Quienes me inspiran a seguir

viernes, 30 de diciembre de 2011

Ella



Porque ella lo sabía, lo comprendía y, aún más importante, lo había aceptado. Ella estaba defectuosa, estaba rota, no servía...


Y ya no le importaba.


No le interesaba que los demás vieran en ella el símbolo de la pureza, no le importaba cuantas veces le dijeran que era adorable. Lo único que a ella le importaba era sonreír, mantener en su rostro la imagen de la felicidad llegando a sus ojos y mostrar que todo estaba bien, aunque fuera una mentira.


Esa era la única manera que conocía para vencer el temor al defecto latente.


Muchos le decían que no estaba rota, que era una buena chica, que tenía un sinfín de cualidades, pero ella simplemente no podía creerlo. Por eso, cuando le regalaban aquellos hermosos halagos ella huía, corría a un lugar lejano y terminaba de romperse, sollozando y gritando, cantando, desgarrando su garganta durante horas en soledad hasta que la calma volvía a serenar su corazón congelado y casi muerto que jamás había conocido ni conocería el amor.


Cuando terminaba de gritar, de romperse, miraba los fragmentos a su alrededor y una mueca de terrible dolor poblaba las siempre frías facciones de su rostro. Decidida, pero no mucho, se remangaba la camiseta que cubría las heridas de sus brazos, ataba su cabello en una coleta y comenzaba la labor de recoger los trozos de su alma destrozada para acomodarlos de vuelta en su lugar antes de que alguien fuera capaz de notar nada. Entonces, finalizada su labor, se sentaba agotada en un rincón y volvía a sollozar mientras trataba de recordar la manera en la que debía hablar y sonreír.


Ese era el momento en el que siempre aparecía él.


Él, quién no tenía nombre, pero tenía muchos nombres. Él, quién no tenía sonrisa, pero destilaba felicidad. Él, quién no era nadie, pero lo era todo para ella.


"No estás rota", le decía él con su suave voz, aterciopelada y cálida, devolviéndole un poco del calor que ella misma se había arrebatado, pero era imposible.


Ella volvía a acomodar la sonrisa en su rostro [por él], volvía a impregnar sus ojos de felicidad [solo por ver sus ojos brillar] y reía, comportándose como a él le gustaba, como solo con él podía [y quería] ser. Porque no concebía que alguien más que no fuera él viera sus millones de defectos, aquel sinfín de imperfecciones disfrazadas en una máscara de alegría infinita.


Pero aún ante todo eso, aquel corazón congelado y casi muerto se dignaba a latir con más fuerza que un suspiro de ángel caído, pues hacerlo latir más que eso concluiría en la muerte de ella, que tanto se había esforzado en levantar murallas para que nadie acariciara aquel corazón. Aquel corazón que se había arrancado del pecho luego de no ser capaz de soportar más dolor, más pesar, más lágrimas de todo lo que ya había soportado.


Por eso estaba defectuosa...


Porque era una cobarde que no quería admitir más allá de sus palabras que vivir en el mundo dolía. Porque más allá de sus palabras "valientes" sobre vivir y recibir el mañana con una sonrisa, no era capaz de admitir que despertaba cada día sollozando de dolor, tratando de alcanzar aquel corazón congelado y casi muerto que reposaba en un frasco de cristal. Porque no importaba cuantas veces dijera que todo estaba bien, nada estaba bien, nada era igual.


Había dejado que una persona alcanzara su corazón, porque había dejado que él alcanzara su corazón... Y eso era muerte.


Porque él no la quería de la forma que ella anhelaba...


Y ahora estaba defectuosa porque jamás podría volver a amar de la manera correcta...


Pero ya no le importaba, pues estaba acostumbrada.

—Quisiera poder decir que no soy yo —dijo ella, dejando de leer de aquel arrugado trozo de papel. Las personas que la rodeaban no terminaba de salir de su sorpresa—, pero eso sería una mentira aún más grande que decir que la luna es de queso. Esto es lo que soy, esto es lo que escondo y... Y soy una cobarde por haberme escudado en esa sonrisa perfecta, en aquellas palabras que son solo palabras. No soy aquella que conocen, aunque me gustaría...

—O sea... —susurró uno de los asistentes, una muchacha de cortos cabellos azabaches, que tenía la sonrisa torpe congelada en el rostro— O sea que nos haz mentido todo este tiempo, ¿no es así, Lise?

—Lo siento, Scar... —sollozó ella, escondiendo la mirada entre sus cabellos rojos y azules.

Nadie se movió, nadie fue a abrazarla... Como lo había esperado.

Sin esperar nada más, pues sería una pérdida de tiempo tomó su morral, metió en el aquel papel arrugado y enfiló por la avenida sin siquiera mirar atrás, con las lágrimas recorriendo su rostro rápidamente, furiosas e incontenibles. Por un segundo quiso que alguien, que él fuera tras ella, pero eso jamás sucedería... Pues él tenía ya a alguien importante en su vida.

Y sumida en su miseria no pudo ver la máquina. Y sumida en sus gritos de dolor no pudo escuchar la alarma. Y sumida en su tristeza de muñeca rota y defectuosa no sintió el impacto que la arrojó por los aires antes de devolverla al suelo.

Ella supo que aquel era el momento en el que jamás volvería a armarse de nuevo, pero ya no le importaba, pues ellos... Pues él no había ido tras ella.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Todo lo que quieres


Ella corrió a sus brazos con todas sus fuerzas. La sonrisa se extendía por su rostro mientras sus ojos se encontraban con los de él incluso antes de poder darse cuenta. Sintió como sus brazos le rodeaban la cintura, alzándola del suelo y haciendo que el mundo girara sin control, mientras una risa como agua fresca por parte de ambos se extendía en el ambiente.

—Sí me esperaste —susurró ella, asiéndose del cuello de él con fuerza. Aspirando el aroma que salía de los cabellos de él que se mecían con la suave brisa.

—Te dije que esperaría y aquí me tienes, ¿o acaso lo dudabas? —inquirió él por su parte, sonriendo ante el poderoso agarre que había alrededor de su cuello.

—Jamás dudaría de ti, Aramis —dijo ella, sintiendo como sus pies tocaban el suelo de pronto.

Para ser sincera con ella misma, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo allí. A la mañana siguiente debía madrugar y era tarde, muy tarde para que una muchacha con una pila de obligaciones estuviera allí "perdiendo el tiempo". Se encogió de hombros ante sus pensamientos, desterrándolos hacia cualquier lugar mientras se perdía otros interminables segundos en aquellos ojos negros, pero que parecían tener un millón de estrellas en su interior.

En un lugar hay un murmullo
Ya está por entrar
Y está saliendo detrás de tu mente
Tú nunca lo tendrás
Si no lo alimentas
Ahora estás aquí y no sabes porqué

—Estás rara —dijo de pronto Aramis, sorprendiéndola. Ella se encogió de hombros como por inercia, más él no le quitó la vista de encima—. Te vez mal, ¿pasó algo?

—Estoy bien —sonrió con todas sus fuerzas. No quería preocupar a Aramis, solo quería que estuvieran bien y tranquilos.

Aramis no dijo nada, pero sintió como el cuerpo de ella se removía suavemente entre sus brazos, buscando un poco más de calor y protección contra su cuerpo. Sabía que mentía, seguro había tenido, como siempre, problemas con su jefa, que jamás dejaba de hacerle la vida imposible y de tratarla como si fuera un ser sin inteligencia. Él sabía que ella podía demostrar de lo que estaba hecha si solo se mantenía firme, pero ella...

—Cassie, deberías aprender un poco de firmeza —le dijo finalmente, ganándose una mirada confundida por parte de ella.

Por debajo de las rodillas raspadas y las huellas dejadas
En los lugares donde solías aprender
Tú aúllas y escuchas, escuchas y esperas
Por los ecos de los ángeles que nunca volverán

—No entiendo a qué te refieres, Aramis —aceptó Cassie, y no por hacerse la tonta, sino porque realmente no entendía a qué iba el comentario de su amigo.

—Mira bonita —comenzó él, acariciando los cabellos de ella con suavidad—. Está bien que quieras ayudar a otros, pero a veces hay que aprender a decir no.

—¿Porqué dices eso? —consultó ella, acomodándose mejor sobre el regazo de su amigo. Le gustaba estar así con él, que la dejara sentarse en su regazo la hacía sentir un ligero calor en el pecho, un calorcito muy agradable— ¿Hice algo mal?

—No, solo que siempre que traes esta expresión es que algo pasó —explicó Aramis, mirando directamente a los curiosos ojos de la joven que le rodeaba el cuello en un abrazo.

—Pues... No ha pasado nada —gran mentira, pero gran verdad a la vez.

No había pasado nada en su trabajo, pero sí pasaba algo. No entendía qué le sucedía, pero llevaba días sin poder dejar de pensar en su amigo, el que ahora la abrazaba manteniéndola anclada a su regazo. Su amigo, que siempre la recibía con una sonrisa. Su amigo, a quien admiraba tanto. Ese amigo que siempre le decía la verdad, aunque doliera. Porque no es que él quisiera hacerle daño, le había dicho una vez, es que él pensaba que ella se merecía por lo menos eso. Un poco de honestidad sumada a una gran dosis de realidad.

Él es todo lo que quieres
Él es todo lo que necesitas
Él es todo lo que dentro de ti
Siempre deseaste ser
Él dice las cosas bien
En el momento preciso
Pero él no significa nada para ti
Y tú no sabes porqué

Se quedaron en silencio. Cassie porque sabía que si abría la boca diría aquella inquietud y Aramis porque no sabía cómo refutar las palabras de ella. Cassie jamás mentía, no que ahora lo estuviera haciendo, pero sentía que no le estaba diciendo toda la verdad. ¿Porqué? ¿Porqué no le decía qué sucedía?

—Cassie, sabes que puedes confiar en mi —dijo él, presionando solo un poco a la muchacha, que de pronto observaba la lejanía como ida.

—Yo sé, pero en serio... —hizo una larga pausa, meditando si decirlo. Suspiró suavemente antes de continuar— Todo está bien...

—Mírame a los ojos y dímelo —ordenó de pronto Aramis, tomando el rostro de ella entre sus manos y obligando a la muchacha a mirarlo.

—Yo... —no podía observarlo a los ojos, estaba súmamente nerviosa— Aramis, yo creo que me gusta alguien...

Y algo en su corazón se rompió ligeramente cuando vio en los ojos de ella, en esos pozos como un mar de luz y fantasía, un deje de felicidad. Y apenas pudo devolverle el abrazo cuando ella le susurró al oído lo feliz que estaba de descubrir que le gustaba de verdad.

Tú estás esperando a alguien que pueda juntarlos
Tú estás esperando a alguien que te pueda empujar
Siempre hay otra herida que descubrir
Siempre hay algo más que deseas que él pueda decir

No había podido decirlo. Había estado a punto de hacerlo, pero no había podido decirlo. Cobarde, eso es lo que era, una cobarde. Ahora solo podía ver como esos ojos oscuros y estrellados se ensombrecían por momentos sin dignarse siquiera devolverle la mirada. ¡Oh Dios! ¿Porqué tenía aquella expresión tan desolada?

—Me alegra que hayas encontrado el amor, Cassie —dijo él, atrayéndola contra su pecho y acariciando sus cabellos, evitando así que le mirase—. Espero él pueda valorar tu cariño como mereces.

—¿Aramis? —le llamó ella, confundida.

—Dime, Cassie —susurró él sin siquiera mirarla.

Cassie se asustó y su cuerpo, por mera reacción de pánico y terror, comenzó a temblar. Las lágrimas no tardaron en hacerse presentes, comenzando a recorrer su níveo rostro con una velocidad alarmante. El único consuelo que encontró fue apegarse más al cuerpo de su amigo y sollozar quedamente mientras él, alarmado, le preguntaba que sucedía.

Pero ella no tenía el valor de mirarlo a la cara y decirle la verdad.

Él es todo lo que quieres
Él es todo lo que necesitas
Él es todo lo que dentro de ti
Siempre deseaste ser
Él dice las cosas bien
En el momento preciso
Pero él no significa nada para ti
Y tú no sabes porqué

—Lo siento... —hipó de pronto, abrazándolo con más fuerza— Es que... Aramis... Y...

—Ya, tranquila Cassie, no te pongas así —trató de calmarla, volviendo a acariciar sus cabellos suavemente y utilizando aquel tono de voz que ella siempre decía le calmaba—. Respira con calma que nadie te apresura, yo estoy aquí contigo.

—Vale... —terminó por sollozar ella, suavemente y sin prisas, antes de secar las lágrimas que recorrían sus mejillas con el dorso de la mano— Lo siento...

—No tienes de qué disculparte, boba —sonrió él para quitarle importancia a la situación—. No tienes que disculparte por ser humana, Cassie.

—¿Qué sería de mí sin ti, Aramis? —sonrió de pronto ella, con la felicidad llegando de nuevo a sus ojos.

Y eso le bastó para recomponerse y que las dudas y la preocupación se fueran. Esa imagen de ella, sonriendo como siempre hacía, con esa felicidad verdadera llegando a cada centímetro de su rostro, mostrándose como era. Eso le bastaba para sentirse mejor.

Pero tú solo estarás amarrada y lo verás desamarrarse
Es solo por lo que preguntaste siempre
Y tú estarás bien con todo tu tiempo
Es solo lo que esperaste siempre

—Bueno, tengo que irme —se disculpó ella, levantándose de su regazo y mirando el cielo con curiosidad—. Se hace muy tarde ya y tengo que madrugar.

—Siempre te marchas tarde y regresas temprano —le dijo él, desordenándole los cabellos suavemente, ella se quejó haciendo un mohín—. Cuídate y descansa, Cassie.

—Igual tú, Aramis —sonrió, inclinándose hacia él para besar una vez cada una de sus mejillas—. Nos vemos pronto.

—Nos vemos —le escuchó decir antes de comenzar a caminar, atravesando el parque.

Siempre se encontraban allí, era casi una cábala. Y le gustaba eso.

Tal vez no tendría jamás el valor de decirle lo que sentía, tal vez no tendría jamás la fuerza para hacerse notar en él más allá de en los ojos de una bella amistad, pero siendo sincera, no le importaba.

Quería estar a su lado siempre, así solo fuera como su mejor amiga. Quería verlo sonreír siempre, quería que fuera realmente feliz y, a pesar de que ella no aportaba demasiado en esa felicidad, estaba dispuesta a vender su alma al diablo para que él fuera feliz. Después de todo, ¿de qué le serviría un alma, si no podría abrazar con ella el alma cálida y alegre de su ser amado?

Sonrió para sus adentros, esperando que fuera mañana lo más pronto posible. Quería verlo de nuevo y decirle que lo quería mucho.

Afuera de la isla
En la carretera
Atrás en los lugares donde podías haber girado
Nunca te diste cuenta
Siempre seguiste escapando
A la furia de los ángeles que nunca volverán

Porque prefería quererlo así, de esa manera, a arruinar lo tan hermoso que tenían.

Porque prefería que las cosas se quedaran así y huir de sus sentimientos pecaminosos a que su amistad se fuera a la reverenda mierda.

Porque prefería que la viera como su mejor amiga a que se alejara de ella.

Él es todo lo que quieres
Él es todo lo que necesitas
Él es todo lo que dentro de ti
Siempre deseaste ser
Él dice las cosas bien
En el momento preciso
Pero él no significa nada para ti
Y tú no sabes porqué

Y sabía que era mejor que nada cambiara entre ellos...

Yo soy todo lo que quieres
Yo soy todo lo que necesitas
Yo soy todo lo que dentro de ti
Siempre deseaste ser
Yo digo las cosas bien
En el momento preciso
Pero no significo nada para ti
Y no sé porqué...

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Olvidar[te]


Su cabello negro ondeó de manera gracias al tiempo que ella, con sus ojos oscuros como el alabastro observaba la lejanía del basto océano. Tan lejos él se encontraba, al otro lado del mundo él se hallaba, y aún así había sido capaz de llegar a su corazón, aunque ella estuviera lo bastante ciega para no admitirlo. El dolor del corazón roto que había dejado él aún estaba allí, pero una inexplicable felicidad comenzaba a hacerse presente en su pecho, instalándose en la forma de un agradable calor que subía lentamente hacia sus mejillas, tiñéndolas de un suave y brillante carmín. Tal vez, con el tiempo, sería capaz de olvidar y olvidarlo.

Y por sobre todo, dejaría de ser una muñeca rota y recuperaría su capacidad de amar.

Cobarde


Giró sobre sus talones todo lo rápido que su pequeño cuerpo le permitía. Sus cabellos rojos ondearon culpa del furioso viento de diciembre que azotaba las costas de la ciudad portuaria mientras, apretando el móvil en su mano con todas sus fuerzas, recorría las calles a una velocidad increíble para una joven de su tamaño. A pesar de que estaba cansada pues llevaba días trabajando sin parar, eso no fue obstáculo para que, por inercia, su cuerpo comenzara a esquivar a las personas que caminaban por la acera a esas horas de la tarde. De pronto, sin quererlo, chocó con una persona.

—Disculpe —dijo ella de manera atropellada y forzando una sonrisa antes de retomar su marcha a toda la velocidad que podía.

El joven contra el que había chocado apenas alcanzó a decirle que no había cuidado antes de ver desaparecer su espalda entre la multitud. Sintió una punzada en su pecho, pues la joven parecía realmente aterrada. Tal vez era su imaginación, había tenido un pesado día en el trabajo.

¿Quién lo sabía? ¿Quién lo pensó?
Nada en sus gestos lo delató
Nadie la oía, nadie la vio
Girar la cara a su dolor

Ella continuó recorriendo las calles a toda velocidad. Podía sentir su aliento aún en la nuca como hacía mucho tiempo, podía escuchar su voz susurrándole al oído aunque lo hubiera escuchado solo por el móvil. Dios, ¿acaso aquello jamás acabaría? ¿Acaso jamás la dejaría en paz?

Atravesó el parque que tantas veces había fotografiado la última semana y entonces tropezó de nueva cuenta con otra persona. Alterada alzó la cabeza cuando aquella persona la asió en un abrazo poderoso, pero en lugar de encontrarse con el rostro de él, se encontró con el rostro de su nuevo amigo. Drew, allí estaba de nuevo para abrazarla. Se perdió en su pecho un largo segundo antes de separarse y sonreír, aunque por dentro solo tenía deseos de gritar y llorar.

—¿Que pasa, querida? Te vez rara —inquirió el modelo, mirando a la joven fijamente a sus ojos color chocolate.

—No pasa nada, no te preocupes —ahora la sonrisa salió de sus labios de manera más espontanea antes de encender un cigarrillo—. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en otra sesión?

—Nos soltaron antes —susurró él, acompañándola en un paseo corto.

A veces Drew se sorprendía. Ella era tan buena, tan atenta. Cuidaba a su hermano menor con su vida, cuidaba de sus amigos, de otros niños que no podían cuidarse solos. Cuidaba plantas, a personas que ni siquiera conocía, cuidaba animales también y aún se mantenía activa con una sonrisa, aunque las modelos que fotografiaba le hicieran la vida imposible, aunque su jefa fuera un arpía la mayoría de las veces.

—¡Oh Dios! —la escuchó decir y, antes de poder decir cualquier cosa, la vio arrojar la colilla del cigarrillo al suelo y correr hacia un niño que se había caído de su bicicleta.

No pudo evitar que una sonrisa aflorara en sus labios.

Por el parque la vi pasear, ángel hecho mujer
Toda amabilidad
Y aunque estaba llena de dolor
No dejó de sonreír hasta el día final

Al cabo de una hora había podido convencer a Drew de que estaba bien, que todo iba sobre ruedas y que volvería al hostal, más en el fondo de su corazón sentía unas ganas locas por enterrarse viva. Se despidió de él con la mejor sonrisa que pudo fingir y se alejó a toda velocidad, encendiendo un nuevo cilindro de tabaco. estaba tan nerviosa, sentía tanto terror... Pero tenía que mantenerse firme, entera. Si él olía su miedo estaría perdida, tenía que soportar.

Dobló la esquina hacia el edificio en el cual se hospedaba y el móvil volvió a sonar, martilleándole la cabeza con cada pitido. Con su cuerpo temblando de pies a cabeza sacó el aparato del bolsillo, apretó el botoncito verde sin mirar la brillante pantalla parpadeante y se llevó el auricular al oído.

—¿Bueno? —tartamudeó suavemente, ahogada con sus propias palabras. Tranquila, se instó a pensar, lanzando un suave suspiro antes de escuchar la voz al otro lado de la línea.

Si vuelves a colgar el teléfono, pagarás caro —siseó esa voz al otro lado de la línea, arrancándole un escalofrío de terror—. ¿Dónde estás?

—A media cuadra del edificio —susurró ella con la voz contenida. Tranquila, pensó de nuevo, cerrando los ojos y llevándose el cigarrillo a los labios. Solo quiere asustarte, nada más—. ¿Porqué? ¿Acaso olvidas la orden de alejamiento?

¿Olvidas que la orden es por ti, no por él? —su cuerpo se paralizó y un grito de terror quiso escapar de su garganta.

No supo como fue capaz de contenerlo, pero lo hizo.

Creyó que algún día él podría llegar a cambiar
Soñó lo feliz que era con él
Lloraba a escondidas intentando callar la verdad
Maldigo al que pegue a una mujer
¡Que el infierno se cebe con él!

No había podido pegar ojo en toda la noche. Se había mantenido agazapada junto a la cama, rodeando sus piernas con los brazos y apoyando el rostro sobre las rodillas. Sus pantalones estaban empapados culpa de las lágrimas que no habían dejado de fluir desde sus ojos color chocolate. Quería gritar, quería desparecer de la faz de la tierra. ¿Dónde estaría? ¿Qué estaría planeando su podrido cerebro? Dios, tantas cosas llegando a su cabeza, tantas imágenes, tantos recuerdos.

Apoyó la cabeza en la muralla con cuidado, los mechones de cabello rojo pegándose a su rostro anegado en un rictus de dolor y desolación. Tenía que mantener la cabeza fría, tenía que mantener la calma y pensar con cuidado cual debía ser su siguiente movimiento. Lo primero, hablar con el abogado. Lo segundo, enviar a su hermano a algún lugar donde él no pudiera encontrarlo jamás. Tercero y final... Enfrentarlo en el divorcio.

—Estoy hasta el cuello... —gimió, levantándose del suelo con cuidado.

Sus extremidades gritaron de dolor cuando un calambre la tiró de bruces al suelo, cosa normal si pasabas más de cinco horas en la misma asquerosa y deplorable posición. Y no encontró las fuerzas en su interior para levantarse, por lo que se quedó allí tendida en el suelo de la habitación, sin deseos de levantarse, de pelear más.

No te rindas, dijo una voz en su cabeza, la voz de quien le había dado el impulso para continuar adelante, quien le había dado el valor de romper su cárcel de cristal. No quería rendirse, pero mantenerse en la pelea se le hacía cada vez más difícil, cada vez más agotador. No quería rendirse, pero cada palabra de él era como un puñal envenenado dirigido directamente a su corazón.

Lentamente sus ojos se fueron cerrando culpa de las horas en vela, culpa del cansancio mental y emocional al que estaba sometida. No le importaba tener que trabajar en un par de horas más, no le importaba morir de hambre si eso significaba quedarse en aquellas estrechas pero seguras cuatro paredes. Con un último suspiro de dolor y agonía, ella se unió a Morfeo.

Creyó que algún día podría llegar a cambiar
Soñó lo feliz que era con él
Lloraba a escondidas intentando callar la verdad
Maldigo al que pegue a una mujer...

—¡Preciosa, que bueno que despiertas! —escuchó que le decían nada más abrir los ojos.

Se incorporó en la cama con cuidado. ¿Dónde estaba? Porque aquella no era la habitación en la que había estado, aquel no era el lugar en el que se había dormido, ¿o desmayado?

—¿Dónde estoy? —consultó confusa, mirando aquellos ojos como el cielo de manera dubitativa.

—En mi casa, te dormiste en el suelo de una de las habitaciones del hostal de Margareth —contestó él de manera atropellada antes de alargarle un vaso con agua a la joven. Ella bebió ávidamente y él esperó paciente hasta que ella dejó el vaso a un lado—. Tienes algo que decirme.

—¿Eh? —susurró ella confundida, abriendo desmesuradamente sus ojos color chocolate— Ay Drew, lo siento, sé que falté a mi trabajo y seguro la arpía de...

—No es con el trabajo —negó él, suspirando. O bien ella era tonta o demasiado inocente, pero lo cierto era que no sabía mentir. Tomó el móvil de ella entre sus manos y mostró el número de llamadas perdidas con apremio—. Cincuenta llamadas perdidas, treinta mensajes de texto, cinco mensajes de voz.

—Seguro es de mi hermanito... —intentó arrebatarle el móvil de las manos, pero él fue más rápido. ¡Dios, no!


—Los mensajes de texto, amenazadores —mostró él con cuidado. Lo cierto es que mientras los leía, una punzada de dolor helado se había instalado en sus entrañas—. Los mensajes de voz son insultos y más insultos.

—Puedo explicarlo —gimió ella, con nuevas lágrimas rodando por sus mejillas.

—Te escucho, preciosa —dijo él, sonriendo suavemente para alentarla.

Lentamente, ella comenzó a relatar su historia.

Creyó que algún día él podría llegar a cambiar
Soñó lo feliz que era con él
Lloraba a escondidas intentando callar la verdad
Maldigo al que pegue a una mujer
¡Que el infierno se cebe con él!

—¿En que pensabas cuando decidiste no contarme? —gruñó él. No estaba realmente enojado, pero le sorprendía la ingenuidad de ella, sobre todo con aquella actitud tan vivaracha que solía mostrar a veces.

—Lo siento... —agachó la mirada lentamente, mirándose las manos apretadas en puños sobre las mantas. Tonta, tonta, tonta, se reprendió mentalmente, abrumada.

Y es que solo eso le faltaba, que Drew se enterara de aquella manera de lo que le había pasado. No, siquiera eso era lo que la hacía sentir deprimida y estúpida, era el hecho de que se hubiese enterado lo que la hundía más en su miseria. Quería tratar de arreglar eso sola, ya había tenido suficientes problemas luego de contarlo una vez, ya había tenido problemas una vez por soltar la lengua en lugar de quedarse callada como una "chica buena".

Escuchó durante unos minutos a su compañero modelo despotricar e insultar a los cuatro vientos, pero ella le escuchó la mitad de lo que decía, y eso con suerte. Su mente estaba preocupada de memorizar los mensajes de texto y las grabaciones de los mensajes de voz en su móvil que otra cosa, por lo que se perdió la mitad de la perorata del modelo.

Luego se distendió de él con la excusa de cambiarse, por lo que se escabulló al baño, móvil en mano y preparada para discar aquel número de teléfono que conocía más que bien. El primer tono de la bocina fue un segundo horrible en el que todo su cuerpo tembló. El segundo se obligó a sí misma a calmarse, a guardar paciencia y encontrar un poco de estabilidad para que su voz no se quebrara. Al fin, en el tercer tono, esa voz habló y ella, como nunca, se sintió con fuerzas para enfrentarlo.

Pensé que te habías acobardado —dijo él de manera burlona. Aún ella, allí sola, podía verlo frente a sí misma, con esa sonrisa de triunfo burlón en su moreno rostro. Apretó los ojos un segundo y se armó de valor.

—Yo no soy una cobarde como tú —le espetó, y su voz salió tan endurecida que hasta ella se sorprendió de su valía.

Será mejor que controles tu lengua si quieres que tu hermanito esté entero —dijo él, amenazador. Por un segundo de nuevo ella fue capaz de sentirlo a solo un paso de su cuerpo, con los puños preparados para lastimarla. Un nuevo suspiro y las palabras fluyeron solas.

—Si tocas a mi hermano vas a conocer quien soy de verdad, zángano —eso era mucho más de lo que había esperado decir, por lo que otra vez se encontró sorprendida de su valor. De pronto se sintió fuerte, poderosa por primera vez, y eso le gustó—. Tu problema es conmigo, así que arreglemos esto entre nosotros.

Bueno, princesa —se burló él, al parecer sin amedrentarse de las palabras de la joven. Eso fue suficiente para tirar sus ánimos al suelo—. Arreglaremos esto entre los dos y luego veremos si eres tan fuerte como quieres parecer.

Quiso replicar, pero ya era tarde. Él había colgado la llamada.

—¡Te odio! —gritó ella, como si él fuera capaz de escucharla, antes de desplomarse sobre sus rodillas en las baldosas del baño— ¡Cobarde! ¡Cobarde! ¡Cobarde!

Y allí se quedó, buscando de nuevo la manera de enfrentarse a él...

lunes, 19 de diciembre de 2011

Abriendo el Pecho [Carta a uno mismo]

A veces es bueno admitir las cosas que uno siente y ponerlas en un lugar significativo. Nos gusta conocernos, pero más nos gusta que nos conozcan. Es extraño, pues aunque estas palabras van dirigidas solamente a mi, en el fondo anhelo con que las personas vean y lean lo que siento y que de mis temores y mis sentimientos ellos se sientan representados. ¿Quiero decir con esto, acaso, que quiero ser una valiente destacada? Quizás, quizás no, pero es lo que hay.


Estuve pensando también que tipo de etiqueta debería llevar esta entrada y, al no poder decidirme por una sola, pues puse los grupos que más se aferraban a las palabras que están por aflorar, a pesar de que estas palabras se apegan a mi carácter que desea siempre mostrar la parte introductoria de cualquier cosa. Es extraño, pues lentamente he comenzado a escribirme a mí misma como si le escribiera a un extraño, con protocolo y decoro, con un saludo, un texto de fondo y una conclusión, más estas palabras van dedicadas a todos y a la vez a nadie en especial. Dedicadas a quien quiera tomarse un segundo de su tiempo para detenerse y observar este pecho que está abierto, y que sangra en palabras de colores. Y creo que ya comienzo a sonar redundante.


Hoy, al igual que todos mis días desde hace casi dos semanas, ha sido un día lleno de emociones. En el fondo siempre está sembrada la duda [¿Me quieres? ¿Te quiero? ¿Somos un capricho?] y por mucho que trato de responder esas interrogantes, no me siento capaz de hacerlo, así que espero a que alguien me observe, me mire a los ojos y me de las respuestas que necesito. A veces, durante estos días, he sentido la inmensa necesidad de echarme a llorar abrazando una almohada y tratando de aceptar que la situación es así y que, a pesar de estar juntos, nuestras almas están en polos opuestos y buscan cosas realmente diferentes. Hemos llorado y reído juntos, pero en realidad no estamos juntos, ¿o sí? No lo sé, te siento lejos, pero más que tú estés lejos, la que está perdida soy yo. ¿Podré encontrarme si no estás aquí?


Ahora estoy escuchando una canción, no sé si la conozcas [tal vez sí, tal vez no. Tal vez te la canté alguna vez, tal vez olvidé mencionarla, da igual] y puedo decir, sin temor a que suene falso o hipócrita, que su letra va dedicada a ti. Sí, lo sé, soy una persona que siempre está dando señales de cariño, pero como dice una humorista que vi una vez: Si eres una mujer fea, estamos mal, pero te puedes salvar con tu inteligencia. Pero si además de ser fea, eres tonta y, encima de todo, no tienes carisma, estamos sonados, nena.


Tal vez no seré una chica hermosa, a pesar de no ser fea, no soy bonita, soy una chica más que físicamente no destaca por nada más que no sea su cabello rojo, por lo que tengo que salvar con otras cosas, con otras cualidades. Ya he admitido que soy tierna y ha quedado claro que mi cerebro tiene lo suyo, pero más allá de eso, no soy graciosa y normalmente los hombres tienden a sentirse intimidados cuando una mujer muestra señales de inteligencia superior [si es que se le puede llamar así], por lo que todo lo que me queda es usar mi casi nulo encanto para ser una persona agradable que derrocha amor. Ahora bien, que no se mal interprete. No muestro abiertamente la forma de querer que tengo solo para ser aceptada, me muestro así porque es la única forma que me queda de destacar sin utilizar los métodos de arpía hija de su madre que trataron de enseñarme a ser desde niña. Además, me gusta demostrarle a las personas que amo, que les amo.


Ahora volvamos a ti, querido. ¿Piensas en mi? ¿Me quieres? Muchas preguntas que yo no sé contestar y que tú no te dignarás jamás a contentar. Y pensar que esta carta va dedicada a mi, pero está tomando el rumbo de la carta a un amante, a pesar de que tú y yo no somos nada más que... ¿Qué? ¿Qué somos, querido? ¿Somos amantes? ¿Somos amigos? ¿Somos algo más que conocidos? Yo puedo decir sin temor a equivocarme que siento un gran afecto por ti, pero lentamente estoy comenzando a arrancarte de mi corazón, pues de momento es lo más sano que encontré como respuesta. Abrir mi pecho fue la parte fácil, lo más sencillo de esto, pero la parte complicada vino después, cuando hice una mirada en retrospectiva hacia tu recuerdo gravado a fuego en mi piel y mi mente, en mi alma, para darme cuenta que estás asido más firmemente a mi corazón congelado de lo que quiero aceptar. Así que corrijo, no voy a arrancarte de mi corazón [de momento], pero sí voy a suprimir [o intentar suprimir] lo que siento para no destrozarme más...

Dejó el lápiz sobre la mesa y miró la hoja que se extendía frente a ella. Tenía manchas de vino, quemaduras de cigarrillo y estaba arrugada de tantas veces que sus manos habían intentado detener las letras que fluían desde su mente hasta su mano y de allí, con la extensión del bolígrafo negro, hasta el papel.

—Necesito otro trago... —susurró levantándose de la silla, encendiendo un nuevo cigarrillo y arrojando aquella carta a la chimenea.

Ya había soltado lo que tenía que soltar, ahora solo debían consumirse aquellos sentimientos obscenos.

La Danza de Hyde


Se plantó en el escenario como siempre lo hacía, con garbo y orgullo, con la barbilla en alto y aquella mirada de superioridad que siempre mostraba cuando de cantar se trataba. El cigarrillo reposando en sus delgados y pálidos dedos hizo la trayectoria hacia sus labios cuando los aplausos previos se alzaron como mariposas en el ambiente viciado. La música comenzó, ella tomó el micrófono en su mano izquierda y sonrió, mirando esos ojos que desde la lejanía se clavaban en su persona. Esa canción iba para él y se lo había dejado claro en aquel mensaje de texto.

No fue al nacer la lucha entre sus egos,
los dos opuestos por un mismo ser,
tan adorable pero tan perverso
que nadie sabe quién es ahora él.

Esos ojos parecían burlarse de ella como diciendo "¿Qué? ¿Ese es tu mejor esfuerzo para hacerme sentir mal?", por lo que ella impregnó su voz de toda la bronca que le era posible, pero sin perder en ningún momento aquel matiz de dulce femme fatale que poseía desde... Desde siempre.

Una mirada siempre pasajera,
un pasajero por el bien y el mal
y sus mentiras siempre mis verdades
y es mi verdad con la que mentirá.

Anda Hyde, ven, intenta hacerme caer, intenta hacerme dudar de estas palabras, pensó ella, sin dejar de perder el hilo de su canto mientras los instrumentos parecían estar a punto de cobrar vida propia de tanta intensidad y tantas emociones eran capaces de dejar en el ambiente. Los espectadores saltaban y se movían extasiados, embelesados por su voz y su fina silueta femenina moviéndose a través del escenario.

Libera su pasión,
se oculta el corazón,
tus manos sobre mí
no las quiero nunca más.
Espera en su rincón
caricias que ahora son,
espinas en mi piel
alimentan tu dolor.

Y allí estaba la expresión que ella había estado buscando desde hacía meses, desde que él había comenzado aquel absurdo juego en el que rompía su corazón en un golpe traicionero y ella, como la mujer tonta que era, se preocupaba con esmero en volver a dejarlo como antes, con los mismos encantos sumisos para que él volviera, le diera un par de caricias en el cabello rojo como fuego y tomara su corazón, besándolo casi como se besa a un amante antes de volver a arrojarlo contra el pavimento. Por eso el corazón que le estaba entregando no era de cristal, sino más bien del más frio y duro acero.

Fue la pasión destruyendo al más cuerdo,
sonrisa, llanto, fue la decepción,
soy la serpiente que has domesticado,
y en el silencio atacare a traición.

Él la había transformado en lo que ahora era, y ella pensaba que más le valía ni quejarse. Hyde, como había comenzado a llamar a aquel amante casual que le brindaba palabras de amor antes de romperla en mil pedazos era un tipo bueno y agradable cuando una olvidaba que era de romperte en mil pedazos y aún así lograr llevarte a su cama en el más cruel de los engaños. Pero ahora tú eres el engañado, el traicionado, el herido, Hyde. Me enseñaste tu danza, ahora te aguantas.

Libera su pasión,
se oculta el corazón,
tus manos sobre mí
no las quiero nunca más.
Espera en su rincón
caricias que ahora son,
espinas en mi piel
alimentan tu dolor.

Las decisiones ya estaban más que tomadas. Él, con su rostro altivo, estaba orgulloso de lo que había creado, de la mujer en la que había transformado a esa niña. Incluso su voz se escuchaba diferente al cantar y por eso ahora que la escuchaba como un espectador más, por eso ahora que la observaba y notaba que no era el único que seguía sus sensuales movimientos... Se había dado cuenta que no podía dejarla marchar, pues sería el peor error de su vida. Pero ella en ese momento se veía tan inalcanzable, tan intocable, llenando con su voz ardiente como sus caricias aquel espacio sofocante. Y ella parecía saber lo que él pensaba, pues sonreía al cantar con una satisfacción que era por demás alarmante.

Si fueras él, perderías la razón
si fueras él, mi amor.
En su triste oscuridad
buscas su calor.
De su otra mitad
¡De su otra mitad!

Por alguna razón ella podía sentir a su endurecido y congelado corazón, aquel que estaba casi muerto, latir con una cadencia que hacía muchísimo tiempo no sentía, una cadencia que la llenaba de paz, calma y satisfacción. Aquel mirar desde la lejanía, aquella expresión de dolor que se camuflaba de manera torpe en las expresiones de éxtasis total... Debería sentirse como una ganadora, pero la cadencia de su corazón perdió la estabilidad y terminó, como muchas otras veces, rota.

Libera su pasión,
se oculta el corazón,
tus manos sobre mí
no las quiero nunca más.
Espera en su rincón
caricias que ahora son,
espinas en mi piel
alimentan tu dolor.

Cuando su voz se apagó y la música dejó de sonar, ella bajó del escenario como alma que lleva el diablo al tiempo que se llevaba un cigarrillo a los labios de manera airada y torpe. En su loca carrera por alejarse y obtener de paso un poco de aire fresco, no notó que era observada de cerca. De demasiado cerca.

Nada más salir del bar, la retuvieron del brazo y ella, inocente como solía ser, volteó a ver con una expresión entre indignada y asustada. Hyde estaba allí y de pronto su corazón congelado y casi muerto saltó de su pecho en una explosión de emociones ardientes.

—Linda canción —dijo él, con una sonrisa torcida en los labios, sin dignarse a soltar el agarre de su delgado brazo.

—No esperaba que te gustara —contestó ella, poniendo su mejor cara de pócker pero sin poder evitar que sus mejillas se sonrojaran de forma violenta aún ante el frio de la noche.

—Ven aquí, Bri...

Y Bri no pudo evitar que él la asiera entre sus brazos con fuerza posesiva en sus movimientos, estampandola entre su cuerpo y la pared de la entrada del bar, acercando sus labios peligrosamente a los de ella. Tampoco pudo evitar que aquel beso demandante y fogoso llenara cada fibra de su ser en espasmos de dolor agónico al que estaba tan acostumbrada y, a la vez, que la llenaba de un sentimiento de amor profundo.

Hyde y su danza. Hyde y sus besos. Hyde y su posesión.

