Quienes me inspiran a seguir

jueves, 30 de abril de 2009

Juguete Roto





Caigo al borde del vacío, en un vortice sin principio o fin. Todo lo que me rodea son sombras, figuras sin forma que me golpéan, frías como el beso de la muerte, y lucho contra ellos intentándo derribarlas, pero no logro hacer que el calor de tus abrazos marchítos me saque de aquí.

Mi cuerpo, casi inerte, golpea el pavimento. "¿Dónde estás?", me pregunto mientras mis extremidades calcinadas se hacen cenizas y el calor de tu último toque es arrastrado de mi corazón, marchándose con el viento.

Lo recontruyo todo, a base de voluntad y miedo me recubro de hierro, dejándo a mi frío y destrozado corazón en el suelo, pasándo sobre el y marchándome a un lugar muy, muy lejano en donde el odio y el amor no existan, convirtiéndome en una máquina vacía, un juguete roto...

miércoles, 29 de abril de 2009

Sin Título




Volteo para ver si tu nombra, tu silueta, aún permanecen en el umbral de la puerta que continua abierta tras tu partida.

¡Creeme, nunca quise lastimarte!

¡Creeme, siempre hablé con sinceridad!

Perdóname si te lastimé, o dije cosas que no debia decir, solo tenia miedo a que tus sonrisas fueran opacadas por la tristesa que rodea este mundo retorcido.

¡Creeme! ¡Perdóname por quererte!

¡Creeme! ¡Perdóname por protegerte!

¡Perdóname por querer tu amistad!

La sed que dejó tu partidano puedo ahogarla aun bajo el alcohol o el agua, el hambre que dejó tu sonrisa vacia no logro aplacarla ni siquiera bajo el mejor banquete del mundo... Me faltas mucho.

¡Te quiero! ¡No importa lo que pase!

¡Te quiero! ¡Aún si no me crees!

¡Te quiero! ¡Mi sentimiento es sincero!

Por favor, aunque sea mentira... Dime que también me quieres...

jueves, 23 de abril de 2009

El Fuego de tus Ojos.- Primera Parte

-¡Muérete!

Se escuchó la voz de la niña, en la lejanía. Sus sollozos eran lo único que se escuchaban en aquel desolado lugar en el cual nadie quería poner pie desde hace años. Ahora, por culpa de la estúpida era Meijí, su pueblo y lo que quedaba de sus ancianos habitantes, se habían transformado en cenizas.

Pateaba una y otra vez los restos de madera calcinada con sus pequeños pies de infante. Se sentía impotente. Ser la única sobreviviente de un pueblo campesino no es algo de lo que estar orgullosa, y mucho menos cuando todo por lo que has trabajado hasta tus cortos ocho años se esfuma en un segundo.

Escuchó una voz, lejana. Olía a sangre. Le agradeció a su olfato darle aquella información tan útil. Observó su entorno y de entre los escombros tomo un rastrillo viejo, quemado y oxidado, escondiéndose entre las sombras y esperando a que el asesino se alzara frente a ella.

Cuando lo vio pasar, salió sigilosamente de su escondite, caminando a sus espaldas para que el acto furtivo y de sorpresa no se perdiera y, cuando el hombre estaba completamente distraído según ella, alzó con fuerza el rastrillo y lo dirigió a la espalda baja del hombre. Falló.

El sujeto, velozmente, se volteó, sosteniendo con fuerza el arma y arrebatándosela suavemente a la niña, la cual, bajo la luz de la luna y del fuego vio el pálido rostro del hombre, bondadoso y noble, con sus ojos negros y almendrados llenos de piedad. Enfureció.

-¡No quiero tu lástima, asesino! ¡Vete!-gritaba alterada la pequeña, llorando amargamente de impotencia, por ser tan débil y no poder defender a sus abuelos.

-Yo no soy un asesino, pequeña…-susurró el hombre tranquilamente mientras se arrodillaba frente a ella y secaba las lágrimas de la pequeña con el dorso de su mano- Mi nombre es Amano Ryutsuji, y soy un ninja.

-¿Ninja?-preguntó la pequeña, con desconfianza y manteniendo los puños apretados y los sentidos alerta.

-Si-continuó-, soy una persona que se gana la vida matando a la gente que le hace daño a los suyos, haciendo justicia por su propia mano usando la naturaleza como escondite y los puños como armas.

-Eso es un asesino…-dijo ella, escupiéndole en el rostro- Me das asco.

-¿Por qué?-preguntó, sacando un pañuelo y limpiando la saliva de la niña de su rostro.

-Porque los asesinos y los mercenarios de uniforme azul vinieron y mataron a toda la gente de la aldea… Mis abuelos dieron su vida por mí.

-¿Uniforme azul?-susurró el hombre, desconcertado, cambiando su expresión pacífica a una más dura y hostil.

-¿Por qué tú no llevas uniforme azul?-preguntó la niña, con cautela y retrocediendo un par de pasos.

-Por que el uniforme azul solo lo usan los miembros de La Guardia Imperial de Japón, y yo no soy un miembro. Yo estoy en contra de sus métodos de esclavización.

-¡¿La Guardia Imperial?! ¡Imposible! ¡Estás mintiendo!

La niña vio la verdad en los ojos del hombre y, deprimida, se dejó caer sobre su pecho, golpeándolo lo más fuerte que podía con sus diminutas y quemadas manitas, preguntándose el por qué debía de suceder eso en un lugar tan pacífico como ese.

A sus cortos ocho años pensaba en mil y una maneras de hacerse fuerte para poder matar a todos los que estuvieron en la masacre de su aldea. Se haría fuerte, más fuerte que cualquier otro y vengaría a su gente. Sería la más fuerte del mundo.
Una vez calmada, miró a los ojos al hombre de la mirada bondadosa. Sus ojos eran llamas ardientes en busca de venganza.

-¿Quieres ser fuerte?-le preguntó Amano, como si leyese sus pensamiento. Ella asintió con la cabeza-. ¿Estás dispuesta a hacer lo que sea para hacerte fuerte?-la niña volvió a asentir, pero ahora mucho más decidida.

-¡Enséñame a ser fuerte!-exclamó, con todo el valor que poseía a flor de piel- ¡Seré la mejor ninja de todas y estarán todos muy orgullosos de mi! ¡Vengaré a mi gente!

-Una cosa más-el hombre hizo una pausa, y al no responderle la menor, él continuó-. Esto debes hacerlo por ti misma, yo solo seré tu mentor, no tu conciencia. Una vez que cumplas con tu cometido de hacerte fuerte, estás sola.

-Comprendo…-susurró la pequeña, sin bajar la cabeza, pero mucho más convencida que antes-. Seré incluso más fuerte que tú… Si es que lo eres.

Su voz sonó con un timbre adulto y femenino, aterrador. Era capaz de hacer cualquier cosa, se sentía capaz de hacer cualquier cosa. Matar sería un juego de niños.
Una sonrisa sádica salió impulsivamente. Todos morirían, todos aquellos que se metieran en su camino desaparecerían, caerían bajo su fuerza. Su voluntad era más fuerte que la de mil hombres juntos. Era invencible.

De sus ojos se desprendía el fuego del valor, ese fuego que solo las personas con agallas y sin temor a la muerte poseen. La había vencido una vez, podría hacerlo de nuevo…

Ahora, recordando, dejaba caer todo el peso de su cuerpo sobre su victima, clavándole su ninjato en el cuello hasta atravesarlo de extremo a extremo, haciendo caer el cuerpo inerte al suelo con ella sobre el, acuclillada en su espalda y sacando el arma cuidadosamente. Alzó la vista hacia la noche, entre la penumbra de los árboles, suspirando. El tiempo había transcurrido muy rápido.

Miró por el rabillo del ojo hacia su izquierda, para dar dos saltos hacia atrás, lanzando una maldición en voz baja. La habían descubierto.

Un gong comenzó a sonar en la lejanía. Sus oídos escuchaban los pasos de, por lo menos, treinta personas acercándose. Tomó su arco y sacó tres flechas, apuntando con cautela hasta que tuvo algunos a la vista. Afinó la puntería y disparó tres flechas consecutivas, y, sin quedarse a mirar el resultado de su puntería, guardó rápidamente el arco, desenfundó su katana, la clavó levemente en un árbol mientras corría y subió a la copa de los árboles, perdiéndolos de vista.

Cuando llegó al campamento se dio cuenta que la habían lastimado en el brazo. Tal vez ella misma se lastimó sacando las flechas. No importaba. Se metió en su cubil subterráneo y prendió una vela, observando a la figura que estaba en su cama de paja improvisada.

-Te he dicho miles de veces que no entres aquí cuando no estoy, Kanon…

-¿Qué te pasó en el brazo, Kara?-preguntó, levantándose de la cama y mirando a la chica con suspicacia.

-Vete, necesito descansar-cortó, empujándolo fuera de la estancia y cerrando la cortina de hojas que hacía de puerta. Luego se sentó donde había estado el muchacho sentado antes y soltó todo el aire de sus pulmones, inhalando y exhalando profundamente, repetidas veces-. Estúpido Kanon…

-¿Kara?-habló una voz desde el exterior, con preocupación-. ¿Estás allí?

-¡Si, Amano~sama! ¡Ya lo atiendo!-respondió con nerviosismo, quitándose las partes de su traje manchadas con sangre y cubriéndose con un kimono azul noche. Terminó de atar el nudo del lazo y abrió la cortina-. Perdón por hacerlo esperar, sensei.

-No te preocupes…-susurró, acariciándole el cabello suavemente- ¿Cómo te fue?

-Pudo ser peor…-contesto, deprimida- Me escucharon cuando solo me quedaban diez metros.

-Kanon me dijo que estabas herida-dijo, cambiando bruscamente de tema.

-No le haga caso, Amano~sensei, es solo un niño, debió…-no pudo continuar, pues rápidamente el mayor cortó la manga derecha de su kimono, dejando al descubierto su herida, mirándola con recelo.

-Nunca vuelvas a intentar engañarme…-la reprendió, sacando una venda de su bolsillo- Sabes que no me gustan las mentiras.

-Si, Amano~sama…

-Tampoco dejes que una derrota te deje helada-continuó, vendando el brazo de la chica-, a veces se gana y otras veces se pierde. Si ganaras siempre no habría algo que quisiera hacerte mejor. Siempre habrá alguien que te venza.

-Lo sé… Es solo que me cuesta asumir esto…-se excusó, mirando al piso- No quiero volver a perder y que alguien más tenga que defenderme, sensei.

-Perder es duro, Kara~chan, pero es un ciclo, y los ciclos hay que aceptarlos-finalizó, sonriendo y mirándola con dulzura-. Y no te enojes con kanon~kun, el solo se preocupa por ti.

-¡No necesito que se preocupe por mí!-rugió, alzando la mirada con fuerza y enfrentándola a la tierna y compresiva mirada de su mentor.

El hombre salió. Sabía que ella necesitaba tiempo para pensar las cosas. Su vida había sido muy dura, siendo muy niña había tenido que enfrentarse a la muerte y a la soledad. Este oficio te quita el alma y te consume poco a poco, hay que ser sabio para saber cuando detenerte, y ella estaba pasando por esa etapa.

La chica se dejó caer pesadamente en la cama de paja, cerrando los ojos con suavidad y tratando de retener las lágrimas que acechaban con salir. Hacia diez años que no lloraba, no quería comenzar a hacerlo ahora. Solo era cuestión de aguantar un poco más, la pregunta era, ¿hasta cuando?

Se había enterado de buena fuente que el capitán del escuadrón que dirigió el ataque a su aldea había muerto de un problema al corazón. Causas naturales. Se sentía frustrada. Había entrenado mucho todos esos años para matarlo a él y solo a él, y ahora toda esa ira que sería descargada en ese ataque aún estaba acumulada en su corazón. ¿Qué debía hacer? ¿Cómo debía desquitarse?

Un grito desgarrador salió de su garganta, ahogado entre las telas de su lecho. Un grito de ira y ansiedad fundidos, rabia acumulada durante años y jamás desatada. Debía hacer algo pronto. Debía soltar todo ese dolor de alguna manera, con alguna persona. La emoción de matar a alguien la estaba consumiendo, debía asesinar, cortar otro hilo de vida lo más pronto posible…

Tenía sed de sangre.

Se levantó con la mirada fija en el vacío, afilada, siniestra. Apagó la vela con sus dedos y tomó su ninjato, saliendo del cubil.

En la penumbra vio pasar a Kanon, como siempre, rodeado de las novatas que se unían al campamento de vez en cuando. Esas que siempre la molestaban por ser más menuda de lo normal. Sonrió de medio lado y desfiló entre los árboles hacia el grupo. Kanon le iba a pagar todas esas burlas… Con su vida.

Sigilosamente caminando sobre las hojas secas del otoño y tomando una posición más agazapada de lo normal se acercó hasta quedar a escasos metros. Nadie la había detectado. Sus movimientos felinos eran perfectos en la penumbra. Comenzó a acercarse más y más, hasta quedar dentro del grupo, a las espaldas del muchacho, con su arma ensangrentada en la mano y dejando atrás el cadáver de dos de las niñas bonitas que seguían al niño bonito todo el santo día.

Cortó el aire de manera seca, manchándose de la sangre de otra de las muchachas, sonriendo sádicamente.

-Fallé…-susurró, mirando profundamente al chico que cargaba en sus brazos a las únicas dos que quedaban, y que temblaban aterradas.

-¡Le cortó la cabeza!-gritó una, mientras la otra se bajaba de los brazos de Kanon y corría para ponerse a salvo, pero alcanzada rápidamente por Kara, que le cortó el paso en unos segundos.

-Tú no te vas…-aclaró, mirándola con malicia demoníaca y alzando su arma para cortar el cuello de la joven.

-¡Kara, detente!-gritó el muchacho, bajando bruscamente a la otra chica y observando a las otras cuatro que yacían inertes con el cuello rebanado.

La joven no lo escuchó y se dirigió a él violentamente en embestida, con el arma dispuesta a atravesarle el corazón a su objetivo. Estaba cerca, ya casi lo tenía, pero un cuerpo un poco más alto que ella le cerró el paso, arrebatándole el arma con fuerza y abofeteándola duramente, haciéndola caer al suelo debido al impacto.

-Cálmate, Kara~chan-susurró Amano, mirándola con ternura.

-Sensei…

Sin poder decir más, se desmayó.

Despertó en el cubil de su sensei, sin poder enfocar bien la vista en un punto fijo y sintiendo sus extremidades muy pesadas. Con mucho esfuerzo se sentó, cerrando los ojos con fuerza y tratando de no vomitar. No lograba recordar bien lo que había pasado. Todo había sucedido tan rápido que las imágenes en su cabeza la hacían confundirse aún más.

-Que bueno que despertaste, Kara~chan… -susurró una voz cerca de ella, la cual reconoció como la de su mentor.

-¿Qué…?-murmuró por lo bajo, reprimiendo los deseos de vomitar, tragando saliva.

-Kanon~kun quiere hablar contigo-señaló, levantándose y dándole un cuenco con agua-, ¿lo dejo pasar?

-No sé…-respondió, bebiendo agua del cuenco. Sentía el líquido refrescante en sus entrañas y eso calmó sus ganas de devolverlo todo- No creo que pueda con eso, sensei, ni siquiera recuerdo lo que pasó.

-Tu debes decidir cuando enfrentarlo, no yo.

jueves, 16 de abril de 2009

Deja todo lo demas...

Soñé que estaba perdido
tú estabas tan asustada
pero nadie escuchaba
por que a nadie más le importó...

Después de mi sueño
me desperté con este miedo
¿que es lo que estaré dejando?
¿cuando terminé aquí?

Así que si me lo preguntas
quiero que sepas...

Cuando mi momento llegue
olvida lo malo que he hecho
ayudame a dejar
razones para ser recordado...

Y no te ofendas conmigo
y cuando te sientas sola
mantenme en tu memoria...

Deja todo lo demas.

No tengas miedo
te doy mis latidos
he compartido lo que hice...

Soy fuerte en la superficie
pero no por dentro
nunca he sido perfecto
pero de todas formas te tengo a ti...

Olvida,
olvidando todo el dolor interior
que aprendiste a esconder tan bien...

Pretendiendo ser alguien más
que puede venir y salvarme de mi mismo
no puedo ser quien tú eres...

Cuando mi momento llegue
olvida lo malo que he hecho
ayudame a dejar
razones para ser recordado...

Y no te ofendas conmigo
y cuando te sientas vacia
mantenme en tu memoria...

Olvida todo lo demás.

Olvidando todo el dolor interior
que aprendiste a esconder tan bien...

Pretendiendo ser alguien
que puede venir y salvarme de mi mismo...

No puedo ser quien tú eres...

No puedo ser quien tú eres...

miércoles, 15 de abril de 2009

Diario de un Desconocido

Solía hacer las cosas a mi manera, como todas las personas egoístas. Vivía el día a día con pocas ganas y con pocas razones, sin personas en las cuales confiar, sin nadie a quien querer… Siempre solo y sin motivos para vivir, más que por mero capricho de nadie. Hasta que llegó él.

No me sorprendió su llegada en lo más mínimo, pero si me sorprendió el que llegara de manera tan pasiva y tranquila a quitarme lo que nunca quise tener. Mi vida.
No era valiosa en ese entonces y aún ahora no lo es, pero que más da… No se puede tener todo lo que uno desea en la vida… No se puede ser siempre feliz del todo… No se puede beber café amargo en una reunión en la que todos quieren beber café dulce.
Así es la vida… Una mierda.

Que se joda el mundo de mierda en el que uno vive y no encuentra las respuestas que necesita o desea. A la mierda la gente que le hace la vida imposible a los demás sin razón aparente… A la mierda la gente inútil que no hace nada productivo por la vida… A la mierda yo, que escribo toda esta basura a pesar de la hora que es…

U.D.

Decepción.- 2ª Parte

Me burlo y busco venganza hacia ti mientras te alejas con quien una vez me prometió estar siempre apoyándome… Junto a quien me prometió estar conmigo en las buenas y en las malas… Te veo marchar junto a quien, una vez, fue mi mejor amiga, y los detesto a ambos… Mi rencor ahora es más profundo que las palabras, que mis promesas y mi amistad y amor hacia ustedes.

Sin luz, mi vida una espiral sin fin, una parodia de lo que una vez en mi rostro fue una sonrisa afectiva, un sentimiento que va más allá que cualquier otra cosa… Deseosa de poder mostrarlo al mundo salgo de mi abismo, renovada, libre de cualquier pecado o delito, dejando que los otros continúen con su vida aburrida y estúpida mientras yo me regocijo con el sentimiento que me embarga, placentero…

Alejarlos de mi vida fue lo mejor que pudo pasarse por mi cabeza, delicioso el pensamiento que llega desde mi cerebro y se estanca en mi corazón, floreciendo bajo la lluvia… Nadie puede hacer que la lluvia cese en mí… Excepto yo, que victoriosa me levanto cada vez que los cuchillos en manos de gente amada por mi atraviesan mi corazón… Los buenos se van primero…

Aturdida, mis manos se mueven al son de la música. El vals de la batalla vencida, la canción de la guerra perdida junto al último latido de mi corazón, marchito, de mi mente cerrada y mis extremidades temblorosas… Nada queda dentro de mí ser, vacía mi existencia sin fin…

El yo profundo bajo la luz de la luna, el exterior bajo la luz del sol, abrasadora como la llama del fuego eterno, la vida se abre camino ante los salvajes y toda la tormenta se va, mientras que yo, recostada sobre la húmeda hierba respiro, calmadamente, olvidando las penas y sonriéndole a la nada… Olvidándome de ti y de mí.



† Miralys Valenthal †

jueves, 9 de abril de 2009

Decepción

Vuelvo mi cabeza al vacío, intentando apartar mis ojos del dolor que cala frío hasta lo más profundo de mi alma magullada, expuesta al dolor que no deseo sentir, pero que sé de una u otra manera llegará… Tarde o temprano.

Mi corazón, oculto tras una gruesa capa de ladrillos que me oprime, pero que es por mucho menos dolorosa que la vergüenza y la decepción, me aleja del mundo exterior, del resto de almas cálidas que aún creo existen y que algún día, si me esmero lo suficiente, llegarán a mi desde el otro lado de la tormenta, viniendo de lugares que no puedo imaginar pues mi mente es demasiado fantasiosa y si la dejo divagar demasiado podría arrepentirme de ello.

Me dan ganas de gritar, de alejar mi dolor a gruñidos y refunfuños, de olvidar, de dejarme caer pesadamente al pavimento y que por sobre mi cabeza pase la rueda de un camión todo terreno para no tener que pensar más en nada ni en nadie… Para no tener que pensar en el dolor de las heridas que tanto tiempo me tomó sanar y olvidar, aquellas heridas que aprendí a no mirar para no lastimarme en el proceso… Esas heridas de decepción que me gusta creer son parte de mi infinita imaginación debido a falta de sueño. Entonces recuerdo algo…

“Te amo…”, escucho en mi cabeza, dolorosamente recordando tu sonrisa. “Déjame hacerte feliz…”, y rompo en risotadas frenéticas que quieren escapar con ironía de mi, burlescas como dagas hacia tu corazón… Dirigidas a ti para hacerte saber que no te necesito, que sin ti estoy mejor, siendo sínica hacia ti, y por sobre todo a mi misma, escondiendo mis lágrimas secas… Mi corazón roto…

Me burlo y busco venganza hacia ti mientras te alejas con quien una vez me prometió estar siempre apoyándome… Junto a quien me prometió estar conmigo en las buenas y en las malas… Te veo marchar junto a quien, una vez, fue mi mejor amiga.