Quienes me inspiran a seguir

lunes, 30 de mayo de 2011

Sangre




-¡Te odio! -grité, las lágrimas cayendo por mis mejillas sonrojadas culpa del frío. Sentí una mano en mi hombro en señal de apoyo, más la sacudí con fiereza- ¡No puedes hacer eso! -volví a gritar, observando esa sonrisa socarrona.

-Si puedo -contestó muy campante, ampliando la sonrisa-. Sabes que si tu juegas con fuego, te quemas...

-¡Cállate! -sentí las cuerdas vocales desgarrarse con fiereza ante ese grito agudo- ¡Eres un mal nacido!

-Lo sé -sonrió, levantándose de su asiento y caminando a la puerta de la cocina- ¿Más café?

Le arrojé la taza de café que aún mantenía la mitad del líquido caliente en su interior. Fallé, ni siquiera me acerqué con eso a golpearlo como quería. Volví a sentarme, roja de rabia, encendiendo el cigarrillo que mi amiga me alargaba sin siquiera mirarla por miedo a encontrar rechazo en sus ojos negros. Di una calada profunda al cilindro al tiempo que escuchaba ruidos en la cocina, una risa, silbidos, fragmentos tarareados de una canción, haciendo que me entrara una rabia de las grandes, mucho mayor que aquel sentimiento de cuando Linc se había atrevido a tocar mi collar y, al mismo tiempo, una pesadumbre que me hizo sentir tan miserable que no encontraría palabras para describir el sentimiento por completo.

Alcé la mirada al costado y mis ojos llorosos se encontraron con esas gemas negras que era la mirada de mi amiga rubia. Ella sonrió, secando una lágrima que rodaba por mi mejilla al tiempo que yo me aferraba a una de sus manos, que volvía a reposar en mi hombro en señal de profundo apoyo. Temblé cuando, por la ventana abierta se coló una brisa fría que me congelo cada célula del cuerpo, haciendo que sin querer un sentimiento familiar y amargo se instalara en mi corazón. Me levanté de la silla de golpe, con una renovada rabia mientras, con paso seguro me dirigía a la cocina. Pude verlo desde el umbral de la puerta abierta, estaba tarareando, mirándome con una sonrisa que me dio asco, como si hubiera sabido que sería masoquista para volver a enfrentarlo.

-¿En serio quieres jugar con fuego? -le dije, llevándome el cigarrillo a los labios y cuadrando los hombros.

-No sabes lo que es el fuego hasta que te quemas, hija -me dijo burlón otra vez, sentí que ya no podría más.

-Tienes un hijo ilegítimo que quiere conocerte -escupí de pronto, con todo el odio del mundo.

Palideció, mirándome con los ojos muy abiertos y un gesto torcido en la boca. Sonreí triunfante, la verdad es que no esperé que tuviera esa reacción. Escuché a mi amiga soltar un gemido de sorpresa a mi espalda, como si aquello que yo dijera fuera una broma de mal gusto. Sí, es una broma de mal gusto, pero si es para ese hombre hasta me cae bien aquel sentimiento de venganza reprimida. Volví a llegarme el cigarrillo a los labios, viendo como la taza de café reposaba humeante sobre el mesón. La tomé acercándome de paso a ese hombre, mirándolo desde abajo y notando, muy a mi pesar, que tenemos el mismo color de ojos, casi como una maldición.

-Estas... -intentó decir, apoyándose en el mesón aún con la mirada perdida.

-No estoy jugando ni mintiendo -inquirí rápidamente-. ¿Recuerdas a María? -vi la chispa del entendimiento encenderse en sus ojos marrón chocolate- Parece que sí... Bueno, Claudio, su hijo y mi medio hermano quiere conocerte. Va a cumplir diez años, ¿sabes? Es impresionante, yo cumplí veinte este año y él... Ya va a la mitad de mi camino.

Lo que siguió no me lo vi venir. Alzó su mano y me dio tal bofetada que quedé con el rostro girado hacia un costado de lo fuerte que me había golpeado. Sentía la mejilla arder, un doloroso calor extendiéndose por el lado izquierdo de mi rostro, incluso sentía que mis anteojos estaban algo girados por culpa de aquella mano grande y pesada impactando contra mi mejilla. Escuché a mi amiga rubia gritar algo, más solo pude escuchar esas palabras siseantes al tiempo que mis ojos volvían a enfocarse en él, ahora con un odio mucho más grande.

-Más respeto que aún soy tu padre -me dijo mirándome con rudeza-. Ya te lo dije, no te voy a dar la firma a menos que quites la denuncia para la asignación familiar.

-¿No escuchaste lo que dije? -mascullé tratando de mantener la calma, dejando caer la taza y el cigarrillo al suelo sin importarme nada- Me das la firma o le digo a María donde estás, eso sería pagar otra asignación...

-No me importa -sus palabras me dejaron impactada, asombrada hasta lo más profundo de mi alma. Pareció notarlo, pues volvió a sonreír de manera ladina-. Quieres saber porqué no me molesta? -no esperó ni siquiera a que yo pensara en algo, estaba simplemente pasmada- Déjame decirte que entre tú y tu hermano... No sé porqué me molesto en explicarte, ¿no eras tan inteligente?

-¡Usted es un cerdo! -escuché a mi amiga gritar, mientras me abrazaba- Vamonos de aquí, linda, larguémonos para que no le veas la cara a esta mierda de ser humano.

-La sangre es más espesa que el agua -me dijo apenas nos volteamos, yo me giré tan rápido que Anna estuvo a punto de caer.

-¿Qué? -mascullé, sintiendo las lágrimas caer por mis mejillas.

-Que la sangre...

-¡Tú no sabes nada de la sangre! -grité, agarrándome el pecho con una mano, sintiendo como dolía- ¡Si supieras algo de sangre hubieras ido al funeral de tu padre!

-Mi padre era un idiota -susurró, sonriendo otra vez.

No lo soporté. Podría insultarme a mi, soportaría que insultara a mis amigos, a mi madre, a quien fuera pero a mi abuelo, eso jamás. Caminé los pocos pasos que nos separaban y lo encaré, me sonreía como si se divirtiera demasiado con mi dolor y yo, aprovechándome de eso alcé mi mano apretándola en un puño y se la enterré en la nariz con toda la fuerza que la rabia me dejó acumular. Sentí los brazos de Anna agarrarme con fuerza, alejándome a tiempo de no darle una patada en los bajos que definitivamente lo dejaría doblado su par de horas. Lo vi llevarse las manos al rostro, mirándome con odio en medio de mis gritos.

-¡Tú ni siquiera mereces ser su hijo, hijo de la gran puta! -grité forcejeando en los brazos de mi amiga- ¡Eres un asco de ser humano! ¡No sabes lo que me avergüenza ser tu hija!

-Cámbiate el apellido -dijo simplemente, limpiándose el hilo de sangre que le salía de la nariz-. No necesitas ser muy inteligente para encontrar la solución de desvincularte de mi.

-TE ODIO! -grité con todo el aire que albergaban mis pulmones, luchando ah0ora con más fuerza contra la presa de mi amiga- ¡TE ODIO CON TODA MI ALMA!

-Cierren la puerta cuando salgan -dijo simplemente, volteándose para no mirarme-. Y si le dices una palabra a María te cancelo la matrícula de la universidad.

No sé como me dejé arrastrar por os brazos de mi amiga, ni cuanto tiempo estuvimos forcejeando pero, cuando lo noté, estaba llorando aferrada a su pecho, paradas junto al automóvil que nos había llevado hasta la casa de mi... Padre...

Descargué todos los gritos de rabia, dolor, pesar, furia... Dejé salir todo en esos interminables minutos en que mi voz se desgarraba entre las lágrimas saladas que se confundían con la lluvia que caía por mi rostro. Mis manos apretaban el cuerpo de Anna contra el mío como si me aferrara con la vida a mi única salvación, sintiéndome sola, vacía, triste y, por sobre todo, como una traidora. No había podido cumplir mi promesa y ahora no tendría cara para enfrentarlo y decirle "Hola".

Lloré hasta que estuve mejor. Estaba oscuro y las luces de la casa de la que habíamos salido hacia un par de horas estaban apagadas. Di un paso, mis botas enterrándose en el fango y resbalé, sintiendo como algo se me clavaba en la mano mientras, con sumo cuidado el conductor del automóvil salía del carro, para ayudarme a levantar junto a mi amiga. Me entraron al vehículo y me sacudí como pude, limpiando la mano herida, notando que tenía incrustado, para mi mala suerte, un gran trozo de vidrio. Lo quité con rabia, arrojándolo al suelo y viendo como la sangre caía sobre mi regazo. Anna me la vendó con un pañuelo y la presionó con fuerza, quizás más de la necesaria porque solté un quejido lastimero antes de mirarla con expresión vacía.

-Lo siento -me dijo, apretando con suavidad y sin dejar de mirarme-. Hay que lavarla en cuanto lleguemos a la casa, sino se infectará.

Asentí pesadamente antes de dejar caer mi cabeza hacia atrás, frustrada, cansada, con una gran nube negra sobre la cabeza y no precisamente era una de las nubes de tormenta del exterior del vehículo. Esta, desgraciadamente, era mi nube personal que, al parecer, no quería largarse ni aunque me cansara de gritarle que se fuera.

-Puta suerte la mía -refunfuñé notando que mi paquete de cigarrillos estilaba.

martes, 24 de mayo de 2011

Viaje




-¿Lista? -me dijo mi amiga rubia tomando el asa de su maleta con determinación. Yo la miré pasando saliva con algo de dificultad, pero con un brillo especial en mis ojos, el brillo de la decisión.

Salimos de la casa para enfrentarnos con el frío aire de la madrugada Viñamarina, con su viento gélido rosando nuestras mejillas, el aire como navajas afiladas enrojeciendo las mejillas. Mi compañera hizo parar un taxi mientras yo cerraba la puerta cuidadosamente, no queríamos despertar aún a nuestra nueva compañera de casa que apenas y se estaba acostumbrando a nuestro agitado estilo de vida. Subimos las maletas a la cajuela del automóvil y nos sentamos en la parte trasera, agarrándome yo de su mano libre tan fuerte que podía sentir como sus dedos se retorcían entre los míos, enguantados en cuero.

El trayecto fue tan corto que lo sentí como un suspiro. Bajamos del vehículo, sacamos las maletas y entramos rápidamente a la terminal de buses, mirando nuestro horario. Mi compañera me miraba de manera extraña, casi divertida mientras yo la guiaba a la salida que nos dejaría justo donde debíamos tomar nuestro primer bus.

-Allí debe llegar en diez minutos aproximadamente -mascullé encaminándome a paso rápido hasta las bancas que daban justo frente a donde quedaría la máquina, encendiendo un cigarrillo con ansias-. Ahora esperar que llegue...

-Voy por un café, ¿quieres? -me preguntó dejando su maleta a uno de mis costados mientras sacaba dinero de su bolsillo. Asentí con la cabeza antes de darle otra calada al cilindro y viendo como ella se alejaba entre la nula gente que había en el lugar.

Suspiré. Estaba aterrada pero era algo que tenía que hacer, era algo que no iba a dejar pasar, no otra vez y mucho menos si debía enfrentarlo por una causa tan importante como aquella. Sonreí. Con esa imagen se me estaban acabando los miedos de un plumazo, con esa sonrisa... Cuando la veía yo también tenía ganas de sonreír.

Mi compañera rubia llegó con dos vasos de café bien calientes y me alargó uno. Sentí el aroma tostado y fuerte del grano y bebí el líquido caliente con ansias, degustando el sabor amargo del café recién hecho y sin azúcar. Le dí otra calada al cigarrillo, arrojando la colilla al suelo y pisándola con suavidad. No tenía ganas de ser brusca tan temprano.

Terminamos nuestro café y arrojamos los vasos a un basurero justo antes de que la máquina que nos llevaría a nuestro primer destino se estacionara frente a nosotras. Arrojamos las maletas al portaequipajes y subimos, cada una con su pasaje en la mano. Me senté en mi lugar, supersticiosamente el asiento número siete, justo dando a la ventana, así no se me haría tan aburrido el viaje, me puse los fonos dejando que la música de Pearl Jam sonara suavemente con Even Flow, saqué mi libro de bolsillo "Porqué los hombres aman a las cabronas" y me acomodé tranquilamente, notando que para ser casi las seis treinta de la mañana había más gente de la que esperé ver.

A penas alcancé a leer media página cuando el bus se puso en movimiento lenta, suavemente. Miré a mi lado izquierdo y vi a mi amiga rubia hablando por teléfono con una gran sonrisa pero con sus ojos tristes, sabía que le dolía dejar a su amada sola aunque solo fuese por un par de días, pero también ella entendía mi dolor al enfrentarme a ese hombre que tanto quisiera olvidar. Comprendía también la soledad que me llenaba a pesar de tener la sonrisa tatuada en el rostro casi todo el día. Un proceso difícil este, señoras y señores... Muy difícil.

Miré por la ventana, notando como poco a poco comenzaba a aclarar, el sol despuntando en el horizonte. Sonreí volviendo a mi lectura y pensando que todo saldría bien y que valdría la pena, definitivamente todo el esfuerzo daría sus frutos en felicidad muy pronto.

domingo, 22 de mayo de 2011

Hoy

Hoy me hago un alto de los escritos sentimentales que salen de lo más hondo de mis entrañas para recordaros, queridos visitantes que esta humilde servidora tiene cuatro blogs más. ¡Si, señoras y señores! No me bastó con uno, tuve que hacer cuatro más. Ahora me daré el tiempo de describirlos para que puedan saber que es lo que esta humilde servidora suya publica en sus tiempos de pseudo-ocio.



1.- Cuidado, peligro para la moral y altamente adictiva



En esta novela podemos apreciar la vida de Kelly, una chica que solo tiene un gran sueño y ese es que las personas puedan apreciar su talento, que es el canto. Junto a sus mejores amigos ha formado una banda y se han adentrado todos juntos en el mundo de la música. ¡Pero los problemas no faltan, señores! Al igual que todo adolescente estos chicos tienen sus problemas, ya bien sean líos de faldas, problemas familiares, los prejuicios de la sociedad y sus propios prejuicios internos, más ellos siempre serán capaces de demostrar que ellos son felices tal cual son, sin importarles el qué dirán. Adéntrense a conocer la vida de Kelly y sus amigos, es probable que se sientan identificado con alguno de ellos y bueno, solo los invito a pasar a leer.


2.- Historias Lobunas



Una mujer decide una mañana salir de su cabaña e internarse en el bosque con la idea fija en su cabeza de que allí ella podrá aclarar tanto su mente como calmar su corazón. Un viaje mágico entre nieve y hielo, bajo la luz de la luna donde su única compañía son los latidos de su acelerado corazón, los aullidos de los lobos que acechan en la espesura y el instinto de sobrevivencia, que en las noches en las que Marte brilla se hace más potente al igual que la adrenalina que corre por las venas. Pasen a ser testigos de esta aventura, donde los protagonistas son los cuadrúpedos más valientes que he conocido.


3.- World of Darkness



Las criaturas de las sombras se mueven acechantes en la noche, en tu misma ciudad, cerca de ti, más cerca de lo que crees y apareciendo más rápido de lo que alcanzas a mirar por el rabillo del ojo el como se abalanzan sobre ti para llevarte a lo que creíste iba a ser solo una pesadilla más. Un mundo de oscuridad se cierne en noches tormentosas como estas y los protagonistas, tal vez y solo tal vez no sean tan malos como crees, más eso habrá que verlo, ¿no? Pasa a leer a la luz de las velas este relato de misterio, terror y más, ingresa en las páginas de este mundo de oscuridad que he creado para ti.


4.- Séptimo Mar



El océano se ha tragado la tierra en una furiosa tormenta que casi acaba con la población humana. Los hombres, desesperados, encontraron una antigua magia con la que animaron tierra falsa y haciendo que flotara, se relegaron a poblar los cielos, notando aterrados como la mar, furiosa, se tragaba la tierra firme que una vez habían poblado. Ahora, muchos años después se ha comenzado a correr el rumor de un mapa escondido en un pequeño islote en alguno de los seis mares más transitados del mundo, mapa que revela la posición de lo único de tierra que el océano no pudo tragarse, un mapa que revela cuál es la posición exacta de una isla llena de tesoros, una isla en el mar más peligroso de todos: Séptimo Mar. Aventuras, piratería, acción y mucho más, os invito a adentrarse a navegar en la búsqueda de este último trozo de tierra y sus tesoros.


