Quienes me inspiran a seguir

martes, 8 de octubre de 2013

Encuentro I


[Drew & Marie]

Recuerdo que cuando te conocí, inmediatamente pensé tres cosas:

Primero; que tenías la mirada más sincera y a la vez más triste que había visto jamás en mi vida.

Segundo; que eras realmente, realmente gracioso. Sencillamente poseías -y aún posees- un sentido del humor único.

Tercero; que me encantaría poderte abrazar y no soltarte nunca, jamás.

Recuerdo que cuando escuché tu nombre, pensé que era el nombre más bonito del mundo: Drew. Por alguna razón sabía a miel y se sentía en verdad real. Perfectamente real.

La primera vez que te vi, fue en la distancia. Una distancia grande, grande como un universo, casi infinita. Hablabas con quien es como mi gemela -nos parecemos mucho incluso al no tener la misma sangre-. Y ella te hacía reír y sonreír, y yo sentía unos celos irracionales porque pensé en que me gustaría ser yo quien hiciera brillar tus ojos de esa manera.

Ustedes eran amigos, y yo también quería ser tu amiga.

Esa madrugada, la madrugada misma en que te vi por primera vez, me acerqué a Bri en silencio, cautelosa y nerviosa. Recuerdo aquella conversación como si estuviera sucediendo todavía.

—Bri... —la llamé. Ella me miró por sobre sus anteojos y dejó a un lado los papeles en los cuales trabajaba— ¿Con... con quién estabas... hoy en la tarde...?

—¿En la tarde? —Bri me miró, calmada y sinceramente, pensativa.

—Sí. Estabas con un chico, alto y moreno —describí, sintiendo las mejillas arder.

—¡Ah! Te refieres a Drew —esta vez, una amplia sonrisa se extendió por su rostro aniñado e infantil, lo cual la hacía lucir incluso más joven.

—¿Se llama Drew...?

Recuerdo que mi corazón se saltó un latido completo, antes de comenzar a golpear dentro de mi pecho con mucha, muchísima fuerza. Bri me miró solemne, casi ceremoniosa, siempre sonriendo como solo ella sabe hacerlo, con una afabilidad innata.

De alguna manera, hablamos durante horas sobre ti. Incluso ante ese extraño temor, incluso ante todo, estaba ávida, deseosa de conocerte. Y supe tanto de ti esa madrugada, que luego solo quería tenerte frente a mí y conocerte, y que tú me conocieras. Pero estaba esa situación, ese temor al rechazo que siempre me ha dominado.

—¿Quieres que los presente? —dijo de pronto Bri, haciéndome regresar los pies a la tierra.

Mi corazón dio un vuelco y mis manos temblaron casi imparables, totalmente dominadas por los nervios.

—No —dije bruscamente. Bri se sorprendió ante mi respuesta—. No vamos a repetir lo de la última vez, Bri. No.

Ella se quedó mirando a la nada, pensativa. Y de pronto, rápida como una estrella fugaz, sus ojos se llenaron con el brillo de las estrellas, y pude verme reflejada en sus ojos que, con certeza, en ese momento estoy segura, se parecían a los míos. Ella se parecía a mí, y yo a ella.

—Esto es lo que vamos a hacer —palmeó el asiento a su lado con otra reluciente sonrisa y yo me senté allí, a la escucha.



Realmente ese plan era una locura, lo era. Una locura de pies a cabeza. Pero, en cierto modo, esperaba anhelante que funcionara.

Cuando apareciste caminando, manos en los bolsillos y mirada perdida, distraída, mi corazón volvió a detenerse en menos de veinticuatro horas. Y lo más difícil, recuerdo, de ese momento, fue cuando te acercaste hacia donde yo estaba y me besaste en la mejilla, una sonrisa quedamente instalándose tranquila en tus labios esculpidos.

No puedo hacer esto, no puedo, me va a descubrir. Ese fue mi pensamiento desesperado cuando te quedaste contemplándome durante un segundo completo más de lo que se debería mirar a una persona. Tu mirada ónice reflejaba una pequeña pizca de duda y sonreí, tratando de parecer normal. Tratando de parecer Bri. Y cuando sonreíste de vuelta, sentándote a mi lado, sentí que todo iba a ser complicado y sencillo al mismo tiempo.

—Hola, Drew —saludé tímidamente, pero al mismo tiempo de manera animada. La sonrisa permaneció en mis labios tanto tiempo, tan amplia, que pensé que debía verse bastante falsa.

—Hola, Bri —saludaste de vuelta, mirando el sombrero que tapaba bastante de mi mirada—. Lindo sombrero. ¿Te molesta el sol?

Sonreíste y yo, sin saber cómo ni porqué, lancé una estridente carcajada. No había sol, más bien estaba bastante oscuro pues estaba anocheciendo y las luces de las calles comenzaban a encenderse de manera casi casual.

Hablamos durante horas y horas, a veces de manera tímida y otras veces bastante más animados. Pero hablamos. Y acordamos vernos la noche siguiente.

Y luego de muchos, muchos encuentros, eras tan, tan adictivo para mí, que me desesperaba el hecho de que un día pudieras descubrir la verdad y terminaras odiándome.

Recuerdo aquel día en el cual saliste con Bri, con la verdadera Bri, tu amiga Bri. Iban todos en grupo y yo, como una espía, los miraba desde la distancia. Me asombraba la popularidad que Bri conseguía solo con esa sonrisa radiante y a la vez tímida, me asombraba el hecho de verla y no poder entender la razón por la que a mí me resultaba tan complicado ser natural mientras que a ella... bueno, le salía todo natural.

En un momento ustedes se quedaron atrás del grupo, hablando en susurros. Bri te miraba seriamente, casi compasiva, y tú tenías esa mirada de hombre desesperado. ¡Oh, cuánto quise, cuánto anhelé el poder correr en tu dirección y refugiarte en mis brazos, para que nada ni nadie te hiciera sentir de esa manera!

Aquella noche, Bri me dijo que tenías el corazón destrozado. Ella lo expresó de esa manera y yo, profundamente, dolorosamente, sentí como mi corazón se rompía al enterarse de tu sufrimiento.

Y esa misma noche me propuse a mí misma ser quien reparase y cuidase tu corazón. Y no me importó lo más mínimo a quien tuviese que sacar del camino para poder conseguirlo.

Soy bastante egoísta, lo sé.

Y aunque soy egoísta, yo... Te amo, Drew.

1 comentario:

  1. Me encantó. Lo amé. La forma en la que los personajes se relacionan entre ellos, es simplemente sublime. Sigue así, gracias por la excelente lectura de hoy. Saludos.

    -Anon.

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