Quienes me inspiran a seguir

viernes, 7 de octubre de 2011

Jardín




Ángel acarició la lápida de su amada con la punta de sus dedos. La tumba blanca no había cambiado en nada durante esos años, y aún ver su fotografía allí era como tenerla frente a él. ¡Cuán duro había sido con ella! Había pensado que con un poco de indiferencia Edén se daría cuenta de su error al sentir culpabilidad de algo que ella no había buscado, pero solo la había ayudado a caer más hondo en el abismo. Y lo lamentaba…

Lo único que calmaba el agitado corazón de Ángel era aquel santuario que había preparado para ella, para su descanso eterno Aquel era el Jardín de Edén, era su pedacito de cielo en la tierra, el lugar en el que encontrar sus brazos entre los helechos, entre los tulipanes, entre los girasoles que a ella tanto le habían gustado en vida.

—Te extraño, Edén —suspiró Ángel, recordando como si fuera ayer sus sonrisas y sus gestos, sus caricias sobre su piel desnuda—. Y no sabes la falta que me haces… Y lo culpable que me siento por haberte dicho aquellas duras palabras. Pensé que Mabel te retendría, que te ayudaría, que te darías cuenta de que nada de lo que había pasado era tu culpa. Y quise desaparecer un momento de tu vida para que encontraras la paz que tanto necesitabas… Pero corriste al verme al otro lado de la calle, me viste como si fuera un espectro o un mal recuerdo, y me duele… —Ángel se secó una lágrima fugitiva que rodaba por su mejilla y suspiró otra vez, tratando de encontrar la calma— Ay, Edén, no sabes lo arrepentido que estoy. Te traté de aquella manera cuando más necesitabas de mi amor, te negué un abrazo en un momento de desolada desesperación, te asesiné con mis palabras y mi errada forma de actuar…

Nadie le contestó, sabía que ella desde su fotografía no le contestaría, que ahora Edén era ese jardín en el que estaba, que ella no volvería a sus brazos nunca más. ¡La extrañaba tanto!

La lluvia comenzó a caer sobre el Jardín de Edén, sobre aquel trocito de cielo que había preparado con tanto esmero para que por lo menos parte de su alma siguiera con vida, pero no era igual a sentir su risa al despertar cada mañana, o sus pequeñas maldiciones. Edén estaba soñando ahora en las estrellas, entre las nubes, y aún ahora Ángel se preguntaba qué soñaba.

Pero jamás lo sabría, porque Edén se había ido, porque su Jardín no tenía más vida que las mismas flores que cuidaba con tanto esmero, esperando que volviera, verla aparecer entre los arbustos con su sonrisa de traviesa maldad…


Fin

1 comentario:

  1. Aunque mi estado de total desesperación te diga lo contrario por msn, me ha encantado el final (si para que te niego me encanta hacer sufrir al lector, así que no tengo de que quejarme xD)
    Supongo que a veces los errores se pagan caro. Me encantaría leer cuando muere Angel a ver si lo viene a buscar Edén. Como sea hermosa historia como siempre (aunque me dejes con trauma xD)
    Mabel

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