Quienes me inspiran a seguir

miércoles, 5 de octubre de 2011

Todo lo que necesitas




Edén abrió los ojos de manera perezosa. Las cortinas estaban descorridas por lo que la luz del sol de mediodía le daba de lleno en el rostro. Le dolía la cabeza como si le hubieran pasado con un tanque por encima y decidió, por el resto de sus días, no volver a beber nunca más. Se sentó en la cama lentamente, enfocando en la habitación y, aterrorizada, se dio cuenta que no era su habitación. ¿Dónde rayos estaba? Se levantó de un salto y notó que traía puesta una camiseta blanca que le quedaba enorme, a pesar de lo alta que era. Mierda, mierda, mierda, pensó buscando su ropa, que no encontraba por ningún lugar en esa habitación. Si Ángel se enteraba la iba a asesinar, la iba a desollar viva.

— ¿Edén? ¿Qué haces cariño? —inquirió una voz a sus espaldas y cuando volteó a ver notó a un muy desorientado Ángel tendido en la cama.

Suspiró. Claro, tonta, Ángel los había invitado a su departamento en su día libre y ellos habían ido a pasar el rato. Mabel y su novio se habían ido a casa temprano con la excusa barata de dejarlos pasar tiempo de calidad a solas con una sonrisita boba en la cara y ella no había encontrado nada mejor que sonrojarse ante la larga lista de preguntas que le esperaría en casa. Ángel estiró los brazos hacia ella y Edén, sonriendo, volvió a arroparse entre las mantas de la cama, contra el pecho de Ángel y respirando su perfume casi con necesidad. No hubiera cambiado ese momento por nada del mundo, eso definitivo.

— ¿No me dirás que estabas haciendo? —susurró Ángel contra su oído, y ella se hundió más contra su pecho, negando con la cabeza.

—No te diré nada —gruñó por lo bajito, sacándole una carcajada a su Ángel—. Me dejaste beber como imbécil anoche, no te diré nada.

—Eso no fue mi culpa —sonrió él, y Edén se sintió desfallecer ante sus casi inaudibles risitas—. Te veías tan linda hablando tanto que no quise aguarte la fiesta. Además, cuando intenté hacer que dejaras de beber casi me quedo sin descendientes.

Edén enrojeció hasta la raíz del pelo. ¿Qué le habría dicho? ¡Dios, si hasta casi lo había golpeado! Excelente imagen la que estaba creando para su novio. Se acurrucó más contra él y susurró que lo sentía, más Ángel se largó a reír, diciéndole que era la cosita más tierna que había visto en sus veintiséis años de vida. Eran la pareja más extraña, a su parecer. Él se reía de sus casi nulos berrinches y ella se estaba comportando cada vez más como una nena de preescolar a la que le quieren quitar su osito de peluche favorito. Pensó en la posibilidad de compartir su osito de peluche con el mundo y la idea del vacío y los celos no la dejó respirar por una fracción de segundo.

—No te compartiré —masculló de pronto, apretándose más contra él. Ángel le levantó el rostro, con la duda instalada en sus ojos color avellana—. Que pensaba en ti como un osito de peluche al que tengo que compartir y no me gusta la idea. No te compartiré —negó en rotundo, sonrojándose más aún.

Ángel soltó una carcajada y comenzó a repartir besos por todo el rostro de esa adorable chica que se había pasado la noche entera diciéndole cuanto lo amaba. Había sido tan hermoso, aunque no estuviera en sus cinco sentidos, tenerla recostada contra su pecho, ambos sentados en el sillón de la sala y hablando sobre los aliens o cualquier cosa con la que ella saltara. Escuchó la sonrisa de Edén, radiante y fresca cuando le besaba el cuello en roces juguetones. Tenía tanta energía siempre, no podía comprender cómo sus tontos compañeros de facultad le hacían la vida a cuadritos. De pronto, una idea genial le vino a la mente y no pudo evitar sonreír mientras se alejaba solo un poco para observar su, de pronto, aniñado rostro.

—Mañana pasaré por ti a la universidad —soltó de pronto Ángel, y Edén se sintió de pronto desorientada.

— ¿Qué? —inquirió, totalmente perdida en el rumbo que había tomado la charla, o lo que fuera que estuviera pasando en ese segundo.

—Que mañana pasaré por ti a la facultad —repitió sonriente él, acariciando los largos cabellos de ella, que se desparramaban sobre la almohada—. Tengo ganas de conocer a tus “agradables” compañeros.

Edén sonrió, con travesura y casi maldad en sus finos labios sonrojados. Eso sería la mar de divertido. Le besó los labios suavemente y sintió mareo, un mareo agradable recorrerle todo el cuerpo seguido de un cosquilleo que se instalaba en forma de calor justo sobre su corazón. Ángel era tan bueno, tan paciente y tan amable con ella, siempre haciéndola sentir bien que el tiempo a su lado pasaba como agua fluyendo en un manantial, en una cascada irrefrenable. Y ella amaba ese amor, lo amaba a él con todas sus fuerzas y supo, desde ese preciso momento cuando se perdió por millonésima vez en esos profundos y expresivos ojos color avellana que no necesitaba nada más que eso para ser feliz. Ángel era todo lo que necesitaba… Para siempre.

1 comentario:

  1. Si Angel irá a golpear a todos los idiotas de la U de Eden *-* (brillo demoníaco en los ojos xD)

    Me ha encantado este subidón de azucar. Es saludable de vez en cuanto. Como siempre esperando cap ^^

    ResponderEliminar