Quienes me inspiran a seguir

domingo, 7 de agosto de 2011

Despertar




Entre la intersección de las calles Esperanza y Verdad estaba ella, allí parada bajo la lluvia, con los truenos sonando a su alrededor. Estaba allí, congelada y empapada, con miedo, pero no se movería de esa esquina así fuese el mismísimo fin del mundo. Le había prometido esperarlo, y lo cumpliría así pasaran los años.

Su cabello mojado se le pegaba al rostro dándole un aire deprimente, desolado, aún entre las calles coloridas de aquellas dos intersecciones. La calle Esperanza estaba toda pintada en diferentes matices de verdes, parecía más un pasaje de arboleda, con todos esos alfeizares llenos de flores multicolores, con todos esos árboles de frondosas copas aún bajo el cielo gris. Por otro lado, la calle Verdad estaba allí, en una gama infinita de colores pasteles recibiendo la lluvia como los niños que quieren saltar sobre los charcos. Un trueno iluminó la noche, creando un arco iris en las gotas de lluvia que no dejaban de caer.

Nunca debería pensar
Lo que hay en tu corazón
Lo que hay en tu hogar
Entonces, no lo haré


Desenfundó su guitarra y acarició las cuerdas, las notas viajando palpables entre la lluvia, su voz temblorosa llamando, cantando como un pequeño gorrión que llama a su pareja perdida entre los bosques. Las pocas personas que pasaban, vestidas de diversos colores, danzando con sus paraguas, la observaron como una madre que observa a su hijo recién nacido. No quería ser mirada así, no era una niña desprotegida, ella sabía que era fuerte, se lo afirmaba cada mañana al mirarse al espejo.

Aprenderás a odiarme
Pero aún llamame amor
Oh, amor
Llámame por mi nombre


Un joven se detuvo frente a ella. Era como el de su sueño, la miraba de aquella forma en la que anhelaba ser observada. Se perdió un segundo en sus ojos y supo que no era a quien esperaba, su corazón no había saltado desde su lugar al perderse en esos ojos negros. Negó con la cabeza, con las manos siendo controladas por la fuerza de voluntad para seguir tocando a pesar del frío que le calaba los huesos.

Y salva tu alma
Salva tu alma
Antes de que te vayas lejos
Antes de que nada pueda hacerse


El joven se fue, arrastrando los pies y sin mirar hacia atrás. Ella trató de sonreír, más la felicidad no llegó a sus ojos. Otro trueno sonó en la distancia y su cuerpo tembló, desprotegido, casi frágil ante lo que soportar aquello era para su persona. Estaba asustada, pero no se movería de allí. Una pequeña niña vestida de rosa, que sujetaba su paraguas con fuerza se plantó frente a ella, mirándola curiosa. Vio en los ojos de la niña lo que ella misma había estado buscando durante mucho tiempo, por eso una lágrima se camufló en su mejilla junto a las gotas de lluvia que surcaban su rostro. La niña sonrió.

Trataré de decidir cuando él mentirá
Y no habrá ninguna pelea en mi,
o en este condenado mundo
Si dices que te sostendrás
Elige sostenerte
Es la única cosa que he de saber con seguridad


—¿Porqué lloras? —inquirió la niña, con su voz de trino, de pajarito sorprendido.

Ella no contestó, solo continuó tocando, sintiendo como una herida se abría en su pecho, arrancándole el corazón de su lugar. El día no aclararía, no para ella, no con esa lluvia maldita que traía consigo las pesadillas. Nunca debió haber pensado que quizás fuera real. ¿Era tanto su anhelo de sentirse amada, que estaba comenzando a perder la cordura? ¿Era tan cruel el destino de separarla de aquel a quien ella estaba comenzando a amar con alma y vida? Pensar en eso dolía. La niña volvió a preguntar antes de irse danzando bajo la lluvia sin esperar respuesta.

Me pongo mi abrigo
Me estoy escapando de todo esto, que está mal
Pero él está parado afuera deteniendome...
Diciendo, "Oh, por favor"
Estoy enamorado
Estoy enamorado


Quiso gritar ante su inminente soledad, más supo que hacerlo en esa esquina, en aquella brillante intersección sería un error. ¿Porqué no había escogido la intersección de Desolación y Rencor? ¿Porqué tuvo que dejarse caer, a esperar en aquel lugar, en el que nadie la comprendía? Ahora sus palabras hacían eco en su cabeza, en los recuerdos, diciéndole que aquello estaba bien aunque se desgarrara por dentro. Sus sueños estaban puestos en esa esquina...

Salva tu alma
Vamos, salva tu alma
Antes de que te vayas lejos
Antes que nada pueda hacerse


Levantó la mirada de las cuerdas que sus dedos azules por el frío acariciaban, y entonces se perdió un largo segundo en esos posos sin fondo, en esa ventana del alma que no era ni verde esperanza ni azul verdadero, en esa mirada tan ambigua como sincera. Otra lágrima escapó de sus ojos, resbalando por las mejillas pálidas y frías, sintiendo que ahora todo volvía a su lugar.

Porque sin mi
Lo tienes todo...


—Sostente —le dijo él, en respuesta de su propia canción.

Ella gimió, sin dejar de tocar, sintiendo que los acordes ya no eran tan justos como quería que lo fueran. ¿Tenía que quebrarse justo en ese momento? ¿Tenía que aparecer justo cuando la canción terminaba? Quería quedarse, pero una voz la llamaba a despertar, a volver a sus pesadillas. Tenía que ser fuerte, no podían verla así, no podía dejar que nadie, sobre todo él, que se mojaba con la lluvia multicolor la viera en ese estado de debilidad.

Sin mi lo tienes todo

—Sostente —le volvió a insistir él, arrebatándole la guitarra de las manos cuidadosamente.

¡Oh, dichoso contacto cálido de sus manos suaves!

La guitarra quedó en el suelo y ella se abrazó a él, llorando desconsolada, repitiendo una y otra vez lo fuerte que era. Él le acariciaba los cabellos mojados con cuidado, amorosamente, dejando todo en ese contacto. Se miraron a los ojos y se besaron. Un beso suave, casto, verdadero y profundo, que decía más en un roce, en una caricia de labios temblorosos de lo que las palabras eran capaces de expresar. Se separaron, aferrando las manos del otro con fuerza antes de darse la espalda y volver caminando a sus propios rumbos.

Entre la intersección de las calles Esperanza y Verdad ellos prometieron volver a verse, caminando firmes hacia su propio lugar con los truenos haciendo brillar los colores de ambas calles, que eran más pradera y arboleda, campo y páramo, claro de luna y sinceridad.

Y es que era hora de despertar...

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