Quienes me inspiran a seguir

miércoles, 27 de febrero de 2013

Nuestra Historia


Nunca creí que fuésemos solo nosotros dos en todo el universo. Ciertamente me había dado cuenta, incluso, que no estaba completamente sola en este oscuro y abundante espacio que no está ubicado en ningún lugar, pero que lo abarca todo.

Apareciste como invocado. De pronto me encontraba observando la oscuridad, preguntándome si en realidad todo era negro o si, en cambio, era yo quien estaba ciega. Y al segundo siguiente estabas tú, brillando con tanta intensidad que me dolió la vista.

He conocido historias iguales a esta, o tal vez muy parecidas. He visto el eterno e imposible amor entre Antares y Casiopea, destinados a amarse a gritos. Obligados a construir un puente de razones absurdas para permanecer juntos por un momento más. He visto el amor de tantas otras estrellas en el universo, incluso ante mi ceguera, que me parece increíble que nuestra historia sea así de concreta.

Así de tangible y a la vez de imposible.

Y ahora tú te acercas a mí, con una sonrisa implacable y hermosa. Y yo no te pongo caras malas ni gruño en desacuerdo, a pesar de saber que lo nuestro es, en cierta medida, imposible. Lo único que hago por ti, por mí, por nosotros es estirar mis manos en tu dirección, esperando que tus dedos se entrelacen con los míos.

Porque he soñado incontables veces el momento en que el universo nos permita estar juntos. Porque he anhelado incluso desde antes de tener consciencia el momento en el que llegas, derribas mis murallas, barres los escombros y me cobijas bajo tu calor y tu manera de ser.

Porque me haces feliz y me devuelves la calidez, Rigel...

jueves, 21 de febrero de 2013

En Pedazos


Es como una enorme esfera de cristal que ha caído, haciéndose añicos contra el suelo. Creo que eso es lo que es mi corazón en este minuto... rompiéndose en pedazos.

Porque simplemente lo has soltado, y eso duele. Porque simplemente lo has dejado ir y el, idiota como el solo, se ha arrastrado hasta el barranco y se ha arrojado al vacío.

No es tu culpa, de todas formas. Es mía, porque yo sabía en qué terminaría.

No me ames, ¿de acuerdo? No lo hagas. Porque si lo haces, dolerá demasiado. Porque si lo haces, la infelicidad recaerá sobre ti. Y yo quiero que seas feliz.

Tampoco quiero amarte, porque duele. Porque cuando te amo de esta manera los ruidos hacen eco y las garras me alcanzan como si en realidad estuvieran muy cerca. Están muy cerca.

Quisiera poder ser lo que quieres que sea...

Quisiera poder darte lo que necesitas...

Quisiera... tantas cosas...

¿Sabías que muy alto en el cielo hay una estrella que está dispuesta a romperse en pedazos por ti?

A veces... quisiera poder ser esa estrella. Pero en cambio soy solo este espejo roto, un despojo de lo que pude haber sido, de lo que pude haber reflejado.

Y lo siento...

jueves, 14 de febrero de 2013

Latidos de Distancia


Querido Tú:

Tal vez nunca me expreso de la manera correcta, ¿sabes? Pero hay ocasiones -ocasiones como esta- en la que puedo darme un poco de valor para poder decir algunas de las cosas que siento. Pero tú bien sabes lo torpe que puedo llegar a ser, lo tímida, cobarde y estúpida todos esos adjetivos que soy cuando la ocasión menos lo amerita. Ah... soy tan torpe que me molesta.

Recuerdo cuando te colaste en mi interior, claro que sí, es algo que recuerdo con claridad. Con demasiada claridad. De pronto mi corazón se encontraba latiendo a un ritmo desenfrenado, a un ritmo que causaba dolor de tan rápido marchaba, a un ritmo que me aterraba. Que me aterra hasta el día de hoy. Y no pude hacer más que comenzar a preguntarme qué me estabas haciendo. ¿Qué clase de hechizo lanzaste en mí, para atraparme de esta manera? Nadie antes había conseguido atraparme pero tú... Tú, con una sola mirada, me atrapaste. Y no solo eso, sino que me dominaste.

No entiendo cómo has logrado derribar los altos muros que tanto trabajo me costó construir. Pero lo hiciste, y ahora me encuentro aterrada ante las infinitas -y dolorosas- posibilidades que se extienden ante mí. Porque cuando te miro a los ojos... tengo miedo de perderte. Y lo sabes. Y es un miedo que no puedo dominar, que no puedo espantar. Es uno de mis demonios y estoy destinada a cargar con el.