Invitados quedan a leer lo que más les guste. Les dejo un abrazo, lectores míos.

Con cariño ~ Miralys Valenthal

jueves, 19 de mayo de 2011

Camina Conmigo




Camina conmigo…
Como lo hacías antes
¡Mira, mira! El sol se pone
Creo que debemos regresar
Pero volveremos mañana a este Hermoso lugar
Donde el único testigo de nuestra caricia
Fue el ocaso

Y guardando el secreto
Nos despojamos de cualquier
Idea o pensamiento material
Para dejar que nuestros cuerpos se hagan uno solo
Y que con tus brazos pueda ser protegido
Por ti eternamente

Quiero evitar que te caigas,
Evitar que sufras,
Evitar que llores,
Que te molestes y decepciones…
Se que te hago daño, pero te amo demasiado
Para alejarte de mi…

Ya se oculta el sol
Y la poca luz que queda desaparece…
¡Oh! Entre todo lo que hice mal
Debí haber hecho algo bien
Para merecerme esos abrazos cada día
Y besos de mariposa en la noche,
Y aunque Sigamos diferentes caminos
Siempre al final, terminan
En uno solo…

martes, 17 de mayo de 2011

Canción

Una pequeña canción que se me ocurrió hace un tiempo ya, espero disfruten leyéndola tanto como yo disfruté componiéndola y cantándola.



Porque mis buenos recuerdos
Nacieron de ti

Porque a través de tus ojos
Aprendí
A ser feliz

Porque aún en la calzada te siento
En cada paso que doy

Y esa sonrisa
Recuerdo tu voz

Mi cielo

Y decidí llorar
decidí ya no soñar
dejando todo atrás
no hay más puertas que tocar
el teléfono no suena ya
la canción se perdió en la noche
cuando tu alma se alejó
la luz se apagó conmigo
solo quedan la penumbra
y la soledad

Me repito que los demonios
no son reales en verdad
pero sin tu esplendor
y tu fotografía que me observa

Los colores vuelven a mi
como un paraíso sin fin
el aroma a vainilla
impregnado en mi

Corro bajo la lluvia
tu tumba me recibe
y caigo sonriente sobre el fango
las mejillas sonrojadas
los ojos chispeantes de color
tu alma sigue conmigo

Tu mano sobre mi hombro
tu silueta recortada en la lluvia
y ahora es realidad
la felicidad que me dejaste
mi cielo

Parte en paz que yo estoy bien
mi cielo

Todo va a estar bien
mi cielo

Mi sol...

lunes, 16 de mayo de 2011

Sumisa




Cerró los ojos cuando sintió aquella mano de largos y finos dedos tomarla por la barbilla y se estremeció cuando un aliento cálido chocó contra su frente antes de sentir unos labios fríos que depositaban un beso sobre los cabellos que le cubrían la miraba. Mantuvo los labios muy cerrados, los puños apretados, tenía deseos de patalear, de gritar, pero ese hombre tenía completo control sobre ella y eso la hizo sentirse mucho más vulnerable. Un millón de pensamientos cruzaron por su mente en ese segundo. Primero el alejarle la mano de la barbilla pero ese hombre simplemente tenía demasiada fuerza, o quizás no, quizás ella perdía toda su fuerza ante su sola presencia. Luego pensó en gritarle así que abrió la boca con deseos de decir algo, con las palabras listas para salir ácidas por sus labios pero... Ningún sonido salió. No podía hablar por culpa de esos propios dedos finos que la sujetaban fuerte pero delicadamente, una dualidad desquiciante. Abrió los ojos encontrándose con un mirar tierno, lujurioso y ella entonces se dio cuenta que no podía luchar contra eso, simplemente no podía siquiera tratar.

Volteó la vista todo lo que esa mano que le sujetaba la barbilla la dejó, mirando hacia algún punto lejano de la habitación en la que se encontraban. Podía notar los ojos en su espalda, las miradas posadas sobre su figura sin querer apartarse y eso la ponía de los nervios. Jamás le había gustado llamar la atención. De pronto esos dedos le giraron un poco más el rostro hasta dejarla viendo otra vez los ojos de ese hombre que la miraba deseoso. Sus ojos de un profundo color avellana, un color brillante, chispeante se encontraron con la mirada color chocolate, haciendo con su mirar intenso que las mejillas de ella se tiñeran de un furioso carmesí. Los labios finos y fríos de él se movieron casi imperceptiblemente y ella se estremeció al escuchar su voz e incluso, por las palabras que de esos labios salieron.

-Dime Amo -ordenó el hombre sin apartar su mirada color avellana de los ojos como el chocolate.

Abrió los ojos y los labios, quiso replicar y justo cuando sintió que las fuerzas la acompañaban... Nada. Ningún sonido salió de sus labios, su mirar se volvió suave otra vez, casi como el de una persona adormilada, sus mejillas se tiñeron más de rojo que antes, las palabras se le quedaron atascadas en la garganta y sintió su cuerpo temblar... Todo por culpa de la mirada severa que ahora ese hombre le enviaba. No le gustaba esa mirada, era simplemente demasiado para ella, era demasiado para poder mantener fuera de esa coraza inquebrantable de fortaleza que tanto le había costado construir.

-No... -se atrevió a decir con la voz tan temblorosa como estaba su cuerpo. El hombre sonrió.

Rodeó en un abrazo posesivo la cintura de la muchacha con fuerza y la atrajo hacia su cuerpo, creando una imagen tan maravillosa como peligrosa. Unas cuantas mujeres que les observaban suspiraron enternecidas ya que recordaban con suma fuerza la primera vez en la que habían doblegado su voluntad. Algunos hombres sonreían, les encantaba ver como una nueva mujer era sometida solo con una palabra y todos en el salón sabían que si alguien podía doblegar a una chica con ese temperamento, esa persona era precisamente la que ya estaba a medio camino de tener a esa muchacha bajo su completo control.

El hombre la miró con más intensidad, intercalando la visión de los ojos aterrados de la muchacha, sus mejillas sonrojadas y sus labios entreabiertos, anhelantes. El conjunto completo era paradójico pero espectacular. Estaba a medio camino de doblegarla, su cuerpo ya estaba respondiendo a la presión, ahora solo faltaba su mente.

La muchacha quiso endurecer la mirada, fruncir el ceño cuando él se relamió los labios de manera sensual y lujuriosa, como si un pensamiento perverso hubiera cruzado por su cabeza. Forcejeó a duras penas para zafarse del abrazo, más solo consiguió que él solo la pegara más a su cuerpo. Su respiración se volvió agitada y dificultosa, sus manos soltaron los puños y los brazos cayeron lánguidos a los costados, como si estuvieran desconectados de sus funciones habituales.

-Dime Amo -volvió a susurrar él con un tono de voz demandante que le arrebató el aliento.

Ella negó a penas con la cabeza, como pudo ante la presa de los dedos fríos de él. Sintió que las piernas le temblaban y trató con todas sus fuerzas de controlar su cuerpo que parecía gelatina pero no podía, los ojos de él, esos ojos color avellana brillante le demandaban tanto que sentía que no podía luchar, que no había necesidad alguna. Su respiración era cada vez más agitada, sus ojos estaban cada vez más brillantes, se sentía cada segundo un poquito más doblegada su voluntad. Dejó escapar un profundo suspiro, desviando la mirada y tratando de centrar sus pensamientos cuando el brazo que la rodeaba comenzó a soltarla lentamente. Entonces sintió pánico. Sintió que si la dejaba ir se perdería, que si ese abrazo no la apresaba ella no tendría refugio, que estaría tan perdida como un ciego en un bosque pantanoso desconocido. Sus manos se aferraron al torso de ese hombro y con su mirada suplicó que no la dejara ir, causando una sonrisa en los labios de él, labios finos que volvieron a besarle la frente.

-No me suelte... -gimió por lo bajo, huyendo de la mirada avellana.

-No te escuché bien -murmuró el hombre aún con esa sonrisa en los labios, ella tembló-. Dilo de nuevo, más fuerte.

Pareció que la chica meditaba sus palabras unos segundos más solo trataba de alejar el conflicto interno de su mente, solo quería que la voz en su cabeza, la vocecilla que le decía que luchara se callara de una buena vez. Tomó una profunda bocanada de aire completamente nerviosa y, aún con el carmín tiñendo sus mejillas y la vista desviada de los ojos de él a sus propias manos que sujetaban con fuerza la camisa susurró un poco más fuerte que la ve anterior...

