Quienes me inspiran a seguir

viernes, 23 de septiembre de 2011

Reencuentro — Segunda Parte




Ángel casi se desmaya de la impresión, o sea se esperó de todo menos eso. Edén le había comentado que no se llevaba muy bien con sus compañeros de carrera pero jamás pensó que llegaran a los extremos de hacerle algo que la llevara al hospital. Quiso teclear algo pero no sabía que decir, quería hablar con ella pero temía que ella no quisiera saber nada de él, quería tenerla entre sus brazos y poder acariciar sus cabellos mientras ella le comentaba cómo había sucedido todo pero… Pero estaban tan lejos.

Ángel dice:

Gracias por decirme, dile que espero que se recupere pronto —suspiró mientras escribía, sabiendo que eso era lo único que podía hacer por ella, desearle bien.

Edén dice:

Mensaje recibido —leyó y su pulso se aceleró cuando la siguiente línea apareció en la ventanita de mensajería— Igual no tienes que preocuparte, te dije que me sé cuidar muy bien sola.

Sintió que le volvía el alma al cuerpo con eso. Edén le acababa de responder igual que siempre, una respuesta un tanto seca pero se había dignado a tomarle dos minutos de atención. Volvió a suspirar al tiempo que tecleaba, preocupado por saber más.

Ángel dice:

Sé que eres grande y que te puedes cuidar sola pero eso no va a evitar que me preocupe por ti —contraatacó rápidamente— Ahora dime, ¿qué pasó?

Edén dice:

Nada —comenzó la muchacha, tan campante como si hablara del clima al parecer de Ángel— Creo que a mis compañeros de la uni se les fundieron las neuronas con el sol porque pensaron que iba a ser ultra divertido quitar el cartel de “Cuidado, suelo resbaloso” mientras yo pasaba.

La ironía y la acidez en las palabras de la muchacha eran palpables para él a pesar de siquiera saber la expresión que debía traer. Sonrió recordando una de las fotografías que la chica le había enviado, a petición de él mismo, claro. En la imagen ella llevaba el cabello atado en una cola de caballo alta, dejando que solo el flequillo monocromo se le escapara rebelde hacia adelante. Sus ojos chocolates brillaban con una chispa parecida a la maldad, más sus labios estaban contraídos en una fina línea, como si estuviera tratando de no hacer ningún comentario malintencionado. Ella misma le había mencionado que esas expresiones en ella eran muy habituales, que siempre terminaba poniendo la misma cara larga cuando estaba molesta y quería gritar pero no se atrevía. A él eso le había parecido sencillamente adorable.

Ángel dice:

¿Los demandaste, supongo? —fue lo único que atinó a decir, tratando de alejar aquellos recuerdos de largas mañanas y tardes en los que charlaban animadamente sobre todo y nada a la vez, deseando poder tirarse de un puente.

Edén dice:

No, pero la que les espera cuando los vea, se van a arrepentir de haberse metido conmigo —leyó y en seguida imaginó a la chica con esa mirada de traviesa maldad que una sola vez le había visto, cuando él mismo le había pedido hacerle un video para escuchar su voz.

Ángel dice:

¿Y a mí me llegará algo así por ser el idiota número uno de todo el puto universo? —se atrevió a preguntar, aquel era el momento de la verdad.

Pasaron uno, tres, cinco, diez minutos y Edén no contestaba. De pronto se vio a si mismo sudando frio, con los puños apretados y la garganta cerrada, casi ahogándose con su propia respiración que se mantenía lenta pero tan pausada que en cualquier momento se hubiese detenido. De pronto, cuando pensó las cosas estaban que ardían le apareció un mensaje que casi lo hace caerse de la silla.

“Edén quiere iniciar una video llamada”, decía en letras negras y luego aparecían las opciones “Aceptar” o “Rechazar” en azul para poder acceder al servicio o denegarlo. Con un temblor recorriéndole todo el cuerpo puso “Aceptar”, dejando que el cuadrito donde estaba la imagen de la chica cambiara, cargando primero para luego dejarlo ver el rostro de ella, sereno pero con las cejas enarcadas en un rictus pensativo. Los labios estaban apretados, su cabello caía graciosamente alborotado en todas direcciones, apenas controlado por los fonos que la chica se había puesto y podía ver una de sus manos de largos y pálidos dedos que sostenían un cigarrillo con gracia. Podía ver también una mesita de noche un poco más atrás, estaba atestada de libros y con una taza en una esquina, peligrosamente a punto de caer. También, más atrás pudo ver la puerta que tenía un gancho del cual colgaba una chaqueta de cuero, la misma con la que salía la chica en la mayoría de las fotografías que le había enviado. La vio despegar los labios y sintió que se le iba el aliento cuando la escuchó decir:

—Dame una buena razón para no mandarte de un insulto a Plutón, Ángel de mierda…

1 comentario:

  1. Nada mas que decir...Edén mándalo a Plutón o mas lejos si se puede! :D xDDDD

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