Quienes me inspiran a seguir

miércoles, 9 de mayo de 2012

Madre


A pesar de todo lo que te amo... Quiero hacer esto como una forma egoísta de desahogar el dolor que en estos minutos está cargando mi corazón.

Tal vez nunca tuvimos una relación maravillosa, tal vez nunca nos miramos demasiado como para apreciar los sentimientos que guardábamos la una por la otra, tal vez hoy sea demasiado tarde para decirte todo lo que siento... Pero de todas formas lo haré. Porque soy egoísta.

¿Recuerdas cuando peleábamos por tonterías? Yo sí, claramente lo recuerdo. Recuerdo que tú ponías cara de circunstancia cuando llegaba a entradas horas de la noche a casa, y tú me interpelabas que no me mandaba sola. Siempre te dije que lo hacía, que tenía el derecho de mandarme a mí misma porque me lo había ganado a base de esfuerzo y responsabilidad. Tú gritabas, yo bajaba la cabeza. Recuerdo que te enfurecía que tratase de mantener orden en una vida irremediablemente caótica, cuando ninguna de las dos se conocía en verdad.

También recuerdo cuando me marché de casa aquella tarde lluviosa de Mayo. Habíamos peleado otra vez, ni siquiera recuerdo la razón de nuestra disputa, solo soy capaz de recordar que caminé durante largas horas bajo la lluvia, sollozando como una nena desconsolada pues no sabía qué más hacer. Quería ser perfecta para ti también, pero jamás logré conseguirlo. Tal vez me esforcé demasiado o tal vez no me esforcé lo suficiente. No lo sé, ahora no me importa. Solo me importa que, cuando yo pensaba que no te importaba más (tus palabras hirientes me lo mostraron así), justamente llamaste a mi móvil. Recuerdo tus palabras exactas y, aunque en ese momento me dolieron hasta el infinito, hoy las recuerdo con una sonrisa en el rostro: "Ven inmediatamente a casa o pescarás una pulmonía". Tu voz demandante no dejaba lugar a réplica y yo, sumisa, volví a casa. Al llegar me esperabas con una manta, un café y una reprimenda pujando por salir de tus labios. Las dos primeras llegaron al segundo, la tercera... La hiciste esperar hasta la mañana siguiente, cuando una alta fiebre me azotaba.

A veces, más que como una madre, te veía como una tutora estricta y dedicada, que quería solamente poner orden en su metro cuadrado, que quería mandar bajo su techo y que siempre hablaba con una seguridad aplastante. Me enseñaste con ese actuar tuyo que una debe levantarse sola, que el valor es importante en este mundo cruel, que si no llevo mis valores aferrados firmemente de la mano no soy nada, que a veces una se siente sola y que tiene que acostumbrarme. También me enseñaste que el amor no existía... Hasta que me dijiste que estabas enamorada otra vez y de un hombre que no era mi padre (por suerte).

Hoy... Hoy sí puedo verte como una madre pues si bien nunca fuiste muy cariñosa o atenta conmigo, me he dado cuenta que tu amor se cuenta en detalles. Porque cuando me fui de manera definitiva de tu casa, en nuestra última discusión hace casi tres años, tú no me buscaste (y yo tampoco quise hacerlo, tal vez por miedo, quién sabe) pero... Pero llorabas todas las noches por cómo habían continuado las cosas entre nosotras.

Te culpabas por haberme dejado ir, por no ser más blanda y por no darme el amor desbordante que yo, a veces, te exigía de manera puramente egoísta. Pero, al final de todo, la culpa no es de nadie. La culpa no es tuya, pues siempre fuiste un modelo de mujer realmente perfecto a seguir. Fuerte, dura, una mujer que sabía levantarse sola de sus caídas sin derramar más de una lágrima. A veces sueño con un día tener tu entereza.

La culpa tampoco es mía porque, al final de cuentas, yo solamente exigía más amor del que te enseñaron tus padres a dar. Yo, tan exigente contigo y tú, tan exigente conmigo, ambas en una carrera por quién se cansaba primero para darle el triunfo a aquella que podía continuar en la carrera...

Mamá... Hoy entiendo que todo lo que pasó entre nosotras, solo fue tu manera tosca de enseñarme sobre la vida y sobre cómo ser una mujer. Sin ti hoy no sería la mujer que soy (para bien o para mal). Sin ti no sabría amar de la manera en la que sé. Sin ti hoy no sería más que una cáscara sin personalidad... Tú forjaste, junto a muchos otros, lo que soy hoy, pero de entre todos, creo que es contigo con quien debo estar más agradecida.

Mamá... Tal vez jamás llegues a leer esto y, tal vez, yo jamás tenga el verdadero valor que tú me enseñaste para decírtelo a la cara. Soy una cobarde, lamento no poder enorgullecerte como quieres que lo haga pero prometo que me esforzaré cada día porque las cosas sean mejores y yo poder, si acaso, ser la mitad de excelente mujer que eres tú. Prometo esforzarme en ser yo misma para siempre también. Prometo que tomaré tus enseñanzas y les sacaré todo el provecho posible. Prometo... Enorgullecerte más de lo que tus esperanzas piden.

Te amo, mamá, siempre ha sido así... Y siempre lo será.

No hay comentarios:

Publicar un comentario