cuerpo golpea el pavimento. "¿Dónde estás?", me pregunto mientras mis extremidades calcinadas se hacen cenizas y el calor de tu último toque es arrastrado de mi corazón, marchándose con el viento. Marchándose contigo.

Sé que poseo la fuerza de voluntad para hacerme más fuerte, pero el miedo es más efectivo. Más sencillo. Por eso puedo seguir en este juego, porque el miedo no me engaña y sé que continuaré en esta danza macabra. Bailaré sobre el dolor y finalmente te dejaré ir, y yo me iré también a un lugar muy, muy lejano, un lugar donde el odio y el amor no existan, convirtiéndome en una máquina vacía, un juguete roto."

jueves, 14 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 9

9.- Estás sentada en una cafetería cuando levantas la vista y ves a ________. Escribe una historia ficticia sobre qué pasaría si vieras a una celebridad en una cafetería. (Comedia/suspenso)


Antes de iniciar el reto de hoy, quisiera aclarar que inicialmente iba a escribir sobre mi ídolo de todos los tiempos, quien es una celebridad (para mí) de la literatura. Sé que Tolkien comprenderá por qué he decidido cambiar de opinión y no escribir sobre él. En su lugar escribiré sobre un actor que nos ha dejado precisamente hoy: Descansa en paz, Alan Rickman.






Siempre me ha gustado el café, es por eso que disfruto de esta manera el estar sentada al aire libre, escuchando música, con un buen libro en la mano, un cigarrillo en los labios y una humeante taza de café negro frente a mí. Si bien no soy de salir mucho, me gusta el hecho de sentirme algo hipster cuando hago esto. Debe ser por eso de la popularidad que agarró el ser "único y especial" cuando todos hacen lo mismo que tú llevas muchos años haciendo. Ironía, y un poco de sarcasmo. Me encanta.

La mañana es tranquila, soleada, pero una brisa fría me congela los dedos. Es algo muy placentero. Retomo la lectura de Romeo y Julieta, una obra que siempre me hace reír por las malas interpretaciones de las adolescentes enamoradas que quieren un romance de tres días y seis muertos. Más ironías de la vida cuando sabes que Shakespeare realmente se estaba burlando de la volatilidad del amor de aquella época. Heartkiller suena en mi reproductor, le doy un sorbo a mi café y una calada al cigarrillo. Realmente no podría ser una mañana mejor que esta para leer y beber café al aire libre.

Luego de unos minutos dejo el libro a un lado, para darme un suave respiro y verificar el contenido de mi vaso, no quiero darme cuenta que me he quedado sin cafeína en mitad de la lectura. Reuno mis cosas para volver a entrar a la cafetería y pedir otro igual, cuando veo una alta sombra envuelta en una gabardina sentarse unas mesas más allá. Al principio no le presto mucha atención. Lleva un abrigo para protegerse de la brisa, normal. Un sombrero que cubre su cabello cano, nada fuera de lo común. Me levanto, comenzando a caminar hacia la entrada del café, sin apartar la vista de ese hombre. Tiene un aire solemne, familiar, y siento que lo he visto muchas veces en mi vida, pero aunque mi cerebro se esfuerza, no soy capaz de...

Espera.

Nariz aguileña, ojos oscuros, expresión amable en su rostro ligeramente bronceado.

OH... POR... TODOS... LOS... DIOSES... ¡EXISTENTES!

Me detengo en seco, procesando. Seguramente me estoy equivocando, debe ser eso. Debe ser que estoy demasiado cansada por toda la noche en vela, trabajando, y entre el café, el cigarrillo, la lectura y la música mi cerebro me está jugando una mala pasada. El hombre gira su rostro hacia un costado, mirando al interior de la cafetería vacía. Sólo somos nosotros dos a las ocho de la mañana en este lugar. Nosotros y un par de empleados que se ocupan de las máquinas de café.

