Quienes me inspiran a seguir

lunes, 1 de octubre de 2012

Otoño Inexistente


Winter no podía creer lo que sus oídos estaban escuchando y lo que sus ojos estaban viendo. Frente a sus ojos estaba ella, la única persona que podía ser lo suficientemente irreverente, insoportable y tentadora para su cuerpo, aunque eso último jamás lo aceptaría en voz alta ante nada ni nadie, ni siquiera ante él mismo. Pero lo cierto era que estaba allí, entre su territorio y el de ella. Llevaban más de dos horas discutiendo y ella, como nunca antes desde que pasaban tiempo juntos, le había negado una petición. Y no era capaz de entender porqué.

—Autumn, pon los pies en la tierra —susurró todo lo calmadamente que pudo él, tratando de no perder los estribos—. No puedes ir al pueblo sola, es el cambio de estación.

—No estaré sola, el verano estará conmigo —aseveró ella, encogiéndose de hombros.

—Él no te protegerá —apeló Winter, tratando por todos sus medios el ganar la discusión.

—No necesito que nadie me proteja, no sería necesario —continuó explicando Autumn, tranquila como no estaba. Estaba nerviosa hasta la consciencia, pero no diría jamás eso—. Es solo un cambio de estación, nada más.

—¡Pero yo puedo cuidarte! —gritó él, la nieve cayendo con fuerza huracanada en su lado del prado.

—No quiero que nadie me cuide, no soy una niña —Auntumn estaba decidida a no dar su brazo a torcer.

Autumn quería ir sola a su primer cambio de estación, no podía ser de otra manera, no debía ser de otra manera. Aquella primera experiencia debería ser suya, solo suya. Su primer recuerdo sobre eso, sobre el contacto con otra estación que no fuera Winter. Ella le quería, sí, pues él había sido casi como su salvación desde ese día... Ese día en el que había sido incapaz de recordar nada sobre sí misma y sobre lo que hacía allí. Por eso todo era nuevo para ella y quería disfrutarlo al máximo. Pero Winter y su protección desmedida no la dejaban ni siquiera caminar por "su bosque" sola, haciendo su trabajo.

—Lo siento, Autumn... —susurró Winter, rogando que luego le pediría perdón de rodillas de ser necesario.


Summer llegó tarde al rito de cambio de estación. Esperaba tener la entereza suficiente para llegar, mirarla a los ojos y pasar de largo como si nunca nada hubiera sucedido, pero se había acobardado. Por eso llegaba tarde, porque esperaba con un leve destello de fe que ella no estaría cuando llegara, que se habría ido aburrida dejando el mando y la guía estacionaria allí, para que él pudiera reportarse con Naturaleza y terminar el papeleo correspondiente.

Pero se había equivocado.

En la distancia pudo ver una sombra de pie entre los arbustos que daban al sendero que debía recorrer hasta Naturaleza. Se había equivocado, ella sí había ido. Con un suspiro continuó caminando en la oscuridad de la noche, rogando porque el día completo que debía pasar junto a ella, pasara lo suficientemente rápido y que las oportunidades para quedarse solos y en silencio fueran nulas. Pero a medida que podía distinguir mejor la silueta, se dio cuenta que algo no encajaba. Ella nunca había sido tan alta y jamás había vestido de... Blanco.

—Winter —gruñó cuando el aludido volteó a mirarlo, notando su cercanía—. Más que un gusto, un gasto.

—Summer —invierno arrugó la nariz en una seña de asco, separando su distancia un paso más—. Que placer más repugnante.

—¿Qué haces aquí? ¿Se confundió tu reloj? —inquirió Summer, cruzándose de brazos en señal amenazadora. Winter puso los ojos en blanco.

—Ojalá no tuviera que estar aquí, pero estoy reemplazando a Autumn —dijo rápidamente, escondiendo una sonrisa al ver el rostro de sorpresa del verano—. ¿No lo notaste o nadie te lo dijo? Claro... Como ya no te acercas a esa parte de la línea, no tienes como saberlo —hizo una pausa dramática antes de continuar, tratando de sonar triste y asustado—. Autumn lleva meses sin aparecer, nadie sabe donde está. Yo he estado haciendo su trabajo el último tiempo, la pobre no da señales de vida. Pareciera que su bosque se la tragó.

Y sin decir una palabra más, Winter comenzó a caminar.

Y no fue hasta pasados varios minutos que Summer pudo ser capaz de salir de su asombro, hacer uso de toda su fuerza de voluntad y comenzar a caminar. Lo de ellos ya había pasado, nada de lo que a ella le sucediera debería importarle.

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