Quienes me inspiran a seguir

sábado, 16 de junio de 2012

Infelicidad


Porque por mucho que cerrara los ojos y tratase de recordar cómo eran las cosas antes, simplemente nada sucedía... Y eso la mantenía sumida en un mar de infelicidad, en un océano interminable de sollozos y tragos amargos, como una hilera de cócteles que están frente a ella, todos hechos con sus lágrimas para dar ese toque salado y desesperado que el llanto contiene.

Y no bastaba que ella misma hubiese pisoteado su orgullo, tragado su dolor y sonreído como idiota como siempre hacía que se le presentaba algún problema, sino que también tenía que tener una sonrisa preparada en cada segundo aún cuando todo lo que quería era mandarlos a todos al carajo para poder encerrarse en la aplastante soledad de sí misma para gritar a todo pulmón, hasta que se le desgastara la voz y las lágrimas ya no quisieran salir nunca más de sus ojos.

Y no bastaba el haber vendido su amor propio, el haberle puesto precio a su moral y a todo lo que creía correcto. No bastaba haberse transformado en algo que a todos le gustaba pero que, cuando se miraba al espejo, solo podía sentir desagrado. No bastaba el tener la sonrisa siempre pulcra en el rostro hasta que el dolor era demasiado desgarrador y ella dejaba de fingir que era feliz, dejando un huracán de destrucción a su paso, a medida que volcaba su odio y su rabia en todas las direcciones posibles, cargando incluso contra el más inocentes solo para sentirse culpable de sus acciones luego y deshacerse en un mar de renovadas lágrimas marchitas que estaban cansadas ya de correr por las mejillas más que conocidas.

—Te dije que no te quejaras si esto sucedía —gruñó una voz mientras ella se sentaba en el borde de la cama, sacudiendo los cabellos con frustración—. Es tú culpa, en primer lugar...

Ella se levantó y abrió la puerta de la habitación, cerrándola de golpe sin importarle despertar a los otros residentes de la casa. A esas alturas del partido ya no le importaba nada, ni siquiera sus minutos de sueño tirados a la basura en una noche agradable solo para tener un amanecer por demás desagradable. No solo le había puesto precio a su compañía -uno muy bajo, para ser sinceros-, sino que también le había puesto cantidad, calidad y una enorme lista de cosas por hacer, cosas que ella jamás llegaría a hacer puesto que ella no tenía ninguno de los adjetivos calificativos positivos para encajar en ningún lugar.

En ese minuto ella, una chica sin un nombre, se permitió llorar por haberle puesto precio y lugar incluso a su sonrisa.

En este momento ella, se hunde en la infelicidad que pesa en su corazón, irremediablemente...

1 comentario:

  1. Uff nena, morí de todas maneras cuando leí este relato, es como si pudiera conectarme con cada una de tus emociones u_u Sabes lo que opino del tema, asi que te recuerdo que siempre te quieras por sobre cualquier cosa.
    Te re adoro!

    Mabel (:

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