Doy un paso, con el cuerpo temblando. Sí, seguramente su expresión distinguida me lo recuerda, solamente es eso. Otro paso, para darme cuenta que la distancia se está cerrando, que tengo que pasar por su lado para volver a entrar. Y entonces me digo, ¡¿qué diablos?! Si hago el ridículo, al menos será una anécdota para que mis amigos se rían de mí.

Pero, ¿y si no...?

Termino de acercarme antes de desechar por completo la idea y llamo la atención del hombre de inmediato. Porque claro, una chica de veintitantos, sola a las ocho de la mañana en una cafetería seguramente le llamará la atención a un hombre que bien puede ser un violador serial.

—Disculpe —susurro, de pronto mi voz temblorosa—, creo que lo he confundido con alguien más.

El hombre me sonríe, una sonrisa realmente dulce, de buen hombre.

—No hay cuidado —responde con un leve acento... ¿inglés?

—¡Por la misma...! —dejo la frase a medio acabar, sintiendo cómo mi garganta se cierra.

—Sht —me hace callar el hombre, con una expresión de pánico en su rostro, pero sin borrar de sus ojos el brillo de diversión—. ¿Aún piensas que te equivocaste de persona?

Niego con la cabeza, clavada en mi lugar, sin saber qué demonios hacer. Soy la persona más habladora de todo el mundo y precisamente ahora mi cerebro decide desconectarse de mi lengua para quedarme ahí, parada como estúpida.

—Romeo y Julieta —señala mi libro con un gesto—, es un buen libro.

—¡Voy por más café! —grito de manera histérica. Oh, mierda, que papelón que estoy armando— ¡No se vaya!

Giro sobre mis talones y, cuando estoy por entrar a la cafetería, escucho su voz de acento inglés decir con tono autoritario.

—Si me traes uno como el tuyo, con un sobre de azúcar, te lo agradeceré.

Termino de entrar y corro a la barra como una enloquecida. ¡Alan Rickman acaba de pedirme que le lleve un café! De haber sido otra persona, estoy segura que lo hubiera mandado directo y sin escalas al infierno, pero ¡joder! ¡Es Alan Rickman!

Siento que los empleados de la cafetería tardan un milenio y medio en darme mi pedido, pero cuando lo hacen salgo a toda prisa, encontrándome con el hombre que permanece sentado en el mismo lugar, con la misma expresión amable y serena. Dejo los cafés sobre la mesa. Pateo la silla, la mesa, se me cae el libro y me atraganto de vergüenza, pero él sólo sonríe hasta que logro sentarme con torpeza.

—Gracias por el café —me dice, sacando una billetera de su abrigo—, ¿cuánto te debo?

—Nada, nada, nada. Absolutamente nada. Yo invito —digo de manera apresurada. Estoy segura que me leyó los labios, porque no creo haber modulado ninguna de mis palabras de manera entendible—. ¡En serio es usted! ¿Qué dem... qué hace aquí?

Él ríe antes de contestarme:

—No estoy seguro de que esa sea la pregunta con la que quieres iniciar —luego, le da un sorbo a su café.

Enciendo un cigarrillo de manera nerviosa y le doy tres caladas rápidas. Eso consigue calmarme lo suficiente y logra hacerme dejar de balbucear como idiota.

—Su actuación en Rasputín fue brillante —sentencio—. Y en Gambit, y en Dogma, y en Die Hard, y en... ¡Oh, mierda! Lo amé como la voz de Absolem. ¡Y en Harry Potter!

—Me ha quedado claro: te gusta cómo actúo —ríe de nuevo. Siento que lo único que lograré es hacerlo reír con mi triste actuación, y siento que las mejillas me arden. Y no precisamente por el frío.

—Es que, déjeme decirle, después de Christopher Lee, usted me parece brillante. Un actor de otro mundo. ¿No será un alienígena? ¿No lo habrán secuestrado como a los Crescendolls?

—¿Los quién?

Esta vez soy yo la que ríe, y él se suma a mis carcajadas. Le explico brevemente a qué hago la referencia y él agarra rápido el concepto.

