Quienes me inspiran a seguir

martes, 24 de mayo de 2011

Viaje




-¿Lista? -me dijo mi amiga rubia tomando el asa de su maleta con determinación. Yo la miré pasando saliva con algo de dificultad, pero con un brillo especial en mis ojos, el brillo de la decisión.

Salimos de la casa para enfrentarnos con el frío aire de la madrugada Viñamarina, con su viento gélido rosando nuestras mejillas, el aire como navajas afiladas enrojeciendo las mejillas. Mi compañera hizo parar un taxi mientras yo cerraba la puerta cuidadosamente, no queríamos despertar aún a nuestra nueva compañera de casa que apenas y se estaba acostumbrando a nuestro agitado estilo de vida. Subimos las maletas a la cajuela del automóvil y nos sentamos en la parte trasera, agarrándome yo de su mano libre tan fuerte que podía sentir como sus dedos se retorcían entre los míos, enguantados en cuero.

El trayecto fue tan corto que lo sentí como un suspiro. Bajamos del vehículo, sacamos las maletas y entramos rápidamente a la terminal de buses, mirando nuestro horario. Mi compañera me miraba de manera extraña, casi divertida mientras yo la guiaba a la salida que nos dejaría justo donde debíamos tomar nuestro primer bus.

-Allí debe llegar en diez minutos aproximadamente -mascullé encaminándome a paso rápido hasta las bancas que daban justo frente a donde quedaría la máquina, encendiendo un cigarrillo con ansias-. Ahora esperar que llegue...

-Voy por un café, ¿quieres? -me preguntó dejando su maleta a uno de mis costados mientras sacaba dinero de su bolsillo. Asentí con la cabeza antes de darle otra calada al cilindro y viendo como ella se alejaba entre la nula gente que había en el lugar.

Suspiré. Estaba aterrada pero era algo que tenía que hacer, era algo que no iba a dejar pasar, no otra vez y mucho menos si debía enfrentarlo por una causa tan importante como aquella. Sonreí. Con esa imagen se me estaban acabando los miedos de un plumazo, con esa sonrisa... Cuando la veía yo también tenía ganas de sonreír.

Mi compañera rubia llegó con dos vasos de café bien calientes y me alargó uno. Sentí el aroma tostado y fuerte del grano y bebí el líquido caliente con ansias, degustando el sabor amargo del café recién hecho y sin azúcar. Le dí otra calada al cigarrillo, arrojando la colilla al suelo y pisándola con suavidad. No tenía ganas de ser brusca tan temprano.

Terminamos nuestro café y arrojamos los vasos a un basurero justo antes de que la máquina que nos llevaría a nuestro primer destino se estacionara frente a nosotras. Arrojamos las maletas al portaequipajes y subimos, cada una con su pasaje en la mano. Me senté en mi lugar, supersticiosamente el asiento número siete, justo dando a la ventana, así no se me haría tan aburrido el viaje, me puse los fonos dejando que la música de Pearl Jam sonara suavemente con Even Flow, saqué mi libro de bolsillo "Porqué los hombres aman a las cabronas" y me acomodé tranquilamente, notando que para ser casi las seis treinta de la mañana había más gente de la que esperé ver.

A penas alcancé a leer media página cuando el bus se puso en movimiento lenta, suavemente. Miré a mi lado izquierdo y vi a mi amiga rubia hablando por teléfono con una gran sonrisa pero con sus ojos tristes, sabía que le dolía dejar a su amada sola aunque solo fuese por un par de días, pero también ella entendía mi dolor al enfrentarme a ese hombre que tanto quisiera olvidar. Comprendía también la soledad que me llenaba a pesar de tener la sonrisa tatuada en el rostro casi todo el día. Un proceso difícil este, señoras y señores... Muy difícil.

Miré por la ventana, notando como poco a poco comenzaba a aclarar, el sol despuntando en el horizonte. Sonreí volviendo a mi lectura y pensando que todo saldría bien y que valdría la pena, definitivamente todo el esfuerzo daría sus frutos en felicidad muy pronto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario