Quienes me inspiran a seguir

domingo, 18 de diciembre de 2011

Mundo de Fantasía


Y allí estaba ella.... De nuevo.

Estaba atrapada en el silencio de aquella absurda situación y le importaba un bledo, porque estaba cansada de eso, porque estaba harta de sentirse así. A veces sentía deseos de tomar una maleta con sus libros preferidos, un poco de dinero, unas hojas y lápiz para luego salir por la puerta sin mirar atrás y perderse en su pequeño mundo de letras, lejos de todo y de todos para dejar de sentirse una inútil ante cada mirada que se posaba sobre su persona.

Sobre todo por su mirada, por esa mirada.

¿Iba a armar aquella maleta con su mundo de fantasía? No

¿Iba a salir por aquella puerta para no volver hasta que estuviera mejor? No.

¿Iba a hacer algo más que estar allí sentada con la amargura atravesando su garganta? No.

Su corazón, roto y maltratado una y otra vez de manera constante para volver a ser armado por sus manos gentiles. "Perdóname", le decía él, y ella era una gran estúpida pues le perdonaba una y otra vez. Y aunque él no pidiera disculpas ella se mantenía a su lado, al pie del cañón por el solo hecho de que en él había pintado a su príncipe azul, o verde, o escarlata, o del color que fuera. Aparte de crear un mundo de fantasías en el que su amor era real luego de ese primer "Creo que te amo", no había parado de dibujar, de danzar, de escribir, de soñar con más fuerza.

—Creo que me haré homosexual —susurró llevándose el cigarrillo a los labios, cerrando los ojos con una lágrima rodando por su mejilla.

—No digas esas cosas, preciosa —trató de animarla su mejor amiga de la vida, pero ella no necesitaba ese consuelo. Necesitaba que ÉL fuera tras ella.

—No me ama ni lo hará jamás, me mintió y esa es la verdad. Todos siempre rompen mi corazón, así que voy a cambiar las cosas —dijo de pronto ella, decidida y fría, cansada y hastiada de todo, pero por sobre todo de sí misma—. Como no me nace ser una hija de su madre con todos los hombres, pues me inclinaré hacia las mujeres porque algunas de ellas sí saben que es el amor.

—Guapa, no hagas estupideces —dijo su amiga, con sus ojos ébanos desbordantes de compasión.

—Tienes razón, es una estupidez —y tal y como había venido, su decisión se esfumó como agua cayendo a la acera caliente—. ¿Cómo puedo dejar de sentir esto por quien no me ama? ¿Cómo lo arranco de este destrozado corazón?

Porque esa era la verdad, necesitaba sacarlo de su ya destrozado, congelado y moribundo corazón, pero mientras más trataba de olvidar, su recuerdo se aferraba con más fuerza, causando un daño brutal. ¿Cómo arrancar algo que lucha, inconscientemente, por mantenerse allí? ¿Cómo sacarlo, si apenas intentas tocar te quema, te abraza como fuego y te hace delirar?

Al parecer, en su mundo de fantasía, ya no había nada perfecto.

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