Quienes me inspiran a seguir

domingo, 1 de enero de 2012

Brazos Abiertos


Como jamás se había sentido en aquella situación común... Estaba aterrada. Su cuerpo no podía dejar de temblar en espasmos suaves pero, a su vez, también era incapaz de responder ante los pedidos de su mente. La parálisis era igual de potente a los temblores, y estaba sumamente asustada por ello. No podía terminar de comprender qué era lo que le pasaba, pero sabía, en el fondo de su ser, que tenía que ver con él.

—No, tienes que sacarlo de tu cabeza —se ordenó, tratando de que su voz no saliera temblorosa.

Fracasó horriblemente en aquel intento, por lo que soltó un gemido ahogado que quiso ser susurro y cerró los ojos, buscando en su mente aquella calma previa a la tormenta de emociones que solían dominarla [para bien] cada vez que se encontraba a punto de hacer lo que iba a hacer.

—Salimos ahora —susurró una voz en su oído, haciéndola dar un pequeño saltito de sorpresa.

Sacudió la cabeza ligeramente, sus cabellos rojos cuidadosamente alisados para aquella ocasión especial moviéndose de un lado a otro de manera grácil, como un suave manto de seda al viento de primavera. O como el fuego que crepita en medio de la noche culpa de la brisa marina. Suspiró una vez más, se ajustó la cazadora de cuero que escondía apenas la ajustada blusa de volantes que llevaba y se miró los zapatos de tacón alto, buscando en ellos la respuesta. De pronto notó en sus pantalones rojos una extraña mancha, vino quizás, pero no pudo pensar más en la manera en la que habría llegado la mancha a ese lugar, pues el brazo del bajista la asió suavemente de la cintura, dirigiéndola al escenario y susurrando en su oído.

—Cambiamos la primera canción —le dijo con calma y suavidad, más ella sintió ahora mucho más pánico del que antes había sentido—. La uno por la ocho, ¿de acuerdo?

No le dio tiempo de reaccionar, pues ya se encontraba subiendo los peldaños de la escalera que daba al escenario, una pequeña tarima de madera maltrecha y apolillada. Los aplausos se alzaron a su alrededor y sintió cómo su corazón se aceleraba cuando, luego de unos pasos eternos, ella se plantó frente al micrófono. Despegó suavemente los labios y saludó de manera tímida, haciendo que los gritos de énfasis de los asistentes repletaran el pequeño establecimiento antes que, como al calor de la chimenea, las notas la envolvieran suavemente, lentamente. Cerró los ojos y se concentró un segundo eterno antes de volver a abrirlos y...

Acostada a tu lado, aquí en la oscuridad
Sintiendo tu corazón latir con el mío
Suavemente susurras, eres tan sincero
¿Cómo podría nuestro amor estar tan oculto?

Allí estaba, en primera fila, entre el público. Alucinación o no, estaba allí, era real o solo un producto de su imaginación, pero estaba allí y, si las fuerzas le aguantaban para soñar despierta por más tiempo, podría llegar a ser algo tangible. Su rostro con aquella radiante sonrisa en los labios. Sus ojos como dos pozos oscuros de cielo abovedado pero con el brillo de un millón de estrellas en su interior.

Navegamos juntos
Nos distanciamos
Y aquí estás a mi lado

Sintió la tentación de bajar del escenario e ir a su lado, pararse frente a él y mirarlo a los ojos, perderse en esos pozos oscuros para simplemente estirar sus manos y tocar su rostro, sentir su calor, sentir lo tangible y real que era allí frente a ella, en aquel lugar en el que jamás pensó verlo. Y su corazón dio un vuelco espeluznante cuando le vio cerrar los ojos y suspirar, como si fuera un espectro, como si su alma solamente hubiera viajado desde aquel lugar lejano para verla a ella en ese momento especial.

Así que ahora vengo a ti
Con los brazos abiertos
Nada que ocultar
Cree lo que digo
Así que aquí estoy
Con los brazos abiertos
Esperando que veas
Lo que tu amor significa para mi
Abre los brazos...

Tomó el micrófono entre sus manos con fuerza, arrancándolo del pedestal y con una lágrima rodando por su mejilla cuando se dignó a cerrar los ojos para no ver esa imagen, ese juego de su mente por tenerlo allí con ella, a su lado, viéndola, sintiéndose orgulloso de ella. Porque no podía soportar aquello, no podía pensar en que aquello no era real, porque eso sería... Mucho dolor para su corazón detenido en el tiempo.

Viviendo sin ti, viviendo sola
Esta casa vacía parece tan fría
Queriendo abrazarte, queriéndote cerca
Cuando quería que estuvieras en casa

Su voz se desgarró de una manera alta, fuerte, segura... Pero destrozada. Y las lágrimas no pudieron ser contenidas por más tiempo cuando, al mirar hacia el lugar en el que antes él había estado, solo se encontró con un lugar vacío entre dos personas que estaban inusualmente separadas. Eso fue suficiente para que su canto se impregnara de todas las emociones que le faltaban, ¿o no? No, no es que faltaran, es que ella las suprimía con demasiada eficiencia por temor a que la máscara se cayera de su lugar y luego no tener la entereza para devolverla a su rostro repleto de dolor y lágrimas.

Pero ahora que haz vuelto
Volviendo la noche al día
Necesito que te quedes... Sí...

Recorrió el escenario con pasos lentos, tambaleantes, como si al no verlo de nuevo allí su mundo, su ser, todo lo que tenía o las esperanzas que podía tener hubieran desaparecido. Y eso era demasiado para ella, porque ya no podría volver a ver ese cielo de madrugada, como sueño de domingo en la mañana. Ya no podría verlo más porque su rostro, porque sus ojos como cielo abovedado lleno de estrellas ya no estaban allí... Y con eso su voz se había perdido en el dolor de la agonía y en los gritos ahogados en la garganta, como besos muertos a flor de labios.

Así que ahora vengo a ti
Con los brazos abiertos
Nada que ocultar
Cree lo que digo
Así que aquí estoy
Con los brazos abiertos
Esperando que veas
Lo que tu amor significa para mí
Abre los brazos...

Los aplausos se alzaron en el lugar y ella bajó del escenario casi arrastrando los pies en su recorrido a la barra. Apenas estuvo sentada en el taburete pidió la bebida más potente de la noche y encendió un cigarrillo, con las lágrimas aún recorriendo su rostro sin parar, completamente incontenibles. Y cuando el líquido pasó por su garganta, quemándole, tampoco fue suficiente para que ella dejara de sentir ese ahogo seco como senderista perdido en el desierto.

—Feliz Año Nuevo —le susurró alguien y ella, llorosa, le miró a los ojos con aquella expresión desolada.

—Sí, como sea —fue todo lo que dijo antes de volver a lo que quedaba de su bebida y a su cigarrillo.

Porque en ese momento no tenía ganas de sonreír por la felicidad de otros, cuando su alrededor se veía tan oscuro... Y aún le quedaban catorce canciones más por delante.

Esa sería una noche definitivamente larga.

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