Quienes me inspiran a seguir

lunes, 19 de septiembre de 2011

Una Charla Conmigo Misma

Hace unas noches, mientras me embriagaba con música y me ahogaba en el humo de los cigarrillos, que desaparecían de mi atado uno tras otro, me dediqué largos e incontables minutos a charlar conmigo misma. Ustedes dirán: Eso es de locos, seguro esta demente. Yo les digo: Es el ejercicio más sano que he hecho en toda mi corta y miserable vida.

—Hay cosas en esta vida que realmente te sacan de quicio, Liz —me dije, observando el techo de la habitación, con la mirada perdida, los ojos empañados.

No es que solo te pase a ti —contestó mi misma voz, pero con el acento de quien observa sentado en un palco, como un oyente todopoderoso, como un ser neutral—. Muchos sufren tanto o más que tú ahora, muchos no tiene la suerte que tú tienes.

—¿Suerte? —dije con ironía, llevándome el cigarrillo a los labios— Lo que yo tengo no es suerte, es más bien... Una decisión que esperó a ser tomada por alguien, yo la vi y pues patee al que iba en frente y la tomé.

Eso es muy rudo de tu parte, no es necesario pasar por sobre los demás para alcanzar tus metas, pequeña Lizzie —me dijo la voz de acento extranjero, mi voz de acento extranjero. Arrugué la frente—. Tienes algo que no todos tienen, tienes algo que es envidia de muchos, ¿porqué no lo explotas?

—Explotarlo sería dejar la cáscara de la seguridad en la que estoy ahora —contesto cerrando los ojos, sintiendo una angustia enorme apoderarse de mi alma—. Estoy tan cómoda sentada aquí, solo viendo que los acontecimientos pasen frente a mi, esperando a que estén lo suficientemente cerca para tomarlos entre mis manos y apretarlos hasta dejarlos sin vida.

Tus manos son creadoras de versos hermosos, de historias llenas de anhelos y sueños, pero tu mente, lejana a todo eso, solo ve la amargura de esos acontecimientos que tergiversas lentamente para poner en el papel, Liz —dice, dando dolorosamente en el clavo—. Eres lo que hoy elegiste ser, una mediocre que se estanca entre su propio lodo, soñando entre papeles por un futuro por el que no está dispuesta a pelear.

—¿Y para qué pelear? —consulto con la voz ahogada, luchando contra las lágrimas que anhelan salir de una vez por todas— ¿Para que levantarme y decir "yo puedo", si su sombra poderosa se cierne sobre mí, destruyendo lo poco de sueños que quedan?

Tú dejas que rompa tus sueños así como dejas que te rompa la moral —reprocha la voz, sonando ya más distante—. Dejas que nos asesine porque tienes miedo de tomar las armas que dejaste en el suelo y levantarte a luchar, a dar la pelea.

—No puedo vencer, y lo sabes —aseguro, llorando ya.

Puedes... Todo está en ti...

El silencio es roto por mis sollozos y ya no sé más. Aún ahora estoy llorando en silencio porque no sé que más hacer, porque no sé que más decir. ¿Rendirme? No gracias, no soy una perdedora. ¿Luchar? No gracias, estoy cómoda aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario