Quienes me inspiran a seguir

sábado, 13 de agosto de 2011

Edén y Ángel




Edén siempre supo que era diferente, especial o simplemente un "fenómeno" como solía autoproclamarse en sus horas de tortuosa y oscura soledad. Solía pensar siempre cosas negativas sobre sí misma, quitándose su propio valor como ser humano cada que podía y renegando de su propia personalidad, torturando su cerebro con las tan típicas frases de "si no existiera el mundo tendría más oxígeno…"

A pesar de estos pensamientos autodestructivos, Edén era una muchacha muy atractiva. A sus 18 años alcanzaba fácilmente el metro ochenta y algo, su cabello cortado en capas de manera desigual, con una cortina oscura cayendo hasta los hombros, otra más larga en colores azul y rojo que caía trenzada tras su espalda y un flequillo de mechas blancas cayendo rebelde sobre su ojo izquierdo. Sus ojos, de un profundo color chocolate que tenuemente se rasgaban al sonreír , su nariz respingada, sus labios rojos y carnosos, todo eso en un lienzo pálido y afilado que era su rostro.

Más allá de ese rostro cetrino de expresión imperturbable estaba ese "cuerpo de infarto", como solían catalogarlo sus compañeros de economía agrícola. Claro, como todo ser humano ella no era perfecta ya que para poder compensar su belleza tenía una personalidad que todos, sin excepción catalogaban "de mierda". Sarcástica, gruñona, amenazante y, como solían llamarla sus compañeras de facultad, "una zorra"

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Ángel siempre supo que era especial. Solía pensar mucho sobre lo genial que era, elevando su ego hasta las nubes, siempre llamando la atención de quienes le rodeaban sin querer siquiera molestar o hacerlo a propósito. Lo único que quería era hacer feliz a quienes le rodeaban, por eso deseaba éxitos a sus cercanos. "La suerte es para personas sin talento", solía decir continuamente, siempre con una amplia sonrisa en el rostro. A sus 26 años, Ángel ya sabía todo lo que necesitaba saber.

A pesar de ser una persona vivaz tenía el corazón destrozado y ni ganas de volver a amar, cosa que su apariencia delataba. Con sus oscuros cabellos cortados casi al rape, una barba de un par de días, sus ojos juguetones de un bello color avellana, su nariz aguileña y esos labios que solían curvarse un poco más hacia la izquierda cuando sonreía. Todo ello sobre la piel tostada. Por lo demás tendía a sentirse bastante corriente. Si bien no se consideraba "atractivo", su personalidad chispeante capeaba cada uno de sus casi nulos defectos.

Ese era Ángel y se gustaba a sí mismo a pesar de todo lo que decían de él, a pesar de no tener ganas de amar otra vez.

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