Pero no todo lo que me has hecho es malo, no señor. Hay demasiadas cosas hermosas aquí que no sé cómo expresar. Esta esa sonrisa tuya que me hace sentir que el mundo es el que está de cabeza y no yo. Está tu mirada, esa que me hace sonrojar hasta la médula. Están tus manos, que me tocan con esa amabilidad que nadie antes había usado conmigo. Están tus palabras, siempre cálidas y sencillas, aunque incomprensibles para mí la mayoría del tiempo. ¡Son tantas cosas y tan poco tiempo...!

Aunque lo más importante de todo es... La forma en la que haces latir mi corazón.

Por eso me he puesto a pensar y he llegado a la conclusión que estamos a un millón de latidos de distancia.

Sé que lo que he dicho no tiene sentido, pero no tiene que tenerlo, ¿sabes? Porque es lo que siento. Porque si lo ponemos en comparación, nuestra cercanía física es incluso más pequeña que la cercanía de nuestros latidos. Nuestras manos están a un roce de distancia, mientras que nuestros corazones se encuentran con galaxias enteras para poder siquiera verse un segundo.

Y no me gusta.

Hace que duela...

Pero oh, cielos, te amo. Te amo y sé que ya no puedo negarlo más. Te amo en todos los idiomas que conozco y puedo llegar a conocer. Te has colado en mi interior y has echado raíces con fuerza y yo no soy quién para tratar de arrancarte de allí. Porque aunque me aterra, me encanta que estés allí. Ahora esa parte de mí te pertenece y, aunque no tengo miedo a que dejes de amarme, sí le temo horriblemente a un mundo en el que tú no existas.

Me aterra siquiera imaginar esa posibilidad.

Es por eso que ahora me encuentro escribiendo esto. Porque quería que supieras que sin importar lo que pase con nuestros sentimientos... siempre estaremos a un millón de latidos de distancia. Tal vez nunca seamos capaces de tocarnos de verdad en una caricia de reconocimiento a esos sentimientos, tal vez ya ha sucedido y ni cuenta nos hemos dado. ¿Quién sabe? Por supuesto que yo no lo sé. Y tampoco estoy segura de querer saberlo.

No espero de ti un final de cuentos de hadas, así como tampoco espero promesas para toda la vida. No espero nada de ti más que sinceridad. Porque yo soy sincera en mis sentimientos, en mis acciones, en mis palabras. Si te aburres de mí, dímelo, no me destrozará. Tal vez duela un poco al principio, pero en cada latido de mi corazón existirá un recordatorio de que fue bello y sin igual mientras duró. Solo eso me hace sonreír en la anticipación de cosas que aún no suceden y no sé si sucederán.

Y aún a pesar de todo lo que he escrito aquí, mis sentimientos no cambian. Por eso, porque si continúo seré redundante, es que es hora de ponerle punto final a esta carta.

Guárdala en tu corazón, a ver si nos acerca un par de latidos.


Con amor... Yo.

martes, 12 de febrero de 2013

Querido Escultor:

Cuando te conocí pensé de inmediato que, si hablaba contigo, todo lo que creía hasta ese momento se derrumbaría. Y para ser sincera, estaba aterrada de lo que pudiera llegar a suceder. Pero también estaba ansiosa.

Cuando te vi trabajar por primera vez, mi corazón se detuvo. Tus movimientos firmes, pero a la vez delicados y precisos. Tus ojos cerrados, ocultos para mí incluso detrás de esas gafas oscuras. Toda tu expresión corporal desató sentimientos antes ocultos en mí.

Y cuando supe tu nombre... quise comenzar a creer en los ángeles.

Pero tal vez llevas demasiado tiempo viviendo en la oscuridad... O tal vez soy yo la que ha estado demasiado tiempo alejada de ella, ignorándola. Tal vez es un poco de ambas cosas. Sea como sea el caso, es la razón que me tiene escribiendo estas palabras, ¿sabes? Porque a veces no te entiendo, porque a veces me cuesta seguirte el paso.

Sé que aunque tus ojos no ven, puedes verlo todo. O por lo menos lo intentas. Es casi mágico el poder que tienes para crear cosas magníficas, cosas que en realidad parece como si no te importaran lo más mínimo. Parece como si en realidad quisieras hacerlas añicos. Y no entiendo, Gabriel, no logro comprender.

Eres maravilloso, ¿sabes? Haces cosas fantásticas con tus manos, tienes unos sentimientos tan puros y verdaderos. ¡Eres capaz de crear algo de la nada, incluso cuando tus ojos no puedan ver lo que haces! Has logrado comenzar a moldear incluso mi patético y caótico ser, transformándolo en algo que se entiende cada vez más.

Me gustaría poder tener tu fortaleza y determinación. Estoy segura que yo, de haber perdido la visión como te ha sucedido a ti, no lo habría soportado. Seguramente me hubiera arrojado de algún edificio o de un puente solo para no tener que vivir rodeada de sombras. Porque les temo demasiado como para enfrentarlas.

Por otro lado, Gabriel... Quisiera poder decirte que eres un idiota, incluso cuando me fascinas y embelesas, creando estos sentimientos caóticos en mí, sentimientos que me aterran y sorprenden a partes iguales. Porque solo sé ser de esta manera y por mucho que trato de contenerme o cambiar para no perturbar tus de por sí perturbados y agitados sentimientos, así como tu incomprensible (para mí) forma de ver el mundo... me cuesta. Porque solo sé ser de esta manera. Porque es lo único que me salva de estar en la oscuridad, así como lo estás tú. Y no hablo de esa oscuridad hecha de noche cerrada como boca de lobo, no. Hablo de esa oscuridad hecha de sombras del pasado, sombras que acechan con garras y colmillos, que hacen sangre y crean dolor e inseguridad.

Por eso... me despediré de ti en este minuto, Gabriel. Porque no puedo más. Porque no sé qué hacer ni en qué idioma hablarte. ¡Quiero estar al mismo nivel que tú! Pero creo que no importa cuánto lo intente, no podrás comprenderlo... Porque tus sombras te agradan. Porque aprendiste a vivir con tus demonios y yo no seré capaz nunca de hacerlo.

Porque sin importar cuántos "te amo" te diga, siempre terminarás pensando que no son solamente tuyos. Y no sé si pueda vivir con eso. Porque como te he dicho, no sé ser de otra manera, siempre he sido así como me ves y tú... No importa cuanto intente ganar tu confianza, jamás será mía.

Solo hay una cosa que agradezco de esta experiencia, Gabriel... Y es que me permitieras ser feliz de verdad aunque fuese cinco minutos a tu lado.


Con amor... Sofía.

La mujer acomodó las fotografías sobre el escritorio, una lágrima rodando por su mejilla. Luego, tomó la carta que acababa de escribir en Braille y suspiró tratando de sonreír. Se había esforzado tanto aprendiendo a leer de esa forma y se había esforzado incluso más en poder aprender a escribirlo. Y todo por él.

Miró el cesto de la basura, rebosante de papeles llenos de puntos maltrechos y sin acabar. Sobre el escritorio yacía esa máquina que le había costado casi un riñón. Una máquina de escritura Braille...

¿Cuántas cartas de amor sin acabar le había escrito y jamás le había enseñado? Ya ni siquiera era capaz de decir un número.

Dejó la carta sobre el montón de fotografías en el escritorio y suspiró, dándose la vuelta y saliendo de la casa.

Era hora de buscar el edificio más alto de la ciudad y simplemente... Lanzarse a las sombras.

Porque tal vez esa era la única manera de poder comprenderlo.

viernes, 8 de febrero de 2013

Pasado



No estoy segura de poder aceptar, un día, todos los errores que cometí. No estoy segura de poder mirarme a mí misma a los ojos a través de un espejo y ser capaz de reconocerme. Tampoco estoy segura de si podré un día mirarlo a los ojos y no sentir que soy un fraude total.

Porque nuestro pasado nos marca, causa heridas que dejan huella para siempre y uno, aunque trate de sellar las heridas con grandes cantidades de sal o trate de esconder las cicatrices con las prendas que porta, las heridas permanecerán allí. Y otros en un descuido podrán verlo y pensarán lo que tanto habías luchado por no ser. Pensarán que eres un estropicio, un despojo de lo que alguna vez fuiste y no confiarán, pues no se puede confiar en algo que pudo ser y no fue.

Creo que en el fondo, muy en el fondo de mi corazón y escondido en el lugar de lo que no quiero admitir, estoy agradecida que una venda cubra ahora los ojos de la pequeña sombra que he encontrado. Porque no soportaría que me viera. No podría soportar ver su mirada sobre mis heridas, sobre las cicatrices antiguas y de las que aún tratan de sanar. No podría soportar ver la decepción en sus ojos, aún a pesar de todo. Pero tampoco quiero mentirle, eso sería desleal de mi parte.

Alzo las manos en dirección a los pilares y las grandes piezas de estructura se cubren de un brillo verdoso. Se alzan en el aire y comienzo a moverlos, tratando de poder desbloquear el acceso a este lugar que una vez llamé hogar. Este lugar que una vez muchos llamaron hogar.

— ¿Qué estás haciendo?

Me sobresalto ante la pregunta, pierdo la concentración y los pilares caen de nuevo sobre la tierra, creando un ruido ensordecedor y un movimiento casi sísmico que me hace perder la estabilidad. Alzo la vista hacia el costado y veo a la pequeña sombra mirándome. Porque puedo sentir su mirada sobre mi cuerpo, aún a pesar de que tiene la venda sobre sus ojos. Y me avergüenzo de mí misma y de mi falta de capacidad.

—Estoy tratando de limpiar el estropicio —susurro, tratando de mantenerme firme y esbozando mi mejor sonrisa—. ¿Estabas mirando?

—Un poco —él pequeño en forma de sombra monocroma asiente, dubitativo—. No pensé que fueras tan poderosa —alaga, ayudándome a levantar. Y me sorprende la fuerza de su mano, que sin esfuerzo me ayuda aferrando la mía a mantener la estabilidad—. Eres muy fuerte.

—No lo soy, pequeño —acaricio sus cabellos, que lentamente han comenzado a pasar de ese tono monocromo a un brillante claroscuro en las puntas—. Estas son cosas que todos los de mi “especie” pueden hacer. No es la gran maravilla, pero es muy útil en momentos como estos.

— ¿Momentos como estos? ¿Te refieres a cuando hay que reparar algo que no tiene vuelta atrás?

—Todo tiene arreglo en esta vida, no lo dudes…

La pequeña sombra se retira unos pasos y se sienta en la distancia, mirando hacia mi dirección. Con un suspiro acomodo la túnica que protege mis hombros y vuelvo a la labor de levantar los pilares y los escombros que cubren la entrada de este lugar. Y estoy largo tiempo haciéndolo, esforzándome al máximo mientras él me mira a través de la venda que cubre su mirada. Y no estoy segura de si puede verme o si tan solo siente lo que estoy haciendo, pero sé que no es el momento para preocuparme por eso.

Cuando el sol comienza a esconderse ya he logrado abrir otra vez el acceso a la gran estructura. Agotada, me sujeto en uno de los pilares que he quitado de la entrada y con dedos temblorosos toco las inscripciones que han estado allí incluso desde antes de que todos tuviéramos plena consciencia de nuestra existencia. Y una lágrima prófuga rueda por mi mejilla cubierta de tierra y polvo, sin poder evitar que se me escape.

Cierro los ojos con fuerza y, justo cuando creo que voy a gritar, siento unos brazos pequeños rodeando mi cintura. La sombra me ha abrazado por la espalda, reposando su cabeza contra las heridas que no le he enseñado a nadie. Pero no duele. Su toque es casi sanador.

— ¿Tienes que entrar allí? —pregunta suavemente. Puedo vislumbrar una nota de pánico en su voz.

—Tengo que enfrentar algunas cosas, pequeño —asiento, acariciando sus manos que se aferran a mi abdomen con fuerza—. Tengo que entrar y ver si, en realidad, debo comenzar desde cero o si bien el daño no es tan horrible y devastador.

Él me suelta y volteo a verlo, arrodillándome frente a su pequeño cuerpo ensombrecido por las penumbras que se han fijado a él por los años de tortura y soledad, de auto martirio. Acaricio sus cabellos con cuidado, delicadamente, y le regalo otra sonrisa antes de besar su frente casi con devoción. Estoy segura que si él no estuviera, no sabría cómo continuar. Estoy segura que si él no estuviera, no podría encontrar la fuerza para mantenerme firme sobre mis pies.

— ¿Tienes que enfrentar cosas muy… tristes adentro? —logra preguntar, mirándome directamente a los ojos.

Puedo sentir su mirada sobre la mía, aún cuando esa tela se interpone en el contacto de nuestras miradas. Y le dedico una sonrisa, una grande y llena de cariño. Se preocupa por mí, no quiere que me lastimen allá adentro, siente miedo de volver a estar solo pero estoy segura que no podrá admitirlo aún en mucho tiempo más.

—No estoy segura de lo que debo enfrentar —admito, tratando de que el temor no me venza—. Pero sea lo que sea, lo enfrentaré como he enfrentado todo en esta vida. Con ánimo y fe, con esperanza y amor.
Él se queda mirando ahora fijamente el suelo, pensando. Veo como sus labios se comprimen en una fina línea y sonrío incluso más ampliamente. Tendré que enseñarle que a veces no es bueno pensar tanto las cosas.

— ¿Qué tienes que enfrentar allí adentro? —pregunta por fin, descolocándome. Y no estoy segura de que sea sensato decirlo, pero aún así contesto:

—El pasado, pequeño. Tengo que enfrentar el pasado…