Quienes me inspiran a seguir

miércoles, 6 de julio de 2011

Ámame




Siempre te vi desde lejos. Pasabas el tiempo sentado en esa esquina de la plazoleta, a veces solo mirando a la nada con tus ojos negros perdidos en el horizonte, otras tantas veces estabas rodeado de personas, charlando todos animadamente y yo, desde la otra esquina de la plazoleta los veía, a todos los observaba pero en especial mi mirar se dirigía inmediatamente a ti. Desde que llegabas hasta que te ibas, o incluso cuando yo llegaba y tú ya estabas en tu puesto, cuando me marchaba de regreso a casa con la súplica interna del: Mírame…

Jamás volteaste a mirar en mi dirección y yo, resignada, me perdía entre la música de mis fonos, mis hojas de papel donde escribía poemas de amor, las colillas de cigarrillo que caían una a una a mí alrededor. Pasaba las tardes mirando cada tanto en tu dirección antes de volver mi vista al papel, un suave carmesí reposando en mis mejillas con timidez. A veces personas, amigos recién hechos se acercaban y pasaban un rato conmigo antes de marchar. Más de una vez salí con uno de ellos, con algunos galanes que querían conquistar mi corazón pero rápidamente quedaba en fracaso al yo no prestarles tanta atención como a ti. Mi corazón se dividía entre el anhelo que generaba tu misterio y aquellas palabras de galanes que me rodeaban con flores recién cortadas, pidiendo uno que otro verso.

Una tarde, una bella tarde de finales del verano te acercaste a mí. Yo estaba triste, lloraba, tenía problemas muy grandes que pesaban sobre mi espalda, haciendo ese nudo en la garganta. Te sentaste a mi lado y me preguntaste que pasaba. “Estoy triste”, dije yo con la voz contenida, hipando. Sonreíste, acariciaste mis cabellos y charlamos largamente. Nos hicimos amigos en pocos minutos. Pasaban los días y charlábamos a veces sentados en mi esquina, la mayoría de las veces lo hacíamos en la tuya, ese lugarcito que tenía tu nombre. Ese lugar que nadie más que tú y los tuyos usaban pues nadie más se acercaba a ese lugar. Tanto llegué a quererte que dejé a mi mente divagar, hasta que un día me dije que no podía más y, paulatinamente, como un ocaso, comencé a alejarme de ti hasta que solo volví a mirarte desde la lejanía.

Comencé a salir de nuevo con otras personas, a rodearme de gente, regalando mi corazón y mis sentimientos al primer galán que me dijera una palabra bonita para que todo volviera siempre a terminar. Tanto dejé que me lastimaran que yo comencé también a lastimar, era un caos, un torbellino de sentimientos solo para poder sacarte de mi corazón.

Ahora estoy sola de nuevo, sentada en esta esquina, mirándote observar a la nada con tu mirada soñadora y escribiendo una y otra vez los poemas que salen de mi mente con tu nombre plasmado en cada sílaba, escapándose como una mariposa que muere en cada batir de alas marchitas. Mientras te observo ahora susurro con los ojos llorosos una y otra vez, rogando que este deseo se haga realidad una sola palabra.

Ámame…

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