Por
alguna razón, simplemente no podía dejar de pensar en él. ¡La sacaba tanto de
quicio! Era un hombre muchísimo mayor que ella que alucinaba con otra persona
al verla. Era la cosa más insana que había visto jamás pero… No podía olvidar la
forma en la que la había mirado esas tres veces que se habían visto, cada una
más bochornosa que la anterior. Bochornosa para ella, por supuesto.
—Te
gusta, eso es lo que pasa —dijo con seguridad Angélica, depositando una botella
de agua frente a su amiga.
Y
definitivamente el peor error que había cometido era ir tras su mejor amiga de
lengua viperina para pedirle consejo. Claro, había sido la idea más brillante
que se le hubiera ocurrido jamás. Y aunque sabía que su amiga tenía razón, no
iba a admitirlo en voz alta frente a ella ni frente a nadie. Ni siquiera
delante de un psiquiatra bajo secreto profesional. Nunca.
—No
me gusta —suspiró, destapando su botella sin dignarse mirar los ojos verdes de
su amiga—. Lo he visto tres veces y puedo decirte que cada vez que lo veo me
parece más molesto e irritante.
—Eso
no es impedimento alguno para que te guste —sonrió la muchacha de ojos verdes—.
No olvidemos que te enamoraste de Ara…
—
¡Ni se te ocurra decirlo! —Cassandra golpeó la mesa con los puños, mirando enfurecida
a su amiga. Algunos curiosos voltearon a mirar en su dirección pero a ella, por
primera vez, no le importó— Pensé que habíamos quedado en que ese tema era
intocable e irrepetible, Angélica. Por favor, deja tus palabras ácidas para una
persona que te soporte.
—Eso
le da fuerza a mi lógica, Cassandra —Angélica acarició las manos de su amiga,
tratando de tener un poco más de tacto con ella. Y es que se olvidaba a veces
que su queridísima amiga era un poco… Emocional—. Mira, para que lo entiendas
mejor te lo voy a explicar así —la muchacha tomó las dos botellas de agua y las
puso una junto a la otra, sonriendo—: ¿Qué diferencia ves en estas dos
botellas?
—Ninguna,
son iguales —dijo la muchacha de ojos color chocolate, pensando que a su amiga
se le acababa de caer el último tornillo.
—No
seas idiota, observa —ordenó la muchacha de ojos verdes, perdiendo la
paciencia.
Cassandra
fijó su vista sobre las botellas, pensando concienzudamente en la respuesta. No
había diferencias destacables en ellas aparte de…
—El
contenido es diferente —susurró, sin apartar la vista de las botellas.
—
¿Porqué? —inquirió Angélica con una sonrisa triunfal en su rostro— Ambas son
iguales, ¿o no?
—O
sea, ambas tienen agua, pero las cantidades que tienen son diferentes —agregó
Cassandra.
—Ese
es mi punto —Angélica captó la mirada de su amiga y sonrió más ampliamente—.
Cass, puede que por fuera se vean igual o los sientas igual, pero hay
diferencias entre ambos. Diferencias que tienes que aprender a apreciar si
quieres dejar ir algunas cosas. Está bien, lo de “él” no funcionó, pero puede
que el destino… O lo que sea… Te estén dando una oportunidad. La oportunidad
que te mereces.
Cassandra
se quedó fija mirando las botellas, sin saber qué decir. Angélica tenía razón,
aunque bueno, siempre la tenía, pero eso no iba al caso. Las cosas con “él” no
habían funcionado y puede que esa fuese la oportunidad para enamorarse y que,
en lugar de ser unilateral, fuera recíproco. Era la oportunidad que se había
cansado de esperar pero que había aparecido al final de todo.
—Mejor
vamos a clase —terminó por decir Cassandra, tomando su botella y comenzando a
caminar hacia la salida de la cafetería.
Yo lo único que tengo que decir es que Ange es la cumbia definitivamente, y al parecer realmente siempre tiene la razón xDDD Amo la relación que tienen entre ambas :3
ResponderEliminarClaaaaro, Ange es la cumbia igual que la creadora xD!
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