Quienes me inspiran a seguir

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Y bueno...

Otro ciclo se marcha en unas horas y es como si hubiera vivido mil vidas este año. Pero supongo que es normal, ha sido un año largo y lleno de altos (muy altos) y bajos (MUY bajos).

¿Qué puedo decir acerca de este año? Pfff... son muchas cosas. La vida me distanció de personas muy queridas, pero para las cuales creo que yo no era tan importante y no se puede hacer nada con respecto a eso. Recuperé lazos con personas muy amadas y estimadas y de quienes no había tenido noticias (ni ellos de mí) en muchísimos más años de los que me gustaría admitir en voz alta. He mantenido amistad con personas que llevan muchos años a mi lado y a quienes espero mantener junto a mí todo el tiempo que esta existencia de caminos cruzados nos permita. Mi amistad y cercanía se ha afianzado con personas que apenas conocía en estas fechas hace un año, y espero que eso no cambie pronto (más bien espero que no cambie nunca y si lo hace, ojalá que sea para mejor).

Recibí también el regalo más maravilloso que este mundo me pudo dar. El más hermoso y preciado regalo y la alegría que siento debido a ello, a pesar de que mis ahora pocas horas de sueño y mis mucho menores horas para escribir digan lo contrario, es el regalo más TODO del mundo mundial.

Ha sido un buen año, a pesar de todas las cosas. A pesar de los golpes y los tragos amargos, a pesar de los bajos, a pesar de los obstáculos y las montañas que debí escalar. A pesar de todo eso, ha sido un buen año.

Agradezco a la vida y al universo el poder estar aquí ahora escribiendo estas palabras que espero lleguen a todos aquellos que son preciados y amados para mí. Y quiero que sepan, a los que están cada día, a los que están cuando el tiempo lo dispone y a los que ya no están por opción propia pero que continúan visitando este sitio... realmente quiero que sepan que cada día les he enviado luz y amor, fuerzas y energías, ánimo para superar los obstáculos y sabiduría para aprender de los conflictos que tenemos diariamente. Y eso continuará siendo así mientras yo viva.

Y también quiero agradecerles a todas las personas que han formado parte de este año maravilloso, lleno de altos MUY altos y bajos a veces no tan bajos.

Amor para todos. Hasta los textos del próximo año ♥

sábado, 20 de diciembre de 2014

Definición del Amor


Siento que todas las personas se enamoran al menos una vez en sus vidas, pero no porque hayan encontrado el amor, sino por otra razón. Para mí es muy difícil creer en que el amor – del tipo romántico o de otro – pueda existir fuera de nuestras mentes.

Las personas siempre dicen haber encontrado el amor, pero lo que realmente encuentran es a alguien a quien pueden amar. Y entonces deciden amarlos. A veces el enamorarse parece algo completamente involuntario.

Puede que esto sea así, pero solo tanto como el respirar es involuntario. Respiras de forma natural, y amas de forma natural, y a pesar de que no decidas respirar, podrías decidir no hacerlo. Claro, morirás. Pero vivir una vida sin amor es un destino incluso peor que la muerte misma. En realidad las personas no eligen amar; eligen no hacerlo. De nuevo, esto tiene que ver con la persona en cuestión más que con nosotros mismos. Si las personas no tienen las cualidades que nosotros pensamos que podemos amar, entonces no los amamos. Sin embargo, y al mismo tiempo, dado que todo es un asunto de perspectiva, volvemos a nosotros mismos como punto de partida para decidir si alguien vale nuestro amor o no.

Tu perspectiva, tu realidad, tus pensamientos, tus sueños y creencias crean el boceto de qué características y acciones son las que merecen amor.  Puede que no se sienta como que tú estás activamente decidiendo porque tu perspectiva es, principalmente, el resultado de experiencias pasadas que se han convertido en puntos decisivos en tu psiquis, pero la verdad es que tú, la persona que eres como un todo, decides cuánto amor aceptar y a quien serás capaz de amar.

Esta es la única forma en la que puedo explicar el cómo es posible que los individuos se enamoren una y otra vez. Una vez que te has enamorado, lo único que quieres es seguir estándolo. Nos encanta tanto el estar enamorados que, sin estarlo, la vida es aburrida y sin sabor. Sencillamente, la vida ya no tiene sentido. Nos encanta esa primera vez y hacemos lo que podemos para aferrarnos a ese sentimiento de pura felicidad; ese sentimiento de éxtasis. Desafortunadamente, ese sentimiento está destinado a desaparecer.

El sentimiento inicial de enamorarse tiene una vida corta. No porque es imposible amar a alguien de verdad por el resto de vida, sino porque eso que estás sintiendo no es amor realmente.  Es el resultado de los cambios colosales en tu vida y en tu perspectiva que resultan del enamorarse.

El enamorarte cambia la forma en que ves el mundo. Cambia las cosas que consideras importantes y cambia tus visiones sobre tu futuro. Todo porque encontraste a una persona que sientes que vale el dedicarle tu vida. Te sientes de la forma en que te sientes cuando te enamoras porque crees haber descubierto una verdad que antes estaba oculta para ti; una epifanía que cambia tu vida para siempre.

Así que cuando este sentimiento inicial de felicidad se desvanece, y lo hará, probablemente te preocuparás de que el amor está desvaneciéndose también… pero no lo está. Se está acomodando en una fase de descanso. Y esto nos da un susto de muerte. Pasamos de estar volando sobre las nubes a chocar con toda la fuerza contra el suelo, volviendo a la realidad. Es por esto que la mayoría de las relaciones fallan. Aquellos quienes están en relaciones encuntran difícil el sobrevivir a ese estado de reposo y calma. Les cuesta disfrutar la paz y tranquilidad que el amor nos otorga. En vez de eso, buscan su próxima droga, su próxima forma de encantarse, su próxima montaña rusa emocional.

Y las relaciones se terminan. El amor es olvidado. Y continuamos con nuestras vidas, usando todas las cosas que se han vivido, los errores cometidos, y las lecciones que hemos aprendido en nuestra próxima relación.

Al igual que todos los animales, aprendemos de nuestras experiencias. En nuestra infancia aprendemos a diferenciar lo bueno de lo malo, la diferencia entre características buenas y malas, y la diferencia entre las personas buenas y malas. Vivimos experiencias y aprendemos más de nosotros mismos en el proceso. Una vez que llegamos a cierta edad, por lo general cerca de la pubertad, comenzamos a desarrollar nuestro interés por un sexo preferido y, relativamente pronto después de eso, encontramos a nuestro primer amor.

Nuestro primer amor es, casi siempre, un poco superficial. Lo es porque aún no entendemos qué es el amor.  No entendemos su propósito, sus beneficios, su necesidad. Sin embargo, porque somos incapaces de entender lo que no conocemos, lo que aún no hemos experimentado y aprendido,  creemos que el amor que hemos encontrado es el verdadero. Incluso si las cosas no funcionan, seguiremos creyendo que lo que vivimos fue amor porque de cierta forma, lo fue.

Pero luego viene esa otra persona. Encontramos a alguien que lo vale y nos enamoramos. El antiguo amor parece quedar corto en comparación al amor que tenemos ahora. Si no quedara corto entonces este nuevo amor nunca sería el amor que estamos buscando.

