Quienes me inspiran a seguir

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Reencuentro — Primera Parte




Mabel no pudo sino desternillarse de risa cuando leyó aquellas palabras en la ventana de mensajería instantánea, llamando la atención de una adormilada Edén que hojeaba su libro de “Fotografía Aplicada Volumen 3” con un cigarrillo en la mano y una humeante taza de café reposando sobre la mesita de noche frente a la cual estaba sentada. La miró con una ceja alzada, notando que su mejor y única amiga siquiera se había dado cuenta que la había desconcentrado de lo interesante que era leer la diferencia entre un modelo de cámara y otro. Se levantó de la incómoda silla en la cual estaba recargada y caminó tambaleante los dos pasos que la separaban del escritorio donde reposaba el antiguo ordenador que Mab en ese momento estaba usando para revisar sus cosas como siempre hacía. Tamaña sorpresa que se llevó cuando vio que su amiga estaba usando su messenger sin autorización y que además estaba hablando con nada más y nada menos que Ángel.

Apenas si habían cruzado unas pocas palabras, suficientes para poder leer la conversación completa que no llevaba más de tres a cinco minutos según calculaba ella, pero eso había sido suficiente para que los colores se le subieran al rostro. Se maldijo internamente, tratando de hacer nota mental de cerrar su dirección de mensajería instantánea cada que dejara a su amiga usar el aparatito ese. Tomó el hombro de Mabel con fuerza inusitada, haciendo que la chica lanzara un grito despavorido mientras la volteaba a mirar tan pálida como un fantasma. Ni siquiera la había escuchado acercarse a pesar de que Edén usaba unos tacones que hubieran resonado a kilómetros de distancia.

— ¡No me des esos susto, mujer! —exclamó Mab, completamente indignada, más calló al ver la expresión de su amiga, que miraba fijamente la pantalla.

—Cierra eso —dijo en un murmullo, llevándose una mano a la cabeza. No quería enfrentarlo, no todavía.

— ¿Quién es? —preguntó al instante la muchacha, perforando la figura de su amiga con sus verdes ojos brillando de manera suspicaz.

—Nadie —cortó Edén antes de volver a su asiento como si nada le importase, poniendo su mejor cara de póker, que en esas circunstancias no era la mejor—. Cierra eso o no le digas a nadie como estoy.

Mabel se levantó, pasando de estar sentada en la silla del escritorio a estar recargada contra la mesita de noche que su amiga usaba para estudiar, así fuera pequeña e incómoda. Se miraron unos segundos, taladrando los verdes a los chocolates de manera inquisitiva y reprobatoria. Hacía dos semanas habían tenido una muy larga charla sobre confianza y ambas habían llegado al acuerdo de contarse todo, así fuese solamente para dar cuentas de a qué hora habían ido al baño. Edén suspiró derrotada, llevándose el cigarrillo a los labios pero decidida a no decir una palabra hasta que la chica de largos cabellos negros soltara su tan típica frase.

— ¿Y bien? —apuró Mabel poniendo los brazos en jarra.

—Ya te hablé de él —dijo simplemente la muchacha, escondiendo su mirar bajo el flequillo monocromo con vergüenza.

Mab puso los ojos en blanco ante la escueta respuesta de su amiga, pero sinceramente no esperaba más. Miró la pantalla del ordenador y notó que el estado del susodicho no había cambiado y que incluso había agregado la frase “¿Alo?”, esperando una respuesta. Sonrió de medio lado. Claro que recordaba lo que su entrañable amiga le había contado de él, por supuesto. Ella en ningún momento le había llamado por un nombre pero pudo darse cuenta rápidamente que era él quien hacía suspirar de amor y llorar de dolor a su amiga cada día, aunque las lágrimas no salieran de sus ojos sino más bien de su alma, como una nube negra cerniéndose sobre ella. Volvió al escritorio frente al ordenador y tecleó rápidamente, a sabiendas que su amiga la observaba por el rabillo del ojo.

Edén dice:

Está bien —comenzó, saboreando el momento que se venía. Él quería saber, ella le daría en el gusto así luego terminara peleando otra vez con su amiga depresiva— Estuvo en el hospital hace unos días, sus compañeros de la universidad le hicieron una broma muy pesada que le terminó en un desgarro de tendón de la pierna izquierda.

Escuchó un fuerte y claro “¡MABEL HERVIA!” que casi le rompe los tímpanos de lo agudo que había salido el grito de la garganta de su amiga y entonces dijo patitas para que las quiero, saliendo de la habitación a toda carrera, cerrando la puerta de un azote y topándose con su novio, que la miraba con las cejas alzadas. Ella se encogió de hombros antes de que una carcajada escapara de sus labios, arrastrando a su novio escaleras abajo, comentándole lo que acababa de suceder mientras le invitaba un chocolate caliente.

Por su parte, Edén miraba la pantalla con los ojos chispeantes y los puños apretados de rabia contra su amiga, deseando tener un revolver y poder darse un tiro entre ceja y ceja a ver si con eso salía del dilema en el que la había dejado sumida la muchacha de brillantes ojos verdes.

1 comentario:

  1. jajaja! Mabel es Dios, algo tiene la chica que me agrada (?) me pregunto que será xD.
    pd: Mi novio me ha raptado estos ultimos días. Gomen ne! >_< Aprovecha de escribir, sigue adelante con tu proyecto :D

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