Quienes me inspiran a seguir

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Todo lo que quieres


Ella corrió a sus brazos con todas sus fuerzas. La sonrisa se extendía por su rostro mientras sus ojos se encontraban con los de él incluso antes de poder darse cuenta. Sintió como sus brazos le rodeaban la cintura, alzándola del suelo y haciendo que el mundo girara sin control, mientras una risa como agua fresca por parte de ambos se extendía en el ambiente.

—Sí me esperaste —susurró ella, asiéndose del cuello de él con fuerza. Aspirando el aroma que salía de los cabellos de él que se mecían con la suave brisa.

—Te dije que esperaría y aquí me tienes, ¿o acaso lo dudabas? —inquirió él por su parte, sonriendo ante el poderoso agarre que había alrededor de su cuello.

—Jamás dudaría de ti, Aramis —dijo ella, sintiendo como sus pies tocaban el suelo de pronto.

Para ser sincera con ella misma, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo allí. A la mañana siguiente debía madrugar y era tarde, muy tarde para que una muchacha con una pila de obligaciones estuviera allí "perdiendo el tiempo". Se encogió de hombros ante sus pensamientos, desterrándolos hacia cualquier lugar mientras se perdía otros interminables segundos en aquellos ojos negros, pero que parecían tener un millón de estrellas en su interior.

En un lugar hay un murmullo
Ya está por entrar
Y está saliendo detrás de tu mente
Tú nunca lo tendrás
Si no lo alimentas
Ahora estás aquí y no sabes porqué

—Estás rara —dijo de pronto Aramis, sorprendiéndola. Ella se encogió de hombros como por inercia, más él no le quitó la vista de encima—. Te vez mal, ¿pasó algo?

—Estoy bien —sonrió con todas sus fuerzas. No quería preocupar a Aramis, solo quería que estuvieran bien y tranquilos.

Aramis no dijo nada, pero sintió como el cuerpo de ella se removía suavemente entre sus brazos, buscando un poco más de calor y protección contra su cuerpo. Sabía que mentía, seguro había tenido, como siempre, problemas con su jefa, que jamás dejaba de hacerle la vida imposible y de tratarla como si fuera un ser sin inteligencia. Él sabía que ella podía demostrar de lo que estaba hecha si solo se mantenía firme, pero ella...

—Cassie, deberías aprender un poco de firmeza —le dijo finalmente, ganándose una mirada confundida por parte de ella.

Por debajo de las rodillas raspadas y las huellas dejadas
En los lugares donde solías aprender
Tú aúllas y escuchas, escuchas y esperas
Por los ecos de los ángeles que nunca volverán

—No entiendo a qué te refieres, Aramis —aceptó Cassie, y no por hacerse la tonta, sino porque realmente no entendía a qué iba el comentario de su amigo.

—Mira bonita —comenzó él, acariciando los cabellos de ella con suavidad—. Está bien que quieras ayudar a otros, pero a veces hay que aprender a decir no.

—¿Porqué dices eso? —consultó ella, acomodándose mejor sobre el regazo de su amigo. Le gustaba estar así con él, que la dejara sentarse en su regazo la hacía sentir un ligero calor en el pecho, un calorcito muy agradable— ¿Hice algo mal?

—No, solo que siempre que traes esta expresión es que algo pasó —explicó Aramis, mirando directamente a los curiosos ojos de la joven que le rodeaba el cuello en un abrazo.

—Pues... No ha pasado nada —gran mentira, pero gran verdad a la vez.

No había pasado nada en su trabajo, pero sí pasaba algo. No entendía qué le sucedía, pero llevaba días sin poder dejar de pensar en su amigo, el que ahora la abrazaba manteniéndola anclada a su regazo. Su amigo, que siempre la recibía con una sonrisa. Su amigo, a quien admiraba tanto. Ese amigo que siempre le decía la verdad, aunque doliera. Porque no es que él quisiera hacerle daño, le había dicho una vez, es que él pensaba que ella se merecía por lo menos eso. Un poco de honestidad sumada a una gran dosis de realidad.

Él es todo lo que quieres
Él es todo lo que necesitas
Él es todo lo que dentro de ti
Siempre deseaste ser
Él dice las cosas bien
En el momento preciso
Pero él no significa nada para ti
Y tú no sabes porqué

Se quedaron en silencio. Cassie porque sabía que si abría la boca diría aquella inquietud y Aramis porque no sabía cómo refutar las palabras de ella. Cassie jamás mentía, no que ahora lo estuviera haciendo, pero sentía que no le estaba diciendo toda la verdad. ¿Porqué? ¿Porqué no le decía qué sucedía?

—Cassie, sabes que puedes confiar en mi —dijo él, presionando solo un poco a la muchacha, que de pronto observaba la lejanía como ida.

—Yo sé, pero en serio... —hizo una larga pausa, meditando si decirlo. Suspiró suavemente antes de continuar— Todo está bien...

—Mírame a los ojos y dímelo —ordenó de pronto Aramis, tomando el rostro de ella entre sus manos y obligando a la muchacha a mirarlo.

—Yo... —no podía observarlo a los ojos, estaba súmamente nerviosa— Aramis, yo creo que me gusta alguien...

Y algo en su corazón se rompió ligeramente cuando vio en los ojos de ella, en esos pozos como un mar de luz y fantasía, un deje de felicidad. Y apenas pudo devolverle el abrazo cuando ella le susurró al oído lo feliz que estaba de descubrir que le gustaba de verdad.

