Quienes me inspiran a seguir

domingo, 25 de septiembre de 2011

Declaración de Amor Fallida




—Entiendo —la escuchó decir al tiempo que levantaba la mirada, sus ojos color chocolate estaban opacados por un velo de tristeza que le fue muy palpable—. Bueno, entonces te deseo lo mejor y ya sabes, tu alegría te llevará adelante.

— ¡¿Qué?! —exclamó algo pasmado— Edén, ¿a qué te refieres? —preguntó mirando como la muchacha se llevaba el cigarrillo a los labios y, por primera vez en esa mañana él mismo hizo aquello, encender un cigarrillo sintiendo las manos temblar.

—Lo acabas de decir, no quieres ser mi amigo —contestó la muchacha mirando la cámara fijamente, notando como una lágrima rodaba por su mejilla—. Eso significa que este es el adiós…

— ¡Pero mujer! —exclamó el, completamente sorprendido— ¡¿Te dije que te quiero y lo tomas como un adiós?!

—Pero dijiste que no querías ser mi amigo… —aquella frase apenas la había escuchado pues Edén había hablado muy despacio, antes de llevarse el cigarrillo a los labios rápidamente.

—Me gustas —musitó Ángel igual de bajo que ella.

La expresión que puso Edén fue impagable. Se veía sencillamente adorable con las mejillas sonrojadas, los ojos vidriosos y las lágrimas saliendo de esas ventanas del alma color chocolate. Tenía los labios ligeramente entreabiertos, la mano que sostenía el cigarrillo detuvo la trayectoria a los labios pintados de rojo y hasta parecía que temblaba ligeramente. Sabía que él mismo estaba más rojo que nunca, pero lo pasó por alto cuando la muchacha enarcó las cejas y terminó de acercarse el cilindro a los labios, dándole una profunda calada.

—Con esas cosas no se juega, Ángel —dijo ella y entonces la imagen desapareció de manera tan imprevisible como había aparecido.

Iba a escribir que no se fuera, que lo escuchara, más no alcanzó pues inmediatamente después apareció la ventanita que decía “Edén acaba de cerrar sesión”. Dejó el cigarrillo a un lado y se llevó las manos a la cabeza, tratando de entender lo que había pasado para que ella pasara de un sonrojo enternecido y tímido a una furia que la llevó a irse de aquella manera en la que últimamente había agarrado de hacer, dejándolo hablar solo. Suspiró quitándose los fonos y arrojándose a la cama, queriendo una explicación de que rayos había pasado, sin encontrar lógica en todo aquello.

Las últimas palabras de Edén estaban grabadas a fuego en su corazón. “Con esas cosas no se juega, Ángel”. Gritó. Él no estaba jugando ni mucho menos, le había costado un poco darse cuenta que él también la quería de aquella manera, que le gustaba todo de ella más que en el significado de amigos, que la amaba aunque no quería aceptarlo del todo. Claro que le costaba, estaba desencantado del amor, estaba harto de amar y tener luego que cargar con aquellas piedras pesadas que formaban la cruz de la desilusión en la espalda y sabía que en el fondo ella sentía lo mismo. Ambos estaban tan alejados de ese sentimiento que tenían miedo de lo que pudiera pasar luego, por eso actuaban de esa manera pero… Pero la muchacha estaba equivocada.

Se levantó decidido de la cama y volvió a tomar asiento en la silla frente al ordenador, comenzando a escribir a todo lo que sus dedos daban, sacando todo lo que llevaba adentro con el máximo de sentimiento como hacía años no lo había hecho. No supo muy bien cuanto tiempo estuvo en eso pero se dio el lujo hasta de revisar bien su trabajo, agregando y arreglando lo que creía necesario hasta que quedó conforme con el resultado final. Lo envió sin dudar y apagó el ordenador antes de volver a arrojarse a la cama sin siquiera cambiarse. Estaba agotado. Entre que su turno laboral había sido un fiasco total y ahora esas emociones invadiéndolo le tenían los nervios de punta, quizás fue por eso que a los pocos minutos de dar vueltas en la cama cayó rendido a los brazos de Morfeo.

Si bien Ángel nunca había sido muy bueno cuando de interpretar sueños se trataba, sí supo muy bien lo que el suyo significaba apenas abrió los ojos pasadas las cuatro de la tarde, dándose cuenta que a pesar de la tensión que había sentido antes de caer rendido al sueño, había tenido una siesta realmente reparadora. Se levantó de la cama perezosamente, encendiendo el ordenador de manera automática mientras se arrastraba como una sombra al baño, lavándose el rostro mientras escuchaba el ronroneo apagado del polvoriento ordenador. Cuando volvió a la habitación, ya más espabilado, abrió su cuenta de correo electrónico mientras observaba cuidadosamente y ligeramente sonrojado lo que allí ponía.

Declaración de amor fallida – Edén Vanner – 18/05/2010 – 10:30 A.M.

Abrió el mensaje con cada centímetro de su piel temblando de impaciencia y nerviosismo mientras sus ojos veían el texto que la muchacha le había enviado.

1 comentario:

  1. ¡Felicidades! El texto es increíble. Siento no haber podido devolverte los comentarios antes pero he estado bastante atareada. Te agradezco el haberte vuelto a pasar por mi blog.

    La historia es increíble. ¡Qué ganas de seguir leyéndote! :D

    Un abrazo enorme desde la distancia.

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