-Por favor... -tartamudeo sintiendo las lágrimas agolpándose en sus ojos- Por favor Amo... No me suelte...

Él sonrió más ampliamente y la soltó en un movimiento casi etéreo. La muchacha se abrazó a si misma bajando la mirada completamente apenada, casi perdida al tiempo que sentía como el hombre pasaba sus manos por su cuello, sintiendo algo frío en la piel desnuda. Él se apartó de nuevo cuando ella acercó sus manos temblorosas a lo que habían puesto en su cuello, palpando el metal y el cuero, la cadena que colgaba ligeramente hacia su pecho, la palabra grabada en el metal... Alzó la vista y se encontró con él y solo con él. Sintió unas profundas ganas de llorar.

-Ahora tu eres mi sumisa -aclaró él tomando uno de los caireles de ella que colgaba gracioso por sobre sus hombros-. Respétame y lleva tu collar en alto, querida mía.

La muchacha asintió quedamente. Ya no había vuelta atrás... Y eso le gustaba a pesar de estar atemorizada.

sábado, 14 de mayo de 2011

Buscando Paz




-¡Maldito teléfono y la reputa madre que te recontra parió! -grité exaltada azotando literalmente el auricular del aparato, dejándolo de vuelta en su lugar.

Suspiré fastidiada antes de llevarme la mano a la cabeza, acariciando mi ondulado cabello con fuerza antes de bufar, tratando de encontrar algo de paciencia en mi sistema. Miré la pantalla de la computadora y me dieron ganas de gritar, miré la estantería repleta de libros y grité, soltando el aire de mis pulmones con fuerza. Una cabeza pelirroja se asomó por el umbral de la puerta mirándome con curiosidad mientras me dejaba caer apoyada a la muralla hasta el suelo, abrazándome las piernas con los brazos, llorando de rabia.

-¿Pendex? -me dijo suavemente, acercándose a mi y sentándose a mi lado, acariciando mi cabello tiernamente- Oye, puedes rehacerlo.

-¡No, maldita sea! -grité ofuscada, enterrando más mi cabeza entre mis extremidades.

-Ya, tranquila -trató de calmarme, pero a cada palabra sentía más rabia que antes.

Sentí que alguien llamaba desde abajo y mi amiga se alejó de mi, saliendo de la estancia en donde me encontraba y dejándome sumida en mi frustración. ¿Porqué debía pasarme ESO? ¡Justo cuando las cosas comenzaban a salir bien! Grité de nuevo, tratando de calmarme con eso pero no pude, simplemente me fue imposible. ¿Cómo demonios había pasado? ¡¿Cómo rayos no había guardado una copia de eso?!

Me levanté del suelo secando las lágrimas que surcaban por mi rostro furiosamente mientras miraba por la ventana. Los malditos incompetentes del servicio técnico no me habían dicho nada y estaba realmente desesperada. Miré al techo pintado de blanco y encendí un cigarrillo. Sabía que me esperaban abajo, sabía que debía presentarme a hablar sobre algo que no tenía, sabía...

-La próxima vez mejor ni me digno a salir de casa -mascullé apoyándome en el alfeizar de la ventana y esperando que aquello fuese solo una muy horrible pesadilla.

Pero no, lo sabía demasiado bien, no era una pesadilla ni mucho menos. Acomodé mi cabello alborotado como pude y respiré profundo, arrojando la colilla del cigarrillo por la ventana y tratando de calmarme. Tenía que encontrar una solución, una disculpa para todo eso... Tenía que hacerlo. Dispuesta estaba a salir a dar la cara a ese hombre que tenía todas sus esperanzas puestas en mi cuando una figura se interpuso en mi salida "airada" del lugar. Lo miré a los ojos tratando de salir de mi profundo estado de pasme y rencor al verlo sonreír de esa manera que aprendí a odiar.

-¿Porqué tanta frustración? -preguntó apoyándose en su costado izquierdo en el marco de la puerta. Suspiré frustrada y sintiendo que me iba a dar una resaca tremenda.

-Piérdete Linc -mascullé llevándome otro cigarrillo a los labios y tratando de ver la manera de salir de allí, más él ni siquiera se movió ante mi mirada fulminante.

-Dime que te pasa -susurró alzando su mano en dirección a mi mejilla, la desvié con un manotazo.

-¿Acaso no tienes NADA mejor que hacer que fastidiarme? -pregunté enrabiada- ¡Lárgate! ¡Déjame en paz!

Volvió a alzar su mano en mi dirección y acarició el collar con su nombre con un dedo, cosa que me molestó sobremanera. Aplasté el cigarrillo contra su mano y él soltó un alarido de dolor mientras se alejaba de mi, mirándome con odio. Lo empujé y salí del lugar encontrándome con mi amiga pelirroja al pie de las escaleras, me miraba de manera extraña más solo la ignoré y pasé de largo disculpándome en un susurro, dando la excusa de que me sentía ligeramente "indispuesta".

Caminé por las calles hasta que me digné a sentarme en una banca pintada de verde al centro de una plaza y justo frente a una gran pileta. Vi el agua durante unos segundos antes de encender un cigarrillo y dejar caer mi cabeza hacia atrás, mirando el cielo gris que amenazaba luvia. Ese día había comenzado tan asquerosamente bien y ahora, apenas dos horas después de sentirme en la gloria me sentía simplemente como si me hubieran dejado en aguas pantanosas y putrefactas. Suspiré sentándome bien al tiempo que algo parecido a una gota chocaba contra mi hombro izquierdo. No quise mirar, me saqué la cazadora de cuero negro, dejé escapar el humo del cigarrillo por la comisura de mis labios, me levanté desganadamente y...

-¡MALDITA SEA!

Ese grito no alcanzó a sacar toda la frustración que llevaba dentro pero había servido aunque fuera un poco.

jueves, 12 de mayo de 2011

Yo esperaré a que llegues...




Yo esperaré que llegues, si acaso vuelves,
apoyada de codos a la ventana,
con las pupilas fijas en el camino
y los anhelos puestos en la distancia.

Tendré para la fiesta de tu retorno,
bendita taumaturgia de mi llamada,
un palpitar de besos entre los labios,
y un vibrar de canciones en la garganta,
y un temblor de caricias a flor de manos,
y un "que Dios te lo page", dentro del alma.

Yo esperaré que vuelvas, y si es que llegas,
verás con cuanta angustia ya te esperaba,
y en esa fiesta excelsa de tu retorno,
realización piadosa de mi plegaria,
haré callar las voces de mis angustias,
y de mis pobres ojos, secar las lágrimas,
para que mis caricias y mis canciones
y mis besos, rompiéndose en mi garganta,
en un coro de voces jamás oídas,
bendigan tu retorno y te den las gracias.





Muchos días sin poner nada, espero lo hayan disfrutado tanto como yo.

domingo, 8 de mayo de 2011

Cartas [Homenaje al Día de la Madre]

Carta 1.- De una hija maltratada por su madre

Querida Mamá:

Sé que a veces tienes días malos en tu trabajo, que por cierto es muy demandante, más aún así yo te espero en casa con la comida servida y una sonrisa a pesar de que sé de sobra que tal vez ese día también quieras arrancarme cada cabello de la cabeza, ¿pero sabes? No importa. Solo somos las dos desde hace mucho tiempo y sé que tienes demasiada frustración por haber sido madre tan joven y además madre soltera. Quiero mamá, que en este día tan especial tu dejes tu frustración a un lado, no por mi sino por ti, para que puedas crecer mejor como persona y ser un poquito más feliz a pesar de que, como dije, quieras arrancarme los sesos. Tal vez no seré una hija modelo pero sí quiero que sepas que te amo con todo mi corazón, de eso no hay duda. Tú mamá me diste la vida, me das un techo y comida cuando pudiste fácilmente dejarme en la calle... Eso para mi es un "te quiero hija", aunque tal vez jamás lo escuche de tus labios.

Hoy te daré la alegría más grande de todas mamá, de eso estoy segura. Hoy he decidido irme de la casa. Tengo ya la maleta lista y ahora con lágrimas en los ojos te escribo esta carta para decirte cuanto te amo, cuanto te voy extrañar y cuanto deseo que encuentres la felicidad sola, como siempre soñaste. Adiós mamá, siempre me acordaré de ti. Cumpleaños, Navidades, Pascuas y Años Nuevos, si en esas fechas te llega un regalo, un ramo de Camelias (que sé son tus favoritas), por favor no las tires, son mi regalo para que sepas que no te dejo de pesar y amar.

