Quienes me inspiran a seguir

miércoles, 5 de octubre de 2011

Café Y Lejía




Ángel se sentía casi como una rata de laboratorio ante el escrutinio de esos ojos verdes, que daban vueltas y vueltas a su alrededor. A su lado, Edén estaba roja hasta la raíz del pelo, mirándose las manos como si fuesen lo más interesante del mundo y evitando, por sobre todas las cosas, encontrarse con la mirada acusadora de Mabel, la amiga de su… ¿Novia?

—Así que… Ángel —dijo de pronto Mabel, haciéndolo dar un saltito asustado en su lugar—. Edén, querida, ¿nos dejas un momento a solas?

—No —la respuesta de Edén fue instantánea, tanto que llegó a enfrentar su mirada chocolate con las esmeraldas de la chica—. Mabel Hervia, te conozco y no. No, no, no y no.

—Serena, morena —rió Mabel, invitándolos a sentarse al otro lado de la mesa—. Ángel, ¿café?

—Dile que no, lo envenenará —gruñó Edén, con una pizca de pánico en su voz. Ángel rió.

— ¿Puede ser sin azúcar pero con crema? —consultó él, y Edén le dirigió una mirada aterrorizada.

—Claro, no faltaba más —sonrió Mab, sacudiendo su larga melena negra—. Edén, ¿quieres algo?

—Lejía —gruñó la chica, sacándoles una carcajada a ambos—. Y que sea para ti, si no es mucho pedir.

—Okey, un café sin crema ni azúcar —canturreó Mab antes de irse casi dando saltitos a la cocina.

Edén miró a Ángel, perdiéndose en esos profundos ojos avellanas que tanto amaba, sonrojándose hasta la raíz del cabello otra vez. Aún no comprendía por qué estaba así de nerviosa estando cerca de él, era algo tan tonto, tan infantil, pero simplemente no podía mantener a raya las reacciones de su cuerpo y corazón cuando él la miraba de aquella manera tan intensa.

Ángel se perdió en los ojos color chocolate de Edén, tan profundos, tan sinceros y expresivos, nada comparados con los ojos que había visto en aquellas fotografías. Esas fotos no le hacían ni la más mínima justicia a la chica que estaba sentada a su lado, con las mejillas arreboladas en aquella expresión tan tierna. Tomó una de las manos de ella, que descansaba sobre la madera de la mesa y la apretó suavemente, repartiendo pequeñas caricias.

—Ángel —le llamó ella con voz suave y aterciopelada, él sintió que con solo escuchar su voz tocaba el cielo.

—Dime, Edén —susurró suavemente en respuesta, y ella sintió que todo su ser se estremecía ante las palabras de él.

—No importa qué diga Mabel —tartamudeó Edén, bajando suavemente la mirada—. He cambiado y…

Ángel la acalló con una caricia suave sobre sus labios, antes de inclinarse lentamente para besarla, como si estuviera besando el pétalo de una rosa. El sabor de los labios de Edén era magnífico, fabuloso e irreal, nada comparable a una caricia normal o de este mundo. Para él, besar los labios de ella era perderse en el pecado, sentir como si las ninfas le arrastrasen hasta una hoguera ardiente, infinita.

Edén rodeó el cuello de Ángel con sus brazos, suavemente, torpemente, de manera tímida y sensual, algo demasiado espontaneo incluso para sus siempre ensayados movimientos. Los labios de él eran cálidos y delicados, cuidadosos, y no pudo imaginar nada mejor en ese mundo, en esa vida o en la próxima. Dejó que los brazos de Ángel se enredaran a su espalda y sintió escalofríos cuando la aproximó al máximo contra su cuerpo. Podía sentir los latidos de sus corazones chocando contra el pecho del otro, sus respiraciones dificultosas y entrecortadas por la emoción. ¿Cuántas veces había sentido aquello? Solo una vez… Con él. Con su Ángel.

— ¡Ustedes no pierden el tiempo, eh!

Se separaron bruscamente y Edén enrojeció otra vez, bajando la mirada y acomodándose mejor en su silla. Mabel reía. Lo cierto es que había estado observando desde el umbral de la puerta abierta mientras su novio, Adín, preparaba los cafés. Se miraban de manera tan intensa, tan apasionada y completa que esta vez supo su amiga no iba a necesitar que le pateara el trasero a algún aprovechado que solo quisiera llevársela a la cama por una noche.

Adín dejó la bandeja sobre la mesa suavemente, sonriendo, notando como aún los dedos de la pareja frente a él permanecían entrelazados bajo la mesa, notando como se miraban por el rabillo del ojo.

1 comentario:

  1. Como le pide lejía a Mabel... si ella es tan buena gente (?) XDDD Me encantó (L)

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