Quienes me inspiran a seguir

martes, 18 de octubre de 2011

La Última Esperanza




Allí estábamos los dos, al borde del abismo. Yo temblaba como una bandera al viento huracanado, tú sujetabas mi mano con fuerza, tratando de darme parte de tu entereza. ¿Porqué viniste hasta aquí? Pudiste dejarme seguir sola, lo sabes, hubiera sido lo mejor. Pudiste dejarme caer aquella vez también, aquella vez en la que te mostré que si me lo proponía podía volar porque lo soñé. Sabías que no tengo alas, pero me seguiste en mi locura y cuando salté, tú me esperaste abajo, con los brazos abiertos y una sonrisa en el rostro. ¿Porqué lo haces, si mi locura es contagiosa?

—No tienes que hacerlo, Antu —susurré casi sin fuerzas, mirando el abismo de lava ardiente metros más abajo.

—No tengo... —suspiraste, aferrando más fuerte mi mano. Te miré desesperada, ¿acaso este es nuestro adiós?— Pero quiero hacerlo, Kashiri.

Estás loco, ¿sabías? Te abrazo con más fuerza, sollozando como la chica débil que soy. Te necesito, si no estas no sé que sería de mí, si no estuvieras aquí, tomando mi mano, abrazándome, ayudándome a caminar, creo que hubiera lanzado la toalla hace mucho con esta locura. ¿Qué haría yo sin ti? ¿Qué hubiera sido de mi sin ti? Llegaste precisamente en el momento justo de mi vida, llegaste con tu risa, con tu luz, con tus palabras hermosas y llenas de ternura, abrazaste mi alma como jamás nadie había hecho nunca... O tal vez yo me había negado a recibir abrazos así solo por esperar el tuya, a que tu presencia llegara a mi.

—¿Estás seguro de querer hacer esto? —susurro, secándome las lágrimas del rostro y respirando profundamente un par de veces. Me miras con tanta decisión que de pronto yo me siento valiente, igual que tu alma indómita.

—Cuando te conocí —me dices, abrazándome por la espalda y apegándome contra tu pecho. Tus brazos son tan cómodos y confortables, tan cálidos...—, pensé que tenía que ser una broma. ¿Cómo una chica así podría siquiera ayudarme? No podías ayudarte a ti misma en ese tiempo, pero ahora... Ahora eres esa última esperanza, y como tal, no te dejaré morir sola.

—Si tú brincas, yo interrumpiré tu caída esta vez —te digo, besando tu mejilla.

Creo que juntos somos la esperanza. No lo soy yo, no lo eres tú, lo somos juntos, unidos. Podrán intentar arrebatarnos los sueños, las ilusiones. Podrán intentar pasar por sobre nosotros, por sobre ti, por sobre mi, pero somos resistentes cada uno por su lado, pero juntos... Juntos somos una fuerza color verde tan infinita y poderosa que luchar, enfrentarse a nosotros sería cavar sus propias tumbas.

Nos tomamos de las manos una última vez, nos miramos a los ojos, nos perdemos un segundo en un suave beso que no tiene nada de romántico, en un beso que simboliza casi el traspaso de tu fuerza a mi y de mi propia fuerza a ti. Nos abrazamos como si quisiéramos fundirnos con el cuerpo del otro y luego, cerrando los ojos, nos dejamos caer.

¡Nos saldrán alas, ya lo verás!

Y si no salen... Habremos descubierto nuestra última esperanza, dejando a nuestros sueños flotar en forma de canto hacia las estrellas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario