Quienes me inspiran a seguir

jueves, 29 de septiembre de 2011

Mensaje — Primera Parte




Tienes un nuevo mensaje en tu bandeja de entrada

Edén había abierto su messenger esperando, rogando que pasado un buen rato Ángel se hubiera marchado a dormir, esperando no encontrarse con él. No lo vio conectado por lo que supo que se había ido a la cama luego de una larga noche de jornada laboral y se maldijo mentalmente por haberse comportado como una niña. Abrió la bandeja de entrada de su e-mail desganada, esperando esos tan típicos mensajes de cadena que siempre le enviaban, incluso esperando también ver otro texto de amenaza de muerte de uno de sus tantos compañeros de facultad. ¿Por qué no la podían dejar amargarse y vivir en paz? Tan ensimismada estaba recordando la última amenaza que, cuando la página terminó de cargar, un gemido ahogado escapó de sus labios.

Urgente: Léelo y dame una oportunidad, por favor – Ángel Labadie – 18/05/2010 – 08:30 A.M.

Apenas se había tardado menos de un segundo en leer esa línea, tardándose el resto de ese segundo en que las alarmas en su mente se dispararan, haciendo martillar rápidamente su corazón, golpeando con violencia dentro de su pecho, con las mejillas ardiendo y los nervios apoderándose de cada molécula de su cuerpo. ¿Debía leerlo? ¿Sería sano para su alma leer aquello? Podía simplemente borrarlo pero… Pero podía ser importante. O podía ser que aquello terminara destrozando su razón de una buena vez y para siempre. Como fuera, tenía que tomar una decisión y tenía que hacerlo rápido. Si no lo leía estaba la posibilidad de arrepentirse luego, si lo leía era igual, podía arrepentirse de hacerlo. Ella no se caracterizaba por arrepentirse luego de haber tomado una decisión, por lo que cliqueó el mensaje rápidamente para abrirlo, esperando que cargara lentamente mientras ponía música y se ajustaba los cascos sobre la cabeza. Cerró los ojos antes de suspirar para, al abrirlos, ver el largo mensaje que estaba dispuesta a leer así luego doliera.

Querida Edén:

Sé que me he comportado como un verdadero tarado en este último tiempo, que pareciera que quiero jugar contigo luego de primero decirte que te veo solo como amiga, para luego llegar y soltarte que me gustas. Pero quiero que trates de comprender que también es difícil para mí, que al igual que tú estoy desencantado del amor, que igual que tú no tengo confianza suficiente en este sentimiento tan conocido pero tan nuevo a la vez.


Edén estaba comenzando a arrepentirse. Odiaba los peros y ese mensaje estaba lleno de eso, de peros. “Es la excusa de los perdedores”, recordó que le había dicho alguien una vez, más alejó las ganas de tirarse a un poso para continuar leyendo. Ya había comenzado y ella jamás dejaba las cosas a la mitad, aunque tuviera muchas ganas de hacerlo.

Cuando te conocí pensé que serías solo una chica más, una muy tímida por cierto. Al leer tus palabras me encontré con una chica sincera, pura y alegre, más cuando comencé a conocerte mejor sentí que solo eras así con pocos y, que al igual que yo, estabas aterrada por dentro. No fue hasta pocos días después que comenzaste a abrirte realmente conmigo, contándome tus alegrías y tus penas, haciéndome sentir útil para alguien más. Siempre fui un hombre de sonrisa pronta, siempre alegre y optimista, pero tú me mostraste que no siempre se puede ser así, que en algunos casos el dolor le gana al sentimiento de querer sentirse bien.

Suspiró. La valoración que Ángel tenía en ella le daba nauseas, pues sentía que lo estaba engañando y, lo que era aún peor, que lo había dejado engañarse a sí mismo en cuanto a ella. Sacudió la cabeza volviendo a alejar los nuevos pensamientos para retomar la lectura.

Y es eso lo que más me atrajo de ti, Edén. Tu sinceridad al soltar una bronca, tus lágrimas escasas pero verdaderas, tu manera de enfrentar el mundo aunque quisieras darte un tiro entre ceja y ceja, como dices tú. Me costó tu distancia el darme cuenta que me estaba enamorando de ti, y sentí miedo de perderte luego, cuando ya era demasiado tarde para retractarme de mis palabras, cuando ya era tarde para cambiar el “te quiero como amiga” a un “creo que estoy comenzando a amarte”. Y ahora estoy como un tonto tratando de enmendar mi error, tratando de que me veas, de que me sientas, de que me creas, de que en realidad creas que mis palabras son sinceras.

Me encantaría decirte a la cara que estoy comenzando a amarte.

Un beso enorme.

Ángel.


Edén se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, lágrimas que no sabía cuando habían comenzado a salir de sus ojos, pero que allí estaban, presentes y, de algún modo retorcido, alegres, calmando el dolor que se había instalado en su pecho luego de dejarlo hablando solo, otra vez.

Y entonces la resolución brilló en sus ojos cuando comenzó a escribir, dejando que todo saliera de adentro de ella, dejando que lo que sentía y lo que pensaba se apoderaran de sus dedos en un largo mensaje para Ángel… Para SU Ángel.

1 comentario: