Quienes me inspiran a seguir

jueves, 23 de abril de 2009

El Fuego de tus Ojos.- Primera Parte

-¡Muérete!

Se escuchó la voz de la niña, en la lejanía. Sus sollozos eran lo único que se escuchaban en aquel desolado lugar en el cual nadie quería poner pie desde hace años. Ahora, por culpa de la estúpida era Meijí, su pueblo y lo que quedaba de sus ancianos habitantes, se habían transformado en cenizas.

Pateaba una y otra vez los restos de madera calcinada con sus pequeños pies de infante. Se sentía impotente. Ser la única sobreviviente de un pueblo campesino no es algo de lo que estar orgullosa, y mucho menos cuando todo por lo que has trabajado hasta tus cortos ocho años se esfuma en un segundo.

Escuchó una voz, lejana. Olía a sangre. Le agradeció a su olfato darle aquella información tan útil. Observó su entorno y de entre los escombros tomo un rastrillo viejo, quemado y oxidado, escondiéndose entre las sombras y esperando a que el asesino se alzara frente a ella.

Cuando lo vio pasar, salió sigilosamente de su escondite, caminando a sus espaldas para que el acto furtivo y de sorpresa no se perdiera y, cuando el hombre estaba completamente distraído según ella, alzó con fuerza el rastrillo y lo dirigió a la espalda baja del hombre. Falló.

El sujeto, velozmente, se volteó, sosteniendo con fuerza el arma y arrebatándosela suavemente a la niña, la cual, bajo la luz de la luna y del fuego vio el pálido rostro del hombre, bondadoso y noble, con sus ojos negros y almendrados llenos de piedad. Enfureció.

-¡No quiero tu lástima, asesino! ¡Vete!-gritaba alterada la pequeña, llorando amargamente de impotencia, por ser tan débil y no poder defender a sus abuelos.

-Yo no soy un asesino, pequeña…-susurró el hombre tranquilamente mientras se arrodillaba frente a ella y secaba las lágrimas de la pequeña con el dorso de su mano- Mi nombre es Amano Ryutsuji, y soy un ninja.

-¿Ninja?-preguntó la pequeña, con desconfianza y manteniendo los puños apretados y los sentidos alerta.

-Si-continuó-, soy una persona que se gana la vida matando a la gente que le hace daño a los suyos, haciendo justicia por su propia mano usando la naturaleza como escondite y los puños como armas.

-Eso es un asesino…-dijo ella, escupiéndole en el rostro- Me das asco.

-¿Por qué?-preguntó, sacando un pañuelo y limpiando la saliva de la niña de su rostro.

-Porque los asesinos y los mercenarios de uniforme azul vinieron y mataron a toda la gente de la aldea… Mis abuelos dieron su vida por mí.

-¿Uniforme azul?-susurró el hombre, desconcertado, cambiando su expresión pacífica a una más dura y hostil.

-¿Por qué tú no llevas uniforme azul?-preguntó la niña, con cautela y retrocediendo un par de pasos.

-Por que el uniforme azul solo lo usan los miembros de La Guardia Imperial de Japón, y yo no soy un miembro. Yo estoy en contra de sus métodos de esclavización.

-¡¿La Guardia Imperial?! ¡Imposible! ¡Estás mintiendo!

La niña vio la verdad en los ojos del hombre y, deprimida, se dejó caer sobre su pecho, golpeándolo lo más fuerte que podía con sus diminutas y quemadas manitas, preguntándose el por qué debía de suceder eso en un lugar tan pacífico como ese.

A sus cortos ocho años pensaba en mil y una maneras de hacerse fuerte para poder matar a todos los que estuvieron en la masacre de su aldea. Se haría fuerte, más fuerte que cualquier otro y vengaría a su gente. Sería la más fuerte del mundo.
Una vez calmada, miró a los ojos al hombre de la mirada bondadosa. Sus ojos eran llamas ardientes en busca de venganza.

-¿Quieres ser fuerte?-le preguntó Amano, como si leyese sus pensamiento. Ella asintió con la cabeza-. ¿Estás dispuesta a hacer lo que sea para hacerte fuerte?-la niña volvió a asentir, pero ahora mucho más decidida.

-¡Enséñame a ser fuerte!-exclamó, con todo el valor que poseía a flor de piel- ¡Seré la mejor ninja de todas y estarán todos muy orgullosos de mi! ¡Vengaré a mi gente!

-Una cosa más-el hombre hizo una pausa, y al no responderle la menor, él continuó-. Esto debes hacerlo por ti misma, yo solo seré tu mentor, no tu conciencia. Una vez que cumplas con tu cometido de hacerte fuerte, estás sola.

-Comprendo…-susurró la pequeña, sin bajar la cabeza, pero mucho más convencida que antes-. Seré incluso más fuerte que tú… Si es que lo eres.

Su voz sonó con un timbre adulto y femenino, aterrador. Era capaz de hacer cualquier cosa, se sentía capaz de hacer cualquier cosa. Matar sería un juego de niños.
Una sonrisa sádica salió impulsivamente. Todos morirían, todos aquellos que se metieran en su camino desaparecerían, caerían bajo su fuerza. Su voluntad era más fuerte que la de mil hombres juntos. Era invencible.

De sus ojos se desprendía el fuego del valor, ese fuego que solo las personas con agallas y sin temor a la muerte poseen. La había vencido una vez, podría hacerlo de nuevo…

Ahora, recordando, dejaba caer todo el peso de su cuerpo sobre su victima, clavándole su ninjato en el cuello hasta atravesarlo de extremo a extremo, haciendo caer el cuerpo inerte al suelo con ella sobre el, acuclillada en su espalda y sacando el arma cuidadosamente. Alzó la vista hacia la noche, entre la penumbra de los árboles, suspirando. El tiempo había transcurrido muy rápido.

Miró por el rabillo del ojo hacia su izquierda, para dar dos saltos hacia atrás, lanzando una maldición en voz baja. La habían descubierto.

Un gong comenzó a sonar en la lejanía. Sus oídos escuchaban los pasos de, por lo menos, treinta personas acercándose. Tomó su arco y sacó tres flechas, apuntando con cautela hasta que tuvo algunos a la vista. Afinó la puntería y disparó tres flechas consecutivas, y, sin quedarse a mirar el resultado de su puntería, guardó rápidamente el arco, desenfundó su katana, la clavó levemente en un árbol mientras corría y subió a la copa de los árboles, perdiéndolos de vista.

Cuando llegó al campamento se dio cuenta que la habían lastimado en el brazo. Tal vez ella misma se lastimó sacando las flechas. No importaba. Se metió en su cubil subterráneo y prendió una vela, observando a la figura que estaba en su cama de paja improvisada.

-Te he dicho miles de veces que no entres aquí cuando no estoy, Kanon…

-¿Qué te pasó en el brazo, Kara?-preguntó, levantándose de la cama y mirando a la chica con suspicacia.

-Vete, necesito descansar-cortó, empujándolo fuera de la estancia y cerrando la cortina de hojas que hacía de puerta. Luego se sentó donde había estado el muchacho sentado antes y soltó todo el aire de sus pulmones, inhalando y exhalando profundamente, repetidas veces-. Estúpido Kanon…

-¿Kara?-habló una voz desde el exterior, con preocupación-. ¿Estás allí?

-¡Si, Amano~sama! ¡Ya lo atiendo!-respondió con nerviosismo, quitándose las partes de su traje manchadas con sangre y cubriéndose con un kimono azul noche. Terminó de atar el nudo del lazo y abrió la cortina-. Perdón por hacerlo esperar, sensei.

-No te preocupes…-susurró, acariciándole el cabello suavemente- ¿Cómo te fue?

-Pudo ser peor…-contesto, deprimida- Me escucharon cuando solo me quedaban diez metros.

-Kanon me dijo que estabas herida-dijo, cambiando bruscamente de tema.

-No le haga caso, Amano~sensei, es solo un niño, debió…-no pudo continuar, pues rápidamente el mayor cortó la manga derecha de su kimono, dejando al descubierto su herida, mirándola con recelo.

-Nunca vuelvas a intentar engañarme…-la reprendió, sacando una venda de su bolsillo- Sabes que no me gustan las mentiras.

-Si, Amano~sama…

-Tampoco dejes que una derrota te deje helada-continuó, vendando el brazo de la chica-, a veces se gana y otras veces se pierde. Si ganaras siempre no habría algo que quisiera hacerte mejor. Siempre habrá alguien que te venza.

-Lo sé… Es solo que me cuesta asumir esto…-se excusó, mirando al piso- No quiero volver a perder y que alguien más tenga que defenderme, sensei.

-Perder es duro, Kara~chan, pero es un ciclo, y los ciclos hay que aceptarlos-finalizó, sonriendo y mirándola con dulzura-. Y no te enojes con kanon~kun, el solo se preocupa por ti.

-¡No necesito que se preocupe por mí!-rugió, alzando la mirada con fuerza y enfrentándola a la tierna y compresiva mirada de su mentor.

El hombre salió. Sabía que ella necesitaba tiempo para pensar las cosas. Su vida había sido muy dura, siendo muy niña había tenido que enfrentarse a la muerte y a la soledad. Este oficio te quita el alma y te consume poco a poco, hay que ser sabio para saber cuando detenerte, y ella estaba pasando por esa etapa.

La chica se dejó caer pesadamente en la cama de paja, cerrando los ojos con suavidad y tratando de retener las lágrimas que acechaban con salir. Hacia diez años que no lloraba, no quería comenzar a hacerlo ahora. Solo era cuestión de aguantar un poco más, la pregunta era, ¿hasta cuando?

Se había enterado de buena fuente que el capitán del escuadrón que dirigió el ataque a su aldea había muerto de un problema al corazón. Causas naturales. Se sentía frustrada. Había entrenado mucho todos esos años para matarlo a él y solo a él, y ahora toda esa ira que sería descargada en ese ataque aún estaba acumulada en su corazón. ¿Qué debía hacer? ¿Cómo debía desquitarse?

Un grito desgarrador salió de su garganta, ahogado entre las telas de su lecho. Un grito de ira y ansiedad fundidos, rabia acumulada durante años y jamás desatada. Debía hacer algo pronto. Debía soltar todo ese dolor de alguna manera, con alguna persona. La emoción de matar a alguien la estaba consumiendo, debía asesinar, cortar otro hilo de vida lo más pronto posible…

Tenía sed de sangre.

Se levantó con la mirada fija en el vacío, afilada, siniestra. Apagó la vela con sus dedos y tomó su ninjato, saliendo del cubil.

En la penumbra vio pasar a Kanon, como siempre, rodeado de las novatas que se unían al campamento de vez en cuando. Esas que siempre la molestaban por ser más menuda de lo normal. Sonrió de medio lado y desfiló entre los árboles hacia el grupo. Kanon le iba a pagar todas esas burlas… Con su vida.

Sigilosamente caminando sobre las hojas secas del otoño y tomando una posición más agazapada de lo normal se acercó hasta quedar a escasos metros. Nadie la había detectado. Sus movimientos felinos eran perfectos en la penumbra. Comenzó a acercarse más y más, hasta quedar dentro del grupo, a las espaldas del muchacho, con su arma ensangrentada en la mano y dejando atrás el cadáver de dos de las niñas bonitas que seguían al niño bonito todo el santo día.

Cortó el aire de manera seca, manchándose de la sangre de otra de las muchachas, sonriendo sádicamente.

-Fallé…-susurró, mirando profundamente al chico que cargaba en sus brazos a las únicas dos que quedaban, y que temblaban aterradas.

-¡Le cortó la cabeza!-gritó una, mientras la otra se bajaba de los brazos de Kanon y corría para ponerse a salvo, pero alcanzada rápidamente por Kara, que le cortó el paso en unos segundos.

-Tú no te vas…-aclaró, mirándola con malicia demoníaca y alzando su arma para cortar el cuello de la joven.

-¡Kara, detente!-gritó el muchacho, bajando bruscamente a la otra chica y observando a las otras cuatro que yacían inertes con el cuello rebanado.

La joven no lo escuchó y se dirigió a él violentamente en embestida, con el arma dispuesta a atravesarle el corazón a su objetivo. Estaba cerca, ya casi lo tenía, pero un cuerpo un poco más alto que ella le cerró el paso, arrebatándole el arma con fuerza y abofeteándola duramente, haciéndola caer al suelo debido al impacto.

-Cálmate, Kara~chan-susurró Amano, mirándola con ternura.

-Sensei…

Sin poder decir más, se desmayó.

Despertó en el cubil de su sensei, sin poder enfocar bien la vista en un punto fijo y sintiendo sus extremidades muy pesadas. Con mucho esfuerzo se sentó, cerrando los ojos con fuerza y tratando de no vomitar. No lograba recordar bien lo que había pasado. Todo había sucedido tan rápido que las imágenes en su cabeza la hacían confundirse aún más.

-Que bueno que despertaste, Kara~chan… -susurró una voz cerca de ella, la cual reconoció como la de su mentor.

-¿Qué…?-murmuró por lo bajo, reprimiendo los deseos de vomitar, tragando saliva.

-Kanon~kun quiere hablar contigo-señaló, levantándose y dándole un cuenco con agua-, ¿lo dejo pasar?

-No sé…-respondió, bebiendo agua del cuenco. Sentía el líquido refrescante en sus entrañas y eso calmó sus ganas de devolverlo todo- No creo que pueda con eso, sensei, ni siquiera recuerdo lo que pasó.

-Tu debes decidir cuando enfrentarlo, no yo.

2 comentarios:

  1. Interesante historia. No me esperaba el final. Además, la protagonista es bastante carismática desde el principio. Primero pareció medio trillado, pero después sorprende.

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  2. Que genial! vuelo a la otra parte :D

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