Siento que hablamos durante horas, realmente horas. Le hablo sobre lo que sentía en cada película en la cual lo vi aparecer. Menciono lo magistral que me pareció verlo en Sweeney Todd, y la forma en la que me emocionó en Sentido y Sensibilidad. Verlo interpretando a un personaje de Jane Austen, para mí, fue como una explosión cerebral. Un derrame y una explosión cerebral. A su vez, me dice que no se arrepiente interpretar a ningún papel, y que está muy agradecido de sus oportunidades en el mundo del cine. Una conversación de verdad irreal.

—Se terminó mi café —apunto, levantándome de pronto para ir por otro. Él se levanta también, y siento que me invade la decepción—. ¿Tiene que irse?

Alan Rickman asiente con un gesto, sin dejar de sonreír. Parece tan satisfecho con todo que me da un poco de envidia.

—Es tiempo de que me vaya.

—¿Y no puede quedarse? De verdad me gustaría seguir hablando con usted, es fascinante. Es una persona fascinante.

—Si pudiera quedarme, lo haría, pero es tiempo —se quita el sombrero y lo posa teatralmente sobre su pecho. Por un momento veo a Chrstopher Brandon, y se me parte el corazón—. Ha sido un placer hablar con una señorita tan pintoresca como usted.

—¿Pintoresca? ¿En serio? —otra risa nerviosa, otra risa idiota de mi parte. Él es un caballero— ¿Por qué no puede quedarse?

—Porque me esperan en otro lugar —vuelve a ponerse su sombrero, y acomoda su abrigo.

—¿Volveré a verlo? ¿En otra película?

—Eso es lo bueno del cine: puedes ver las películas que quieras, una y otra vez, hasta cansarte.

Estrechamos nuestras manos en un apretón. Él hace un gesto de cabeza antes de darse la vuelta y dar un paso. Lo detengo con una última pregunta.

—Señor Rickman —él me mira por encima del hombro—, ¿cómo es que puedo entenderle, si mi inglés es un asco y seguramente usted no habla español?

Una pausa. Gira su cabeza y mira al sol de la mañana.

—Eso es lo bueno cuando te vas de aquí: puedes entender todos los idiomas del mundo.

Y sin más, desaparece.

Me dejo caer en la silla y miro la mesa. Romeo y Julieta sigue cerrado, mi paquete de cigarrillos está vacío, al igual que mi vaso de café.

El vaso que le traje a Alan Rickman está intacto.

miércoles, 13 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 8

8.- Elige el título de una de tus canciones favoritas y escribe una historia sobre eso. Dale un sentido a la letra eligiendo una historia para ella.



You before me (Tú antes que yo) - Hoobastank

Dime todo lo que necesitas
todos los secretos que guardas
Incluso si toma todo el día,
incluso si toma toda la noche.

Tomó su mano suavemente, tan fría. Podía ver cómo sus labios temblaban, la forma en la que apretaba los ojos mientras dormía. Cualquier persona que la viera despierta, nunca podría imaginar que alguien tan radiante como ella estuviera tan atormentada al caer la noche.

Pero él sí. Él podía verlo. Podía sentirlo, como si sus pesadillas fueran propias, como si el dolor estuviera también cargando en su corazón.

Puedo poner al mundo en espera
así podemos estar tú y yo a solas
Incluso si toma todo el día,
incluso si toma toda la noche.

Despertó con un grito, y él estuvo inmediatamente abrazándola. La apretó entre sus brazos con toda la fuerza que tenía, rogándole a quien estuviera escuchando que por favor la salvara, que la liberara de esa horrible tortura que era soñar.

Podía sentir los espasmos de terror que la estremecían, meciéndola como una muñeca de trapo atada al asta más alta de un barco pirata. Y odiaba eso. Odiaba verla así, sentirla así. Y daría lo que fuera por quitarle esas pesadillas, por espantar sus demonios, por ser él quien tuviera esos horrendos sueños, esos terribles recuerdos pesando en su mente y corazón.

Haría cualquier cosa por ti
Siempre te pondré antes de mí,
tú antes que yo.
Y todo lo que pediré de ti
Siempre te pondré antes de mí,
tú antes que yo.

La vez que se lo había planteado, que le había dicho lo que anhelaba hacer por ella, la muchacha había sonreído con esa sonrisa tan suya, tan despreocupadamente culpable antes de decirle, con su voz de trino herido:

"No tienes que hacer nada más que lo que ya haces por mí. Tu compañía... eso es todo lo que necesito para sentirme feliz otra vez."

Y la amaba por eso, por ser tan noble, tan fuerte, tan completa. Por eso nunca era capaz de decirle aquello que lo aquejaba y atormentaba. Porque ella era más importante para él que su propia vida. Porque si no podía verla sonreír, su mundo sería destruido.

Recuesta tu cabeza junto a la mía
a tu lado me siento vivo.
Dime que te quedarás todo el día,
dime que te quedarás toda la noche.

Pasaron largos minutos hasta que ella dejó de llorar y de luchar contra sus brazos. Siempre que despertaba de una pesadilla estaba así, luchaba contra todo. La primera vez que se había quedado despierto para cuidarla, casi lo había golpeado con la guitarra. Estaba tan absorta en sus miedos, tan desorientada y alerta que no se había percatado que era él quien estaba a su lado, y había olvidado que nunca le haría daño.

Nunca había vuelto a pasar algo así, al extremo de lanzarle por la cabeza lo primero que encontrara, pero siempre luchaba ante sus brazos. Quizás fuera la costumbre.

–¿Ya te sientes mejor? –consultó, mirando su rostro pálido anegado por las lágrimas. Ella titubeó un segundo antes de asentir con la cabeza– ¿Quieres contarme?

Un suspiro. Ella nunca se lo decía, nunca le contaba lo que soñaba, pero no era necesario. La conocía tan bien que, según la magnitud de su respuesta al despertar, podía adivinar cuál había sido el temor que la había acechado durante sus sueños.

–¿Quieres recostarte otra vez? –ella le miró nerviosa, sus manos aferrándose a las mantas– No me iré. Si quieres te abrazo hasta que te vuelvas a dormir, ¿si?

Ella sonrió, soltando un suspiro de alivio antes de decir:

–¿En serio harías eso?

–Por supuesto que sí.

Y la besó en la frente antes de recostarse con ella entre sus brazos.

Haría cualquier cosa por ti
Siempre te pondré antes de mí,
tú antes que yo.
Y todo lo que pediré de ti
Siempre te pondré antes de mí,
tú antes que yo.

A veces se sentía culpable por no decirle nunca lo que sucedía, por no ser completamente sincero con ella. Pero sentía que si le decía lo que pasaba, ella ya no querría más tenerlo a su lado para descansar bien, y no podía permitirse eso. No podía dejarla sola en la oscuridad. Nunca se perdonaría que ella le rechazara en una noche tormentosa sólo porque él tenía un pequeño problema a veces. Nunca le haría eso a ella.

Di la palabra y yo estaré allí.
Di la palabra y yo estaré allí.

Un trueno resonó en la distancia y ella tembló, por lo que la abrazó con más fuerza y le susurró al oído cuánto la quería.

–No me dejes sola... –gimió la muchacha, apretándose contra él.

–Nunca te dejaré sola. Nunca, nunca, nunca.

Dime todo lo que necesitas
podemos guardar todos los secretos
Incluso si toma todo el día,
incluso si toma toda la noche.

Las noches parecían interminables cuando las pesadillas la aquejaban, sobre todo cuando esas noches estaba repletas de truenos y relámpagos. Era como si el mundo se empeñara en hacerla llorar. Pero a él no le interesaba cuánto tiempo le tomara calmarla, hacerla dormir, siempre y cuando pudiera ayudarla. Y que cuando despertara, abriendo sus grandes y hermosos ojos a un nuevo día, la sonrisa se extendiera por sus labios sonrojados y le diera las gracias. No necesitaba más que esa sonrisa y esa miraba para sentir que todo servía, que todo bastaba, que todo tenía sentido.