Comparamos todo, las personas y el amor romántico incluido, a nuestras experiencias pasadas similares. Todo siempre está siendo comparado y juzgado; es nuestra naturaleza el hacerlo. Y porque siempre estamos buscando avanzar en la vida, siempre buscamos algo más grande, único, más poderoso y más hermoso.

Nuestro primer amor luego ya no se ve tan parecido a “amor”. Ahora que hemos encontrado a alguien de quien nos sentimos enamorados, esa última persona ya no parece llegarle a los talones. ¿Significa esto que tu primer amor no fue realmente amor? Sí y no. Es un tipo distinto de amor. Fue un amor más superficial, simple, y menos informado. Pero amor al fin y al cabo.

Una vez que decides amar, amas. O puesto de otra forma, una vez que no encuentras razones para no amar, amas. No deberías pensar en tus amores anteriores como insignificantes ya que ellos fueron tu mundo entero en algún punto pasado del tiempo, una parte de tu historia, una parte de ti que no deberías olvidar.

¿Significa esto que siempre habrá un amor más grande esperándonos ahí afuera? No. Como todas las cosas, eso también tiene un límite, incluso aunque sean límites de tiempo. La vida no siempre será mejor y no siempre serás capaz de amar más. Eventualmente, necesitarás contentarte con ese estado de calma o arriesgarte a estar solo por el resto de tu vida. Date cuenta de que cuando no estás enamorado es porque así lo decides, y puede que tengas una oportunidad de retenerlo.

Pensaste que tu primer amor era el verdadero. Luego estuviste seguro de que el amor siguiente era el definitivo, que él o ella era la indicada.  Pero luego dejaste de amar. Decidiste seguir buscando, seguir moviéndote, no permitirte a ti mismo el quedarte en ese cómodo estado de calma.

Si sigues así, un día ansiarás esa paz, esa calma, esa felicidad. Ansiarás aferrarte a ese último amor de tu vida porque te darás cuenta que ese era el real.

No tienes más que aprender. No tienes más que necesites experimentar. No tienes nada más que quieras en la vida que ese último, primer amor.

¿Y luego qué?

domingo, 23 de noviembre de 2014

Condena


Estaba condenada a continuar caminando entre las estrellas fugaces que no se detenían, todas ellas brillando con los colores del arcoíris. Estaba condenada a correr en busca de lo inalcanzable, sin ser capaz de brillar otra vez como una vez antes lo había hecho. Porque su centro lleno de arte estaba quebrado y no encontraba la manera de pegar los pedazos.

Estaba condenada a vivir con la sombra de Rigel a su zaga. Estaba condenada a sentir eso en su pecho, como si se enfriara y se rompiera a cada minuto, a cada segundo mientras ella avanzaba con la lluvia de estrellas fugaces.

Y quisiera solamente transformarse en una supernova, para así no tener que pensar más, para así no tener que sentir más. Para así no estar condenada al amor impuro de Rigel, ese amor sádico que siempre la había hecho caer y caer.

Estaba condenada a ser una masoquista y, seguramente, como una masoquista terminaría. Convertida en un profundo agujero negro lleno de pena.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Si mañana no estoy


Si mañana no estoy, que no se borre la sonrisa que he creado. Que no se borren los recuerdos bonitos y que no se olviden nunca los épicos momentos de risas compartidas.
Si mañana no estoy, recuerda abrigarte bien en la noche, no dormir con la ventana abierta y mirar la luna antes de dormir. Está hecha de queso y el queso da sueños sabrosos.
Si mañana no estoy, respira con la tranquilidad de que todo estará bien. Que el dolor es pasajero y el sufrimiento es opcional. Todo pasa cuando lo dejas pasar.
Si mañana no estoy, olvida las lágrimas que un día derramaste, no pierdas el valioso tiempo que tienes en el aquí y el ahora. No olvides que cada momento es precioso.
Si mañana no estoy, canta un poco o lee un libro. Si pudiera hacerlo con voz desafinada te cantaría, o escribiría un verso para ti, para que la soledad no pese en tus entrañas.
Si mañana no estoy, es por una buena razón. No te he abandonado, no te he soltado y no te he olvidado. Aunque no puedas verme, siempre estaré allí para ti.
Si mañana no estoy, no significa que no exista. Existo en tu corazón y siempre que la brisa acaricie tu rostro sabrás que estoy de tu lado.


Y cuando definitivamente no esté, no olvides mirarte al espejo y recordar que vales la pena y la alegría de cada momento.
No olvides que puedes lograr todo lo que te propongas, que cada meta en tu camino te regala una pluma para crear tus propias alas y que seguramente un día volarás.
No olvides que tus complejos son bonitos, que te hacen especial y que seguramente alguien allá afuera también los valorará tanto como tú y yo.
No olvides que los días de lluvia son lindos, que ayudan a llevarse las lágrimas y limpian el alma. Además, después de una larga temporada de lluvia siempre sale el sol.
No olvides cuidarte un poquito más cada día, porque puede que seas de acero, pero nadie es indestructible.
No olvides recibir ayuda, que no te avergüence tenerla y que tu orgullo no te impida el pedir que una mano amiga se acerque a ti.
No olvides reír cuando estés triste, y suelta siempre una carcajada loca cada vez que quieras. Son pequeños placeres que te ayudarán a tener un corazón fuerte.


Y si mañana no me ves no te alarmes, estoy bien.
Si no me ves es porque ha llegado el momento de pelear contra mis demonios.
Y puedes asegurar que venceré.

jueves, 28 de agosto de 2014

Desgarro

«Días y noches regaladas, desperdiciadas quizá.
Sábanas desgarradas sin pasión, sólo con dolor.»

Rebecca se sentó, mirando a la gente pasar. El peso sobre su corazón aún no desaparecía y ella comenzaba a pensar que tal vez nunca se iría. Estaba comenzando a pensar que ese peso era el castigo perfecto por todo lo que había sucedido. Por su credulidad, por su inmoralidad sentimental.

Le vio en la distancia, caminando de manera despreocupada. De su brazo, otra hermosa chica caminaba. No era la misma de la última vez, ésta tenía el cabello negro. No recordaba que le gustaran tan bonitas, pero él siempre le había hecho creer que el físico en realidad no le importaba.

Menuda idiota había sido.

Lo que le había dicho hacía tanto tiempo, ¿cómo eran esas palabras? ¿De dónde habían salido? No lograba recordar y en ese momento no se sentía con las energías suficientes como para tratar de evocar un poco del valor que la había atacado esa vez. El valor y la rabia con el tiempo se habían transformado en un sentimiento tan amargo que apenas la dejaba dormir por las noches.

Había aprendido a desgarrarse por dentro para no gritar durante las pesadillas que la acechaban.

Había aprendido a romper su corazón una y otra vez para recordarse lo que él le había hecho.

Porque él la había desgarrado, y ahora no podía vivir sin ese sentimiento masoquista recientemente descubierto.

Rebecca se levantó de la banca, las manos en los bolsillos y el flequillo cubriendo su mirada en esa noche cerrada y fría. Pasó de largo la tabaquería, así como también obvió el hecho de que la garganta le quemaba por algo de alcohol.

En lugar de castigar su garganta, sus pulmones y su hígado, sólo siguió caminando.

Tal vez lastimar sus pies aliviaría un poco el dolor por haber desgarrado tanto su alma y su corazón.

sábado, 16 de agosto de 2014

Recuerdo


Recuerdo...
Recuerdo aquellos días en los que miraba al horizonte sin preocuparme de nada que no fuera en tomar tu mano mientras observábamos el atardecer.
Recuerdo la manera en la cual tus dedos, largos y cálidos, sujetaban los míos con fuerza y delicadeza.
Recuerdo la forma en la que mi respiración se detenía cuando el sol arrojaba sus últimos rayos sobre nosotros, dejando una estela de colores rojos, anaranjados, malvas y púrpuras en el espacio infinito sobre nuestras cabezas.
Recuerdo tus ojos mirándome tan fijamente. Y recuerdo las ansias nerviosas que cosquilleaban en mi estómago.
Recuerdo el color dorado brillante de la línea al desaparecer entre nosotros, justo debajo de nuestras manos entrelazadas.
Recuerdo tu nombre susurrado por mis labios con una voz que nunca sentí mía, porque sonaba tan endemoniadamente enamorada de ti, de todo de ti.
Recuerdo el impulso cuando la primera estrella, con el cielo ya oscuro, nos iluminaba incluso antes que la tardía luna.
Recuerdo mi espalda chocando contra las hojas secas de los árboles.
Recuerdo tus labios posándose ansiosos sobre los míos.
Recuerdo mis manos aferrándose a tu espalda.
Recuerdo el brillo de mis ojos reflejado en tu mirada.
Recuerdo... recuerdo todo lo referente a ti, cada momento de manera tan perfecta, que incluso ahora, luego de transcurrido tanto tiempo, continúa quitándome el aliento.

domingo, 10 de agosto de 2014

Extraño


Me he puesto a pensar y he llegado a la conclusión de que... hay tantas cosas que extraño...
Extraño el sonido de tus pasos resonando al amanecer sobre las hojas secas.
Extraño el calor de tu mano sujetando la mía en medio de la oscuridad.
Extraño la sonrisa que se dibujaba en tu rostro cada vez que me mirabas.
Extraño el color de tus ojos, que se confunde con la infinidad de una noche cerrada.
Extraño las palabras, esas que viajaban desde ti hasta mí en medio del silencio.
Extraño tus «te quiero», esos susurrados a media voz, como un secreto que quieres sea descubierto.
Extraño el roce de tus labios sobre mi piel, como si trataras de memorizarla.
Y por sobre todo, te extraño a ti.
Te extraño como lo que representas, como un todo, como un conjunto.
Te extraño, aunque suene desesperado.

jueves, 10 de julio de 2014

Vieja página perdida


A veces me pregunto, Rigel, cómo es que he podido vivir tanto tiempo sin ti. Me pregunto cómo fui capaz de sobrevivir por tantas noches sin tu presencia, sin saber siquiera de tu existencia.

Y no puedo evitar preguntarme, al mismo tiempo, si es que tú piensas algo similar.

No puedo simplemente decir que haya sido feliz antes de conocerte, pero no fui del todo desdichada. Me conformaba con mi existencia en este amplio universo oscuro y me repetía que mi presencia, aunque imperceptible, era necesaria.

Y de pronto apareciste tú, en la distancia, brillando tímida pero intensamente.

Fue como una bofetada, un baldazo de agua congelada y, a la misma vez, como una revelación. Apareciste cerca, girando, dando vueltas interminables y yo me preguntaba cuánto tiempo sería capaz de observarte antes de quedar deslumbrada completamente con tu presencia. Antes de ser capaz de apartar la mirada y que me absorbieras por completo.

Es curioso, ¿sabes? Porque llegó un momento en el que simplemente me fue completamente imposible el alejarme de tu órbita. Me habías atrapado irremediablemente y no hice nada para evitarlo. Tampoco es que hubiera querido hacerlo, estaba completamente cegada por tu hechizo, por tu presencia, por todo tu ser...

A veces me preguntas, Rigel, tantas cosas a las que no encuentro solución. No es que no me esfuerce, es que simplemente no puedo dar con la respuesta concreta cada vez que te tengo cerca. Y siempre estás cerca de mí. Ya no es solo una cosa de verte en la distancia y gritarnos desde nuestras posiciones estáticas, esperando que el otro lo escuche. Ahora es casi como si estuvieras siempre a mi lado, incluso cuando no puedo verte ni escucharte.

A veces miro hacia la distancia y espero verte allí. Irremediablemente mis ojos te buscan a cada momento y, cuando no te encuentro, mi garganta se cierra y mi corazón comienza a detenerse. Mi brillo comienza a apagarse lentamente hasta que no queda nada más que un intento de lo que en verdad soy. Pero cuando apareces... es como si parte de mi alma regresara a su lugar. Un suspiro de alivio se escapa de mis labios congelados y mis dedos se estiran en un mudo sentimiento incomprendido que quiere decir “no importa la distancia, sé que si estiro las manos en tu dirección, seré capaz de alcanzar el roce de tus dedos...”

Eres ya una parte demasiado inmensa dentro de mí. Eres el calor de las sábanas en la noche, eres la luz de un sol personal que no me abandona y que está allí, sólo para mí. Eres la luz de la medianoche y la claridad del mediodía. Eres un poco de niebla y un fantasma, tangible e inalcanzable. Eres la sombra de un amor de cuentos de hadas y eres, también, ese príncipe azul que jamás pensé que existiera fuera de las páginas de un libro antiguo y empolvado, desgastado por el paso de los años.

Quizás esté sonando un poco cursi, tal vez demasiado empalagosa. No quiero agobiarte, pero tampoco es que estas páginas estén hechas para que las veas. Estoy escribiendo hacia ti, pero me avergüenza que sepas tanto de los sentimientos, de las emociones desbordantes que mi corazón ha generado y que comienza a acunar celosamente dentro de mi pecho. Pero es todo para ti y estás aquí, estrella mía, en cada palabra y en cada inspiración.

Me pregunto cuántos caminos he de recorrer para llegar a conseguir un solo beso tuyo. Me pregunto cuántas noches más he de pasar, observando la oscuridad y envuelta en un frio glacial hasta que llegues y me abraces, sacudiendo mis miedos, aullentando mis demonios y asegurándome que aunque no estés a mi lado, continúo siendo capaz de brillar con luz propia.

Me ha costado muchas noches aceptarlo, Rigel. Me ha costado mucho el pensar sin temor que lo que siento es más fuerte que una simple ilusión. Porque al principio estaba aterrada y no quería creerlo. Sé que a veces me escudo demasiado tras esta máscara que he formado con el paso del tiempo, sumida en esta oscuridad glacial. Pero tienes que entender que necesito repetirme que todo va a estar bien, porque en el fondo, es una manera de decirme a mí misma, de convencerme de que en realidad será así.

Me pregunto qué estarás pensando ahora... Al imaginar tus reacciones no puedo evitar que se me escape una sonrisa tímida. Sabes tanto de mí, creo que me conoces incluso mejor de lo que me conozco a mí misma. ¿No lo crees tú así? Pero es divertido. En cierto modo me gusta, porque siento que no debo -y tampoco quiero- ocultarte nada.

Aún no creo estar lista para gritarlo con fuerza, hay cosas que no me lo permiten. Quiero hacerlo pero... por estúpido que suene...

Quiero que seas tú quien dé el primer paso.

Y por favor, no confundas mi espera con crueldad. Es solo que me he devanado demasiado el pensamiento mientras busco una manera de gritarte lo que siento.

Tuya, Lyra.

Rigel dobló la hoja de nuevo, guardándola en su bolsillo mientras la observaba. Ella estaba lejos, aún a estrellas de distancia, pero miraba en su dirección. Podía imaginar su ceño fruncido, los labios apretados, la mirada aguzada en su dirección. Eso lo hizo sonreír. Si Lyra llegase a saber alguna vez que él tenía en su posesión aquel documento tan valioso, seguramente lo mataría... aunque eso no le molestaba. Lyra siempre se veía realmente adorable cuando se enfadaba con él, cruzándose de brazos y haciéndose la dura. Pero siempre podía acogerla y acunarla entre sus brazos y contra su pecho, haciendo que toda su molestia se evaporara. Sí, era realmente malo con ella a veces, pero se sentía afortunado.

Ahora, con esa vieja página perdida entre sus manos, se explicaba mejor las reacciones de ella. Pero aunque se las explicaba, no quería dejar de ver esa tierna expresión de berrinche en sus ojos. Le gustaba esa expresión, así como también le gustaba la forma en la que ella sonreía incluso al decirle, tratando de no reír, que aún estaba molesta con él. Así como también le gustaba la expresión soñadora de ella cuando lo miraba, de la misma forma que contemplaba el universo infinito cuando le decía que la distancia no era tan grande si lo analizaban. Así como le gustaba la forma en la que sus manos pequeñas buscaban las suyas para entrar en calor...

En fin, le gustaba Lyra. Y le gustaba también que ella hubiera perdido esa vieja página de su diario.

sábado, 21 de junio de 2014

Lo que no te dije


Querido Rigel:

Escribo esto para comunicarte mi sentir. Otra vez...

Sí, sé que esto comienza más a parecer una broma que otra cosa, pero no puedes decirme que no te lo advertí. Te dije que no sería fácil, te dije que probablemente haría cosas por alejarte. Siempre las hago, es algo que no puedo evitar. Porque tú te acercaste a pesar de mis caras largas y mis gestos e intenciones por alejarte. Mis caras largas que te parecían graciosas, mis gestos que te parecían divertidos y mis intenciones que realmente no eran tan en serio.

Hay muchas cosas de mí que no te he dicho, hay algunas que jamás te diré. No es porque no quiera, sino porque no puedo. O al revés, no estoy segura a estas alturas. Pero lo que sí puedo decirte, lo que necesito aclararte es que a pesar de mis gritos y mis intenciones por alejarte todo el tiempo, en realidad no quiero que te vayas. Pero maldición, estás tan lejos ahora. Siempre fuiste inalcanzable para mí, y ahora lo siento peor y peor. Esta distancia entre tu estrella y la mía parece infranqueable, y siento que voy a perder la cabeza si no me acuno contra tu pecho para dejar de pensar.

Siempre logras hacer que mis neuronas colapsen. Lo detesto, pero es algo necesario para mí.

No quiero depender a este nivel de ti, quisiera en realidad poder dejar de hacerlo, es por eso que, al parecer, me esfuerzo tanto en ser desagradable contigo, haciéndote pagar por mis enojos todo el tiempo. Es algo innato en mí, el ser desagradable. Creo que también te lo había dicho, que por mucho que trato no puedo evitar ser cruel. Al menos dejé de llamarte idiota, ¿cierto?

Hay muchas cosas que no te he dicho aún, partes de mi pasado que no puedo desenterrar ante ti todavía. Tal vez nunca tenga el valor de hacerlo. Y para serte sincera, no sé si podré enfrentar esos demonios algún día. Es una representación muy Quijotesca del asunto, lo sé. Siempre estoy confundiéndote, supongo. Y no espero que me tengas paciencia, incluso aún me pregunto cómo no me has alejado de ti. A veces tengo miedo de que ese momento llegue antes de lo debido sólo por mi absurda forma incontrolable de ser.

Rigel, hay tantas cosas que no te dije, y hay más cosas que no te diré. Realmente no espero que lo comprendas, y mucho menos que tengas paciencia conmigo. No espero nada de ti, por mucho que cueste creerlo. Y si espero algo de ti, será siempre sólo para tu felicidad.

No hay palabras para decir "lo siento". Sólo tengo esto, una pequeña carta llena de acertijos e interrogantes, más de las que sumo cada día a tu mente. Pero créeme, Rigel, que sin importar lo mucho que trate de alejarte, siempre me mantendré construyendo este puente de razones absurdas para que te quedes a mi lado. Porque me di cuenta que quien comenzó con la construcción de esas razones fui yo, y no tú. Y ahora no puedo detenerme.

Sólo dejo en ti la decisión de destruirlo o de ayudarme a llegar a ti. No necesito que los construyas para mí, mis manos son fuertes, pueden hacerlo. Sólo... cree que en algún momento lo lograré. Llegaré a ti de la misma forma en la que tú saltaste todas mis barreras y te instalaste dentro de mi corazón, creando algo de esperanza con tu luz de estrella azul. Una esperanza que pensé no volvería a aparecer jamás tan cerca de mí.

Y eso no está dentro de lo que no te dije...

jueves, 24 de abril de 2014

Enfermedad


Ella se sentó frente a la ventana. Al otro lado del cristal podía ver como las gotas de lluvia caían lenta, pero constantemente. Era una llovizna suave, una cortina delgada que le permitía ver más allá de las mismas gotas y que, al mismo tiempo, la reflejaban a ella millones de veces, como si fuesen un espejo líquido tratando de armarse antes de estrellarse contra el suelo de concreto y hacerse mil pedazos.

La fiebre era intensa, pero no se sentía cansada. A pesar de tener la nariz enrojecida por culpa del frio y de los estornudos constantes, no se sentía de mal humor. En realidad ella sentía como si flotara. Se encontraba perdida ante la lluvia y su propio reflejo en el cristal de la ventana. Un reflejo de ojos cansados y tristes, un reflejo inconstante que iba entre una sonrisa y una mueca de desaprobación cada pocos segundos. Era un reflejo ajeno en el cual, de todas formas y casi de manera imposible, lograba reconocer algo de sí misma, aunque aún no lograba definir lo que veía.

De manera perezosa, pero automática, estiró la mano hacia la ventana y la abrió lenta, suavemente, de manera acompasada a los agotados sonidos de su corazón, que retumbaban en la oscuridad de la habitación solamente quebrada por la luz de las farolas que estaban en la calle. Volvió a acomodarse, pero esta vez con los codos apoyados en el alfeizar de la ventana, sintiendo la reconfortante brisa fría y las tenues gotas constantes de lluvia impactando contra su rostro, disminuyendo un poco el calor proporcionado por la fiebre.

Sonrió.

Se sentía un poco como morir y revivir constantemente, como nacer cada pocos segundos, como si estuviera mudando de piel. Algunos sentimientos se aferraban, como la fiebre, a todo su cuerpo. Otros, en cambio, se iban cuando las gotas de lluvia se deslizaban por su rostro hacia la barbilla, perdiéndose en la bufanda que tenía enredada en el cuello.

También sentía que a pesar de todas las maneras dulces y violentas que conocía de morir, incluso aunque tuviera fiebre y apenas pudiera recordar quién era, sentía que jamás podría elegir otra manera de morir además de... de él.

Él era su manera perfecta de morir. El recuerdo, la sonrisa y las palabras bonitas. Siempre había sido el portador de la flecha que apuntaba a su corazón, así como también era el portador del calmante para las heridas que en su alma pesaban. Nada ni nadie podría sacarlo jamás de ese lugar.

Apoyó la frente caliente y húmeda por el sudor y las gotas de lluvia sobre los antebrazos, tomó una profunda inspiración cansada y dejó a sus lágrimas salir. Eran lágrimas tranquilas, pero constantes, al igual que la lluvia. Eran lágrimas de sanación, aunque estaba segura que jamás podría sanar esa herida completamente. Por lo menos estando bajo una enfermedad podía comenzar a intentarlo, pues estaba segura que de tener sus fuerzas caprichosas intactas, sería demasiado orgullosa como para llorar por eso. Para llorar por él, otra vez.

Oh, pero como dolía amarlo de esa manera tan perfectamente imperfecta. Realmente era como tratar de hacer que un ciego aprendiera a hablar en lenguaje de señas el tratar de dejar de amarlo. Pero no podía evitarlo, siempre había sido así, desde el principio. Era un amor inestable y caprichoso, enfermizo e hiriente. Era ese tipo de amor que te hace gritar cuando solo quieres llorar.

Lo extrañaba.

Extrañaba que él estuviera con ella, que le sonriera y le dijera algo, cualquier cosa que la hiciera sonreír. Extrañaba los pequeños detalles que una vez había tenido con ella, y extrañaba también la manera en la cual solía mirarla. Ahora de todo lo que ellos habían tenido solo quedaba esa fiebre infernal, esa nariz enrojecida por tanto estornudar y esa enfermedad llamada rabia. Rabia contra sí misma por no poder dejar de sentirse molesta ante su indiferencia. Esa rabia por estar siempre celosa. Esa rabia incoherente...

Levantó el rostro y la lluvia, ahora fuerte y renovada, intensa, golpeó contra su rostro, llevándose sus lágrimas. Y pudo sonreír ante la aceptación de lo pequeña que era. Porque en ese momento de completa vulnerabilidad podía pensar con tranquilidad, gracias a la enfermedad, que era una chica torpe que necesitaba de su caballero de armadura hecha con cajas de cartón.

Oh, realmente cuando enfermaba aprendía tantas cosas...

sábado, 19 de abril de 2014

El fin de tus días


Ya estoy harta, harta de todo esto, harta de este amor enfermizo que siento por ti. Harta de este amor corrosivo que me atosiga día y noche, sin importar lo mucho que me aleje de ti y de ese destello azul que me enceguece.

Podría intentar simplemente superarte, y lo he intentado antes ya. Podría continuar tratando de arrancarte de mí así, con fuerza, con rabia, con odio y con dolor. Podría intentar mirarte a los ojos y decirte que no siento ni volveré a sentir nada por ti nunca más.

Pero no puedo hacerlo.

Al principio, Rigel, tú eras quien me seguía. Quien seguía mis pasos en este espacio sin gravedad, de quien huía constantemente para poder arrancarte de mi corazón pues sabía era lo mejor para ti. Estúpida de mí, siempre pensando en lo mejor para ti. Siempre pensando en ti, en tus necesidades de afecto, construyendo un maldito estúpido puente de razones para que te quedaras a mi lado, diciendo que en realidad tú eras quien se esforzaba por llegar a mí.

¿Te esforzaste alguna vez, Rigel? ¿Lo hiciste?

Yo era la idiota que miraba siempre en tu dirección, planteándose millones de preguntas sobre ti, sobre las estrellas que te rodeaban, sintiéndome avergonzada en la soledad de mi galaxia lejana. Yo era la que te decía que te fueras porque sabía, ¡sabía! que al final de todo, yo sería la única que saldría lastimada y que luego a ti no te importaría. Sabía que un día mirarías en mi dirección con lástima, negarías rotundamente luego de darme una esperanza y te irías.

Debí haberme ido antes de que entraras tan profundamente en mí.

Estoy segura que cuando esto acabe y pueda volver herida, pero viva a mi galaxia lejana, mirarás en mi dirección y te preguntarás: "¿Por quién estará intentado brillar?". Y querrás saberlo, imaginarás que es por ti, y puede que sea por ti, pero puede que no lo sea más.

Porque no quiero que lo sea más.

Estaba cayendo, Rigel. Y entonces llegaste tú, con tus canciones, con tus palabras bonitas y tus miradas comprensivas. ¿Era todo tu plan? ¿Era todo parte de una estrategia para que no pudiera olvidarte? ¡Porque ahora soy yo la que te persigue como una idiota, gritando, llamándote! Y cuando tú me seguías, estoy segura que solo tratabas de comprobar con tus propios ojos que la pequeña estrella torpe y opaca no fuera a lanzarse delante del primer agujero negro que encontrara. Y espero que estés contento, porque ahora regreso a mi galaxia con unas compañeras que no notaron mi ausencia, otra vez a mirarte desde la distancia, sin que te importe nada.

Igual que la primera vez que te vi.

¿Recuerdas quien unió los pedazos que quedaron de ti, Rigel? ¿Recuerdas quién estuvo allí para sujetarte cuando la estrella fugaz quemó todo a su paso cuando trataste de sujetarla? No, supongo que no lo recuerdas, pero yo lo recuerdo muy bien.

Y ya estoy cansada de recordarlo, Rigel. Estoy cansada de toda esta basura cósmica.

Voy a sacarte de mis días, para que queden sólo los tuyos. Tus días, en tu galaxia, lejos de mí. Muy lejos de mí y de este corazón amargado que no podrás volver a romper con tus acciones distantes y tus palabras ambiguas. Porque no volveré a caer ante tu siguiente "bonita". No volveré a caer rendida ante ti la próxima vez que me digas "aún te quiero". Creo que ya caí las veces suficientes, creo que ya di suficiente de mí incluso cuando, luego de preguntarte una y mil veces si irías tras otra estrella fugaz, ante tus negativas de que eso pasaría... sucedió.

No, no puedo manejar eso dentro de mis días, ni de mis noches.

Rigel, lo siento... pero este es el fin de tus días dentro de mi corazón. Ahora sí te arrancaré, con todo y de raíz. No volverás a crecer dentro de mí.

Se acabó.

Espero que esta estrella fugaz que persigues ahora no te lastime como lo hizo la anterior. Espero que seas feliz... pero yo ya no te haré reír con mis tonterías. Seguiré adelante sin ti, la energía no se me ha acabado. Voy a salir de este agujero negro y volveré a mi lugar. Voy a volver a ser la estrella que antes todos conocían, esa que brillaba con luz propia solo porque existía. Porque tenía un día más de vida. Volveré a ser esa.

Y quiero que sepas, Rigel, que jamás te odiaré. Pero así como no te odio, no te amaré más. No voy a amar a alguien que no me ama. No me haré esto.

Porque... porque tú me dijiste que nunca lo hiciera...

jueves, 10 de abril de 2014

Ella


Ella no era una chica romántica. En realidad no era de esas chicas a las cuales pudieras conquistar con flores y corazones. Ella en realidad se consideraba a sí misma bastante simple, aunque todos a su alrededor dijeran lo contrario.

Una vez ella había estado enamorada, perdidamente enamorada. Aquello no había terminado bien.

Mientras ella había entregado no solo su corazón, sino su vida a aquel que amaba, solo había recibido una carta llena de errores ortográficos, escrita con la tinta de la ebriedad y contando promesas que jamás se cumplirían. Sus ojos leyeron con horror aquellas líneas con menos acentos de los que debía, y mientras eso sucedía, su corazón y toda ella se recubría con la tinta oscura y amarga de las palabras no dichas.

Jamás había sido romántica, pero aquel amor sádico, masoquista e incompleto la habían transformado en una mujer de hierro. Y no importaba cuánto quisiera demostrarle a alguien que le quería, su propia mente la obligaba a retroceder mientras la armadura se fortalecía en la desconfianza.

A su vida llegaron algunos hombres buenos, sí. Y ella los había querido, los había querido mucho, pero siempre los apartaba de su lado. Porque estaba dolida y no quería confiar ya más en nadie, no quería volver a ser herida como en el pasado. Por eso, cuando alguien demostraba demasiado hacia su persona, ella comenzaba a distanciarse, acomodando mejor la armadura contra su cuerpo y tomando el primer vuelo hasta el anochecer que pudiera alcanzar.

Los rechazaba a todos porque en el fondo sabía que siendo así de incompleta e imperfecta, no podía amar a nadie. Porque darles falsas ilusiones a otros sería lo mismo que le habían hecho a ella, y no pensaba permitirlo. Primero hubiera preferido morir.

Una vez, después de mucho tiempo, alguien alcanzó su corazón. Habían logrado una hazaña nunca antes vista.

Él era inteligente y agradable, la hacía reír y sonreír, la hacía sentir mariposas en el estómago con sus palabras cariñosas y le cantaba cuando ella menos lo esperaba. Y por mucho que había intentado no caer a los brazos de ese hombre, ella había terminado cediendo a sus caricias y a sus consuelos. A esas palabras que sentía sólo para ella.

Una nueva emoción había vuelto a nacer en su corazón, oxidando su armadura pensada para ser indestructible. De pronto sus palabras comenzaron a tener colores y formas, no solo trazos en un papel blanco lleno de rencor y de curvas amargas que trataban de ser acantilados suicidas para cada estrofa.

Él había llegado a conseguir que ella le sonriera... y le amara.

Pero aquello no podía durar, porque los fantasmas nunca se habían marchado de ella. Los fantasmas regresaban cada noche para acecharla y darle horrendas pesadillas sobre el futuro que tendría con ese maravilloso ser que la esperaba al otro lado de la ventana, resguardándose de la fría noche mientras miraba sin descanso el camino que ella tomaría para llegar hasta él.

El miedo se transformó en algo firme y constante. El temor a perderlo, a que dejara de amarla. El temor a hacerse daño.

Al final, ella le abandonó. Y corrió, corrió como si el mundo se acabara a su espalda. Tomó el primer tren al sur y se alejó de aquel que tenía el poder de romper su corazón.

Ahora ella está lejos, sentada bajo los rayos del sol, esperando. No sabe qué espera, pero continúa en eterna vigilia. Sus noches se vuelven cada vez más y más tormentosas sin él, a pesar de que él parece no guardarle rencor alguno. Él la acepta, y quiere lo mejor para ella. O al menos eso dice él. Y ella sólo quiere que la olvide y que sea feliz, porque solo de esa manera siente que podrá quitar su armadura, sanar sus heridas y poder continuar.

Pero la armadura está tan fija en su piel que comienza a perder la esperanza. La esperanza de sanarse.

La esperanza de volver a amar, como una vez le amó a él. A quien desarmó todos sus temores y se sentó a tomar el té con sus demonios.

La esperanza de poder mirarlo a los ojos y sentir que todo estará bien.

jueves, 3 de abril de 2014

Profundidad


Voy a contarte un cuento de como una estrella cayó profunda, profundamente en la oscuridad.

Voy a contarte la forma en la que ella cayó en la profundidad, sin quejarse y sin hacer ruido alguno, sólo dejándose arrastrar por las corrientes de un espacio que la aceptaba más de lo que ella misma se aceptaba.

Voy a contarte una historia que tal vez no tenga el final que esperas, pero que seguramente es el final que la pequeña estrella perdida necesita.

Ella viajó largo, largo tiempo antes de encontrar lo que había perdido, antes de encontrar lo que estaba buscando. Ella caminó y voló, ella se arrastró por el espacio dejando una estela de polvo a su paso, cada vez menos, menos y menos brillante.

Llegó un momento en el cual la pequeña estrella se detuvo, contemplando a su alrededor. Se encontraba sobre un agujero tan negro, tan negro que no podía saber dónde terminaría toda aquella profundidad. Y eso alegró su pensamiento pues sabía, en su pequeño, pequeño corazón, que el viaje valdría la pena. Que aquel nuevo viaje la llevaría tal vez no al lugar que quería, pero definitivamente al que necesitaba ir.

Nadie supo nunca si la pequeña, pequeña estrella en realidad se arrojó al vacío. Sólo se sabe que ella llegó sobre ese profundo, profundo agujero negro y que luego, todo explotó en miles de colores llenos de su propia extraña profundidad.

Y ahora estoy pensando en esa pequeña, pequeña estrella solitaria y herida, flotando sobre esta profunda, profunda oscuridad, preguntándome si ella tuvo tanto miedo como el que siento yo ahora...

martes, 11 de marzo de 2014

Medianoche


Terminó de leer la carta y suspiró, enviando su vista al cielo infinito. No sabía desde dónde había llegado, no sabía hacia cuánto había sido enviada, no sabía nada de la corta misiva más que las palabras que leía, los sentimientos que expresaba y el nombre que llevaba.

Sus ojos oscuros, apagados por la tristeza y la melancolía de la medianoche repasaron una y mil veces las palabras más claves de aquella nota: Momentos, roto, libertad, felicidad, cariño... soledad. Sí, sabía lo que era sentirse de esas maneras, pero no podía evitar que su corazón se endureciera a cada momento que pasaba alejada de él. Porque si él había cambiado, ella también lo había hecho al dejarlo. Porque si Rigel creía que su vida era feliz y no estaba de cabeza, se estaba equivocando.

Arrugó la carta entre sus dedos e impidió que las lágrimas salieran de sus ojos. Le tomó toda su fuerza de voluntad el conseguir que sus ojos no sucumbieran al llanto. Entonces sus manos rompieron la misiva en miles de fragmentos que la brisa nocturna se llevó muy lejos, hacia el infinito universo al cual ella no volvería. Aunque por un momento tuvo deseos de conservarla, sabía que sólo sería algo masoquista para ambos.

¿Soy feliz?

Lyra pensó en esas palabras y no pudo evitar que una voz dulce y melancólica las susurrara a su oído. Y se sintió frustrada en esa oscura medianoche ante el hecho de no poder sacarlo de su cabeza incluso cuando sabía lo masoquista que sería el volver a él. Cerró los ojos y se acurrucó sobre la nieve de su planeta. Hacía frio, pero adentro de su corazón estaba mucho más helado.

Estando allí pensó de nuevo en él, en Rigel. Evocó su recuerdo y todos los momentos que habían vivido juntos. Evocó las distancias, las sonrisas, las miradas. Evocó los sentimientos que él generaba en ella. La felicidad, la molestia, la alegría, la tristeza. Evocó el momento en el que se dio cuenta que ya no era más importante para él y el momento en el cual comenzó a cortar el lazo de manera definitiva, para alejarse a la deriva de todas las constelaciones.

Recordó cómo Rigel la había mirado, con esa indiferencia que asesinó todas sus ganas de amar. Recordó su corazón roto y ella dejándolo atrás. Recordó su escape, huyendo de todas las constelaciones, de todas las estrellas en sus planetas. Recordó un grito que la siguió y la tormenta que se había desatado en una medianoche eterna en su propio planeta.

—Lyra.

¿Tú crees que puedo ser feliz, Rigel?

Se sentó otra vez, secando las lágrimas de sus ojos húmedos con rudeza. Ya nada le importaba y ella misma había sucumbido, otra vez, a aquellos mortificantes recuerdos. Y ya no quería ser encontrada así, o simplemente ya no quería ser encontrada.

—Lyra, cariño, ¿qué tienes? —preguntó esa voz que hasta el momento, desde su huida, la había acompañado.

—Estoy bien, Antares —susurró Lyra, viendo cómo el puente la alcanzaba—. Deberías volver a casa.

—Estoy en casa —replicó él, atravesando el puente sin ningún tipo de problema—. Ahora dime, ¿qué sucede? ¿Qué te hizo alejarte de todos?

Lyra se levantó del suelo cubierto de nieve y comenzó a caminar, buscando una respuesta. ¿Qué la había hecho irse? Para ella, la respuesta era obvia: Rigel. Había tenido que irse para no lastimarlo más, para no lastimarse a sí misma y para no terminar implosionando como una vez ya lo había hecho. Pero Antares no entendería todo eso. Antares escucharía con calma y paciencia, la abrazaría y acunaría hasta que su corazón se calmara un poco y luego alimentaría las brazas de algo que no debería existir. Alimentaría un amor no correspondido, alimentaría esperanzas vanas y mortales, alimentaría sueños e ilusiones que no llevarían a nadie a ningún lugar.

—Quería estar sola, Antares —replicó Lyra, mirando a la distancia desde un punto completamente congelado de su planeta—. Quería poder enfriarme sin que nadie viera lo horrendo del proceso.

—Lyra...

¡¿Tú crees que puedo ser feliz... sin ti?!

—¡Solo vete, Rigel! —gritó, ya no pudiendo soportar más las lágrimas. Apretó los puños y le dio la espalda a Antares, que la observaba congelado, al igual que el páramo que les rodeaba— Solo... Déjame sola...

Pudo escuchar los pasos de Antares alejándose de ella, pudo escuchar el sonido del puente destruyéndose mientras él se iba. Y el eco de aquella destrucción la llevó a su miseria, pues recordaba así el día y el momento en el cual Rigel se había ido por última vez. El momento en el cual ella le había echado y había destruido todo a su paso.

Y pensar en él, pensar en el modo de reemplazar ese amor, pensar en el modo de no morir tratando de superarlo era algo que dolía demasiado. Era algo que ella sabía no conseguiría jamás. Y era algo con lo que tendría que vivir en su completo estado de medianoche.

lunes, 3 de marzo de 2014

Fénix


Había recorrido aquel camino tempestuoso por demasiado tiempo. Sus alas rotas y sin plumas, totalmente calcinadas eran la prueba de todo lo que había tenido que pasar para llegar a ese momento, a esa instancia.

Bien podría haberlo abandonado todo, pero en su persistencia había continuado andando cuando sabía que era marginada a los ojos de los demás, pues los de su especie habían sido creados con alas para dominar el cielo. Y ella no pertenecía al cielo ya más.

Era marginada entre las aves al no poder volar. Era marginada entre las criaturas terrestres al no ser como ellos. Era diferente y eso la hacía especial. Era diferente y eso la hacía vulnerable. Era diferente y eso la hacía... insuperable.

El largo recorrido por fin llegaba a su fin. Su mirada satisfecha se posó en la lava ardiente y un amago de sonrisa se presentó en su rostro. Sentía que por fin su existencia había valido la pena. Sentía que el propósito de su vida estaba al fin completo. Sentía que todos los sacrificios, las miradas, la soledad... Todo al fin cobraba sentido. Todo valía la pena en ese momento.

Miró hacia atrás, hacia lo que estaba abandonando. Los páramos, los bosques, los desiertos, los pantanos, los océanos, los montes y las montañas nevadas. Todo lo que había visto, todo lo que había recorrido. Los animales, las aves, el fuego, la tormenta, los truenos y las ventiscas. Todo aquello a lo cual había tenido que enfrentarse. Al ver todo el panorama un velo de nostalgia se integró a su mirada-. No estaba segura de extrañar todo lo que dejaba atrás, pero sin duda que iba a extrañar la inseguridad junto a la adrenalina de la aventura.

Volteó otra vez para fijar su vista al fondo del volcán. La lava saltaba y burbujeaba, más ardiente de lo que ella pudiera imaginar.

Cerró los ojos, lágrimas saliendo de ellos. Una sonrisa satisfecha. Un pensamiento de felicidad.

Saltó.

En la distancia las aves gritaron, los animales terrestres aullaron y los árboles lloraron.

La caída fue sólo un segundo. El viento ardiente golpeando su rostro, quemando las pocas plumas que quedaban en su cuerpo hasta que colapsó contra el océano flamígero.

El calor era abrazador, casi insoportable. Sus ojos se consumieron de inmediato, sintió cómo cada parte de su ser, cada pluma, cada músculo y tendón dentro de sí era consumido por el calor, por las llamas, por el final. Y una sensación de paz abrumadora se instaló en su corazón cuando cada latido se apagaba hasta alcanzar las últimas notas de lo que era su ansiado final. El final de sus penas, de sus miedos, del temor a lo desconocido. El temor a lo que quería ser pero jamás se atrevió. El temor al rechazo desapareciendo junto a su cuerpo también.

Entonces, de pronto, un nuevo latido. Y otro, y uno más. Cada vez más fuerte, más poderoso.

Sus ojos se abrieron bajo el fuego y pudo ver que la lava a su alrededor resplandecía con chispas de todos los colores que había visto durante su viaje. Sintió fuerza y vitalidad en su cuerpo, y cuando observó sus alas las notó bellas y resplandecientes contra el fuego, que creaba algo nuevo en ella desde su sacrificio, desde lo que ella abandonaba para transformarse en un ser mejor.

Movió sus alas, las agitó, danzó entre el fuego.

Y voló.

Salió del volcán con un magnífico giro, lanzando un grito de felicidad mientras mostraba su nueva forma al mundo que la había rechazado. Sus plumas se agitaron contra el aire caliente, lanzando destellos de fuego a cada batir de alas. Sobrevoló la boca del volcán y con determinación volvió a lanzarse al fuego, emergiendo minutos después envuelta en el calor de la renovación.

Por eso, con una nueva determinación, voló hacia la noche. Porque ella había vencido, lo había conseguido.

Ella era el fénix. Y ahora era invencible.

lunes, 10 de febrero de 2014

Absurda


A cada paso que daba, sentía que su corazón se hundía de pesar. Y lo más idiota, lo más irreverente, era que ella misma se lo había buscado. Ella había dado el paso en retroceso, ella había comenzado y terminado con el adiós. ¿Por qué simplemente no podía decir la verdad?


Negó con la cabeza, secando las lágrimas que corrían por sus mejillas. Por un momento estúpido Kamil pensó que él la seguiría. Por un momento de absurda ilusión pensó, imaginó que él la tomaría del brazo y le diría que todo estaba bien, que era libre de llorar. Que la abrazaría incluso contra sus pataletas, contra sus gritos y contra la máscara de hielo que siempre mostraba ante todos. Porque él siempre era capaz de destrozar la imagen que proyectaba hacia el mundo, siempre era capaz de deshacer todo lo que ella con esmero había construído a su alrededor, apartando la soledad y el dolor a los cuales estaba tan acostumbrada.


