Quienes me inspiran a seguir

viernes, 12 de agosto de 2011

Relatos Oscuros, Parte IX y Final [Puentes de Luz]




Me senté de sopetón, de pronto encandilada al abrir los ojos para encontrarme con la cegadora luz de un amanecer que ya estaba en su gloria máxima. Sentí la tibia hierba bajo mis piernas y, con timidez, miré mi pierna izquierda, que reposaba intacta y limpia sobre el césped que se esparcía brillante sobre el prado, moviéndose a penas con la brisa tibia que hacia bailar mis cabellos. Me levanté de un salto, confundida, mirando todo a mi alrededor, todo lo que cubría el sol con sus rayos cálidos ante mi mirar estupefacto.

En frente un amplio paramo verde, con colinas pequeñas fáciles de subir, cada colina conectada por puentes brillantes de infinitos colores, como múltiples arcoíris cruzando por sobre los pequeños riachuelos que se formaban entre colina y colina. A mi espalda un bosque, frondoso y brillante, multicolor, con millones y millones de flores enroscadas en los troncos de los árboles. Y más allá, muy lejos, un monte que se alzaba en todo su esplendor cubierto por una nieve sobrenatural, un manto blanco que no era compatible con toda aquella luminosidad y calor. Dudé hacia dónde ir.

-¡Miralys! –escuché que alguien llamaba y voltee de inmediato hacia el lugar procedente de la voz dura pero suave, ambigua.

-¿Henrietta? –inquirí mirándola acercarse, con sus cortos cabellos negros que bailaban sobre sus hombros, con sus ojos oscuros como el ónice, con su figura diminuta corriendo hacia mí.

-¡Oh, Miralys! –gimió cuando llegó a mi lado, abrazándose a mi cuerpo. Le devolví el abrazo por inercia- ¡Pensé que jamás te encontraríamos!

-Tranquila, querida –la calmé, enredando mis dedos en su cabellera oscura-. ¿Quién más me buscaba? ¿Las demás están bien?

-Jane, Alice, Carly, todas están bien –aseguró apretando más el abrazo-. Todas están tan, pero tan preocupadas por ti, nos separamos para buscarte.

Aspiré el perfume que desprendía de sus cabellos con una necesidad demasiado incontenible, afianzando más el agarre en torno a su cintura. ¿Había sido, acaso, todo un sueño? ¿Acaso todo había sido solo una alucinación de mi agotada mente? Miré por sobre su hombro y vi más allá de aquel amplio y hermoso paraje que nos rodeaba. Hacía mucho tiempo aquellos riachuelos cristalinos eran mar teñido de carmesí, el césped era inexistente, los árboles y flores reemplazados por espinas asesinas y el monte… Aquel monte cubierto de nieve había sido antes…

-¿Dónde están todas? –inquirí con brusquedad, mirando el monte y buscando algo en mi cinto con desesperación.

-¡Calma, calma! –me urgió Henrietta, azorada pero sonriente. Tomó mi rostro entre sus manos y sonrió, mostrándome sus deslumbrantes diente como perlas blancas- Ya acabó, venciste, acabaste con ella.

-Pero… -tartamudee. Era imposible, ella me había…- Que pasó, Henrietta –exigí saber, con un matiz dulce en mi tono de voz.

Henrietta tomó mi mano, comenzando a guiarme entre los puentes de luz que atravesaban aquel vasto campo, explicándome el desenlace de aquella batalla en la que siquiera había levantado mi arma. Mientras caminábamos, flores nacían desde el suelo cuando pasábamos, brillantes, multicolores, todo un matiz distinto a lo que mis ojos habían visto durante tanto, tanto tiempo. Un cambio por demás agradable. Desee que aquella imagen de paz no se acabara jamás…


_____________________________________________________



-¡Despierta ya! –escuché en un grito.

Del susto caí al suelo de costado, lastimándome la mano. Miré atontada a mí alrededor y pude ver a aquella muchacha con su alocado cabello teñido de azul mirarme desde lo alto, con los brazos en jarra y cara de malas pulgas.

-¿Qué hora es? –inquirí levantándome del suelo, mirando mi mano lastimada.

-Pasado el mediodía –gruñó, plantándose frente al cuadro que reposaba en el atril, brillando a toda la luz del sol que se colaba por la ventana-. Hay, Vi… ¿Qué vamos a hacer contigo?

-¿Quererme y aguantarme? –pregunté sonriente, mirando mi obra al fin terminada.

En el escritorio, junto al atril estaban aquellas páginas revueltas, desparramadas sin orden alguno, más la de encima brillaba con el sol, solo con las dos palabras del título que había escrito para mi novela. Relatos Oscuros iba a ser todo un éxito. Jen tomó las hojas entre sus dedos con cuidado, ordenándolas lentamente según el número de la página escrito toscamente a mano en lápiz verde brillante y recalcado con dorado. Me acerqué a la ventana, mirando la acera que brillaba a la luz del sol.

-Pudiste decirle a Karina que hiciera el cuadro –masculló medio enfadada, medio en broma mi amiga-. Sabes que a ella le interesó mucho la idea de pintar algo tan surrealista.

-Mi proyecto, mí tiempo –suspiré sin dejar de mirar la calle que se extendía frente a mi ventana.

-¡Eres incorregible! –gimió Jen, dándome un suave golpe en la cabeza- ¡Eh, gente! ¡La peque ya acabó!

En cosa de minutos tenia a personas que ni siquiera conocía allí, en MI habitación, invadiendo MI privacidad, manoseando MI cuadro y haciéndome reír hasta que tuve que agarrarme el estomago para evitar que se me saliera de un salto de su lugar. Esa iba a ser una tarde muy, muy larga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario