Quienes me inspiran a seguir

sábado, 26 de marzo de 2011

¡Y la re...!




En el exterior había una hermosa puesta de sol, digna de admirarse pero desgraciadamente ella no tenía tiempo, por lo cual entró en el edificio dando un fuerte portazo, azotando aquel gran pedazo de madera con toda su fuerza tratando de sacar así con ello su ira acumulada, esa ira que ya no tenía idea de como sacar...

¡Por favor, no me jodas! Me han pasado cosas malas pero esto... ¡Esto! ¡Esto es demasiado para mi orgullo herido! ¡Esperen a que la agarre que la perra no se vuelve a levantar en su vida! ¡Va a arrepentirse de haberme conocido! ¡Esta no me la guardo! ¡Por la reputa!

Esa era la perorata interna de la mujer de largos cabellos rubios que caminaba rauda por los pasillos, sus botas haciendo eco en el suelo de cerámica blanca. Ella por si sola resaltaba, cuando con su mirar profundo hechizaba y maldecía con solo un vistazo, causando efectos en cada persona que se le acercara. Jamás pensó vivir un día como ese, era demasiado para su orgullo herido. Dobló una esquina apurando el paso mientras sus manos viajaban a su cabello, atándolo en una cola de caballo que dejaba caer finos mechones de cabello sobre su rostro pálido, cetrino y alargado, tan fino y elegante.

-¡Jen! -escuchó que la llamaban y ella se detuvo en seco, girando sobre sus talones con mirar asesino.

-¡¿Qué?! -gritó, no tenía tiempo para eso.

El hombre que la perseguía se detuvo en seco a un par de metros de ella, cuadrando los hombros y tragando grueso. Su superior no estaba de buen humor y eso no era nada bueno, debía ser bastante precavido, escoger sus palabras con cuidado y, exasperado, notó que había cometido un grave error. Llamarla por su nombre de pila...

-Señor -musitó con un hilo de voz.

-¡Habla rápido que no tengo todo el día! -volvió a gritar, ahora alisando unos pliegues de su camisa gris sin mangas.

-Tenemos un problema... -susurró bajando la mirada para evitar encontrarse con esos ojos azules, fríos como un témpano de hielo.

-Me estas jodiendo, ¿cierto? -murmuró la mujer torciendo las cejas, ahora muchísimo más enfadada al ver como su segundo al mando negaba con la cabeza- ¿Que pasa?

-Es sobre 'él'... -volvió a susurrar, encogiendo la postura poco a poco y desviando la vista acobardado hacia sus pies.

-¡¿Qué mierda hizo ahora?! -exclamó llevándose un cigarrillo a los labios, cabreada.

-Pues... Su habitación... -comenzó a explicar temblando al notar ese mirar gélido sobre su persona.

-¡No me lo digas! -exclamó Jen dándose media vuelta y retomando su camino hecha una furia.

¡Y la remierda! ¡Ese puto y su madre me las va a pagar si le hizo algo a mi habitación!

Y volvió a su perorata interna, torciendo por el último pasillo para encontrarse de lleno con 'el', quien caminaba campante por el pasillo, manos en los bolsillos y tarareando una canción que era más bien de risa. La despampanante y fría mujer de rubios cabellos se plantó firme delante de él y exigiendo una explicación con su peor mirada de mala leche. 'Él' se encogió de hombros antes de sonreirle de manera burlona y continuar con su camino, dejando a su compañera con la palabra en la boca. Entonces, por la mente de ella pasó la imagen más horrenda mientras abría la puerta de su habitación para encontrarse con el desastre que tan bien había imaginado. Y la perorata comenzó de nuevo.

¡Y la re...!

No alcanzó a decirse más cuando escuchó una carcajada a su espalda y volteó a ver a su amiga morena que, plantada detrás de ella veía las murallas grafitadas con pintura brillante de color verde fosforito. Quiso gritarle que se fuera a la re mierda pero entonces recordó algo.

La ante frase 're' dominaba su vida en cada maldición que lanzaba...

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