Quienes me inspiran a seguir

lunes, 19 de diciembre de 2011

Abriendo el Pecho [Carta a uno mismo]

A veces es bueno admitir las cosas que uno siente y ponerlas en un lugar significativo. Nos gusta conocernos, pero más nos gusta que nos conozcan. Es extraño, pues aunque estas palabras van dirigidas solamente a mi, en el fondo anhelo con que las personas vean y lean lo que siento y que de mis temores y mis sentimientos ellos se sientan representados. ¿Quiero decir con esto, acaso, que quiero ser una valiente destacada? Quizás, quizás no, pero es lo que hay.


Estuve pensando también que tipo de etiqueta debería llevar esta entrada y, al no poder decidirme por una sola, pues puse los grupos que más se aferraban a las palabras que están por aflorar, a pesar de que estas palabras se apegan a mi carácter que desea siempre mostrar la parte introductoria de cualquier cosa. Es extraño, pues lentamente he comenzado a escribirme a mí misma como si le escribiera a un extraño, con protocolo y decoro, con un saludo, un texto de fondo y una conclusión, más estas palabras van dedicadas a todos y a la vez a nadie en especial. Dedicadas a quien quiera tomarse un segundo de su tiempo para detenerse y observar este pecho que está abierto, y que sangra en palabras de colores. Y creo que ya comienzo a sonar redundante.


Hoy, al igual que todos mis días desde hace casi dos semanas, ha sido un día lleno de emociones. En el fondo siempre está sembrada la duda [¿Me quieres? ¿Te quiero? ¿Somos un capricho?] y por mucho que trato de responder esas interrogantes, no me siento capaz de hacerlo, así que espero a que alguien me observe, me mire a los ojos y me de las respuestas que necesito. A veces, durante estos días, he sentido la inmensa necesidad de echarme a llorar abrazando una almohada y tratando de aceptar que la situación es así y que, a pesar de estar juntos, nuestras almas están en polos opuestos y buscan cosas realmente diferentes. Hemos llorado y reído juntos, pero en realidad no estamos juntos, ¿o sí? No lo sé, te siento lejos, pero más que tú estés lejos, la que está perdida soy yo. ¿Podré encontrarme si no estás aquí?


Ahora estoy escuchando una canción, no sé si la conozcas [tal vez sí, tal vez no. Tal vez te la canté alguna vez, tal vez olvidé mencionarla, da igual] y puedo decir, sin temor a que suene falso o hipócrita, que su letra va dedicada a ti. Sí, lo sé, soy una persona que siempre está dando señales de cariño, pero como dice una humorista que vi una vez: Si eres una mujer fea, estamos mal, pero te puedes salvar con tu inteligencia. Pero si además de ser fea, eres tonta y, encima de todo, no tienes carisma, estamos sonados, nena.


Tal vez no seré una chica hermosa, a pesar de no ser fea, no soy bonita, soy una chica más que físicamente no destaca por nada más que no sea su cabello rojo, por lo que tengo que salvar con otras cosas, con otras cualidades. Ya he admitido que soy tierna y ha quedado claro que mi cerebro tiene lo suyo, pero más allá de eso, no soy graciosa y normalmente los hombres tienden a sentirse intimidados cuando una mujer muestra señales de inteligencia superior [si es que se le puede llamar así], por lo que todo lo que me queda es usar mi casi nulo encanto para ser una persona agradable que derrocha amor. Ahora bien, que no se mal interprete. No muestro abiertamente la forma de querer que tengo solo para ser aceptada, me muestro así porque es la única forma que me queda de destacar sin utilizar los métodos de arpía hija de su madre que trataron de enseñarme a ser desde niña. Además, me gusta demostrarle a las personas que amo, que les amo.


Ahora volvamos a ti, querido. ¿Piensas en mi? ¿Me quieres? Muchas preguntas que yo no sé contestar y que tú no te dignarás jamás a contentar. Y pensar que esta carta va dedicada a mi, pero está tomando el rumbo de la carta a un amante, a pesar de que tú y yo no somos nada más que... ¿Qué? ¿Qué somos, querido? ¿Somos amantes? ¿Somos amigos? ¿Somos algo más que conocidos? Yo puedo decir sin temor a equivocarme que siento un gran afecto por ti, pero lentamente estoy comenzando a arrancarte de mi corazón, pues de momento es lo más sano que encontré como respuesta. Abrir mi pecho fue la parte fácil, lo más sencillo de esto, pero la parte complicada vino después, cuando hice una mirada en retrospectiva hacia tu recuerdo gravado a fuego en mi piel y mi mente, en mi alma, para darme cuenta que estás asido más firmemente a mi corazón congelado de lo que quiero aceptar. Así que corrijo, no voy a arrancarte de mi corazón [de momento], pero sí voy a suprimir [o intentar suprimir] lo que siento para no destrozarme más...

Dejó el lápiz sobre la mesa y miró la hoja que se extendía frente a ella. Tenía manchas de vino, quemaduras de cigarrillo y estaba arrugada de tantas veces que sus manos habían intentado detener las letras que fluían desde su mente hasta su mano y de allí, con la extensión del bolígrafo negro, hasta el papel.

—Necesito otro trago... —susurró levantándose de la silla, encendiendo un nuevo cigarrillo y arrojando aquella carta a la chimenea.

Ya había soltado lo que tenía que soltar, ahora solo debían consumirse aquellos sentimientos obscenos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario