Quienes me inspiran a seguir

martes, 12 de febrero de 2013

Querido Escultor:

Cuando te conocí pensé de inmediato que, si hablaba contigo, todo lo que creía hasta ese momento se derrumbaría. Y para ser sincera, estaba aterrada de lo que pudiera llegar a suceder. Pero también estaba ansiosa.

Cuando te vi trabajar por primera vez, mi corazón se detuvo. Tus movimientos firmes, pero a la vez delicados y precisos. Tus ojos cerrados, ocultos para mí incluso detrás de esas gafas oscuras. Toda tu expresión corporal desató sentimientos antes ocultos en mí.

Y cuando supe tu nombre... quise comenzar a creer en los ángeles.

Pero tal vez llevas demasiado tiempo viviendo en la oscuridad... O tal vez soy yo la que ha estado demasiado tiempo alejada de ella, ignorándola. Tal vez es un poco de ambas cosas. Sea como sea el caso, es la razón que me tiene escribiendo estas palabras, ¿sabes? Porque a veces no te entiendo, porque a veces me cuesta seguirte el paso.

Sé que aunque tus ojos no ven, puedes verlo todo. O por lo menos lo intentas. Es casi mágico el poder que tienes para crear cosas magníficas, cosas que en realidad parece como si no te importaran lo más mínimo. Parece como si en realidad quisieras hacerlas añicos. Y no entiendo, Gabriel, no logro comprender.

Eres maravilloso, ¿sabes? Haces cosas fantásticas con tus manos, tienes unos sentimientos tan puros y verdaderos. ¡Eres capaz de crear algo de la nada, incluso cuando tus ojos no puedan ver lo que haces! Has logrado comenzar a moldear incluso mi patético y caótico ser, transformándolo en algo que se entiende cada vez más.

Me gustaría poder tener tu fortaleza y determinación. Estoy segura que yo, de haber perdido la visión como te ha sucedido a ti, no lo habría soportado. Seguramente me hubiera arrojado de algún edificio o de un puente solo para no tener que vivir rodeada de sombras. Porque les temo demasiado como para enfrentarlas.

Por otro lado, Gabriel... Quisiera poder decirte que eres un idiota, incluso cuando me fascinas y embelesas, creando estos sentimientos caóticos en mí, sentimientos que me aterran y sorprenden a partes iguales. Porque solo sé ser de esta manera y por mucho que trato de contenerme o cambiar para no perturbar tus de por sí perturbados y agitados sentimientos, así como tu incomprensible (para mí) forma de ver el mundo... me cuesta. Porque solo sé ser de esta manera. Porque es lo único que me salva de estar en la oscuridad, así como lo estás tú. Y no hablo de esa oscuridad hecha de noche cerrada como boca de lobo, no. Hablo de esa oscuridad hecha de sombras del pasado, sombras que acechan con garras y colmillos, que hacen sangre y crean dolor e inseguridad.

Por eso... me despediré de ti en este minuto, Gabriel. Porque no puedo más. Porque no sé qué hacer ni en qué idioma hablarte. ¡Quiero estar al mismo nivel que tú! Pero creo que no importa cuánto lo intente, no podrás comprenderlo... Porque tus sombras te agradan. Porque aprendiste a vivir con tus demonios y yo no seré capaz nunca de hacerlo.

Porque sin importar cuántos "te amo" te diga, siempre terminarás pensando que no son solamente tuyos. Y no sé si pueda vivir con eso. Porque como te he dicho, no sé ser de otra manera, siempre he sido así como me ves y tú... No importa cuanto intente ganar tu confianza, jamás será mía.

Solo hay una cosa que agradezco de esta experiencia, Gabriel... Y es que me permitieras ser feliz de verdad aunque fuese cinco minutos a tu lado.


Con amor... Sofía.

La mujer acomodó las fotografías sobre el escritorio, una lágrima rodando por su mejilla. Luego, tomó la carta que acababa de escribir en Braille y suspiró tratando de sonreír. Se había esforzado tanto aprendiendo a leer de esa forma y se había esforzado incluso más en poder aprender a escribirlo. Y todo por él.

Miró el cesto de la basura, rebosante de papeles llenos de puntos maltrechos y sin acabar. Sobre el escritorio yacía esa máquina que le había costado casi un riñón. Una máquina de escritura Braille...

¿Cuántas cartas de amor sin acabar le había escrito y jamás le había enseñado? Ya ni siquiera era capaz de decir un número.

Dejó la carta sobre el montón de fotografías en el escritorio y suspiró, dándose la vuelta y saliendo de la casa.

Era hora de buscar el edificio más alto de la ciudad y simplemente... Lanzarse a las sombras.

Porque tal vez esa era la única manera de poder comprenderlo.

4 comentarios:

  1. genial las imágenes que creas con tu historia, me dan ganas de agarrar un grafito =P

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues a sujetarlo :)
      Me gusta particularmente esta carta, me hace sentir mucho.
      ¿Próxima novela?
      ¡Claro que sí!
      ¿Quiere detalles?
      Pregunte por interno en CaraLibro x)

      Eliminar
  2. =O donde queda CaraLibro, fb?

    ResponderEliminar
  3. que tonto xd recien me di cuenta xd

    ResponderEliminar