Haría cualquier cosa por ti
Siempre te pondré antes de mí,
tú antes que yo.
Y todo lo que pediré de ti
Siempre te pondré antes de mí,
tú antes que yo.

Se percató que había caído rendido ante el sueño sólo cuando abrió los ojos, alterado al sentir un vacío entre sus brazos. La buscó por la habitación, pero estaba solo. Ya era de mañana, y la tormenta había cesado en algún momento.

Se levantó de un salto de la cama justo cuando ella entraba en la habitación, con el cabello revuelto y una sonrisa tímida pero juguetona.

–Lo siento, ¿te desperté? –dijo ella, llevándose una mano a la boca de manera adorable.

–Para nada –sonrió, encongiéndose de hombros–. Me despertó el no tenerte entre mis brazos –un sonrojo furioso la asaltó, haciendo que bajara la mirada. Adoraba eso de ella, su timidez cuando se encontraban solos–. ¿Pudiste dormir algo?

–Sí... gracias a ti.

–Fantástico.

Se miraron un largo momento. Ella se balanceaba sobre sus pies, de un lado a otro, nerviosa. Él sabía lo que ella preguntaría, y tenía la respuesta preparada siempre. Siempre para cuando ella preguntara.

–Uhm... tú crees que... –se detuvo. Alzó su mirada color chocolate y él se perdió en esos hermosos ojos, esos ojos que lo habían hechizado desde el primer instante en que los vio– ¿Crees que podría quedarme otra vez? Sólo... sólo otra noche...

Di la palabra y yo estaré allí.

–Por supuesto que sí.

Y ella corrió a sus brazos, con la sonrisa resplandeciente que él tanto adoraba.

martes, 12 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 7

7.- ¿Cuál es tu estación favorita? Usa detalles vívidos e incluye memorias que tengas de esa temporada.





Otoño. Siempre me ha parecido algo maravilloso, mágico y hermoso. Las mañanas frías, pero no lo suficiente para congelarte. Las tardes suaves, perfecto balance de frescura y calidez, con los rayos de un sol tenue y agotado acariciando la piel. Y las noches, húmedas pero cariñosas, con su brisa suave meciendo las hojas de las copas de los árboles.

El aroma del otoño debe ser una de las cosas que más me gustan. El olor de la tierra húmeda, del césped que crece a velocidades alarmantes. El aroma de las flores, que comienzan a despedirse, preparándose para esconder sus semillas del crudo e implacable invierno. El olor de la llovizna amable e intermitente que cae de vez en cuando. El mismo aroma de las personas, que parece haber cambiado por uno menos desagradable.

El color rojizo que parece apoderarse de todo, como las mejillas de un niño cuando sale al aire frío.

En otoño las estrellas parecen brillar con mayor ansia, y la misma luna se ve rejuvenecida y despampanante.

Pero lo que más me gusta del otoño eres tú, y el recuerdo permanente que dejaste.

Los días otoñales ajetreados de tu vida y de la mía, corriendo de un lado a otro con nuestras mochilas a cuestas. Tomados de la mano y cantando nuestra canción favorita, sonriendo mientras la llovizna repentina obligaba a la gente a resguardarse bajo el primer lugar que se encontraba disponible. Y nosotros, desinteresados de la llovizna, de la gente, del tráfico y de la agradable humedad repentina. Siendo jóvenes y estúpidos, siendo tú y yo caminando despreocupados sobre el césped de un parque. Abrazándonos a los árboles que perdían sus hojas, y admirando el brillo de nuestros ojos ante la emoción por la llegada del otoño, o por la tristeza de verlo acabar.

Siempre quisimos nacer en otoño. Constantemente me decías que las personas que nacen en la misma estación están favorecidas para permanecer juntos, atados entre sí y ante lo que esa estación significaba. Y el otoño, para ti, era como la primavera. Decías que yo, en otoño, brillaba como la primavera. Que el frío, la humedad, el calor del sol escondido tras las nubes me hacía florecer. Y a su vez mencionabas lo favorecida que había sido por nacer más cerca que tú de aquella amable estación.