Feliz día Mamá... Te desea tu hija

Suyei



Carta 2.- De un hijo rebelde

Ma':

Sabes que no sirvo para esto...

Hoy es tu día y te escribo esta carta a pesar de lo medio borracho que estoy. Sé que siempre te causo disgustos, que pasas horas en vela esperando que llegue a casa de la juerga con el alma pendiendo de un hilo esperando que llegue entero (ya que sobrio ya no te quedan esperanzas) y que rezas cada noche porque enderece mi camino y deje de hacer estupideces por ahí. Lo siento ma', yo te quiero mucho y sé que te he jurado y perjurado que voy a cambiar mientras nos abrazamos en la entrada de la casa luego de una de esas peleas en las que, con los humos en la cabeza te llamo "vieja metiche". Aún no entiendo porqué siempre me perdonas pero te lo agradezco porque al final eres la única que siempre ha creído y creerá en mi.

Te amo mi vieja chica, mi madre hermosa. Tal vez no te lo diga nunca y sean más las veces en las que te digo que te mueras, pero ma', no lo digo en serio, solo de enojado porque me gusta irme de juerga. Ahora ma', te prometo, te juro que esta será la última ve en que me veas así, ahogado de borracho. Por ti cambio mi viejita linda.

Te amo ma', feliz día.

Huenchupan



Carta 3.- De unos mellizos que trabajan con su madre

Mamá:

¿Sabes mamá? Con mi hermana hemos estado pensado seriamente todos los días del último mes en el gran esfuerzo que hacemos nosotros como familia. Desde que papá nos dejó para irse con otra mujer que tú sola has sacado adelante la casa y a nosotros. Tal vez no tengamos mucho, pero nosotros sabemos que lo que tenemos es gracias a ti y a lo fuertes que nos haces. Eres un ejemplo de mujer mamá, esperamos tenerte con nosotros mucho tiempo más.

A veces, muy entrada la noche te escuchamos llorar bajito en la cama de al lado, preguntándote qué puedes hacer para que nosotros dejemos de acompañarte a trabajar. Mamá, queremos que sepas que no nos importa, incluso, nos gusta mucho salir a trabajar contigo, así llueva o haga sol, porque eso nos une más como familia.

No te atormentes mami, te amamos mucho y mientras más tiempo pasemos juntos más fuerte será nuestro amor.

Feliz día te desean tus mellizos

Antu y Lafquen



¡Feliz día de la Madre!

PS: Mañana sigo que muero de sueño xD

sábado, 7 de mayo de 2011

Terror




Abrí los ojos pesadamente, sintiendo un agudo dolor extenderse por todo el lado izquierdo de mi cabeza. Mi ojo izquierdo veía todo sumamente borroso, mientras que el derecho lo sentía humedecido en demasía. Me impulsé con las manos para levantarme del suelo duro y frío. Me dolía todo y de pronto, un dolor fue más fuerte que los demás, un dolor en el bajo vientre, un dolor que me hizo sollozar cuando caí en la cuenta de la pesadilla en la que me encontraba.


00:00

La muchacha se aferraba a su rubia amiga que literalmente la arrastraba por la entrada del hospital, ambas empapadas hasta los huesos mientras una enfermera traía una silla de ruedas para la chica de ondulados cabellos que apenas y podía mantenerse de pie. Una nueva arcada la hizo doblarse y caer al suelo de rodillas mientras su amiga trataba de contenerla con un rictus de miedo en el rostro. Entre ella y la enfermera la lograron levantar del suelo de blancas cerámicas para sentarla con sumo cuidado en la silla de ruedas.

-Linda, tienes que aguantar -gimió su amiga rubia quitando la chaqueta mojada que cubría su cuerpo y arropándola con una manta que le extendían-. Ya pronto te van a atender, solo aguanta un poquito más...

Solo pudo asentir pesadamente mientras la mirada se le nublaba, tratando de mantenerse consciente. Escuchaba pasos fuertes a su al rededor, voces que sonaban demasiado alto, respiraciones agitadas, su corazón latiendo desenfrenado. Tenía miedo, solo quería salir de allí, quería irse a casa y dormir, estar allí era peligroso.

-Anna... -susurró, su amiga se arrodilló frente a ella acariciando sus cabellos, tratando de calmarla- Vamos a casa... No quiero estar aquí...

-No estarías aquí de no ser por tu testarudez -reprendió la mujer con voz suave-. Ya va a pasar nena, tranquila, Kari ya viene...

No era suficiente consuelo, no para aquel presentimiento que la azotaba con dureza. Imaginó que él estaba con ella, a su lado, tomando su mano y con eso trató de que aquel cruel sentimiento de inminente pérdida se fuera.


01:00

Escuchó en su estado de inconsciencia consciente que sus dos mejores amigas se saludaban, como una mano fría se posaba en su mejilla y limpiaba esas lágrimas que salían sin querer. Escuchó como su amiga pelirroja se quejaba por aquel lento servicio, exigiendo que las atendieran ya mismo. Sonrió, su amiga jamás cambiaría, siempre tan prepotente. Alzó la vista, apenas lograba discernir por completo las figuras frente a ella, pero entre esas dos mujeres pudo ver una silueta alta y amable que la observaba, dándole un poco más de fuerzas y un poco más de ganas.

Preguntó la hora y se enteró que eran las una de la madrugada. Pensó que de no ser por su estupidez estaría jugando algún juego en casa o escribiendo, tratando de que las ideas salieran por completo sin lograrlo en realidad. O tal vez estaría en el teléfono... O escribiendo una nueva carta para aquel que la observaba desde su lugar lejano.

--:--

Un sonido fuerte, estridente, la hizo abrir los ojos rápidamente, sobresaltada. Vio como sus amigas se plantaban frente a ella, una abrazándola y la otra cubriéndolas a ambas como si fuera un muro de concreto. Escuchó gritos y, completamente asustada trató de levantarse de la silla, más el abrazo la devolvió a su lugar, cubriéndola con la manta hasta la cabeza, tratando de emprender la retirada. El miedo le había ganado cuando escuchó una voz que le pareció salida del mismísimo infierno.

-¡Denme a mi mujer!

Era un grito de rabia, de cólera, de pura furia que iba a ser descargada. No podía ver pero imagino la escena cuando un nuevo sonido potente se dejó oír en el lugar seguido de un grito de dolor y otro de terror. Se destapó como pudo, alzándose de la silla y tratando de mantener la estabilidad ante lo mal que su cuerpo reaccionaba y lo que sus ojos veían.

En el suelo estaba su amiga pelirroja, un charco de sangre bajo ella, su cuerpo tendido en el suelo como un muñeco de trapo. Su amiga rubia gritó el nombre de la otra, corriendo hacia ella y arrojándose al suelo, abrazando su cuerpo como si su vida dependiera de ello, llorando, llamándola una y otra vez. Y ella se sintió morir... Sintió que algo en su interior se rompía para siempre.

-Kari... -salió de sus labios temblorosos y amoratados por el frío- Kari...

Entonces supo que era lo que tenía que hacer. Caminó con paso tembloroso hacia las chicas, llorando desconsolada, muda, sin saber si realmente funcionaría todo aquello. El hombre gritaba, le gritaba a todos pero en especial a ella. Pasó junto a las mujeres que estaban en el suelo sin mirarlas, sintiendo su cuerpo un poco más pesado a cada paso. Pudo escuchar como un médico intentaba razonar con el hombre, más el aludido no escuchaba razones, solo quería llevarse a su trofeo de allí.

Llegó junto a él y sintió como era apresada en un fuerte abrazo que la subió a su hombro como si fuera una muñeca de trapo mientras una nueva arcada se extendía por su sistema ante el roce de su casi desnuda piel con la mano de ese sujeto...


03:24

El automóvil se detuvo con un ruido seco y sordo. No veía nada gracias a la venda que cubría su rostro pero sintió como era alzada con fuerza por esas manos duras y frías, esas manos que la iban a destrozar por completo... Otra vez. No quiso oponer resistencia, ya no iba a ser necesario jamás... Lo mejor era que todo se quedara tal cual.

