Quienes me inspiran a seguir

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Confrontación



Salió feliz del departamento, tarareando una canción y esperando encontrarlo. Quería darle una sorpresa, después de todo ella se suponía que tenía demasiado trabajo para salir y él estaría ocupado en el día con sus entrenamientos en el gimnasio. Le caería de sorpresa, seguramente le gustaría eso.

Caminó por la avenida con una sonrisa en el rostro en dirección al lugar donde ella sabía que entrenaba. No es que Leo se lo hubiera dicho antes, era solamente que recordaba haberlo visto un par de veces en la distancia tomado de la mano de su ex novia. Ni siquiera recordarla le iba a borrar la sonrisa de los labios, después de todo Leo ya estaba con ella y esperaba que fuera por mucho tiempo. Tomó la última esquina y se quedó paralizada en medio de la acera. Porque entre todo lo que pudo haber visto, entre todas las personas desagradables del mundo…

—Mentiroso de mierda…

Giró sobre sus talones al verlos, sintiendo que la sangre en sus venas se congelaba. No estaba celosa, estaba hirviendo de rabia. ¿Cómo podía siquiera estar hablando con esa… esa…? ¡Zorra! Porque no encontraba otro apelativo para llamarla. Y claro, también estaba enfadada con él por ser tan imbécil y no decirle la verdad. ¡Claro! ¡Para un día que se decidía a salir y los encontraba juntos! Aunque no estuvieran haciendo nada más que mirarse, una mirada demasiado intensa. Él le había mentido. Otra vez.

Detuvo el paso que estuvo a punto de dar y giró otra vez, mirándolos directamente. Y sin dudarlo encendió un cigarrillo y se acercó a ellos a paso decidido, con los oscuros ojos marrones destellando de rabia contenida. ¡Oh, había esperado tanto por un momento así! Esta vez no se iba a callar nada, ni el más mínimo grito, ni la peor palabra mal sonante que quisiera salir de sus labios.

— ¡Leo! —gritó estando a dos metros de ellos para llamar sus atenciones. Él la miró como si viera a un fantasma y la mujer frente a él se cruzó de brazos al verse interrumpida. Rebecca sacó pecho al llegar frente a ellos y encaró a Leo— ¿Cómo te fue en eso tan importante que tenías que hacer?

—Bien… —susurró él, bajando la vista para no mirar a Rebecca a los ojos— Tardó menos de lo que esperaba, ya me iba a casa.

—Genial —ella sonrió, irguiéndose incluso más tomando en cuenta que era bastante pequeña y que tendía a caminar ligeramente encorvada—. ¿Te ibas a casa antes o después de conversar con esta zorra?

La mujer soltó una exclamación y exigió una disculpa aferrando el pálido brazo de Rebecca con sus manos morenas de largas uñas acrílicas. Rebecca la miró fijamente antes de sacudir su brazo, haciendo que la mujer la arañara, dejando la zona enrojecida contrastando con su blanca piel. Luego, y para asombro de todos los transeúntes que se habían detenido a observar la escena, Rebecca le soltó un puñetazo en plena nariz a la aludida antes de encender un nuevo cigarrillo.

— ¡Becca! —gritó Leo sujetando a Rebecca y alejándola rápidamente unos pasos. Ella le fulminó con la mirada antes de soltar sus brazos del agarre de él.

—Becca nada, grandísimo hijo de puta —siseó ella, mirándolo enfurecida—. No quiero más mentiras, ya basta de que me veas la cara de tonta, ¿estamos? Si quieres encamarte conmigo y con ella al mismo tiempo y esperar a que yo no me dé cuenta, estás mal. Yo no soy tu segundo plato. No lo permití antes, ni lo voy a permitir hoy ni nunca. ¡Así que te puedes ir a la mismísima mierda!

Luego se dio la vuelta y se fue todo lo airosamente que podía. Ya sabía ella que no podía confiar en él, que no debía confiar en él porque si había sido capaz de hacer lo mismo antes nadie le aseguraba que esta vez no iba a ser igual. Desgraciadamente ella había confiado como estúpida y la bomba le había explotado en la cara. Otra vez. Y es que ella no aprendía nunca.

Se encaminó entre frustración y rabia hasta su departamento. En el camino compró una botella de whisky y varios paquetes de cigarrillos. Al llegar al lugar se encontró sola, por lo que no tuvo reparos en poner música a todo lo que daban los altoparlantes, encerrarse en su oscura habitación sin ventanas y comenzar a beber y a fumar a partes iguales.

Rebecca tenía serios problemas, no con el mundo, sino con ella misma. Y a pesar de saberlo no estaba dispuesta a admitirlo. En realidad no estaba dispuesta a admitir muchas cosas. No quería decir sus miedos en voz alta, no quería aceptarlos porque le entraba pánico de confiar en alguien como confiaba en Leo. Al final él siempre terminaría rompiendo su corazón y ella, como una imbécil, siempre terminaría perdonándolo. Porque Leo siempre tenía buenas excusas, siempre decía lo que ella quería escuchar. Y estaba harta de eso, pero no sabía cómo detenerlo. Era como un torbellino que pasa una vez a la semana. Sabes que vendrá y no puedes detenerlo por mucho que lo intentas. Lo único que puedes hacer es aferrarte a algo para que no te lleve con él.

Pero para Rebecca ya era tarde. El torbellino ya se la había llevado. Aunque Leo era más que un torbellino, era como una tromba marina en una temporada de tormenta, con truenos y rayos y lluvia y noches oscuras de soledad y amargura, de inmenso dolor y profunda desesperación.

El teléfono sonó y ella lo tomó, mirando la pantallita brillante un segundo antes de arrojarlo sobre su hombro y darle un largo trago a su botella de whisky.

1 comentario:

  1. ¡No contestes por la puta madre! ¡no lo hagas! Excelente cap nena, solo falta que las pelotas de Leo caigan en un pozo de ácido para hacerme más feliz de lo que soy. Ojala Rebe no vuelva a caer con ese idiota

    Mabel :D

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