Quienes me inspiran a seguir

domingo, 25 de noviembre de 2012

No Te Lo Diré


La lluvia caía con fuerza en esa tarde de invierno. Nadie estaría tan loco para salir de cubierto solo para mantener la mente ocupada. O por lo menos nadie estaría tan loco como ella, que buscaba cualquier pretexto para alejarse de las preguntas que caían sobre ella como la lluvia y a las cuales trataba de evitar porque no sabía qué más hacer.

—Ness, déjalo ya —susurró Henrietta, viendo como su Capitana le regalaba una mirada furiosa y decidida.

—¡Jamás! —gritó Vanessa, estirándose hasta rozar con los dedos una cuerda— Ya casi... Solo...

Henrietta no podía creer la capacidad de recuperación que esa mujer poseía. Era como si fuese una mujer completamente distinta a la que había despedido al cabronazo de Drake hacía solo dos semanas atrás. Era como si hubiese retrocedido en el tiempo hasta conocer otra vez a la mujer que Vanessa había sido. Una mujer fuerte, testaruda, orgullosa y risueña que no estaba dispuesta a rendirse ni a dar su brazo a torcer con nada ni nadie. Y sabía que el resto del escuadrón valoraba ese cambio.

—Te vas a caer, Ness —suspiró Francesco, esperando y contando mentalmente.

Tres...

—No me voy a caer —negó la Capitana, acomodándose mejor en la endeble tabla que la sostenía sobre una fosa de barro, el agua dificultando sus movimientos—. Ahora cállate y deja de molestar.

Dos...

—Hazme caso y pídele ayuda a Labadie, él sí está dispuesto a ensuciarse por ti —Henrietta vio a Vanessa hacer equilibrio peligrosamente en la tabla cuando quiso enviarle una mirada venenosa por su comentario—. ¿Qué? No hagas de cuenta que no es verdad. Todos notamos como te mira, prácticamente te almuerza con esos ojos que tiene.

Uno...

—¡Él no me mira de ninguna mane...!

¡Bingo!, pensó Henrietta al ver a su Capitana caer medio metro en una fosa de barro, salpicando sustancias asquerosas de dudosa procedencia en todas direcciones. Y no pudo evitar reírse cuando la vio salir de la fosa con los anteojos manchados en una mano y apretando con fuerza la otra en un puño, lanzándole cuchillos con la mirada mientras la lluvia arreciaba sobre ella.

—No me gusta decir te lo dije, pero... —la Comandante se tapó la boca con una mano, aguantándose la risa.

Vanessa miró a Henrietta, desafiándola a decir algo más antes de relajar la postura y comenzar a caminar hacia las barracas para cambiarse y quitarse un poco el barro de encima. Y pensó que iba a morirse cuando sus ojos color chocolate se encontraron de frente con unos ojos avellanas que la esperaban justo frente a la puerta del lugar en el que descansaba. El rostro de él estaba enmarcado por su cabello inusualmente largo y, por un momento, sintió deseos de acariciar esas hebras mojadas que se pegaban a la piel pálida. Vio como Labadie abría la boca para decir algo, pero ella fue más rápida y pasó como una exhalación, gritando:

—¡No te lo diré!

Lo que era peor, no se refería a lo que acababa de suceder, sino más bien a la pregunta en la que ella había mentido de manera descarada y que él repetía con constancia y perseverancia todos los días desde que llegara a aquel lugar.

Los secretos de su mirada.

Cada día desde que le había conocido le costaba más el mantener la mentira de que no tenía nada que esconder, de que no sentía nada y de que, en realidad, era solo una mujer hecha para poder servir de escudo humano a los cobardes que se encontraban en ese momento sentados tras un escritorio, bebiendo whisky y sacando cuentas alegres sobre las bajas en cada escuadrón que protegía la frontera. Cada día desde que él le hiciera esa pregunta por primera vez sus barreras bajaban más y más. La muralla inquebrantable que había construido a su alrededor resultaba no ser tan inquebrantable en esos momentos pero aunque doliera luego no estaba dispuesta a abrir sus miedos a nadie más nunca otra vez.

Una persona ya la había lastimado suficiente para toda la vida. No iba a permitir que alguien ocupara ese lugar de ser sádico para transformarla en un títere masoquista.

Labadie quería saber demasiado y ella no estaba dispuesta a cooperar, ni en ese momento ni en mil años. No quería decirle nada. No iba a decirle a nadie más cómo se sentía, lo que guardaba y los miedos que escondía. Eran suyos y no estaba dispuesta a escuchar que nadie se compadeciera de ella o incluso le dijera que no podría salir jamás del abismo en el que a ella le gustaba pero odiaba estar.

Paradojas de la vida.





—¿Otra vez te dijo que no? —inquirió Francesco, parándose junto a Labadie. El hombre suspiró y asintió con la cabeza— Tranquilo, mañana será otro día y le podrás preguntar de nuevo. Ánimo.

Henrietta sabía que tarde o temprano Vanessa soltaría la lengua y las palabras que se guardaba. Hasta ese momento iba a hacerle la vida tan imposible que rogaría por descubrir lo que se traía entre manos y que se negaba a ver a pesar de tener una mente brillante.

2 comentarios:

  1. Henrietta es la cumbia hermano, digo debe ser genial que alguien te esté diciendo "te lo dije" con ese tono tan mala onda que solo ella puede tener xD.
    Por otro lado, creo entender el hecho de estar caminando sobre la cuerda floja, aunque sea para recobrar un poco los animos. Creo que Vanessa esta a punto de soltar lo que siente, aunque necesite un "leve" empujón para ello. Mas el no te lo diré dejó las cosas bastante en claro xD

    Mabel :D

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    1. Henrietta es la cumbia, todos lo sabemos xD!
      Igual la Comandante como que a veces se pasa un poquito con lo vinagre, pero igual es re gracioso escribir sobre ella. A mi, en lo personal, me encanta *w*
      Vanessa... Esa ya no tiene vuelta, está jodida, admitámoslo xD!

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