Quienes me inspiran a seguir

domingo, 27 de marzo de 2011

† Clan del Lobo Blanco †

Continuación de la entrada "Lobo Blanco"




Desde aquí tenía una vista privilegiada de su hermoso pelaje blanco refulgiendo en la escases que la luz de la luna le proporcionaba, el movimiento de sus gráciles patas, de su cola moviéndose de un lado al otro. Nos detuvimos unos momentos y voltee a mirar el sendero que dejábamos atrás, aguzando el oído para poder escuchar gritos, ladridos y un barullo impresionante. Lo miré aterrada y él solo continuó corriendo y yo, como siempre le seguí. Continuamos corriendo, yo siempre pisando su sombra, mis agotadas extremidades tratando de mantener el paso presuroso que siempre llevaba en momentos como este. Apreté la escopeta contra mi pecho y pude sentir aún el calor restante del cañón que acababa de escupir unas cuantas balas antes de comenzar con esta enloquecida carrera, esta carrera causada como siempre, por mi culpa. Es que claro, mi orgullo era demasiado grande y, más allá de eso mi querido amigo sabía que yo siempre sería una "cazadora por naturaleza".

-¡Vista al frente, Miralys! -escuché su voz en mi cabeza, en todos lados en realidad y solo obedecí, devolviendo mi concentración a seguir sus huellas sobre la nieve.

Apretamos el paso antes de meternos en la espesura profunda del bosque y se detuvo otra vez. Agotada me apoyé contra el tronco de un árbol, respirando de manera agitada, descontrolada, sintiendo aquel calor causado por la adrenalina a pesar de solo llevar una camiseta sin mangas en un clima que debía estar bordeando los dos o tres grados bajo cero. Revisé con mano temblorosa la recámara del cañón y la hallé vacía, palpé mis bolsillos con desenfreno y... Nada.

-Maldita sea -gemí apoyando el arma en mi hombro y perdiéndome en los ojos blanco que me escrutaban cuidadosamente.

Me estremecí al notar en su mirar canino un deje de preocupación por los suyos y me sentí morir cuando vi algo parecido a una gota en lo que debía ser su mejilla. Por mi culpa sus compañeros estaban en peligro, por mi insensatez y por mi descaro... Alcé la vista al cielo y mi mirar se encontró con la luna, esa luna grande, brillante y esplendorosa, esa luna que les daba fuerza, esa misma luna que habíamos presenciado tantas veces mientras viajábamos, caminando un poquito más, acechando un poco más.

-Debemos continuar -me dijo poniéndose a cuatro patas otra vez-. Ya no hay necesidad de correr.

-¡Pero Sniper...! -intenté reclamar, pero me silenció con un solo vistazo antes de echar a andar otra vez.

Lo seguí arrastrando los pies, sintiendo de pronto el frío en el ambiente, el aire gélido rozando la piel desnuda de mis brazos, cuello y rostro, mi largo cabello negro ondeando con la brisa. Y pensé... Mi mente comenzó a divagar por esos recuerdos lejanos mientras lo seguía muy de cerca, como siempre, dándome cuenta que sentía un terror absoluto ante la idea de que a sus compañeros les sucediera algo. Decidida arrojé el arma al suelo y retrocedí sobre mis pasos lentamente, notando como sus orejas puntiagudas se alzaban en mi dirección antes de voltear a mirar mi cuerpo que se perdía en la espesura del bosque, retornando a ese maldito lugar.

Mis pies me llevaron rápidamente de vuelta y podía escuchar como Sniper, mi querido lobo blanco me llamaba, tratando con sus gruñidos el hacerme ver lo insensata de mi decisión. Sí, él me conocía demasiado bien, sabía la locura que estaba a punto de cometer y no me importó. Le debía mi vida a los lobos, al Clan del Lobo Blanco, a su familia, a sus compañeros que ahora dejábamos atrás por mi culpa. Ya no más, jamás volvería a dejar que alguien sangrara por mi, nunca más.

