Quienes me inspiran a seguir

domingo, 10 de abril de 2011

Jen y Lizzy





Mi corazón dio un vuelco cuando con manos trémulas acerqué las cartas hasta mi pecho, llorando desconsolada. No era por ti, era por mi... Siempre fue por mi.

Sentí una mano apoyarse sobre mi hombro y voltee a mirar de quien se trataba. Pensé que eras tú, más me encontré con la imagen de mi no tan amiga, de una persona en la que jamás confié allí a mi lado, sin sonreír pero mostrando una expresión tan serena que parecía irreal que fuera proveniente de ella.

-No estés así, Jen, no lo vale -susurró acariciando mis cabellos rubios, limpiando con sus dedos frios los residuos de las lágrimas en mis mejillas.

-Claro... Para ti es fácil decirlo, Alice -mascullé soltando el agarre y separándome un par de pasos-. Tu eres la gran Alice, ¿no? ¡A ti jamás te lastimarían porque eres una perra sin sentimientos!

Traté de provocar su furia para enfrascarnos en una pelea, algo que me haría sentir mejor que su lástima. Pude ver como una sombra pasaba por sus ojos de manera fugaz antes de ver como su mano se alzaba. pensé que me golpearía pero en vez de eso pude ver que me extendía un cigarrillo. Lo tomé lentamente, con desconfianza y pude notar que ella encendía uno tranquilamente mientras se sentaba en aquella banca frente a mi, que permanecía de pie en medio del jardín...





Sonreí cuando se sentó junto a mi. Parecería estúpido, en otro momento la habría pateado hasta cansarme por el solo hecho de meterse conmigo pero hoy no, ya no más.

Le di una profunda calada al cigarrillo mientras miraba como los matices del cielo comenzaban a adoptar colores nuevos, más apagados pero igual de deslumbrantes. Miré como se llevaba el cilindro a los labios y recordé el juego de los dados, sonrojándome por completo. Jeane posó su mirada grisácea sobre la mía, oscura, dándome a entender con su expresión facial que estaba más que confundida. Suspiré, era hora de sincerarse.

-No soy de hierro, Jen -dije antes de arrojar la colilla al suelo-. Puede que no seamos amigas, apenas hemos hablado un par de veces, sé que me odias y me lo merezco, hice tanta estupidez junta en el pasado... Bueno, ese no es mi punto. Sé que estás dolida por lo que supuestamente te hizo pero no sabrás la verdad hasta que hables con él, por lo menos esa es mi opinión.





Miraron juntas la puesta de sol, o lo que podían apreciar de ella en el cielo que comenzaba a amenazar tormenta. Nunca se habían hablado más allá de un escueto "buenos días", pero aquello al parecer había sido más que suficiente para unirlas al nivel que habían alcanzado en tan poco tiempo. Al mismo tiempo vieron una estrella en la lejanía, la primera estrella de la noche como solía decir una amiga de Jen que había tenido un trágico e inevitable final. El amor solía destruir a personas como ellas, pero al parecer Lizzy no se cansaría de intentarlo, eso era algo de apreciarse.

Se levantaron sin mirarse, sin despedirse. La rubia volvió al interior de la casa lentamente, meditando en lo que debería hacer de allí en adelante, en si valdría la pena hablar sobre aquellos sentimientos que la desgarraban con él. Por su parte, la de oscuros cabellos encendió un nuevo cigarrillo y partió rumbo a la plazoleta que visitaba más frecuentemente de lo que cualquiera que la conociera creería, nada más y nada menos que para ser ella misma como nadie la conocía.

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