La venda le fue quitada suavemente de los ojos y lo primero que vio fue el reloj de pared dorado que le decía hola desde su rincón apartado. Lo siguiente fueron los ojos negros, una mirada maldita que juró jamás volver a enfrentar. Luego un golpe que la arrojó de costado al suelo, el cuerpo grande del hombre sobre ella causándole asco, repulsión, mientras las prendas eran arrebatadas de su cuerpo para dejarla desnuda.

Y lo peor fue abrir los ojos para encontrarse con una silueta que la miraba abatida, la misma silueta que había visto en el hospital, la misma que le decía en un susurro que debía ser fuerte, que todo acabaría pronto...




Una lágrima recorrió mi mejilla mientras me arrastraba al ordenador encendido que tenía pegada una nota que recitaba "Escribe, solo eres libre para eso. Te amo mi muñeca de trapo". Dejé escapar un gemido, un sollozo por mis labios adormecidos por el frío y el dolor mientras recordaba la silueta y me decía a mi misma que todo iba a estar bien, engañándome por completo, tratando de mantenerme cuerda aunque fuera un segundo. Ahora solo veía dos opciones. Huir otra vez o morir en ese preciso segundo.

viernes, 6 de mayo de 2011

Y hoy deliras sin saber porqué...




Había una vez una doncella que amaba profundamente al príncipe dueño del castillo en el que trabajaba. La doncella tanto amaba al príncipe dueño del castillo que cada día al despertar sonreía tontamente pensando en que sería un día más en el que vería la sonrisa de quien amaba, a pesar de que nunca iba dirigida hacia ella. Cada noche, muy tarde y cuando había terminado sus labores del día se tendía agotada en su tosca y fría cama, arropándose con una sonrisa muy amplia y dispuesta a dejar que en sus sueños el príncipe la amara, jurándole amor eterno.

El príncipe un día se había presentado frente a ella en los jardines, mientras la doncella arreglaba los rosales y le había dicho que era bonita y que quería estar con ella. La doncella fue feliz, pues su príncipe y ella escaparían para vivir juntos en algún lugar lejano donde nadie pudiera decirles que su amor no podía ser. La doncella se veía hermosa cada mañana al despertar, irradiando al resto de la servidumbre su alegría, más un día no muy lejano, luego de la primera noche en la que ella había dejado que el príncipe la hiciera suya él se presentó en el castillo del brazo de una hermosa dama de muy alta alcurnia, diciendo a todos que se casaría, dejando el castillo y, por ende a todo lo que allí se encontraba.

La sonrisa de la doncella no tembló mientras observaba los acontecimientos, más solo se dejó arrastrar por el resto de las criadas hasta la cocina, donde comenzaron a preparar el banquete en honor al príncipe y su prometida. Fue entonces que una de las criadas más antiguas del castillo y quien todo lo sabía se acercó a ella y en un susurro le dijo:

-No seas tonta niña, ¿cuanto tiempo pensaste que el príncipe te querría? -preguntó la anciana criada, cortando una cebolla en dos partes- Deja de amarlo, no eres nadie para él, no merece tu cariño.

La doncella suspiró y sin borrar la sonrisa de sus labios encaró a la criada más anciana, diciendo:

-Yo no soy tonta -contradijo muy suavemente-. Déjeme soñar, que para soñar estamos hechos. Es cierto que no soy nadie para él, más tengo mucho que entregarle. Yo amo al príncipe y le deseo lo mejor, sé en el fondo de mi corazón que él también me ama y por ese amor yo lo esperaré cuidando de este castillo hasta que regrese para huir juntos como lo planeamos.

Aún ahora, muchos años después de que el príncipe dejara su castillo la doncella hecha vieja lo espera. Cada mañana se levanta muy temprano, recorriendo los salones desolados y abandonados, puliendo todo perfectamente, sin descuidar sus quehaceres a pesar de que a nadie le importa el castillo y que nadie jamás lo visita. Ya entrada la noche se acuesta en su dura y fría cama con una sonrisa, soñando con que el príncipe llega hasta ella y huyen juntos en su caballo blanco...



Extracto de "Del Amor y Otros Delirios..."

jueves, 5 de mayo de 2011

Entre Sombra y Alma [Escrito con Tinta]



Extracto de "Del Amor y Otros Delirios..."


Tomé las hojas entre mis dedos temblorosos y dejé que mi mirar viajara por la lineas, palabras decadentes muriendo en tinta negra, que es la que escogí porque es la que mejor representa el estado de mi alma en este momento. Tinta negra como la sombra, tinta negra como la oscuridad, tinta negra...

Unas hojas más atrás escribí con tinta roja. Tinta roja de pasión, tinta roja de fuego, tinta roja por ti. Tanto versos en tinta roja, que era la que describía esos amores pasajeros, apasionados y fugaces, esos que morían al alba junto a las últimas caricias que quedaban esparcidas sobre el cuerpo del otro, cobijados en la cama.

Otras hojas más las escribí con tinta azul. Tinta azul de por ti, tinta azul de frío, tinta azul del hielo que recibí. Tantas canciones con tinta azul, tantas palabras muriendo en notas junto a la guitarra, junto al piano, junto al violín. Mirando el mar escribí esas palabras en tinta azul mientras cantaba "Sola en el olvido, sola con su espíritu..."

Hojas en tinta verde también tengo guardadas en el baúl de los recuerdos. Tinta verde de esperanza, tinta verde de sueños, tinta verde de campo. La tinta verde fue mi favorita durante mucho, mucho tiempo, cuando escribía esas historias de caballeros, de luchas por el bien y la justicia, historias que quedaron en el olvido.

Más mis páginas ahora están llenas de tinta negra en un viaje de terror por el olvido, por esos sentimientos de un corazón destrozado y renacido tantas incontables e incansables veces, tiñendo los recuerdos con la pintura, con la tinta mientras dejo que todo vuelva a su lugar. Y no puedo negar que tengo miedo, que no sé que hacer, que duele no saber el significado de esto. También duele la espera de saber que no eres mío por completo, pues no hemos alcanzado aún ESE punto en el que tus manos sobre mi piel, tus manos que queman tiemblan ante el mínimo roce con mi cuerpo.

Amar entre sombra y alma es algo que solo un poeta puede hacer de manera suave, lenta, muriendo a cada palabra, a cada soneto, a cada refrán. Amar así es la manera en la que amo, mientras canto a estas horas de la madrugada, esperando que un día te llegue mi carta, esta misma con estas palabras nuevas y también con las viejas.

Miro mis dedos, azules por el frío que me cala hasta los huesos sin resignarme, sin pensar, sin nada más que sentir. "Le temo a la oscuridad...", susurro a lo que la vela termina de consumirse y me pierdo imaginando tus ojos mientras el lápiz no deja de rasgar el papel aún aunque mis ojos no pueden ver lo que está siendo escrito en el papel. Dejo que la música inexistente me llene mientras las hojas son completadas una tras otra por mis palabras, palabras que no sabría decir son acertadas.

martes, 3 de mayo de 2011

Se nos escapa el amor...




Por entre los dedos se nos escapa el amor. Así mismo, como brisa de otoño, como lluvia de verano, como arena seca... Como se deshojan las flores en el invierno. Siento que se nos escapa por los poros poco a poco sin siquiera conocerte, sin siquiera poder tenerte frente a mi, sin siquiera poder tomar tus manos entre las mías para poder tirar de ellas delicadamente y decirte "Vamos", comenzando a correr por las nubes.

Tengo todas tus cartas sobre mi regazo junto a tu número de teléfono escrito en una boleta de supermercado. Mi mirada se fija en esos números interminables, uno tras otro tratando de memorizarlos, sabiendo que mi memoria no es tan buena para estas cosas. Me gustaría que vieras mis ojos y que no solo los imaginaras por culpa de la vieja fotografía que te hicieron llegar. Me gustaría que vieras mis mejillas sonrojadas cuando en tus cartas leo escritas las palabras "Te Amo" junto a una tímida sonrisa que apenas puedo borrar.

Canto interminablemente estas letras prestadas soñando con que un día puedas escuchar mi voz que te devuelve los "Te Extraño" cuando pasan días y días y no haz recibido carta mía, cuando pasan las horas mirando el número sin ser capaz de marcar para escuchar tu voz, esa que tanto anhelo me diga "Hola". No es nada, es una estupidez... Una estupidez que no puedo evitar sentir en el fondo de esta alma que soy yo.

Se me escapa el amor cuando pienso en el ayer, en el hoy y en el mañana, cuando en interminables minutos, segundos y suspiros, entre lágrimas de felicidad abrumadora susurro que te quiero, que te amo y que te extraño, esperando que la brisa que choca contra mi rostro en este momento lleve estas palabras a ti, palabras tan ciertas pero que están llenas de temor.

Y no puedo evitar que se me escape el amor de esta manera, que sabes es la única manera en la que sé amar. Mi pluma escribe tu nombre en las esquinas de las servilletas cuando sin ganas mastico lo que contiene el plato que dejan frente a mi, cuando con miedo poso mi mirada en la doctora que va y viene, examinándome con ojo clínico mientras yo hago muecas desagradables.

Este amor desesperado me llevó a pabellón para una operación de la cual no sé si saldré. Este amor que tengo tan guardado al fondo de mi pecho me lo trata de arrebatar el especialista que sentado en la silla frente a mi se jacta de mis escritos, de mis poemas, de mis versos y canciones, tratando de arrancarlas de mi ser con su bisturí y sus palabras afiladas mientras con una sonrisa socarrona me dice "Es necesario" y yo le grito que no, que lo deje todo como está, que estoy bien así tal cual...

Se te escapa el amor, pensando en la lejanía si estoy bien, si habré salido de la consulta, si habré entrado a pabellón o si estaré danzando flamenco en alguna calle desolada esperando que mi baile te llegue, soñando con algún día poder verlo. Te preguntas si habré desplegado mis alas, maleta en mano, volando hasta tu puerta, tocando el timbre de la misma para que cuando la abras te llenes de mi figura tosca que es como un poema. Sueñas mirando las estrellas, viendo que sentada estoy en el escritorio escribiéndote un nuevo verso.

Estoy sola, con el sol, con el mar, con el aroma a clínica rodeándome, con las hojas en la maleta, con una bata de hospital esperando entrar a pabellón para que me quiten el mal o el bien que arrulla mi alma. Cierro los ojos y recuerdo el número a la perfección, casi como la letra de una canción mientras me imagino entre las azaleas, tomando la luz de la luna mientras las flores florecen y se deshojan otra vez.

Se nos escapa el amor de esta manera tan tragicómica, mientras el autor de la misma se ríe de mi desgracia. ¿Que sabe ese autor de lo que es el amor? El amor no son cuentos de hadas, son realidad entre sombra y alma, entre las paredes con tu retrato y el mio en ellas, como mural en la calle, como el aire que se respira. El amor es desilusión y esperanza, comienzos y finales. El amor es eso que te hace entrar a pabellón.

Nos arrebatan el amor en pabellones distintos, lejanos, en ausencia mientras duele. Y duele porque amas y amas porque duele, porque es masoquista pensar en un mundo sin el otro a pesar de jamás haber intercambiado palabras de otra forma que no fuera el papel. Entonces el especialista grita que dejemos escapar el amor, que soltemos la mano invisible del otro y que caminemos solos por el camino que se nos traza a cada quien. Un alma dañada, los pasos resonando en el suelo mojado...

Siento como me abren el cuerpo y el espíritu, como destazan mi carne para hacerla sanar, como abierta al mundo están mis entrañas y emociones. Sangro, sangro mucho, sangro fuerte, sangro sin parar porque nadie quiere que deje de sangrar. "No vuelvas a amar...", eso es lo que escucho de las personas que me rodean, de las enfermeras, de los especialistas que se supone me deben sanar. No me quieren sanar de mi, ni de ti, ni de nosotros... Me quieren sanar de un mal inexistente.

¡No dejemos que se nos escape el amor! ¡No permitamos que esos mudos "Te Amo" queden en el olvido! ¡No olvidemos la sonrisa taciturna del otro!

Siento que muero, siento que me ahogo, siento que me canso, siento todo y nada. ¿Quisieras que muera? ¿Quiero morir? ¿Quiero ahogarme?

¡Si! ¡Quiero morir solo si es en tus brazos! ¡Quiero ahogarme en empachos de amor! Si existe un descanso eterno espero que sea arrullada en tus alas.

Tú no eres príncipe azul, yo no soy princesa rosa...

Se me escapa el amor como las gotas resbalan por la piel en una tarde lluviosa de invierno. Se me escapa el amor en suspiros ahogados que tienen tu nombre, así es como se me escapa el amor... Como se me escapa tu sonrisa dormida en mi recuerdo, como se me escapa tu mirada al cielo sin estrellas, como se me escapa el amor...

Se te escapa el amor cuando ves un petirrojo volando. Se te escapa el amor en mis poemas, o eso es lo que supongo yo. Se te escapa el amor como se me escapa a mi, esperando que llegue el alba y recibir tu carta.

No permitamos que nos roben el amor...

lunes, 2 de mayo de 2011

Portal Abierto



Este cuerpo mío ahora es un portal abierto, un portal abierto para dejar pasar tus sentimientos.

No nos hemos herido, ni siquiera por accidente pero en tu cuerpo y el mio, en tu corazón y el mío, en tu alma y la mía hay aún llagas abiertas en donde ponemos el dedo y preguntamos estúpidamente... "¿Te duele?"

Sí, me duele un poco debo decir, más no matará el dolor, ¿cierto?

A ti también te duele, más estaré allí para sanar las heridas, lo sabes, ¿cierto?

Iremos hacia acá y hacia allá, caminando contra el viento, dejando que la brisa sane nuestras heridas y vuelva a encender la llama de dos corazones que se encontraron de pura casualidad.

Te dije que no iba a escribir sobre ti, que hacerlo era ponerle un límite a todo esto más me la gana el sentimiento de poeta frustrada, de escritora empedernida, de persona y ente que quiere exhibir sus sentimientos al mundo.

¿Te molesta que grite esto a los cuatro vientos? Espero que no, aunque si te molestara me daría exactamente igual, lo seguiré haciendo pues esto es lo que soy, así me conociste y así se quedará mi alma por siempre.

Una cantante frustrada, una poeta desalmada, una novelista caótica, un alma ya no tan solitaria.

Ahora te pregunto...

¿Te duele este amor que NO deja sangrar a distancia?

En esa herida que te duele pondré el dedo y como si fuera Sacerdotisa de un Dios, como esos de los cuentos, las novelas de fantasía dejaré que mi alma suelte su energía de color dorado, mostrándote como la herida sana lentamente, como la llaga antes abierta ahora desaparece.

Ahora pregunto de nuevo...

¿Te duele?

No recibo respuesta, tú estás lejos y yo estoy cerca, con mi alma viajando hacia donde estas, con el tiempo detenido en algún punto que nos hace adictos a la felicidad. Cariño, te lo dije antes y te lo vuelvo a decir...

Sentirse bien es adictivo...

Y digo de nuevo, repitiendo todo como una tonta... Te quiero. Te quiero por tus versos, te quiero por tus sonrisas, te quiero por ser tú, te quiero porque transformaste mi cuerpo en un portal abierto por donde pasan tus sentimientos, acurrucándose y resguardándose, recorriendo cada rincón de mi, notando que cada rincón te pertenece.

En esos rincones hay espinas... ¿Te importaría sacarlas por mi? Es que mis manos están sudando de temor y nervios al sentir tu espíritu tan cerca. Anda, toma las espinas y tíralas hacia atrás, dejando las heridas abiertas para que sangren un poco y se cierren al paso de tus besos.

Mi cuerpo es un portal abierto, capaz de alojar en él tu esencia. Mi corazón antes marchito ahora late lentamente, volviendo a la vida. Mi alma antes opaca ahora recupera su brillo lentamente, reflejando el tuyo propio como un espejo.

No es un poema de amor, no es un verso desalmado que quiera despertar tus sentimientos y descongelar tu corazón, es un intento de carta de amor fallida, de declaración romántica tonta... De canción de bar barato.

Ya lo sabes, mi cuerpo es un portal abierto y tú eres dueño de la llave que sella esa puerta. Tienes tus opciones, yo tengo las mías...

¿Vemos que pasa?

domingo, 1 de mayo de 2011

Un Sentimiento





Y la chica terminó de estirarse con pereza. Levantó la vista, sus ojos enrojecidos por el llanto, sus mejillas con los residuos secos de las lágrimas, la sonrisa inexistente posada en sus labios que se mantenían entreabiertos para poder respirar mejor. Pasó una de sus manos por el enmarañado cabello, sintiéndolo demasiado enredado para su gusto y caminó por la habitación con pereza, arrastrando los pies y notando la punta de sus dedos azules por el frío. Le dio igual. Se metió en el baño sin siquiera cerrar la puerta, abriendo la llave de la ducha y metiéndose bajo la regadera aún vestida, dejando que las gotas de agua helada la mojaran de pies a cabeza, para que esa misma agua helada se llevara sus penas... Si es que se podía...

Cuídate...

Resonó en su cabeza una voz lejana, proveniente de un lugar que ella ahora quería sellar. Que tonta, que ingenua, que... Nada.

Durante el transcurso de la noche, sentada en esa esquina de su habitación y llorando con la cabeza escondida entre sus brazos y piernas se había dado cuenta de tantas, tantas cosas. Había descubierto sentimientos que la aterraban por un lado y, por el otro, la llenaban de felicidad pues podría ser el mejor comienzo que esperara jamás. Dentro de su parte lúcida había encontrado ira, una rabia tan grande que la mismísima furia de los Dioses quedaba pequeña a su lado. Y le gustaba. Le gustaba haber encontrado esa furia pues así era capaz de decirse a si misma "Si se meten contigo te la pagan" y ser capaz de cumplirlo, que era lo más importante de todo. También había descubierto tristeza, una tan grande que acabó por dejarla en el suelo durante largo tiempo, mirando el ordenador de la habitación contigua, mirando sus poemas regados en el suelo, las hojas una a una mirándola desde su posición, casi como burlándose de ella.

Esa misma tristeza la había hecho levantarse, dándole paso a la furia. Tenía rabia porque estaba triste y estaba triste... No tenía idea porqué, solo estaba triste y eso la llenaba de bronca. Su vida estaba cambiando, no tenía porqué sentirse de esa manera cuando todo le estaba saliendo demasiado bien. Entonces, mientras soltaba un grito ahogado, una maldición, notó que estaba aterrada.

Abrió los ojos bajo el agua de la regadera y salió de allí, cortando el agua y sacándose la ropa mojada como si fuese un ataque de racionalidad aquello que le estaba sucediendo. Quedó desnuda frente al espejo de medio cuerpo que colgaba tras la puerta, mirando su torso y sintiendo una feliz nostalgia por una fracción de segundos. Recorrió su cuerpo con la mirada, asombrándose de lo rápido que habían sanado las heridas y, por primera vez después de mucho tiempo se sintió "bonita". Tal vez no fuese demasiado, pero lo había descubierto y eso era lo importante. Se descubrió acariciando sus antebrazos con la yema de sus dedos, mirando de manera perdida las marcas que muchos filos habían hecho a través de los años de sufrimiento en una vaga ilusión de que todo acabase. Una esperanza tan inútil como maldita.

Golpeó el espejo con el puño cerrado, con todas su fuerzas, con una nueva lágrima corriendo por su mejilla y el cristal, asombrosamente viejo y asombrosamente frágil terminó por romperse, cortando su mano, magullando más su cuerpo. Miró su mano, sangraba lentamente y se quedó como hechizada con eso. Recordaba tantas cosas al ver su mano sangrante, tanto dolor...

"Ninguna clase de amor te deja sangrar a distancia..."

Sonrió. Que gran mentira, que gran y absurda mentira. Cubrió su cuerpo con una camisa que yacía en el suelo desde la tarde anterior, una camisa grande de color azul que le encantaba para dormir y salió del baño arrastrando los pies pero con la vista en alto, como orgullosa de enfrentarse a la guillotina o a la horca. Salió de su habitación, absorbiendo el mismo desastre que ella había generado (y que no le importaba volver a causar mientras dejase de sentirse como se sentía) antes de meterse en la habitación contigua que aún mantenía el ordenador encendido. Pateó desganadamente sus poemas, sus versos y sus cuentos de hadas, de caballeros de brillantes armaduras y de dragones, más le fue inevitable posar su mirada sobre ese libro que la miraba desde sus pies, a punto de ser lanzado lejos. "Cien sonetos de Amor". Sonrió, alargando la mano hacia el escritorio y tomando uno de los cigarrillos que le habían quedado de la noche anterior, encendiéndolo con desgana. Dejó escapar el humo del tabaco por sus labio amoratados por el frío y recordó, estando segura que cada palabra iba a ser la correcta...

-No te amo como si fuera rosa de sal, topacio o flecha de claveles que propagan el fuego -musitó, apretando los ojos como si le doliera en el fondo del alma el decir esas palabras-. Te amo como se aman esas cosas oscuras, secretamente, entre la sombra y el alma...

-¿Pendeja? -la interrumpió una voz, entrando en la habitación y asombrándose por el desastre que estaba hecha- ¿Estás bien?

-Te amo como la planta que no florece y lleva dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo el apretado aroma que ascendió de la tierra -continuó ella, llevándose el cigarrillo a los labios.

-Ven linda, necesitas dormir -susurró la mujer frente a ella, alzando una mano en su dirección, esperando que la recibieran, más la muchacha simplemente se dejó caer en la silla y continuó recitando.

-Te amo sin saber como, ni cuando, ni de donde, te amo directamente sin problemas ni orgullo... -una nueva lágrima rodó por su mejilla al tiempo que su amiga, mirando el movimiento de la mano que sostenía el cigarrillo se percataba de que sangraba- Así te amo porque no se amar de otra manera...

-¡Anna! -exclamó la mujer, saliendo de la habitación rápidamente, con una expresión aterrada en su rostro. A la muchacha no le importó.

-Si no de este modo en que no soy ni eres... Tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía... Tan cerca que se cierran tus ojos en mi sueño...

Terminó su soneto con nuevas lágrimas rodando por sus mejillas y con muchos sentimientos negados ahora aflorando de su pecho, instalándose en lugares, reacomodándose, volviendo a su lugar de origen, al lugar al que pertenecían. Ella suspiró, examinando cada cosa que regresaba a su alma.

Sentía miedo, un miedo atroz a perder algo que jamás había tenido. Sentía pesar por lo que pudo ser y no fue. Sentía traición en su corazón, una traición propia, muy suya, muy devastadora. Sentía amor, un amor tan grande, tan vasto que se sintió tentada a compararlo con el mar y el cielo, con esa vastedad que solo esos azules pueden tener...

Y sintió esperanza...

Esperanza de poder remediar el daño que había causado, de poder sanar las heridas que había visto, de recuperar algo de lo que fue antes de que en su vida se instalara la nube negra. Un verde esperanza, ser capaz de dibujarlo, de pintar aquel nuevo lienzo que se mantenía pálido en el interior de su alma era una ilusión, un sueño tan grande, tanto trabajo por hacer. Esa noche se había negado a hacerlo, se había negado, había luchado con todas sus fuerzas para no caer en aquel estado en el que estaba sumida en aquel preciso momento. Por eso había llorado, pues sabía que era inevitable, tanto como que amanece cada día, como que la luna sale cada noche, como que los lobos le cantan a La Dama Blanca.

-Linda... -le susurró una mujer rubia, llamando su atención- Tu mano ya la vendé...

Miró su mano y a sus amigas. Siquiera había notado su llegada tan sumida en sus pensamientos estaba por lo que solo agradeció con la voz contenida, levantándose de la silla y caminando a su habitación. No quería dar explicaciones, no quería decir nada, no quería hacer nada. Estaba cansada. Cansada de llorar, cansada de amar y de no amar, de mantenerse en un limbo emocional tan devastador como un huracán. Así era ella, estaba afrontando lo que había dejado atrás, afrontaba la sombra de volver a estar... Viva... De sentir su corazón marchito latir, de sonreír sin motivos aparentes, de mirar el amanecer y notarlo más brillante que la mañana anterior. Se dejó caer en la cama y se arropó como pudo, sintiendo ahora como el frío le calaba hasta los huesos. Había pasado una noche de perros, tan mala en estado físico pero tan... Simplemente no encontraba palabras para describir como se sentía en ese preciso momento.

¿Plena? ¿Orgullosa? ¿Asustada? ¿Ira, rabia, frustración? ¿Con la capacidad de amar plenamente?

-¿Que es esto...? -se preguntó asustada en un susurro.

Tantos sentimientos revueltos en uno solo la hicieron caer rendida al sueño, sabiendo que la calma del sueño, que no es descanso eterno no le duraría más de una hora...