Salí del linde del bosque y pude ver de inmediato la masacre que se esparcía por el campo de batalla. Lobos, muchos de los compañeros de Sniper estaban mal heridos al igual que muchos humanos, humanos de rostros conocidos con los cuales más de una vez salí de cacería. Mi mirada barrió con celeridad todo el claro y pude ver, no muy lejos de mi a uno de los lobos majestuosamente blanco ahora con múltiples heridas en su cuerpo, manchando la nieve. De su hocico escapaban gruñidos rabiosos a los hombres que lo rodeaban y mi sangre comenzó a hervir ante la diferencia de cantidad, ante lo injusta de la situación. Un disparó resonó en todo el lugar y un gemido, uno tan agudo y doloroso me desgarró el alma al ver como la bala atravesaba una de las patas traseras del compañero que no resistiría por mucho tiempo más.

-¡Hunter! -gemí antes de lanzarme en carga contra el autor del cuasi delito de homicidio, a quien reconocí como quien fue una vez mi mejor amigo.

Mientras corría pude sentir como si mi cuerpo se transformara, mutara, cambiando, bajando su eje. Mis piernas ya no eran piernas, no se sentían como tales, no las sentía débiles y cansadas sino lo contrario, fuertes, renovadas. Mis manos tocaron el suelo y, maravillada pude notar que mis dedos ya no eran dedos y que mis uñas ya no eran uñas. Pude notar también como un olor metálico llegaba a mis fosas nasales, un aroma a sangre de amigos que estaban por caer, amigos a quienes debía defender así me costase la vida.

Salté sobre quien fue mi mejor amigo cuando era "humana" y su cuerpo quedó bajo el mio, agarrado en una ruda presa. Acerqué mi hocico a su rostro y gruñí todo lo desgarradoramente que pude en señal de advertencia, encontrando mi mirada oscura con la suya, clara como el sol. Sé que me reconoció, por eso su rostro pasó de la ira a la incredulidad cuando en su mente lo amenacé con matarlo si no nos dejaban en paz. Salí de sobre su cuerpo y, plantándome cual roble frente a Hunter, el lobo mal herido comencé a lanzar gruñidos agudos y encolerizados, advertencia de que si levantaban sus armas otra vez olvidaría para siempre que alguna vez habíamos cazado codo a codo. Los cazadores me miraron, sorprendidos. Habían presenciado todo mi cambio y, en cierto sentido eso era bueno y malo. Podrían dejarnos en paz al ver a una que antes había pertenecido a su manada... Que bien se sentía decir eso... Manada... Sonaba mejor que la mismísima palabra hogar.

Lentamente los humanos comenzaron a retirarse y yo no despegué mi mirar de ellos hasta que sus figuras se perdieron por done vinieron, hasta que sus pasos ya no fueron audibles para mis aguzados sentidos. Volví en mi, sintiendo la rabia escapar de mi cuerpo canino lentamente a cada exhalación mientras observaba al Clan, a la Manada reagruparse a mi alrededor. Todos ellos heridos, pero vivos, eso me alivió sobremanera.

-Sniper -gruñó uno, un lobo anciano del cual no recordaba su nombre-. Ella no pertenece a nosotros.

Me pasmé ante esas palabras e intenté encontrar la diferencia, que se hizo notoria cuando miré mis patas delanteras. Negras... Negras como el carbón... Negras como la noche sin luna ni estrellas... Negras como el mal...

-Silencio -ordenó mi querido amigo en un siseo, acercándose a mi y dando vueltas, examinándome-. Creo que Miralys a demostrado su valía en estos meses que lleva viajando con nosotros y, a pesar de que su pelaje no es blanco, se ha ganado un puesto en la manada -decretó, esperando que alguien refutara.

-Concuerdo -gimió Hunter a mi espalda y voltee a mirarlo, preocupada. Pude notar una sonrisa macabra para los humanos, cálida para los lobos.

Aullé con todas mis fuerzas, feliz, dichosa de por fin poder estar con entes a quienes pudiera llamar familia y el Clan del Lobo Blanco aulló conmigo, mirando a esa luna grande, brillante y esplendorosa mientras nuestras voces se hacían una en aquel desolado paraje que era nuestro hogar...

Porque la tierra completa es nuestro hogar.












¡A pedido!

¡Me debes una Felipe! xD

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