Quienes me inspiran a seguir

jueves, 27 de enero de 2011

Si hubieramos vivido en estos tiempos... (Final)

Juro que este es el final!!! No me mates!!!







El sol se escondía suave. Lentamente entre las olas mientras aquellos muchachos que lo observaban sin pudor entrelazaban sus manos sin siquiera mirarse. Los cabellos largos de ella se mecían de un lado a otro con suavidad, acariciando su rostro y haciéndole cosquillas en las mejillas. El muchacho a veces dirigía una sutil mirada a su lado izquierdo para encontrarse con el perfil recortado por el sol de la muchacha, sus ojos fijamente mirando el atardecer, como si sus ojos trataran de absorber cada matiz que se presentaba ante ellos en ese mágico momento.

-¿Recuerdas como nos conocimos? –preguntó el muchacho de pronto, rompiendo el escaso silencio que creaban las olas antes de enmudecer, antes de morir en la orilla.

-Tú eres el de la mala memoria –sonrió ella sin mirarlo, incluso cerrando sus ojos y recostándose en la arena-. Pero sí, Philip, lo recuerdo…

-Estabas muy linda ese día –acotó él recostándose a su lado-. Y tú cabello… Era salvaje.

-¡Deja de hacer eso! –había logrado su cometido, la había hecho sonrojar.

-¿Hacer qué? –preguntó inocentemente, estrechando más fuerte esa mano que se aferraba a él como si la vida se le fuese en ello.

No hubo respuesta y por ello supo que su novia estaba demasiado avergonzada para decir nada sin tartamudear. Definitivamente no era el ogro gruñón que todos pensaban que era.

Katherine sintió un frio repentino y removiéndose en la arena comenzó a acercarse al muchacho, quedando así con su cabeza apoyada en el pecho de él. Podía escuchar su corazón y eso la relajó más mientras Philip le volvía a acariciar los cabellos de manera tan sutil que pensó primero era la brisa quien la acariciaba. Amaba las manos de él, eran mágicas y reconfortantes, era algo que no quería dejar ir jamás…

-Philip –llamó suavemente, mirando hacia la nada.

-Dime… -la voz del muchacho se hallaba adormilada, estaba cayendo en un sopor absoluto.

-Te amo –susurró abrazando más fuertemente el cuerpo de él.

Era lindo estar así, pensaban ambos.

Katherine sabía que cuando se separara de él la esperaban muchas cosas, demasiadas cosas malas siquiera para contarlas, sabía que debía hacer cosas que odiaba, cosas que eran solo para mantener la fachada pero no le interesaba. Al día siguiente despertaría y podría volver a sonreír como solo con él podía hacerlo, podía se ella, podía ser una chica normal.

-Yo también te amo –contestó Philip algo tardío, y es que sabía que ella no había querido decir eso.

Sabía que no era una mentira pero también tenía demasiado claro que estaba asustada y que ella no quería marchar a casa. Él la apoyaría siempre y le había planteado más de una vez el huir juntos, huir lejos los dos para alejarse de ese dolor pero ella simplemente le había dicho “aguantaré un poco más…” antes de besarle los labios amargamente.

Se levantaron momentos después en completo silencio, comprendiendo los sentimientos del otro y caminaron de la mano hasta la calle que los llevaría en diferentes direcciones, que los alejaría cruelmente otra vez sin siquiera poder evitarlo. Se detuvieron en la avenida y se miraron a los ojos, tratando de mantener ese momento congelado en el tiempo lo más que pudieran. Una bocina sonó y los desconcertó, haciéndolos sonreír.

Katherine acarició la mejilla de su novio con un amor sutil que no creyó poseer. Si estaban juntos ella no tenía que temerle a nada.

Philip, por su parte, acomodó sus manos en la estrecha cintura de su novia, tratando de atraerla más cerca de su cuerpo.

Ella le echó los brazos al cuello, él la abrazó más fuerte, se miraron a los ojos otro largo segundo y se besaron. Fue un beso suave, superficial pero cargado de un sentimiento que los hacía temblar de emoción y terror al mismo tiempo, siendo la emoción demasiado intensa para mantenerla a raya en sus acribillados corazones.
Se separaron rápidamente y se dieron la espalda, tratando de contener esa angustia, ese sentimiento de pérdida que lo dejaba desamparados.

Las despedidas siempre eran difíciles, por eso ellos preferían solo mirarse un último segundo antes de partir cada quien por su camino, eso siempre era lo mejor. Un “hasta mañana” no bastaba para decirse “soñaré que estoy a tu lado” o muchas más cosas que anhelaban decirse pero que ambos eran demasiado tímidos para decir. Así eran ellos, así se amaban y así vivirían para siempre.

3 comentarios:

  1. Oh! pero me has dejado con muchas preguntas :(. Aunque me ha encantado como siempre, deseo saber que es lo que la atormenta a la pobre chica

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  2. como es que han tenido que soportar eso tal cual yo no lo aria ...si preguntas..??

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  3. jssy

    Preguntar... ¿Preguntar quien eres?

    Si es eso pregunto, ¿quién eres?

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