Tú estás esperando a alguien que pueda juntarlos
Tú estás esperando a alguien que te pueda empujar
Siempre hay otra herida que descubrir
Siempre hay algo más que deseas que él pueda decir

No había podido decirlo. Había estado a punto de hacerlo, pero no había podido decirlo. Cobarde, eso es lo que era, una cobarde. Ahora solo podía ver como esos ojos oscuros y estrellados se ensombrecían por momentos sin dignarse siquiera devolverle la mirada. ¡Oh Dios! ¿Porqué tenía aquella expresión tan desolada?

—Me alegra que hayas encontrado el amor, Cassie —dijo él, atrayéndola contra su pecho y acariciando sus cabellos, evitando así que le mirase—. Espero él pueda valorar tu cariño como mereces.

—¿Aramis? —le llamó ella, confundida.

—Dime, Cassie —susurró él sin siquiera mirarla.

Cassie se asustó y su cuerpo, por mera reacción de pánico y terror, comenzó a temblar. Las lágrimas no tardaron en hacerse presentes, comenzando a recorrer su níveo rostro con una velocidad alarmante. El único consuelo que encontró fue apegarse más al cuerpo de su amigo y sollozar quedamente mientras él, alarmado, le preguntaba que sucedía.

Pero ella no tenía el valor de mirarlo a la cara y decirle la verdad.

Él es todo lo que quieres
Él es todo lo que necesitas
Él es todo lo que dentro de ti
Siempre deseaste ser
Él dice las cosas bien
En el momento preciso
Pero él no significa nada para ti
Y tú no sabes porqué

—Lo siento... —hipó de pronto, abrazándolo con más fuerza— Es que... Aramis... Y...

—Ya, tranquila Cassie, no te pongas así —trató de calmarla, volviendo a acariciar sus cabellos suavemente y utilizando aquel tono de voz que ella siempre decía le calmaba—. Respira con calma que nadie te apresura, yo estoy aquí contigo.

—Vale... —terminó por sollozar ella, suavemente y sin prisas, antes de secar las lágrimas que recorrían sus mejillas con el dorso de la mano— Lo siento...

—No tienes de qué disculparte, boba —sonrió él para quitarle importancia a la situación—. No tienes que disculparte por ser humana, Cassie.

—¿Qué sería de mí sin ti, Aramis? —sonrió de pronto ella, con la felicidad llegando de nuevo a sus ojos.

Y eso le bastó para recomponerse y que las dudas y la preocupación se fueran. Esa imagen de ella, sonriendo como siempre hacía, con esa felicidad verdadera llegando a cada centímetro de su rostro, mostrándose como era. Eso le bastaba para sentirse mejor.

Pero tú solo estarás amarrada y lo verás desamarrarse
Es solo por lo que preguntaste siempre
Y tú estarás bien con todo tu tiempo
Es solo lo que esperaste siempre

—Bueno, tengo que irme —se disculpó ella, levantándose de su regazo y mirando el cielo con curiosidad—. Se hace muy tarde ya y tengo que madrugar.

—Siempre te marchas tarde y regresas temprano —le dijo él, desordenándole los cabellos suavemente, ella se quejó haciendo un mohín—. Cuídate y descansa, Cassie.

—Igual tú, Aramis —sonrió, inclinándose hacia él para besar una vez cada una de sus mejillas—. Nos vemos pronto.

—Nos vemos —le escuchó decir antes de comenzar a caminar, atravesando el parque.

Siempre se encontraban allí, era casi una cábala. Y le gustaba eso.

Tal vez no tendría jamás el valor de decirle lo que sentía, tal vez no tendría jamás la fuerza para hacerse notar en él más allá de en los ojos de una bella amistad, pero siendo sincera, no le importaba.

Quería estar a su lado siempre, así solo fuera como su mejor amiga. Quería verlo sonreír siempre, quería que fuera realmente feliz y, a pesar de que ella no aportaba demasiado en esa felicidad, estaba dispuesta a vender su alma al diablo para que él fuera feliz. Después de todo, ¿de qué le serviría un alma, si no podría abrazar con ella el alma cálida y alegre de su ser amado?

Sonrió para sus adentros, esperando que fuera mañana lo más pronto posible. Quería verlo de nuevo y decirle que lo quería mucho.

Afuera de la isla
En la carretera
Atrás en los lugares donde podías haber girado
Nunca te diste cuenta
Siempre seguiste escapando
A la furia de los ángeles que nunca volverán

Porque prefería quererlo así, de esa manera, a arruinar lo tan hermoso que tenían.

Porque prefería que las cosas se quedaran así y huir de sus sentimientos pecaminosos a que su amistad se fuera a la reverenda mierda.

Porque prefería que la viera como su mejor amiga a que se alejara de ella.

Él es todo lo que quieres
Él es todo lo que necesitas
Él es todo lo que dentro de ti
Siempre deseaste ser
Él dice las cosas bien
En el momento preciso
Pero él no significa nada para ti
Y tú no sabes porqué

Y sabía que era mejor que nada cambiara entre ellos...

Yo soy todo lo que quieres
Yo soy todo lo que necesitas
Yo soy todo lo que dentro de ti
Siempre deseaste ser
Yo digo las cosas bien
En el momento preciso
Pero no significo nada para ti
Y no sé porqué...

No hay comentarios:

Publicar un comentario