Quienes me inspiran a seguir

lunes, 18 de enero de 2016

30 días, 30 relatos - Día 13

13.- Describe tu hogar de ensueño como si estuvieras viviendo en el ahora.





Abro la puerta y enciendo la luz apenas entrar. Veo los juguetes tirados en el suelo, debajo de los sillones, de la mesa, de las sillas. Los recojo mientras avanzo, arrojándolos a la caja junto a las escaleras. Los sillones son de colores diferentes, uno verde, uno azul, y un gran sillón amarillo. La mesa y las sillas son de madera oscura, tapizadas de rojo. Hay un gran mueble ocupando una de las murallas, donde está la televisión. No hay alfombra, acumulan demasiado polvo y aunque a veces me entran deseos de poner una, sé que nunca lo haré.

Voy a la cocina, amplia, con pocos muebles pero una gran mesa para poder cocinar. Me sirvo un vaso de agua y observo los platos sucios. Mañana, será para mañana.

Me dirijo a las escaleras y él sale a mi encuentro. Me saluda con un tierno beso en la mejilla y yo sigo subiendo, demasiado agotada por ahora como para preguntarle por su día. Y él entiende... siempre entiende.

Recorro el corto pasillo hasta la última habitación y abro la puerta con cuidado. La luz de noche está encendida sobre el velador, iluminando tenuemente el techo con estrellas multicolores. La habitación es amplia, con dos ventanas que tienen las blancas cortinas cerradas. Un pequeño escritorio blanco con una silla. Una repisa llena de peluches en una de las murallas. Una encimera con un equipo de música de antaño reposa allí. La cama se ve tan grande, con su colcha de dinosaurios. El pequeño duerme, desparramado y con la cabeza casi colgando por el borde de la cama, a punto de golpearse contra el velador. Entro silenciosamente, acomodo al pequeño hobbit en la cama y lo arropo con cuidado, besando su cabeza antes de salir.

Regreso sobre mis pasos a la habitación de dos ventanas y un ventanal que usa todo el lado derecho de la casa. Entro quitándome los zapatos a tropezones y arrojando el bolso sobre la gran cama de colcha azul que está justo en el centro de la habitación y con un velador en cada lado. Junto a la puerta hay un gran armario de hechura antigua, y en el otro extremo de la estancia hay dos muebles, uno pegado al lado del otro, dando la impresión que son uno mismo. Me dirijo al baño de la habitación, un pequeño espacio con lo necesario para el aseo de la mañana, un pulcro lugar blanco y celeste que me gusta llamar santuario, porque es el lugar donde ninguno de los dos hombres de la casa puede molestarme.

Luego de cambiarme por mi ropa de andar por casa, lo que es básicamente vestir como pordiosera, Voy a la habitación que está junto a las escaleras. Es un lugar pequeño, pero acogedor, con sillones personales de color blanco rodeando una mesita de café, un escritorio de madera caoba con su respectivo ordenador, una cómoda silla de oficina color negro y un diván tapizado en morado. Además de todos los estantes con libros que no deja casi un centímetro de pared descubierta. El único tramo de pared que no está cubierto por libros es el de la terraza. Salgo y recibo la brisa fría, y eso me reconforta mientras observo el jardín, con sus flores y arbustos... y juguetes tirados allí también. Definitivamente tendré que hablar con ese niño de nuevo.

Me siento en uno de los sillones y él entra a la estancia cargando una bandeja que lleva dos tazas humeantes. Sonrío mientras me entrega una de las tazas, deja la bandeja sobre la mesita y se sienta en el sillón que está a mi lado.

—Gracias —digo, alzando un poco el café.

—Siempre que lo necesites, querida —él me sonríe otra vez, con su calma habitual—. ¿Cómo estuvo tu tarde?

—Bueno... tuvo un principio, una mitad y un final —él se ríe, y me contagia la risa—. Los extrañé.

—Así es la vida del trabajador: dedicarle sus horas a alguien más por el bien de aquellos que ama.

—Triste, pero cierto.

Nos miramos un rato, sorbiendo el café en silencio. Esta casa, con los juguetes desparramados, con sus colores, con sus escaleras y su gran cocina, con este espacio sagrado... es el lugar al que finalmente puedo llamar hogar.

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