Quienes me inspiran a seguir

sábado, 14 de mayo de 2011

Buscando Paz




-¡Maldito teléfono y la reputa madre que te recontra parió! -grité exaltada azotando literalmente el auricular del aparato, dejándolo de vuelta en su lugar.

Suspiré fastidiada antes de llevarme la mano a la cabeza, acariciando mi ondulado cabello con fuerza antes de bufar, tratando de encontrar algo de paciencia en mi sistema. Miré la pantalla de la computadora y me dieron ganas de gritar, miré la estantería repleta de libros y grité, soltando el aire de mis pulmones con fuerza. Una cabeza pelirroja se asomó por el umbral de la puerta mirándome con curiosidad mientras me dejaba caer apoyada a la muralla hasta el suelo, abrazándome las piernas con los brazos, llorando de rabia.

-¿Pendex? -me dijo suavemente, acercándose a mi y sentándose a mi lado, acariciando mi cabello tiernamente- Oye, puedes rehacerlo.

-¡No, maldita sea! -grité ofuscada, enterrando más mi cabeza entre mis extremidades.

-Ya, tranquila -trató de calmarme, pero a cada palabra sentía más rabia que antes.

Sentí que alguien llamaba desde abajo y mi amiga se alejó de mi, saliendo de la estancia en donde me encontraba y dejándome sumida en mi frustración. ¿Porqué debía pasarme ESO? ¡Justo cuando las cosas comenzaban a salir bien! Grité de nuevo, tratando de calmarme con eso pero no pude, simplemente me fue imposible. ¿Cómo demonios había pasado? ¡¿Cómo rayos no había guardado una copia de eso?!

Me levanté del suelo secando las lágrimas que surcaban por mi rostro furiosamente mientras miraba por la ventana. Los malditos incompetentes del servicio técnico no me habían dicho nada y estaba realmente desesperada. Miré al techo pintado de blanco y encendí un cigarrillo. Sabía que me esperaban abajo, sabía que debía presentarme a hablar sobre algo que no tenía, sabía...

-La próxima vez mejor ni me digno a salir de casa -mascullé apoyándome en el alfeizar de la ventana y esperando que aquello fuese solo una muy horrible pesadilla.

Pero no, lo sabía demasiado bien, no era una pesadilla ni mucho menos. Acomodé mi cabello alborotado como pude y respiré profundo, arrojando la colilla del cigarrillo por la ventana y tratando de calmarme. Tenía que encontrar una solución, una disculpa para todo eso... Tenía que hacerlo. Dispuesta estaba a salir a dar la cara a ese hombre que tenía todas sus esperanzas puestas en mi cuando una figura se interpuso en mi salida "airada" del lugar. Lo miré a los ojos tratando de salir de mi profundo estado de pasme y rencor al verlo sonreír de esa manera que aprendí a odiar.

-¿Porqué tanta frustración? -preguntó apoyándose en su costado izquierdo en el marco de la puerta. Suspiré frustrada y sintiendo que me iba a dar una resaca tremenda.

-Piérdete Linc -mascullé llevándome otro cigarrillo a los labios y tratando de ver la manera de salir de allí, más él ni siquiera se movió ante mi mirada fulminante.

-Dime que te pasa -susurró alzando su mano en dirección a mi mejilla, la desvié con un manotazo.

-¿Acaso no tienes NADA mejor que hacer que fastidiarme? -pregunté enrabiada- ¡Lárgate! ¡Déjame en paz!

Volvió a alzar su mano en mi dirección y acarició el collar con su nombre con un dedo, cosa que me molestó sobremanera. Aplasté el cigarrillo contra su mano y él soltó un alarido de dolor mientras se alejaba de mi, mirándome con odio. Lo empujé y salí del lugar encontrándome con mi amiga pelirroja al pie de las escaleras, me miraba de manera extraña más solo la ignoré y pasé de largo disculpándome en un susurro, dando la excusa de que me sentía ligeramente "indispuesta".

Caminé por las calles hasta que me digné a sentarme en una banca pintada de verde al centro de una plaza y justo frente a una gran pileta. Vi el agua durante unos segundos antes de encender un cigarrillo y dejar caer mi cabeza hacia atrás, mirando el cielo gris que amenazaba luvia. Ese día había comenzado tan asquerosamente bien y ahora, apenas dos horas después de sentirme en la gloria me sentía simplemente como si me hubieran dejado en aguas pantanosas y putrefactas. Suspiré sentándome bien al tiempo que algo parecido a una gota chocaba contra mi hombro izquierdo. No quise mirar, me saqué la cazadora de cuero negro, dejé escapar el humo del cigarrillo por la comisura de mis labios, me levanté desganadamente y...

-¡MALDITA SEA!

Ese grito no alcanzó a sacar toda la frustración que llevaba dentro pero había servido aunque fuera un poco.

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