Quienes me inspiran a seguir

lunes, 25 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 20

20.- ¿Cuál es tu signo? (Virgo, géminis, etc.) Usa tu signo como inspiración para un personaje (protagonista o antagonista) o un lugar (una ciudad en un mundo inventado).





Estaba cansada. Cansada de seguir sus pasos, de sonreír cuando ella lo hacía, de usar lo mismo que ella usaba, de llorar cuando ella lloraba. Estaba harta de esa vida. Ella quería salir al mundo, verlo por sí misma, hacer lo que quisiera y cuando quisiera, no porque tuviera que copiar, por obligación, los movimientos de alguien más.

Cada vez que ella la miraba, tenía la certeza de que sabía de su existencia. Podía ver la luz del reconocimiento, de la verdad en sus ojos, y la muy desgraciada parecía sentirse orgullosa y satisfecha por ser ella quien estuviera viviendo, y no la condenada a seguir los pasos de alguien más durante toda la vida.

Pero eso estaba por acabarse.

La otra le dio la espalda, pero ella, en lugar de imitarla, se quedó donde estaba, con las manos en puños y la sonrisa torcida sobre los labios. Podía sentir una extraña fuerza, como una corriente de agua que la empujaba, tratando de obligarla a imitar a la otra mujer, pero ella se mantuvo quieta, fuerte en su convicción. Estiró las manos hasta tocar el cristal, y este pareció hundirse bajo las palmas de sus manos. Eso le provocó una extraña sensación de éxtasis, por lo que empujó con más fuerza, viendo cómo sus manos traspasaban esa barrera invisible, que parecía estar hecha de agua.

Continuó empujándose hasta que pronto sus brazos, su cabeza y su torso estuvieron fuera. Pero parecía que sus piernas estuvieran atascadas allí, imposibilitándole salir. En un movimiento desesperado, se inclinó hacia adelante todo lo que pudo, con sus rodillas contra el cristal acuoso. La otra mujer se dio la vuelta, alarmada al sentir como algo frío se enroscaba alrededor de su muñeca.

Y un grito ahogado escapó de sus labios cuando se vio a sí misma, sujetándose, empujándose hacia el espejo.

Lucharon con todas sus fuerzas. La otra mujer era fuerte, muy fuerte. Tiraba de su brazo, esperando soltarse, dando pasos seguros hacia atrás. Pero ella también era fuerte, y era astuta. Se sujetó con ambas manos al brazo de la otra mujer, y se relajó para que el empuje que ejercía para alejarse de ella terminara de sacarla de su prisión. Y funcionó. Cayó al suelo con un golpe sordo.

Se levantó lentamente, respirando por fin. Entonces, un sentimiento lunático y maligno se apoderó de sus pensamientos. Alguien tenía que reemplazarla en el otro lado.

Tomó a la otra mujer por los brazos y la empujó directamente hacia el espejo. Fue un movimiento rápido y fluido, como si se encontrara debajo del agua. Y la otra mujer pareció flotar hacia allí, hacia la superficie reflectante que pareció absorberla por completo.

Ella miró su reflejo en el espejo cuando la adrenalina se hubo marchado de sus venas por fin. La otra mujer golpeaba el espejo con fuerza, desesperadamente, pero ella estaba segura que nunca podría salir. Porque ella no volvería allí.

Se alejó un paso más del espejo y meditó. Desde ahora tendría que mantener una distancia prudente de las superficies reflectantes. Eso no podía ser demasiado difícil.

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