Siempre encontraba la manera de hacerla caer.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Mundo de Fantasía


Y allí estaba ella.... De nuevo.

Estaba atrapada en el silencio de aquella absurda situación y le importaba un bledo, porque estaba cansada de eso, porque estaba harta de sentirse así. A veces sentía deseos de tomar una maleta con sus libros preferidos, un poco de dinero, unas hojas y lápiz para luego salir por la puerta sin mirar atrás y perderse en su pequeño mundo de letras, lejos de todo y de todos para dejar de sentirse una inútil ante cada mirada que se posaba sobre su persona.

Sobre todo por su mirada, por esa mirada.

¿Iba a armar aquella maleta con su mundo de fantasía? No

¿Iba a salir por aquella puerta para no volver hasta que estuviera mejor? No.

¿Iba a hacer algo más que estar allí sentada con la amargura atravesando su garganta? No.

Su corazón, roto y maltratado una y otra vez de manera constante para volver a ser armado por sus manos gentiles. "Perdóname", le decía él, y ella era una gran estúpida pues le perdonaba una y otra vez. Y aunque él no pidiera disculpas ella se mantenía a su lado, al pie del cañón por el solo hecho de que en él había pintado a su príncipe azul, o verde, o escarlata, o del color que fuera. Aparte de crear un mundo de fantasías en el que su amor era real luego de ese primer "Creo que te amo", no había parado de dibujar, de danzar, de escribir, de soñar con más fuerza.

—Creo que me haré homosexual —susurró llevándose el cigarrillo a los labios, cerrando los ojos con una lágrima rodando por su mejilla.

—No digas esas cosas, preciosa —trató de animarla su mejor amiga de la vida, pero ella no necesitaba ese consuelo. Necesitaba que ÉL fuera tras ella.

—No me ama ni lo hará jamás, me mintió y esa es la verdad. Todos siempre rompen mi corazón, así que voy a cambiar las cosas —dijo de pronto ella, decidida y fría, cansada y hastiada de todo, pero por sobre todo de sí misma—. Como no me nace ser una hija de su madre con todos los hombres, pues me inclinaré hacia las mujeres porque algunas de ellas sí saben que es el amor.

—Guapa, no hagas estupideces —dijo su amiga, con sus ojos ébanos desbordantes de compasión.

—Tienes razón, es una estupidez —y tal y como había venido, su decisión se esfumó como agua cayendo a la acera caliente—. ¿Cómo puedo dejar de sentir esto por quien no me ama? ¿Cómo lo arranco de este destrozado corazón?

Porque esa era la verdad, necesitaba sacarlo de su ya destrozado, congelado y moribundo corazón, pero mientras más trataba de olvidar, su recuerdo se aferraba con más fuerza, causando un daño brutal. ¿Cómo arrancar algo que lucha, inconscientemente, por mantenerse allí? ¿Cómo sacarlo, si apenas intentas tocar te quema, te abraza como fuego y te hace delirar?

Al parecer, en su mundo de fantasía, ya no había nada perfecto.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Hoy... Reflexionando

  Como dice el título de este Update, hoy me tocó reflexionar.

No diré lo que tengo que decir a modo de relato, poema, verso o canción, NO. Ahora, siendo las doce con cuarenta y dos de la mañana voy a escribir tal y como me salga de la cabeza, tal y como lo siento, sin decorarlo ni mucho menos.

¿Razón?

Porque me dio la jodida gana.

Primero que todo y antes que nada, tengan muy buenas noches y sean muy bienvenidos en este mi humilde Blog. Espero estén preparados para la sarta de insultos/obscenidades/y otros similares que habrá a continuación. Ahora, sin más, el "descargo/reflexión".

Como todos sabrán, la internet es amplia y uno puede encontrar cosas para todos los gustos de todos las formas, colores y sabores que se les antoje así que, en uno de mis tantos ratos de ocio pululando por allí me encontré con el Blog de Ichigo pero no soy friki, una chica que tiene pensamientos de todos lo gustos, colores y sabores para escoger y, leyendo y leyendo, me encontré con una frase muy interesante, que me hizo asentir en forma de acuerdo y, además, me sacó una sonrisa boba de los labios. Acá la frase:

Los amores son como machucones en el dedo, te duelen, pero aprendes a no meter el dedo en cualquier lado.

¿A que está fabulosa? ¡Y tiene un resto de razón que... Oh Señor!

Bueno, acá las consecuencias de leer la dichosa fracecilla.

1.- Asentimiento:
Ichigo tiene razón. No sé y no me importa de donde carajos sacó la frase, pero tiene toda la jodida razón.
Seamos sinceros, todos hemos sufrido por lo menos UNA vez por eso que llamamos "amor" y que no tenemos idea de quien fue el payaso aburrido al que se le ocurrió inventarlo y vamos, continuemos con la sinceridad; CUANDO TE ENAMORAS TE DUELE MÁS QUE UNA PUTA PUÑALADA EN EL CEREBRO. Y el que se atreva a negarlo es el mayor mentiroso de la historia.
Cuando te parten el corazón (metafóricamente hablando), te preguntas, textualmente... ¿Qué mierda vas a hacer de allí en más? Digo, la luz de tus ojos te dejó por otr@, te engañó o qué se yo, pero somos tan torpes que sentimos que se nos va a terminar el mundo en ese segundo (y cuidado para los que piensan que el 2012 se acaba el mundo, pórtense bien con su enamorad@).
Los primeros días/semanas (dependiendo de que tan grosero fue el quiebre), te la pasas llorando sobre la leche derramada y te transformas en un EMO hijo de su madre que no sabe hacer más que andar dando lástima por allí con expresión de alma en pena. Pero a medida que pasa el tiempo, comienzas a enfriar tus EMOcionalmente traumados pensamientos y te centras como el ser humano genial que eres, te dices a ti mismo: Mismo, ahora aprendiste que los cabrones (as) que conoces en el bar con cinco tequilas encima son unos imbéciles hijos de su gran madre.
Luego de eso el dolor se va y... ¡Tarán! Aprendiste algo nuevo y ese algo se llama MADUREZ.

2.- Sonrisa:
Es que no pueden decir que no, si lo hacen son unos ñoños aburridos sin vida pseudo-romántica. La frase es buena, pegajosa y encima está en la razón. Quien no sonríe con una frase que tiene esos tres factores no puede entrar en la categoría de ser humano. ¡He dicho!

3 (y no nombrada más arriba porque me acabo de acordar).- Nostalgia:
Soy lo suficientemente masoquista para recordar cada uno de mis "amores" fallidos y decirme a mí misma: Misma, eres una jodida inmadura porque todos aquellos errores que cometiste no son más que un poco de arena en los ojos. Con un poco de agua limpia y aire se hubieran solucionado.

~Acá cayó un trueno y su servidora se fue a por café, vuelve en diez minutos~
Bueno, he vuelto dispuesta a continuar con esta descarga/reflexión del año. Ahora escribiré cosas que no tienen NADA que ver con lo anterior, pero si tienen TODO que ver con lo que siento en este minuto. ¿Caótico, no?

Okey. En mi pequeño lapso en la cocina estuve pensando y llegué a la conclusión de que... ¡Joder, no soy tierna!

¿A qué viene esto?

Sencillo: CADA PERSONA QUE CONOZCO ME DICE QUE LO SOY.

Seamos sinceros, mundo, ya que estamos en eso. ¿Qué persona "tierna" escribe más de cinco palabras obscenas por cada treinta segundos? No creo que alguien más tenga el don de hacerlo y, orgullosamente digo, puedo hacerlo, ¿algún problema con eso? [Acá ustedes niegan]. Ya decía yo.

Bueno, el punto es que... Que... ¡Que no hay un jodido punto! Es hora de, aunque me duela en el alma y las mejillas se me enciendan más que un semáforo en luz roja, aceptar la realidad, aunque sea cruel.

Tengo una voz aguda y tierna, soy del porte de un llavero de bolsillo (de los pequeños), mis mejillas siempre están sonrojadas (dándome el aire de muñeca de porcelana según un amigo), mis ojos son demasiado grandes, cosa que hace que mis anteojos no me favorezcan y... ¡Dios santo! ¡Aún con maquillaje oscuro me veo como una niña de once años! Esos son los factores que me hacen "tierna" a los ojos de los demás.

Ahora bien, dejemos el lado físico de esto y vamos a los terrenos más EMOcionales/intelectuales o como sea.

Según lo que me han dicho (en esto soy completamente imparcial), mi actitud, personalidad y mentalidad es sumamente tierna (cosa en la que discrepo profundamente). Mis expresiones típicas como "awww", sumado a mis caritas (Ejemplos: :3 <3 <3 y variantes "tiernas") y como bonus track mi manera de expresarme, formal y atenta [eso es por naturaleza (?)] me hacen "una cosita tierna" a ojos de mis amigos/conocidos y todo eso.

En el ámbito intelectual debo decir, sin querer parecer egocéntrica o narcisista, que tengo lo mío. Soy una chica culta, si me hablan sobre algo puedo decir que soy capaz de opinar de manera acertada en el tema, tengo un buen vocabulario, poseo una ortografía casi envidiable (nunca he tenido que usar la corrección automática del Word) y, además, sé de libros, política (aunque la odio), leyes, medicina y todo eso que para el común de los mortales es importante en una reunión social de calibre. Puedo explayarme más en este punto, pero seré sincera, me da una pereza suprema el hacerlo y, como dije, no quiero pecar de narcisista.

Y como creo que ya me alargué demasiado en este Update, solo me queda decir para finalizar que, siendo las una con cincuenta de la mañana, no he llegado a ninguna conclusión sobre lo que mi loca cabeza siente/piensa y otros, así que, por desgracia, este post ha sido casi una completa pérdida de tiempo. Lamento haberles hecho perder el tiempo leyendo esta babosada, pero creo que sacarlo de mi sistema me ha animado.

Y seré más sincera ahora, tengo alcohol en las venas.
Nos leemos, gente. Que la fuerza los acompañe y les aseguro que una cosa así no se repetirá hasta el próximo año.

¡Bye~!

viernes, 9 de diciembre de 2011

Te Quiero Caballero

Así de simple, así de sencillo.


Podemos pelear, tener diferencias, podemos tener una "pseudo-pelea-bloggera"...


Pero te quiero, te quiero mucho, te amo-adoro ^-^

Contestando la carta del Caballero


Ella tomó papel y pluma, inclinándose sobre la mesa luego de leer aquella corta misiva sin remitente. Sabía de quién venía, podría reconocer esa caligrafía así estuviera ciega, podría reconocer esas expresiones así jamás las hubiera escuchado antes. ¿Porqué él no confiaba en ella? ¿Porqué él no podía creerle?

—Jamás hubiera hablado si no hubieses insistido —le habló a la nada, como si esas palabras pudieran llegar hasta él.

Tal vez no llegarían jamás. Tal vez no quería él saber más nunca de ella. Tal vez se sentía traicionado luego de tantas traiciones por parte de los demás. Pero ella le había jurado por lo más sagrado que tenía, le había jurado por un recuerdo. Le había jurado que ella jamás lo lastimaría...

Pero iba a defenderse de aquello como mejor podía hacerlo. Mojó la punta de la pluma en el frasco de tinta, estiró el pergamino con cuidado y se acomodó en su silla a la luz de las velas, dispuesta a ser lo más clara, directa y sincera posible. Aunque ella siempre pensó haber sido sincera.


-~-


Caballero:


En mi defensa


Nadie resiste tanto dolor...
Tal vez no, tal vez suene irreal, pero es la verdad. Y citaré algo que una vez leí, no recuerdo en qué lugar: El mal siempre es posible, la bondad es eternamente difícil. En un mundo en el que existe tanto mal, en el que existen tantas personas que lastiman a los demás sin razones, ¿es tan difícil creer que aquella clase de dolor existe? O incluso, ¿es tan difícil creer que alguien puede resistirlo? ¿Tan débiles son las personas ahora?

Nadie vive demasiado sobre la tormenta...
No siempre he vivido sobre la tormenta, pero si he de reconocer que fue mi error el acobardarme durante mucho tiempo y, además de eso, ver solo el lado medio vacío del vaso que plantaron frente a mi. Pensé no tener la fuerza para superarlo todo, aún cuando me lo repetías cada día con una sonrisa paciente. Hoy me siento capaz de hacer que la tormenta se detenga porque le perdí el miedo, y le perdí el miedo por temor a perder algo mucho más importante.

Nadie debe utilizar la mentira para encontrar el amor...
Jamás mentí, siempre fui sincera, lamento que se mal interpreten mis palabras. Ahora otra frase que leí en otro cierto lugar: Cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da, nada es más simple, no hay otra norma, nada se pierde pues todo se transforma. Nunca fui tan desdichada como parece, pero como mencioné antes, estaba demasiado inmersa en mi propia oscuridad para ver que estaba recibiendo cosas maravillosas. Lamento no haber tenido la entereza de darme cuenta antes de que las cosas se torcieran, pero ahora que tengo la frente en alto, lo aclaro. NO MENTÍ. Puedes creerme o no, tengo la consciencia tranquila.

Si atención se busca, verdad se debe contar...
Reitero, siempre fui sincera. Inmadura, sí. Ciega, sí. EMO-cionalmente inestable, también. La verdad reside en corazones que pueden cargarla. La vida no es justa, dicen. La vida es horrible, dicen. La verdad os hará libres, dicen. No deseo atención, incluso, prefiero pasar desapercibida pues así evité muchísimos conflictos, pero creo que antes de conocerme tuviste la desgracia de conocer personas horrendas. ¿Necesitas descargarte? ¿Necesitas explotar? Explota y arde, pues no estarás solo. Aunque no me quieras a tu lado, estaré allí y esa, querido, esa es la verdad.

Si amor se quiere, confianza se ha de dar...
¿Y si la confianza estuvo allí por un lado, pero del otro la duda era mayor? Vivimos en un mundo donde las personas engañan para tener, para ganar un lugar en el que estar, pero jamás hay que olvidar que que existen personas que dan confianza sin esperarla de vuelta, aunque cuando se dan cuenta de la duda en el corazón del otro su mundo se derrumba como un castillo de naipes. Sé que suena hipócrita decir que no espero nada a cambio del cariño que entrego, nada más que un saludo, pero es la verdad. No eres el único, Caballero, que se ha detenido a ayudar a una damisela en apuros.

A un hombre nunca le mientas ni lo lastimes...
Otro dicho: No le hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti. Sea hombre o mujer, la persona que esté frente a ti es un ser humano también, con sus defectos y virtudes, con sus risas y sus llantos. Si puedes hacer algo para secar sus lágrimas y darle cinco minutos de risas, hazlo, pues un día, tarde o temprano, esa pequeña semilla de amor dará frutos y podrás sentirte bien contigo mismo porque hiciste algo bien, por ti y por esa persona. Conozco lo que es el dolor, sé que tú también, por eso somos sinceros y no nos lastimamos. La duda nos hizo esto, no nosotros, Caballero, estoy segura de ello.

Porque aunque por fuera luzca fuerte e indolente...
Nadie es así, nadie "luce". Los seres humanos estamos compuestos por Voluntad, Valor, Amor, que son las cosas que nos ayudan a salir adelante. Voluntad por vivir un día más junto a quienes amamos. Valor por enfrentar un día más al mundo, con sus personas, con sus fuerzas, solo para irnos con una sonrisa de orgullo propio a la cama. Amor... Está de más decirlo, las personas no somos islas, necesitamos de los demás para salir adelante, para sentirnos bien porque solos no podemos. Un mundo en solitario es muy oscuro. Tu fuerza es tu voluntad, si tu voluntad duda, tu fuerza lo hace.

Su corazón puede ser más blando que un algodón...
Está demostrado, aunque nadie quiera creerlo, que los hombres son muchísimo más sensibles que las mujeres, pero están obligados a permanecer enteros pues nosotras les necesitamos a ellos para mantenernos enteras. Es un círculo de nunca acabar, pero así es la realidad. Por eso, porque entiendo el dolor que puede cargar el corazón de un hombre es por lo que soy incapaz de lastimarlo, por lo que no puedo ser una mala persona con ellos.

No espero que me creas, solo quería mostrarte lo que siento y pienso, pues como dije antes mi consciencia está tranquila. ¿Es esto un intento desesperado por arreglar las cosas, poder sentarnos a charlar y tratar este asunto como los amigos que se supone que somos? SÍ, si lo es. Sentirme mal o preocuparme no cambiará nada, si lo pensara significaría que vivo en otro planeta con un concepto diferente de realidad, pero vivo en el mismo planeta que tú, las cosas no son diferentes. En lugar de sentirme mal estoy tomando cartas (literalmente) en el asunto porque no quiero, y lee bien esto, NO QUIERO PERDER A UNA DE LAS PERSONAS QUE ME DA LA FUERZA.

Te estoy infinitamente agradecida por prestarme tu hombro en más de una ocasión, pero estoy más agradecida de que, de buena o mala manera, de manera bizarra o no, hayas tenido los pantalones de decirme en mi cara "no te creo, demuestra lo contrario". Si me dices la forma en la que debo demostrarte mi sinceridad, estoy dispuesta a venderle mi alma al diablo para conseguirlo, porque si hay algo en este mundo por lo que vale la pena luchar, es por tu amistad, Caballero.

Un abrazo con toda el alma.

-~-

Selló la misiva con cuidado, se acercó al halcón que la esperaba, amarró la nota en su pata y lo soltó, observándolo alzar el vuelo con un suspiro escapando de sus labios y lágrimas rodando por sus mejillas. Necesitaba algo caliente para sacudirse la tristeza antes de volver a andar, aún le quedaba un largo camino por recorrer.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Confianza


Siempre callada, siempre discreta.

Las chicas buenas se mantienen así, en silencio, muy quietas y siguiendo las órdenes que se les dan.

Las chicas buenas no mienten, siempre dicen la verdad cuando deben decirla, más jamás hablan de sus sufrimientos ante los demás.

Las chicas buenas se mantienen en silencio y escuchan. Solo dan su opinión si se les pide y sonríen de manera recatada.

Las chicas buenas son de confianza, porque se les ha enseñado a no hablar, solo a escuchar.

Cuando una chica buena rompe su mudo juramento de mantenerse quieta y comienza a ser independiente, es cuando se desata el caos...

Y la confianza se pierde.

He demostrado lealtad y me han escupido en la cara. He abierto mi corazón por primera vez en la vida y me han llamado mentirosa. Te he sonreído y he confiado en ti porque así lo quise, ¿acaso fue un error?

No tengo nada que perdonarle, nada, después de todo... Tú tienes el corazón de oro, mientras que yo solo tengo la baratija de intento de corazón que lucha por latir un día más.

¿Hice algo, acaso, para perder tu confianza?

Claro, he hablado demasiado, ese es mi problema. Debí mantenerme tranquila, serena y callada como me enseñaron a serlo en lugar de creer que abriendo y mostrando mi podrido corazón lleno de dolor... Pero ya basta.

Si no confían en mí, ya más nada puedo hacer.

Si no confías en mí, creo que es porque merezco esto.

¿Tuviste que mostrarme la copa de hidromiel antes de arrebatármela? ¡¿Porqué lo hiciste?!

Yo solo hice lo que me pediste, confié en ti...

Y lo que es peor...

Lo hice de verdad...

Te quiero, siempre te querré, pero creo que eso no es suficiente para mantener una frágil relación de víctima/héroe. Eres un caballero de brillante armadura, eres demasiado para mí y siempre lo supe, fue estúpido de mi parte pensar que podría ser de otra manera. Fue estúpido de mi parte el pensar, si acaso, que podría importar de verdad hasta el punto en que mi alma se sanara con esta confianza.

Confío en ti con toda mi alma, con toda mi vida...

Lamento no haber podido causar lo mismo en ti, pero así debe ser...

Hasta siempre, Caballero...

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Prueba[me]



¿De cuantas maneras he de demostrarte que soy diferente? ¿Que a pesar de que aún sigo siendo una "niña ingenua", he madurado?


