Quienes me inspiran a seguir

martes, 8 de marzo de 2011

Blues




Ocupando toda la esquina entre El Paseo de la Melancolía y La Calle Vacío podías apreciar un bar oculto de las emociones positivas. Su nombre era Blues.

Blues ese día tenía un invitado muy especial. Ese día Ángel, un hombre con el corazón destrozado cruzó las puertas de madera con la cabeza agachada, la mirada perdida y arrastrando los pies.

Ángel se sentó en la mesa más apartada, casi dejándose caer en la silla y llamó al camarero alzando una mano notando que si bien Blues era un lugar oscuro y escondido, por alguna razón las parejas lo escogían para esconderse. No le hallaba lógica, Blues era un lugar demasiado deprimente, perfecto para un hombre como él.

-¿Qué va a tomar? -le preguntó un muchacho y Ángel lo miró sin mirarlo en realidad.

-Tráigame lo que sea -susurró con la voz quebrada.

El muchacho se retiró en silencio, arrastrándose como una sombra y acongojado, sabiendo el dolor que sentía aquel hombre, sabiendo también que el alcohol no era la solución, pero callando después de todo pues era un empleado más.

Cuando su orden hubo llegado, Ángel se relamió los labios antes de llevarse el vaso a la boca, sintiendo como el líquido abrazaba su garganta... Y entonces recordó a Edén. Era su trago favorito, o tal vez no, tal vez solo buscaba un pretexto para recordarla.

Al segundo trago Ángel olvidó su nombre, al tercero donde vivía, al cuarto olvidó que cuando llegase a su departamento nadie le reclamaría por la hora que era, al quinto por fin recordó quien era y al sexto recordó quien era Edén.

Levantó la cabeza entonces para posar su mirada en el pequeño escenario mientras el camarero le ponía otra bebida. Una silla maltrecha y un hombre que, guitarra en mano se sentaba en el banquillo al centro, acomodándose el instrumento sobre su regazo.

El hombre comenzó a acariciar las cuerdas de su guitarra mientras la intensidad de las luces comenzaba a decaer poco a poco antes de que su voz desgarrada y tosca llenara el lugar silencioso por completo.

Mi amor, la libertad es fiebre
Es oración, fastidio y buena suerte...


No quiso escuchar más del principio de ese blues melancólico, aunque aquello sonara muy redundante ya que todos los blues son melancólicos. -Estás ebrio-, pensó quedamente ahogándose en el último trago del potente alcohol antes de darse cuenta que ese era su trago favorito.

Se levantó de la silla dejando unos billetes sobre la mesa y comenzando a caminar tranquilamente hacia el exterior de Blues, silbando algún blues melancólico que en realidad ya no venía al caso.

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