Quienes me inspiran a seguir

miércoles, 20 de julio de 2011

Gabriel




A veces, los ángeles se dignan a caer del cielo.

El ángel de quien yo hablo no era de esos convencionales, no. Él tenía los cabellos cortos, muy cortos, en un afina capa castaña oscura cubriendo su cabeza. Su cuerpo era grande y macizo, fuerte. Podría estar acabándose el mundo, pero en sus brazos me sentía segura, dichosa y feliz. Mi ángel también tenía los ojos de un hermoso color verde, decía que era lo único de ángel que tenía, yo siempre reía ante sus ocurrencias. Sus ojos brillaban cuando tomaba una llave, relampagueaban cuando golpeaba con fuerza la batería. La sonrisa que se extendía por su rostro, creándole hoyuelos en las mejillas siempre, siempre llegaba a sus hermosos ojos como esmeraldas.

Mi ángel era bueno y noble. Siempre que yo caía enferma él corría hasta donde estaba yo, aferraba mi mano entre sus grandes manazas cálidas y se quedaba allí, a mi lado, sentado en una incómoda posición hasta que yo me sentía mejor. Me mimaba, me llenaba de caricias suaves y arrumacos, palabras de aliento. Sus sonrisas eran el mejor regalo del mundo…

Pero ahora ha sucedido algo terrible.

Han asesinado a mi ángel… Y no creo poder vivir sin él.

Mi ángel iba en el metro, un mal día y en una hora en la que no debió estar. No iba solo, iba con mi amiga rubia, que tantos deseos tenía de ver. Y entonces lo vio. Un hombre envuelto en un aura demoniaca estaba en el vagón con ellos, llevaba una larga gabardina gris cubriendo su cuerpo, en sus facciones se notaba que iba a hacer el mal. Sus ojos esmeraldas se encontraron con el arma en un segundo y el reconocimiento cruzó sus ojos. Gritó que se alejaran de él mientras escondía a mi amiga tras él. El demonio lo miró.

Apuntó con su arma infernal y a tres disparos lo asesinó.

Ahora estoy aquí, recordando la hermosa sonrisa de mi ángel, maldiciendo a ese demonio que terminó por suicidarse, maldiciéndolo con alma y vida. Por primera vez siento odio correr por mis venas. Estoy llorando también, porque el demonio me quitó lo único tangible que siempre tuve, la estabilidad de mis palabras, el suelo bajo mis pies, el hermano y padre de toda la vida, el hombre, que a mis ojos, es un ángel.

A veces los ángeles se dignan a caer del cielo, cubiertos en sus túnicas vaporosas, con sus ojos dorados y sus sonrisas risueñas. Este ángel que me pertenecía era especial. Este ángel odiaba las túnicas de plata, las alas grandes y brillantes, el coro celestial era su peor pesadilla junto a la música de Debussy.

Gabriel era mi ángel, pero ya no está más para cuidarme del mundo… Y me falta.

¿Volará a su pedacito de cielo, hacia aquel lugar que merece?

¿Se quedará mirando las estupideces del mundo?

¿Querrá que llore mucho más?

Adiós, Mi Ángel Gabriel.

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