Las caídas, esas duras y largas, pesadas, me han enseñado en que, en lugar de correr al regazo de mis amigos debo enfrentar a la adversidad sola y como venga, pues es la única manera de salir adelante. No va a haber alguien en todo momento para defenderme, para protegerme de quienes quieran causarme mal, pero eso no significa que por estar sola voy a correr. No señor, voy a enfrentar lo que me pongan en frente y lucharé por lo que deseo con garras y colmillos.


Anda, ven, pruebame y te juro te demostraré lo que soy capaz de hacer. Pon un test de preguntas infinitas e incomprensibles, pues lo resolveré aunque me tome años. PERO LO HARÉ. No voy a rendirme, no ahora que me he dado cuenta todo lo que vale luchar por lo que uno quiere y por quienes uno quiere...

Dejó la pluma a un lado y observó la pared de su izquierda, llena de post-it, llena de mensajes que le recordaban lo que NO debía olvidar bajo ninguna circunstancia. Entre todos ellos, el más antiguo y lleno de polvo, no un post-it, sino una hoja de papel blanca con solo unas pocas palabras la hizo sonreír.

NO OLVIDES TODO LO QUE LE AMAS.

Ella sonrió, tomó su chamarra y salió de la habitación directa a la guillotina, a esa aburrida reunión que cambiaría su destino de una vez y para siempre.

Porque ella iba a luchar para obtener su amor de vuelta así eso fuese lo último que hiciera.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Apertura — Camino a Valhalla



Una pequeña "novelilla" que comencé a escribir basándome en la cultura nórdica sumado a la historia de un juego, Ragnarok.

Camino a Valhalla cuenta la historia, primero, de la muerte de algunos dioses, la reconstrucción del mundo envuelto en llamas y la repoblación del mismo, todo ello en un ambiente envuelto de misterio, drama, fantasía y claro, muchísima acción y fantasía heroica.

Este proyecto no sería posible de no ser por mis amigos de Atlantis Ragnarok Online, quienes se han ofrecido (sido obligados) con la mejor voluntad (hazlo o muere) para servir de usuarios (víctimas) en este nuevo proyecto mío.

Paco [mi hermanito del alma], Lalo [niño serio con voz de cuarentón (o eso dicen)], Abraham [un tierno (eso lo digo yo)], Tomás [¡wiiii!], Eve [chica FLANtástica], Ana [linda linda sobrina], Juan [sonríe~]. Gracias por ser mi inspiración esta vez, chicos.

Bueno, los invito a leer Camino a Valhalla dándole al link de acá al lado que se llama así y esperando que disfruten leyendo esta aventura de fantasía épica tanto como yo estoy disfrutando escribirla.

¡Un beso a todos!

sábado, 3 de diciembre de 2011

Con la Fuerza del Corazón

Sus piernas no se movían.

Probablemente nunca volverían a moverse.

Probablemente nunca volverían a sentir.

Una lágrima resbaló por su mejilla, su mirada antes brillante ahora velada por la tristeza.

Podía escuchar aún las palabras de los médicos que, ignorantes de que ella les escuchaba, hablaban con sus padres, diciéndoles que probablemente nunca volvería a caminar, que tendría que valerse de una silla de ruedas y mucha ayuda por el resto de sus días.

Unas manos apretaron la mano de ella, que caía lánguida sobre la cama. Ella observó esos ojos color chocolate, esa mirada que solo dejaba entrever esperanza y mucha, muchísima sabiduría.

—Ya verás que alguien te ayudará —le dijo el hombre con una sonrisa suave en los labios. Ella suspiró—. Estoy contigo, buscaremos ayuda juntos.

Ella no tenía esperanzas de que eso sucediera...

Pero sucedió.

Y ahora, diez años después, ella se alzaba orgullosa sobre sus piernas, todo gracias a la ayuda desinteresada de millones de personas dispuestas a servir a quien lo necesitara.

Y ella ahora estaba dispuesta a devolver el favor.


P.S: En honor al Instituto Teletón.

Teletón, 2 y 3 de Diciembre de 2011...

¡Con la Fuerza del Corazón!

jueves, 1 de diciembre de 2011

Memoria



Dolor.

Eso era todo lo que su mente podía decir en ese minuto, que dolía como el demonio.

Abrió los ojos de manera perezosa, pero con miedo de no saber lo que ante ella se encontraría. Estaba aterrada aún en esa mullida y calentita cama de ásperas sábanas. Se encontró de lleno con un techo blanco como la leche, pulcro y brillante culpa de los focos que estaban pendiendo del techo, encendidos. A su lado alguien soltó un gritito de ahogada felicidad.

Desvió la vista hacia aquel lugar y se encontró con uno par de ojos color chocolate, profundos, familiares y cálidos, pero ella no era capaz de dilucidar un recuerdo firme de dónde los había visto antes. Suspiró, sentándose en la cama suavemente y el joven, sonriente, la estrechó en un suave pero poderoso abrazo. Ella, confusa, le devolvió el gesto de afecto antes de separarse con cautela.

—¿Quién eres? —inquirió ella, sintiendo un horrible dolor de cabeza al ver esos ojos color chocolate que se llenaban de lágrimas.

No tuvo tiempo de decir algo más pues al tiempo un joven alto y de ojos iguales a los de ella y ese chico entró en la habitación seguido de un séquito de enfermeras y un par de médicos. Ella, confundida, vio que todos la rodeaban e intentó concentrarse con todas sus fuerzas en las preguntas que el especialista le hacía mientras ella observaba a ambos jóvenes hablar en señas muy rápido. ¿De qué mierda se estaba perdiendo?

—Señorita —la llamó el especialista, y ella fijó toda su atención en él por primera vez—. ¿Qué día es hoy?

—¿Hoy? —inquirió ella, dubitativa. Lo meditó unos segundos antes de responder con un hilo de voz— Pues... Septiembre treinta si mal no me equivoco, ¿no?

El hombre suspiró y las enfermeras cambiaron la antes sonrientes expresiones de sus rostros por muecas de pura preocupación y desdicha. Los jóvenes, que contemplaban la escena, se tomaban de las manos sin dejar de mirarla.

—¿Sabe quienes son ellos? —inquirió de nueva cuenta el especialista, observando como ella de pronto temblaba de pies a cabeza sentada en el lecho.

—Yo... —dudó otra vez. Esos ojos, ese mirar, ella los conocía pero... ¿De dónde? O... ¿En serio los conocía?— No lo sé... Estoy muy confundida, ¿qué pasó?

—Recibió un fuerte golpe en la cabeza —explicó el médico pacientemente, despachando a las enfermeras—. Tendremos que hacerle unos exámenes hoy, probablemente se sienta desorientada pero es natural y no hay nada de qué...

Ella ya no lo escuchaba. Esos ojos, ellos, los conocía pero, ¿de dónde? ¿Cuáles eran sus nombres? Dios, le dolía la cabeza a reventar, solo quería irse a casa y hablar con su mejor amiga y con el padre de la misma para asegurarles de que se sentía bien y volver al trabajo lo antes posible. También tenía que recobrar los ensayos de la banda, las visitas a sus niños, llevar a su amiga a la universidad...

—¿Dónde está Anna? —dijo de pronto ella, alzando la mirada. Ambos jóvenes palidecieron— ¿Qué hora es?

—Es mediodía —dijo escuetamente el especialista, tomando la ficha médica—. Llamaré a su protector, ¿recuerda el número?

Ella le dio el número que conocía de memoria y vio al médico emprender la retirada junto a ambos jóvenes, dejándola nuevamente sola. Decidió dormir otro tiempo más, necesitaba descansar a ver si así se le pasaba el dolor de cabeza.

Dolor y desorientación, ambas cosas en una mescolanza que no le hacía nada bien a su caótico cerebro.

Desorientación y tristeza sin motivos. ¿Porqué sentía que olvidaba cosas sumamente importantes?

Su memoria... Estaba hecha trizas.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Cuchillo




Abrió el libro en una página cualquiera y comenzó a leer, hastiada en realidad de solo tener que hacer eso para poder desconectar su mente de la realidad. Porque vivir en el mundo real era tan doloroso para ella que prefería, aunque se cansara, abrir un libro y perderse en sus páginas, en las oscuras letras en las cuales, en más de una ocasión, encontraba dibujos de un mundo perfecto lleno de sueños, de colores y de cosas de las cuales él le hacía perder la ilusión. Por eso ella ya no se ilusionaba, porque sabría que cuando le arrancaran la esperanza de las entrañas otra vez, todo su mundo se sumiría en una nueva y más profunda oscuridad. Y no creía poder con todo ello...

Jugueteó entonces con el arma entre sus dedos pálidos, frios y temblorosos, dudando en su siguiente paso. Siempre había querido hacer algo así, lo había soñado tantas veces que el hecho de estar decidida a por fin hacerlo le resultaba casi como el sentimiento de aquel niño que está a punto de recibir su primer golosina de la vida. Temblaba de emoción gélida al sentir, por primera vez en mucho tiempo, que podría ser libre otra vez. Sus ojos continuaron viajando por las líneas que se extendían infinitas frente a ella mientras los dedos de su mano izquierda, de manera temblorosa y torpe se asían al mango del arma letal con la que tantas veces había cortado los vegetales. Una sonrisa se formó en sus labios, torcida y sin gracia cuando leyó la muerte de su personaje favorito mientras la hoja del arma viajaba por toda la extensión de su antebrazo derecho. No sintió dolor.

Cambió el arma de mano luego de voltear la página y suspiró, notando que había ensuciado buena parte de lo que sería su próxima lectura, pero no le importó tanto cuando, en sus últimas palabras el valiente joven le decía a su amada que siempre había sido en serio que daría la vida por ella. Mientras las palabras de emoción por la lectura se atragantaban en su sistema, la mano derecha que ya casi no tenía fuerzas asió el mango del arma y pasó rápidamente y sin demora la hoja por la extensión de su brazo izquierdo. Limpió luego una lágrima fugitiva manchando así su normalmente arrebolado rostro, ahora pálido por la pérdida de sangre con el líquido carmesí que manaba desde las heridas, extendiéndose por su pálida piel.

Ella suspiró otra vez, sonriendo pues el frio ya no le molestaba tanto mientras dejaba el arma sobre las páginas abiertas del libro, manchando de carmín todo lo que a su paso estaba. Cerró los ojos pensando en su amor imposible de niña tonta y sumisa y deseó que, al otro lado del portal de fuego que se extendía frente a ella, estuviera lo que tanto ansiaba.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Fuego y Hielo



Ella:

Una vez me dijeron que era como el fuego. Que quemaba con tanta fuerza que podría derretir los corazones de quienes me rodeaban con solo una mirada, pero yo no les creí al principio, más ahora veo a qué se referían.

No puedo controlar la forma en la que te observo, la forma en la que mis ojos te siguen sin poder contenerlos, sin poder hacer más que rehuir la mirada cuando me encuentro sorprendida mirándote con tanta ahínco. Y no puedo tampoco dejar de observarte, no puedo dejar de ser fuego porque eso es lo que soy. Sé que no te gusta el fuego, lo siento, no puedo controlarme. ¿Podrás amar a esta pobre alma que quema, sin querer lastimar a los demás? ¿Podrás amarme aún sabiendo que puedo destruirnos en el proceso? ¿Podrás decirme que me amas y luego soportar la explosión de sentimientos mientras yo ardo, sabiendo que no puedo evitar destruirte?

Lo siento, hielo. Te amo demasiado y no puedo permitir que por ser tan diferentes eso nos separe. Estaré contigo aunque eso enfríe mi piel ardiente y apague mi corazón en llamas.

Él:

Siempre que me observas siento que me quemo, y sé que no puedes evitarlo pues tu inocente y torpe manera de ser es así. Y es que tú sabes que estoy hecho de hielo, querida, sabes que no puedo estar cerca de ti sin consecuencias.

Yo tampoco puedo controlar la forma en la que te quiero, con este amor gélido que me domina, con este frio que cala los huesos y las almas de quienes quieren acercarse a mi alma serena y pausada en el tiempo y el espacio. Mi alma ha estado tanto tiempo herida, la sangre ha manado tanto de allí que todo el calor terminó por esfumarse solo para dejar en ese lugar un pozo translúcido transformado en máscara de imparcialidad, de inexpresión, de mil cosas que jamás nadie sabrá. ¿Podrás perdonarme por las lágrimas que te haré derramar? ¿Podrás perdonarme por querer alejarte de mi de manera inevitable, solo por verte brillar un poquito más y un poco más que el sol, también?

Lo siento, fuego. No puedo permitir que te apagues mientras tu calor me derrite, no puedo permitir que tu sonrisa sea nublada por el vapor en el que me trasformaré si me mantengo cerca de ti.

Ambos:

Nuestro destino es estar tan cerca como para matarnos o estar tan lejos como para morir de ausencia del otro...

lunes, 21 de noviembre de 2011

Francotiradora

A ella le gustaba sentirse de aquella manera. Al enfocar la vista en la lejanía podía decir con orgullo que, como decía el dicho: "Donde pone el ojo, pone la captura", y es que más orgullosa de sí misma no iba a sentirse por las emociones que en ese momento la embargaban, esa adrenalina del segundo cuando su dedo tenía que aplicar la fuerza justa para que la mano no le temblara. Siempre que un trabajo terminaba bien hecho ella podía decir, con sumo orgullo...

Me encanta hacer una foto y sentirme como un francotirador...

Antes de guardar su cámara y suspirar, saboreando el momento post-victorioso que se había ganado luego de haber tomado una excelente fotografía.

Ella amaba su trabajo de francotiradora, sobre todo si el gatillo era el botón, el "bang" el sonido del obturador y, por sobre todo, la mira telescópica era nada más y nada menos que la lente que podía cambiarse, tal y como le gustaba.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Inocente




No soy de odiar porque soy inocente
Y mi inocencia no es de las que se palpan
Es de las que piden un hambre de consuelo
Y una sed de desesperación

En las avenidas me ven como sombra vacilante
Y pido una limosna de tu cariño en mi cuerpo
Porque soy inocente y necesito protección
Y además pido un poco de amor

Me miras y dices que soy inocente
Que soy tierna y que se querer de verdad
Pero sabes que es falso, que es mentira
Y que yo jamás sabré querer de verdad

No quieres ver más allá de esta fachada
En esta mascarada en la que te obligo a bailar
Y no te importa seguir mi ritmo para complacer
A esta inocente muñeca de cristal

viernes, 18 de noviembre de 2011

Congelado

... Princesa cautiva, guardiana de almas, ¿porqué te haces esto? Si más allá de tu placer está mi perdición, si más allá de mi placer está tu destrucción...

Y la destrucción de tu congelado corazón...



Ella comprendía, claro, no era tan estúpida como todos pensaban, solo ponía cara de no entender la mayoría de las veces porque era su modo habitual de protegerse de todo lo que la rodeaba, incluso de las personas que querían acercarse a ella con verdaderas intenciones de ayudarla y de estar con ella de manera incondicional. Y es que simplemente no podía evitar ser así, estaba aterrada, realmente aterrada en el fondo de su corazón.

—Bueno, creo que entendí mal entonces —dijo ella con una amplia sonrisa cruzando su rostro. En el fondo solo tenía deseos de llorar, pero si lo hacía todo su teatro tan bien preparado se iría a la mierda. Suspiró profundamente y besó la mejilla de él con cuidado antes de voltear—. Tengo que irme, nos vemos otro día.

Él no dijo nada, ella ya estaba a dos metros de él cuando había terminado de hablar y, al hacerlo, había echado a correr como si el mismísimo diablo la estuviera persiguiendo. Ella corrió, corrió con todas sus fuerzas esperando que el viento de aquella tarde noche se llevara las lágrimas de sus ojos empañados por el llanto inminente. No quería llorar, no quería hacerlo por nada del mundo, no quería mostrar con sus ojos lo que tan bien era capaz de ocultar su expresión. Y mientras corría maldijo sus ojos expresivos, maldijo su suerte, maldijo el toque de queda y se maldijo a sí misma, esperando que el correctivo de aquella noche le sacudiera lo que sentía del alma.

Al llegar a su prisión nocturna él la esperaba, pero no era él, sino él. Sus ojos como el ébano profundo la observaban casi con gula, con sádica felicidad y ella dejó de correr solo al divisarlo porque de pronto cada fibra de su ser temblaba con una ferocidad tormentosa. Él la observaba apretando los puños y relamiéndose los labios, ansioso. Ella terminó en un minuto de acortar la distancia entre ellos hasta que solo un par de pasos los separasen y bajó la vista a sus pies, como si de pronto fueran lo más interesante del mundo. Las manos de él la asieron con fuerza bruta, empujándola dentro de un sombrío hogar y ella siquiera lucho, pues tenía muy bien entendido que de hacerlo podría morir.

Las horas siguientes para ella fueron agonizantes. Él la poseyó una y otra vez con fuerza, con brutalidad, haciéndola gritar del dolor, desgarrando su cuerpo y su alma con sus manos ennegrecidas por el mal, pero ella no se defendió, solo accedió a todas sus bajas peticiones sin derramar lágrima alguna, solo gritando por el placer que aquello le causaba a esa bestia, haciendo así su tormento un poco más corto de lo habitual. Cuando él, la bestia, se hubo marchado, ella se hizo un ovillo en el destartalado lecho...

Y lloró...

Y mientras lloraba sentía que su cuerpo era envuelto por un frio ultra-terrenal, místico, más su cuerpo no temblaba por culpa del frio, incluso la hacía sentir ligeramente reconfortada, segura. Ella dejó que ese frio la dominara, dejó que la llenara por completo hasta concentrarse en su pecho como un cubo gélido que pesaba. Y de pronto el peso en su pecho se hizo tan insoportable que, con sus largas uñas, ella desgarró con un grito la piel que protegía su corazón, abriendo los músculos y las costillas, rompiéndolo todo hasta llegar a aquella cadente latencia que comenzaba a apagarse lentamente.

—Corazón, ¿sigues latiendo? —dijo ella, mirando su pecho desgarrado. El corazón latió fuertemente una vez— Ah, genial, bien por ti...

Decidida y sin piedad ella tomó el corazón que se congelaba con sus manos y lo arrancó fuertemente de su pecho, salpicando sangre azul en todas direcciones, manchando todo lo que la rodeaba, incluso a sí misma. Y su cuerpo comenzó a curarse de las heridas rápidamente, el agujero desgarrado que era su pecho también se cerró al tiempo que su corazón comenzaba a ser rodeado por capas y capas traslúcidas de hielo, que serían la prisión de su ahora separado y congelado corazón.

Al acabar el ritual ella se levantó, se vistió con la destreza de un felino y con la lentitud de un oso perezoso, tomó entre sus manos frías el cubo que guardaba su corazón y salió de aquel sombrío lugar, con las lágrimas hechas perlas de cristal rodando por sus mejillas. Caminó largos minutos hasta llegar a aquel lugar, donde se sentó suavemente y se quedó allí, muerta, insomne, sin saber qué hacía allí pero sabiendo que no tenía otro lugar al que ir. Días pasaron en la que la soledad era su única compañía, y a ella no le importó hasta que, en el horizonte anaranjado, vio la silueta recortada de él, que se acercaba a ella.

—¿Qué te sucedió? —fue lo primero que él le dijo. Ella sonrió cual niña pequeña, encogiéndose de hombros.

—Nada, estoy bien —susurró con su voz de trino congelada, de pajarito asustado, levantando la prisión de hielo que contenía su corazón—. Mira, ¿te gusta?

—Eso... Es un corazón... —tartamudeó él, ella sonrió más ampliamente, pero la felicidad no llegó a sus ojos— ¿Es tuyo?

—Si, ¿te gusta? —insistió ella, suspirando ante el rostro acongojado de él, que se sentaba a su lado.

—Está congelado... —dijo él, y ella se resignó a que nadie jamás comprendería.

Dejó su congelado corazón en el suelo y se marchó sin mirar atrás. Habían pasado días desde su último encuentro con él, con la bestia, seguro estaba muy enfadado y seguro, también, aquella noche sería infernal. Pero no le importó, pues su corazón estaba congelado y a salvo de romperse otra vez.