Quienes me inspiran a seguir

miércoles, 15 de junio de 2011

Te invito a tomar el Té




Se quitó el sombrero de copa que llevaba puesto de manera galante, haciendo una floritura al tiempo que sus ondulados cabellos castaños se mecían con la brisa y el movimiento. Sonrió prontamente y volvió a colocar el sombrero en su lugar, acomodando ahora su saco de color púrpura oscuro, antes de ajustar mejor la corbata de raso color rosa que llevaba al cuello, sobresaltando en la camisa de chillón color verde.

-¡Bienvenidos a mi salón de Té! -exclamó la muchacha, dando una vuelta graciosa- Espero disfruten su día y recuerden, ¡pueden ser una de las parejas afortunadas en llevarse un chococcino gratis!

La pareja que entraba en el salón se sentó en una de las tantas mesas redondas finamente decoradas con manteles de diseños de cartas, los meceros vestidos de blanco y negro con corbatas de diseños también de cartas de juego danzaron con charolas de plata por los alrededores, dejando y tomando pedidos de todos los asistentes. Música del violín invadió la estancia y la muchacha, vestida cual sombrerero loco comenzó a dar vueltas por el lugar, entregando rosas rojas a las damas hasta que la música del violín se vio interrumpida por un piano suave, dándole la partida a la muchacha de subirse sobre el mostrador, captando la atención de todos.

-¡Hora del chococcino! -gritó batiendo palmas, tomando una linterna, bajando del mostrador y comenzando a danzar entre las mesas, encendiendo y apagando la luz- ¡¿Quién será el afortunado?! -canturreó con voz en grito, apuntando a un muchacho rubio y de profundos ojos avellanas que sonreía sin dejar de mirarla- ¡Tú! Tienes cara larga. ¡Anda, sonríe!

El muchacho se partió de risa cuando la chica tropezó con un charco de café que se le había acabado de voltear a un mesero, cayendo de bruces al suelo pero sin dejar de apuntarlo con la linterna.

-¡Es la maldición! -chilló ella, muerta de risa y acomodándose su sombrero- ¡Este muchacho me ha lanzado una maldición! ¡No habrá chococcino para él!

-¡Pero señorita! -exclamaron dos meseras, vestidas como rosas blancas a medio pintar de rojo que la ayudaban a levantar- ¡Es ley que se entregue el chococcino al elegido!

-¡Lo sé, lo sé! -asintió cantando la muchacha- ¡En esta hora serán dos chococcinos! -todos la miraron sin comprender- ¡Oh, vamos! ¿No entienden? -todos los meseros y meseras negaron al unísono, haciendo reír a los espectadores- ¡Niños! Uno para mí y uno para él.

Sin decir más se sentó frente al muchacho rubio que no dejaba de reír, sonriendo y quitándose el sombrero de copa que llevaba puesto...


Abrí los ojos sentándome rápidamente en la cama, notando que estaba aún en mi habitación. Parpadee un par de veces más, tratando de adaptarme a la escasa luz que se colaba por las cortinas descorridas y pasándome una mano por el enmarañado cabello castaño.

-Tengo que dejar de tomar chococcinos antes de dormir -mascullé dejándome caer de nuevo en la cama, abrazando la almohada con una sonrisa boba pintada en la cara.

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