Quienes me inspiran a seguir

sábado, 7 de mayo de 2011

Terror




Abrí los ojos pesadamente, sintiendo un agudo dolor extenderse por todo el lado izquierdo de mi cabeza. Mi ojo izquierdo veía todo sumamente borroso, mientras que el derecho lo sentía humedecido en demasía. Me impulsé con las manos para levantarme del suelo duro y frío. Me dolía todo y de pronto, un dolor fue más fuerte que los demás, un dolor en el bajo vientre, un dolor que me hizo sollozar cuando caí en la cuenta de la pesadilla en la que me encontraba.


00:00

La muchacha se aferraba a su rubia amiga que literalmente la arrastraba por la entrada del hospital, ambas empapadas hasta los huesos mientras una enfermera traía una silla de ruedas para la chica de ondulados cabellos que apenas y podía mantenerse de pie. Una nueva arcada la hizo doblarse y caer al suelo de rodillas mientras su amiga trataba de contenerla con un rictus de miedo en el rostro. Entre ella y la enfermera la lograron levantar del suelo de blancas cerámicas para sentarla con sumo cuidado en la silla de ruedas.

-Linda, tienes que aguantar -gimió su amiga rubia quitando la chaqueta mojada que cubría su cuerpo y arropándola con una manta que le extendían-. Ya pronto te van a atender, solo aguanta un poquito más...

Solo pudo asentir pesadamente mientras la mirada se le nublaba, tratando de mantenerse consciente. Escuchaba pasos fuertes a su al rededor, voces que sonaban demasiado alto, respiraciones agitadas, su corazón latiendo desenfrenado. Tenía miedo, solo quería salir de allí, quería irse a casa y dormir, estar allí era peligroso.

-Anna... -susurró, su amiga se arrodilló frente a ella acariciando sus cabellos, tratando de calmarla- Vamos a casa... No quiero estar aquí...

-No estarías aquí de no ser por tu testarudez -reprendió la mujer con voz suave-. Ya va a pasar nena, tranquila, Kari ya viene...

No era suficiente consuelo, no para aquel presentimiento que la azotaba con dureza. Imaginó que él estaba con ella, a su lado, tomando su mano y con eso trató de que aquel cruel sentimiento de inminente pérdida se fuera.


01:00

Escuchó en su estado de inconsciencia consciente que sus dos mejores amigas se saludaban, como una mano fría se posaba en su mejilla y limpiaba esas lágrimas que salían sin querer. Escuchó como su amiga pelirroja se quejaba por aquel lento servicio, exigiendo que las atendieran ya mismo. Sonrió, su amiga jamás cambiaría, siempre tan prepotente. Alzó la vista, apenas lograba discernir por completo las figuras frente a ella, pero entre esas dos mujeres pudo ver una silueta alta y amable que la observaba, dándole un poco más de fuerzas y un poco más de ganas.

Preguntó la hora y se enteró que eran las una de la madrugada. Pensó que de no ser por su estupidez estaría jugando algún juego en casa o escribiendo, tratando de que las ideas salieran por completo sin lograrlo en realidad. O tal vez estaría en el teléfono... O escribiendo una nueva carta para aquel que la observaba desde su lugar lejano.

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Un sonido fuerte, estridente, la hizo abrir los ojos rápidamente, sobresaltada. Vio como sus amigas se plantaban frente a ella, una abrazándola y la otra cubriéndolas a ambas como si fuera un muro de concreto. Escuchó gritos y, completamente asustada trató de levantarse de la silla, más el abrazo la devolvió a su lugar, cubriéndola con la manta hasta la cabeza, tratando de emprender la retirada. El miedo le había ganado cuando escuchó una voz que le pareció salida del mismísimo infierno.

-¡Denme a mi mujer!

Era un grito de rabia, de cólera, de pura furia que iba a ser descargada. No podía ver pero imagino la escena cuando un nuevo sonido potente se dejó oír en el lugar seguido de un grito de dolor y otro de terror. Se destapó como pudo, alzándose de la silla y tratando de mantener la estabilidad ante lo mal que su cuerpo reaccionaba y lo que sus ojos veían.

En el suelo estaba su amiga pelirroja, un charco de sangre bajo ella, su cuerpo tendido en el suelo como un muñeco de trapo. Su amiga rubia gritó el nombre de la otra, corriendo hacia ella y arrojándose al suelo, abrazando su cuerpo como si su vida dependiera de ello, llorando, llamándola una y otra vez. Y ella se sintió morir... Sintió que algo en su interior se rompía para siempre.

-Kari... -salió de sus labios temblorosos y amoratados por el frío- Kari...

Entonces supo que era lo que tenía que hacer. Caminó con paso tembloroso hacia las chicas, llorando desconsolada, muda, sin saber si realmente funcionaría todo aquello. El hombre gritaba, le gritaba a todos pero en especial a ella. Pasó junto a las mujeres que estaban en el suelo sin mirarlas, sintiendo su cuerpo un poco más pesado a cada paso. Pudo escuchar como un médico intentaba razonar con el hombre, más el aludido no escuchaba razones, solo quería llevarse a su trofeo de allí.

Llegó junto a él y sintió como era apresada en un fuerte abrazo que la subió a su hombro como si fuera una muñeca de trapo mientras una nueva arcada se extendía por su sistema ante el roce de su casi desnuda piel con la mano de ese sujeto...


03:24

El automóvil se detuvo con un ruido seco y sordo. No veía nada gracias a la venda que cubría su rostro pero sintió como era alzada con fuerza por esas manos duras y frías, esas manos que la iban a destrozar por completo... Otra vez. No quiso oponer resistencia, ya no iba a ser necesario jamás... Lo mejor era que todo se quedara tal cual.

La venda le fue quitada suavemente de los ojos y lo primero que vio fue el reloj de pared dorado que le decía hola desde su rincón apartado. Lo siguiente fueron los ojos negros, una mirada maldita que juró jamás volver a enfrentar. Luego un golpe que la arrojó de costado al suelo, el cuerpo grande del hombre sobre ella causándole asco, repulsión, mientras las prendas eran arrebatadas de su cuerpo para dejarla desnuda.

Y lo peor fue abrir los ojos para encontrarse con una silueta que la miraba abatida, la misma silueta que había visto en el hospital, la misma que le decía en un susurro que debía ser fuerte, que todo acabaría pronto...




Una lágrima recorrió mi mejilla mientras me arrastraba al ordenador encendido que tenía pegada una nota que recitaba "Escribe, solo eres libre para eso. Te amo mi muñeca de trapo". Dejé escapar un gemido, un sollozo por mis labios adormecidos por el frío y el dolor mientras recordaba la silueta y me decía a mi misma que todo iba a estar bien, engañándome por completo, tratando de mantenerme cuerda aunque fuera un segundo. Ahora solo veía dos opciones. Huir otra vez o morir en ese preciso segundo.

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