Quienes me inspiran a seguir

sábado, 19 de septiembre de 2015

Corrupto


Llevaba la esfera en sus manos, y caminaba cuidadosamente, calculando cada paso para no quedar expuesta a ninguna clase de duda o peligro. Pero sus pensamientos la traicionaban.

En sus manos el cristal relucía incluso en la oscuridad por la que transitaba, y eso la hizo sentir más triste e incómoda. Era demasiada responsabilidad para ella, y se sabía incapaz de llegar más lejos, no sabiendo cómo era ella y lo terrible que podía ser su mente, lo traicioneros que podían ser sus pensamientos.

Aquel objeto era importante, tan importante que sus manos temblaban de manera incontrolable al saberse torpe e incapacitada de parte de su visión. Aún sentía el ardor en los ojos, y los pulmones aún le quemaban por culpa de la carrera que había dado para alejarse del peligro. No tenía la fuerza suficiente.

De pronto sus pies trastabillaron. La reluciente esfera estuvo a punto de caer de sus sudorosos dedos, pero logró mantenerla a pesar del dolor que la recorrió cuando golpeó el suelo de gravilla con las rodillas. Sintió las pequeñas heridas abriéndose en las piernas magulladas y cansadas y no pudo más. ¿Por qué a ella? Era una incapaz, una inepta, una mujer torpe que no podía ni cuidar de ella misma, ¿por qué le habían dado a cuidar y proteger algo tan valioso? ¿Por qué?

Sintió impotencia, una rabia profunda y grave que subió desde su pecho hasta su garganta saliendo en forma de un grito que se perdió en la penumbra. Y tomó la esfera con una de sus manos temblorosas y la arrojó lejos, queriendo deshacerse de esa responsabilidad que le habían encomendado. Escuchó el cristal sólido romperse metros por delante de ella y los fragmentos de lo que fue la esfera al golpear, innumerables contra las rocas y la gravilla, le parecieron un coro de risas tristes.

Había fallado. Sus pensamientos corruptos la habían hecho fallar. Supo que ya nada volvería a ser igual.

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