Quienes me inspiran a seguir

miércoles, 21 de enero de 2015

Por qué lo hago


Una vez me preguntó por qué hago lo que hago. Sus palabras exactas fueron las siguientes:

—Lía, ¿por qué alejas a quienes te aman?

En ese momento no contesté, y no lo hice porque no supiera por qué lo hago. No respondí esa pregunta por la gran vergüenza que siento al admitir todo eso.

La razón por la que me alejo de las personas que me aman es porque estoy asustada, porque tengo miedo. Porque puedo, porque me dejan, porque me abandonan, porque creo que continuarán allí cuando quiera volver corriendo con más vergüenza de la que siento ahora.

¿Y por qué estoy tan asustada?

Una vez salí con un chico por un corto periodo de tiempo. Es probable que haya sido el hombre más tierno, dulce, simpático, generoso, preocupado, amoroso y agradable que haya conocido en mi vida. Fue criado con buenos valores. Se esforzaba por aquello que quería para su futuro. Era atractivo, inteligente, divertido y encantador. Realmente podría enumerar todas sus cualidades durante días y días. Además, era un hombre de una sola mujer. Se respetaba a sí mismo y respetaba a los demás. Me respetaba a mí como nadie había hecho antes.

Pero lo más importante es que era feliz. Él era feliz, algo que todos deseamos ser. Pero él no lo deseaba, porque ya era feliz tal y como estaba. Y con esa felicidad suya lograba contagiarme de entusiasmo y felicidad.

¿Por qué no quise estar con él entonces? Era algo que ni yo misma podía comprender.

Me hacía cumplidos todos los días. No importaba que mi cabello pareciera un nido de pájaros, que me viera como una pordiosera o que dijera tantas maldiciones como un camionero ebrio. A pesar de todo eso, él me decía que era una chica guapa. Me escuchaba llorar como cocodrilo a las tres de la mañana y reír como una foca enferma a las cinco de la tarde. Hacía todo lo que estaba en su mano cuando estaba mal, buscaba siempre la manera de animarme y me enseñó partes de mí que ni siquiera sabía que existían. Me enseñó a reír otra vez cuando sentí que mi sonrisa estaba perdida y me dijo que mis ojos brillaban incluso cuando pensé que ya no lo hacían.

Me dejó ver las cosas buenas de mí misma. Pero también sacó las cosas feas de mí.

Era pesada, con poca paciencia y nada amable cuando estaba con él. Él era demasiado agradable y yo era demasiado dura. Estaba demasiado curtida y al final eso predominó por sobre sus esfuerzos por hacer de mí una ligera nube de algodón de azúcar. Los cercos eléctricos que había construido a mi alrededor eran demasiado altos y tenían demasiada carga para cualquiera que intentara derrumbarlos o saltarlos. Era tanto lo que me había aislado a mí misma del mundo para no resultar herida que ni siquiera él, con su amabilidad, su ternura y su amor pudo alcanzarme.

Él era todo lo que buscaba en un hombre. Todo lo que podía haber necesitado. Y lo alejé.

¿Por qué lo hice?

Porque él me presentaba algo a lo que no estoy acostumbrada.

La coordinación a veces es lo peor. Alguien llega a tu vida en el momento justo, en el peor momento y por las mejores razones. Y es maravilloso porque es una salvación a todas las granadas que el mundo y la vida se esmeran por lanzarte. Él llegó para despertar de su letargo la fuerza que escondía, el amor que guardaba y la esperanza que cultivé muy secretamente dentro de mi alma. Llegó para mostrarme una manera de amar que ni siquiera sabía que existía. Para enseñarme cosas de inmenso valor y para animarme cuando sentía que no podía levantarme de los tropiezos.

Pero, ¿por qué no me quedé con él?

La persona perfecta había estado justo allí, pero estaba tan aterrada de todo eso que terminé por encontrarle cosas malas y lo alejé de mi vida. Encerré mi corazón bajo enormes y pesados candados mientras él me esperaba con los brazos abiertos, mientras esperaba que le confiara todas mis penas y esperaba él ayudarme a potenciar todas mis alegrías.

Pero mi corazón seguirá detrás de esos cercos eléctricos que tanto tiempo me tomó construir. Y sé que mientras sea así, jamás encontraré a la persona indicada para mí. Porque sé que lo perdí, y que ya no volverá. Porque el momento ya pasó y no se puede remediar.

¿Me arrepiento de que las cosas terminaran así? No. Sé que no estoy lista para amar a nadie intensamente, por mucho que mi corazón se exprima ante el hecho de haber dejado a ese chico tan tierno, atento, amable y especial que había llegado en el momento justo a mi vida. Porque no pude aprender a amarme a mí misma mientras estaba con él y, si no lograba amarme a mí, mi amor hacia él iba a ser sólo una mota de polvo en el espacio infinito.

¿Desearía haber podido amarlo? Sí. Lo amé, lo amé y lo amo infinitamente, pero no es un amor completo. Es un amor complejo, duro, egoísta. Y él es una persona demasiado increíble que merece no que una chica lo ame más, sino que lo ame mejor.

¿Me amó él a mí? Nunca sabré la respuesta a esa pregunta. Puede que sí me amara. Él hizo lo que pudo, pero yo corrí lejos y me aparté. Hizo lo que estaba a su alcance e incluso más, pero yo seguí corriendo.

El problema es que he corrido muy lejos y ahora no recuerdo el camino de regreso.

¿Por qué lo hago? ¿Por qué sigo corriendo?

Pues... porque quiero ver si puedo encontrar el principio de este camino, dando la vuelta al mundo.