Pero desde hace tiempo no estás, y los otoños maravillosos se fueron contigo.

Te llevaste la alegría de mis ojos en ese otoño en el que te marchaste, pero la sonrisa continúa vacilante en mi rostro, que soporta todavía el duelo y la culpa por haberte perdido. Por no haber sido la dama otoñal que siempre quisiste que fuera.

Tu salvadora.

Aún amo el otoño... pero extraño lo que significaba cuando estaba contigo.

lunes, 11 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 6

6.- Empieza una historia con "Estoy parada en la ventana de mi cocina..." (Sé creativo, haz que la historia quede con un género de misterio, horror, romance, etc.)





Estoy parada en la ventana de mi cocina... Bueno, no precisamente la ventana. El ventanal que hace de puerta hacia el preexterior, un pequeño espacio con un montón de cosas amontonadas. Un espacio de uno por uno donde, al otro lado y frente a esta puerta con ventana, hay barrotes que impiden que te lances al vacío.

Ese espacio, al otro lado de esta ventana llena de grasa es donde me encuentro. Metafóricamente. Un espacio igual a ese, dentro de mí. Con los sentimientos que dejaste amontonados, desordenados, pudriéndose llenos de polvo porque los dejaste para que se pudrieran. Porque tu pereza fue más grande que tu pseudo amor, y porque tu comodidad fue más efectiva que el moverte para ir por mí.

El fuego de la cocina está prendido, la leche alcanza su punto de ebullición, igual que mis sentimientos, y comienza a pegarse al fondo de la cacerola. Y mis sentimientos pegados al fondo de ese cuarto al otro lado de la ventana de la cocina, quemándose igual que la leche al fuego.

Y te extraño. No a ti, al idiota que eres ahora. Extraño a ese hombre que me abrazaba por la espalda cuando no estaba tomando atención. Extraño a ese hombre que me acompañaba sólo para verme cocinar. Al hombre que se movía, que caminaba a mi lado. Que miraba hacia el otro lado de la ventana para escuchar la lavadora girar. Girar como mi mundo cuando me mirabas y sonreías.

Pero me has abandonado.

Me dejaste en este pequeño cuarto, encerrada con llave. Y no puedo mirar por la ventana porque está empañada y llena de grasa, y no puedo lanzarme al vacío porque los barrotes son gruesos y rígidos.

Me dejaste con estos sentimientos podridos, con estas promesas llenas de polvo. Con tu inacción y mi necesidad.

El olor a quemado llama mi atención. Dejo de mirar por la ventana de la cocina, que no es una ventana, y remuevo la leche medio quemada con una cuchara. Y pienso en tus palabras de amor que, como esta preparación, son un asco y no valen nada.

domingo, 10 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 5

5.- Escribe sobre un sueño o una pesadilla que hayas tenido. Vuelvelo en una historia corta.


Comenzaba otra vez, como todas las noches.

Sabía que no era real, pero no podía evitar estar asustada. Aterrada.

Era como el susurro de las serpientes, hablando entre ellas, arrastrándose en la oscuridad. Su voz era como el murmullo de los murciélagos, y sus ojos, mirándola desde todos los rincones, eran como los de las grandes ratas de las alcantarillas. Ojos rojos y diabólicos.

Podía sentir el líquido frío subiendo lentamente, llegando hasta las rodillas. Sus manos frías, con los dedos azules se apoyaban contra el cristal que la contenía. Una esfera sin soporte que flotaba tan alto que sentía el estómago en la garganta. Y las arañas... cinco arañas del tamaño de un perro pequeño al otro lado del cristal, mirándola, esperando.

Temblaba, y los susurros se incrementaban. Las voces en su cabeza comenzaban a gritar, y ella gritaba a coro con esas voces. Y cuando cerraba los ojos podía ver los puños golpeando su cerebro. Palabras como puños, como martillos.

Gritó más fuerte, golpeando el cristal, rogando porque se rompiera y la dejaran salir, pero al mismo tiempo anhelando que se mantuviera intacto para que las arañas no la alcanzaran.

Rogando porque el líquido terminara rápido de subir y la ahogara.

Pero no fue así.

Golpeó y el cristal se rompió. Y ella cayó al vacío con las arañas cayendo tras ella, con las esquirlas de su prisión lastimándola en la caída.

Y despertó, con un gemido ahogándose al fondo de su garganta,

Pero los gritos, los susurros y las voces continuaban allí.

Los ojos rojos aún la miraban desde todas las esquinas de su habitación.

sábado, 9 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 4

4.- Crea un personaje y escribe una pequeña historia sobre él/ella.


Amaro de la Rosa recordaba muy pocas cosas sobre su vida. Sabía que siempre había poseído magia, pero no lograba recordar si había obtenido sus habilidades de alguna manera o si, por el contrario, eran una cualidad de nacimiento. Sabía también que había tenido una infancia, pero cuando pensaba en ello, su mente de quedaba completamente en blanco.

Con seguridad sabía que su frase habitual (la magia es poder y el poder es el mundo) no era suya, sino más bien que la había escuchado de alguien más... pero tampoco lograba recordar de quién.

Había intentado diversas formas para recordar: viajó durante meses hasta encontrar a Sasandra, una famosa vidente, pero ella misma le había dicho que nada debía recordar pues no había nada allí. Eventualmente la había asesinado en un arranque de ira, ira que nunca antes había sentido. Aprendió entonces todas las habilidades mágicas que pudo, dándose cuenta que su capacidad mental parecía no tener fin. Las magias de todos los colores, de todos los reinos, islas, archipiélagos y continentes estaba en sus manos, pero ningún hechizo había dado resultado.

—Mi hijo. Mi creación.

Amaro de la Rosa tuvo entonces una visión. Un gran tubo de ensayo, una jaula de cristal llena hasta los topes de una sustancia multicolor. Y la sustancia entraba por sus poros y le daba la vida.

—¡No lo escuches, Amaro! ¡Miente!

El hombre frente a él, un anciano decrépito y de mirada enloquecida, irradiaba magia. Y Amaro podía sentir la sincronía en sus poderes con los de aquel hombre.

—Sabes que digo la verdad —habló el anciano, su expresión llena de orgullo—. Has pasado todos estos años preguntándote quién eres, qué eres y de dónde vienes. Y esa es la respuesta: eres hijo de la magia, eres la magia misma concentrada en un envase de piel, carne y huesos. Eres mi creación.

Podía recordar esa voz con la claridad de quien escucha un eco debajo del agua. Y era real. Era verdadero. Era... conocido.

—Has aprendido todas las artes en menos tiempo del que esperé. Por eso he venido por ti. Es hora de que regreses conmigo, a tu hogar, a La Torre. Es hora de servir a tus creadores. Es hora de que me sirvas A MI.

Sabía que era su deber obedecer esa voz. No era una petición, era una orden. Después de tantos años buscando las respuestas, finalmente tenía la oportunidad de ir al lugar al cual pertenecía, donde por fin le dirían quién era.

Pero él no iba a obedecer.

Dirigió su mirada hacia atrás y vio a Faramih allí, a la incondicional Faramih alzando su arco para dirigir un tiro directo al pecho de un hombre-sombra. Y recordó lo que ella le había dicho el día que se conocieron: "No importa tu pasado, ni de dónde vengas, lo que importa es lo que quieres hacer y quién quieres ser, a dónde quieres ir".

Amaro de la Rosa sólo sabía una cosa en ese momento: No iría a ningún lugar si Faramih la ladrona no iba con él.

—Vamos a casa, mi creación.

—No —Amaro convocó su magia y un gran libro se abrió ante él,  runas de lenguas olvidadas emergiendo del papel—. Yo soy la magia, yo soy el poder. Yo soy El Mundo... Y el mundo dice que esta es su casa.