Y lo peor de todo era que la rabia, el odio que sentía... ni siquiera eran contra él. Eran siempre contra sí misma. Era rabia por no poder desmoronarse sin temor a lo que pensara, sin temor a que él sintiera que era inútil a su lado. Y lo odiaba. Odiaba causarle esa inseguridad, esa inestabilidad.


Se odiaba por no poder entregarle jamás nada bueno. Nada de valor. Nada más que una promesa de amor incondicional, aunque doliera... Aunque su amor se enterrara e hiriera como espinas de sentimientos absurdamente encontrados dentro de su corazón.


Subió en el automóvil, sin siquiera mirar al conductor del mismo. No necesitaba mirarlo para saber la preocupación que enmarcaba su rostro. El recorrido transcurrió por largos minutos en completo silencio, con conductor y pasajero atentos en el camino.


—Señorita.


Kamil volteó la mirada al hombre, sus lágrimas brillando en la oscuridad. Él continuaba atento al camino, esquivando el resto de los vehículos que pasaban por la autopista.


—No sé lo que le aqueja —continuó él—, pero no debería llorar de esa manera. Y sé que no soy nadie para decirlo, pero puedo ver en su rostro que las decisiones que ha tomado, la han herido... mucho. No se deje abatir por el dolor, no deje que la venza. Seguramente es una muchacha muy fuerte. Si enfrenta sus temores con fortaleza y decisión, seguramente todo se arreglará.


El hombre sonrió, mirándola al detenerse frente a una luz roja.

Y Kamil se desarmó, llorando de manera descontrolada.

domingo, 2 de febrero de 2014

Carta al Mundo

¿Se han dado cuenta lo que se siente cuando descubres que algo no sólo fue un error, sino que... fue una traición? Así, sin necesitar pruebas ni confesiones, porque dentro de ti lo sientes como lo que en verdad es, como una traición pura y dura.

Bueno, así me siento yo.

A veces trato de luchar contra mi cabeza, pero ¿saben?, en realidad es muy difícil. Porque cada vez que me miro al espejo, me odio. Porque cuando recuerdo palabras de algunas personas, siento que nada vale la pena. Porque creí en personas que solo se estuvieron riendo de mí todo el maldito tiempo, y eso no es justo. ¡No es justo, maldición! ¿Qué les hice yo? Estuve siempre allí, con mis estúpidas palabras de aliento, con mi estúpido buen corazón, con mi estúpida sumisa forma de ser. ¿Qué les importó? Solo les gustó jugar con mi confianza, con mi dolor, con mis imperfecciones, burlándose de mí todo el maldito tiempo.

¿Y qué si no tengo nada bueno que entregar? ¿Y qué si siempre estoy deprimida? ¿Eso les da derecho de hacerme tanto daño? Y lo peor no es eso, lo peor es que ellos son las víctimas siempre. Porque yo fui la mala, porque yo fui la que le "rompió el corazón" a uno y quien no "aconsejó" de buena manera a otro. ¿Y dónde queda lo que yo soy, lo que yo siento? ¿Dónde queda lo destrozada y absurda que me siento?

En este momento... sé que soy realmente patética. Y no quiero que me digan lo contrario, porque es algo que sé y que asumí. Soy una idiota torpe y patética que no puede siquiera cargar con el propio reflejo que le devuelve el espejo cada mañana. Porque estoy harta de sentirme así, pero no sé cómo dejar de sentirlo de esta manera.

¿Alguna vez se han reído de ustedes? Cuando eres imperfecto, y vulnerable, y te odias. ¿Alguna vez les han dicho que los aman mientras miran modelos mejores, más bonitos, haciéndote sentir afortunada por las migajas que consigues?

A mí sí.

Me dijeron que me amaban muchas veces, y aunque ahora estoy con una persona que me ayudaría a conseguir el mundo que yo no puedo alcanzar porque soy demasiado débil y cobarde, las traiciones y los errores aún me duelen. Me duelen porque yo confié, puse mi vida en un par de manos por completo durante cuatro años, relegándome hasta el final siempre, aceptando un porcentaje de compasión que pensé me correspondía. Y ahora veo la luz, pero... ¿por qué no puedo dejar de sentirme destrozada y herida?

Porque confié, estúpidamente confié. Di mi voluntad a cambio de gritos, de dolor, de horas y horas interminables de llanto que no puedo olvidar, de lágrimas que no puedo secar, de pesadillas que no sé cómo espantar.

¿Existe alguien allá afuera que se sienta como yo? ¿O soy la única loca esquizofrénica que se siente así? Pidiendo perdón a quienes sufren esquizofrenia, yo sé que no son tan como yo.

Porque soy patética. Porque me siento pequeña, vulnerable y patética. Porque no puedo con esto sola pero no tengo el valor de pedir que alguien me ayude, porque soy demasiado orgullosa como para permitir que las personas que amo me vean así de destrozada y herida.

Hay cosas que he podido superar, pero me ha costado tanto, tanto, que ya no me siento capaz de salir de este estado una vez más. Siento que me estoy perdiendo a mí misma otra vez y necesito que el mundo me muestre lo que en verdad soy. Pero estoy aterrada de eso. ¿Y si aquello que me muestran es demasiado como para soportar? ¿Y si no estoy preparada para enfrentar la verdad?

No soy una mujer perfecta, en realidad sé, estoy consciente que soy el colmo de la imperfección. No soy una chica atractiva, ni inteligente, ni mucho menos tengo algo que me haga especial. No soy buena hablando, no soy buena mostrándome al mundo tal y como soy porque estoy jodidamente asustada de lo que las personas piensen. Porque por mucho tiempo mi vida estuvo regida por el "qué dirán", relegando lo que yo no soy y lo que yo no sé a último plano, desviviéndome por quienes quiero, por quienes habían llegado como caballeros oscuros para decirme que si el mundo era una mierda, que yo fuera el doble de mierda con el mundo.

Pero ¿cómo hacer eso cuando no te nace, cuando no lo sientes?

¿Y cómo perdonar la crueldad de lo que he visto, de lo que he leído, de lo que me han hecho, directa o indirectamente?

A principios de este año me dije que todo sería diferente, que no volvería a caer en la depresión, que todo iba a salir bien de ahora en adelante. Pero ya no siento esa convicción y ya no tengo el coraje para dejar de hacer todo lo que hacía para no sentirme más de esta manera.

Me siento como un monstruo, como una abominación, como una aberración que no debería de existir. Porque me he mirado al espejo y no he encontrado, para variar, nada que me guste. Porque he mirado mis muñecas y he tenido el impulso idiota de volver a lo que hacía siempre. Porque me he inclinado sobre el lavamanos del baño y lo he sacado todo como dije que no lo haría. Y al no parecerme suficiente estoy siendo tan patética para escribirlo aquí, en mi santuario, aquel que dije jamás mancillaría.

Me siento tan idiota que solo quiero que el mundo venga y me rescate. Que me cubra o que me mate, pero que me arranque este dolor que no debería existir.

Siento rabia, siento odio, siento dolor. Y lo peor de todo es que no es contra quienes puedan merecerlo, es todo, absolutamente todo contra mí.

Y lo detesto...

Cristal.-