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martes, 15 de noviembre de 2011

Lazos de Sangre [Desvaríos de una chica asustada]




Una noche de tormenta, en que los truenos la hacían temblar de terror, ella tomó una hoja arrugada de papel, un lápiz que escribía cada vez más mal y trató de sacar lo que sentía en ese momento. Sus palabras fueron algo así:

Siempre me noté diferente frente a las personas relacionadas con el lado materno de mi línea de sangre. A veces notaba como los ojos de mi madre, aquellos hermosos ojos que yo quise heredar más de una vez, esos hermosos ojos negros como una joya oscura y maligna me observaban casi con asco, casi con dolor cuando yo le dirigía, si acaso, una palabra de afecto.

Creo que en el fondo de mi corazón yo lo sabía, era consciente de lo que sucedía, solo que esperaba que alguien me lo confirmara para poder sentirme firme y terca, para poder luego reprochar y sacar cosas en cara a otras personas, a aquellos que son culpables de lo que ahora siento. Y dicen que la verdad duele, pero más duele cuando la confianza que se ha depositado en otros es tan fuerte y firme como la roca enterrada más profundamente en la base de los cimientos de un edificio de cincuenta plantas.

Y cuando la roca se triza, todo se va abajo...

Los lazos familiares, los lazos de sangre, son completamente iguales, siguen la misma temática, la misma línea que la confianza y el anterior ejemplo de la roca. Cuando en una familia hay suma confianza, ¿no es normal comentar dentro del núcleo familiar las cosas que sucedan? ¿Y no es más importante aquella comunicación cuando uno mismo está implicado en ello? Creo que así es, y ahora me doy cuenta de ello. Aunque no todas las personas piensan como yo, claro está, a veces el amor familiar es tan egoísta que se guardan secretos "por mejor" dentro de la familia, que en lugar de mentir se dicen "medias verdades", pero no importa si la intención no ha sido mala, el resultado final en el sentimiento sigue siendo igual de catastrófico.

Estoy asustada por lo que pueda pasar luego...


—Kashiri, sal de debajo de la cama, por favor —escucho la voz de uno de mis primos llamarme, al tiempo que las luces en la habitación en la que me oculto se encienden.

Salgo a regañadientes de debajo de la cama. La tormenta ya cesó, pero aún me tiembla el cuerpo por el recuerdo de los truenos en mi memoria. Creo que soy más cobarde de lo que pensé. Garrett me pasa una manta por sobre los hombros y me obliga luego a sentarme a su lado mientras seco, disimuladamente, los residuos de las lágrimas en mis mejillas.

—¿Qué te pasa, Ka-chan? —susurra Kebi, arrodillándose frente a mi y mirándome con dulzura.

Meneo la cabeza en negación antes de sonreír, arrugando el papel que tengo en mi mano. Lo que siento ahora me lo llevaré a la tumba, no quiero que malinterpreten lo que siento como si pensara que de verdad ellos son personas que no merecen mi confianza. Creo que de todas las personas que conozco, solo ellos dos me han demostrado que de verdad puedo confiar en eso que llamamos "familia".

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